Creí
Mi espíritu está invadido de cansancio,
parece que se agotan mis anhelos,
tan sólo vivir quiero con calma...
Llenar mi corazón con fiero intento
No logrará volver a mí aquel buen tiempo,
qué más puedo pedir, si mis deseos
no colman mi ambición ni mi conciencia.
Tarde entendí que sólo ser es mi destino,
existir y luego dejar en el intento,
la última fibra de dolor y sufrimiento,
y que otro más venga por mí en mi salvamento.
Dicen que hay uno que logrará y hará el intento
dicen que es el que escucha mis lamentos,
pero yo digo que es el peor de mis tormentos,
porque hace mucho de creer dejé en silencio.
Al caer la noche cuando elevo la mirada,
regadas por doquier veo las estrellas,
pedí deseos para mí siempre incumplidos,
a aquellas que fugaces se clavaban
en el lejano horizonte de mis sueños,
pedí, ¡cuánto pedí! ser escuchada,
deseé creer que se tardaban mis deseos
en la interminable sucesión del infinito
Deseé creer que alguien arriba existía
que al ver mis ojos mostraría la alegría
que de infante me enseñaron como gloria,
y escucharía con amor mis letanías
Mas veo ahora con tristeza y lejanía
que jamás recibiré tal arrebato de armonía,
creo que arriba no hay sino el espacio frío,
mutismo imperturbable, o una utopía,
para nosotros los mortales, el vacío,
la oscuridad, el silencio, y... el final.
Mi espíritu está invadido de cansancio,
parece que se agotan mis anhelos,
tan sólo vivir quiero con calma...
Llenar mi corazón con fiero intento
No logrará volver a mí aquel buen tiempo,
qué más puedo pedir, si mis deseos
no colman mi ambición ni mi conciencia.
Tarde entendí que sólo ser es mi destino,
existir y luego dejar en el intento,
la última fibra de dolor y sufrimiento,
y que otro más venga por mí en mi salvamento.
Dicen que hay uno que logrará y hará el intento
dicen que es el que escucha mis lamentos,
pero yo digo que es el peor de mis tormentos,
porque hace mucho de creer dejé en silencio.
Al caer la noche cuando elevo la mirada,
regadas por doquier veo las estrellas,
pedí deseos para mí siempre incumplidos,
a aquellas que fugaces se clavaban
en el lejano horizonte de mis sueños,
pedí, ¡cuánto pedí! ser escuchada,
deseé creer que se tardaban mis deseos
en la interminable sucesión del infinito
Deseé creer que alguien arriba existía
que al ver mis ojos mostraría la alegría
que de infante me enseñaron como gloria,
y escucharía con amor mis letanías
Mas veo ahora con tristeza y lejanía
que jamás recibiré tal arrebato de armonía,
creo que arriba no hay sino el espacio frío,
mutismo imperturbable, o una utopía,
para nosotros los mortales, el vacío,
la oscuridad, el silencio, y... el final.
B. Miosi
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