jueves, 25 de octubre de 2018

¿Se debe estudiar para ser escritor?


El escritor ¿Nace o se hace?
Escribí mi primera novela en cuatro meses. No voy a hablar del contenido pues no viene al caso, pero era tanto mi entusiasmo que apenas puse la última letra le di a imprimir y de inmediato la mandé a encuadernar. La leyó mi marido, mi hijo, mi hermana y dos amigas y todos se mostraron encantados. Aún hoy dieciséis años más tarde, ellos siguen pensando lo mismo de esa primera novela, sin embargo, cada vez que yo leo la última versión de ese texto, (porque después hice como diez versiones) tengo deseos de guardarla en lo profundo del cajón.

Una de mis amigas decidió seguir mi ejemplo, pero lo hizo de la manera correcta: se inscribió en un taller de narrativa. Dieciséis años después no ha escrito la primera novela. ¿Por qué? Le pregunté. Dijo que se había dado cuenta de que escribir era más complicado de lo que parecía. Y yo se lo creo, pues cuando en esa época me trataba de explicar lo que aprendía en aquellos talleres que duraron más de un año, no pude entender de qué hablaba cuando mencionaba al escritor omnisciente, el nudo, los puntos de quiebre, el desenlace, la concordancia, la adjetivación, la perspectiva, la primera, segunda y tercera persona… en fin, que si yo hubiese comenzado a estudiar para ser escritora creo que hubiese tirado la toalla antes de empezar.

Con el tiempo y el método más a mano que tenía: el del ensayo y error, he logrado comprender todo aquello que en su momento mi amiga trataba de enseñarme; algunos puntos ya los ejercía yo por intuición desde el principio, y otros, no obstante, he tenido que aprender a ponerlos en práctica porque se trataba de mi supervivencia como escritora. De todo lo pasado deduje que para ser escritor lo importante es escribir. Y para escribir se necesita el deseo de hacerlo, debe ser un placer, más que una imposición académica y, sobre todo: haber sido un buen lector durante gran parte de la vida. Un lector atento, no como los muchos que leen y al escribir cometen fallas garrafales. Cuando uno tiene la intención de ser escritor lee de diferente manera, fijándose en algunos términos, en la puntuación, en cómo enfocar mejor una idea en palabras.

Día a día se aprende, y siempre hay de quién hacerlo, lo importante es escuchar las críticas, los elogios también, pues nos animan a seguir, pero debemos prestar atención a los que ven los defectos en nuestros escritos, pues no veo de qué otra manera se pueda mejorar.

Sé que muchos de los que escriben piensan que sus obras son maravillosas, y es posible que lo sean, pero si no tienen estilo, (y ya saben que cuando me refiero a estilo hablo de estilo literario, no del estilo particular de cada escritor), si las ideas no están expuestas con claridad, si los diálogos son insulsos y solo sirven de relleno y no para informar, que es la verdadera función de ellos, si se confunde la narrativa con largas explicaciones dirigidas al lector; o si en lugar de proseguir con la historia que se cuenta el autor se recrea en largas digresiones —no digo que las digresiones no deban existir, en algunos casos se escribe una novela remontándose al pasado de cada personaje, y lo mejor es hacerlo en capítulos separados—; lo que se intenta contar por más interesante que sea, resultará aburrido, y en muchos casos causará indiferencia. Y para lograr aprender a subsanar errores, es básico saber dónde están, de lo contrario nunca los encontrarán.

Mi recomendación es que una vez hayan terminado las primeras novelas, (ya saben que son capaces de escribirlas), acudan a un taller de narrativa. No antes. Puede ser contraproducente. Los talleres de escritura creativa como también se llaman, enseñan técnicas muy útiles y pueden significar la diferencia entre publicar o ser rechazado. Hace un tiempo un amigo que escribe y que no ha logrado publicar aún, me dijo algo muy curioso: «Sé que lo mío no es la escritura pues he estudiado ingeniería. Generalmente doy mis novelas a un par de amigos para que me las corrijan». Yo ni siquiera le pregunté si sus amigos eran escritores. No valía la pena. Me di cuenta de que no tenía idea de lo que es escribir.

Si el que escribe no es capaz de tener la suficiente autocrítica y capacidad como para corregir su obra, debe contratar a un corrector calificado, hay muchos que pululan en las redes y sus correcciones se limitan a la ortografía. Un buen corrector se fijará en todos los aspectos del texto, inclusive en las incongruencias históricas, musicales, artísticas y científicas. Particularmente pienso que todo aquel que aspire a escribir para el público puede prescindir de los estudios gramaticales si le causan tedio, pero tiene que realizar entonces un trabajo de lectura abundante, metódico y constante durante largo tiempo, a fin de empaparse en la esencia del lenguaje y adquirir agilidad, presteza y soltura en el manejo del idioma, que lleve sus escritos a otro nivel, en el que los lectores se sientan hipnotizados y no puedan despegarse de la novela una vez que la empiezan.

Sé de autores que escriben de manera impecable. Sin redundancias, sin cacofonías, sin rimas, sin repeticiones y sin lograr enganchar al lector. La tarea principal de un escritor es atraparlos desde la primera línea.

He llegado a la conclusión basándome en mi experiencia que primero se escribe y después se aprende.

¡Hasta la próxima, amigos!

miércoles, 17 de octubre de 2018

El mundo de los lectores digitales

Para todos los que publicamos (y autopublicamos) en Amazon o en plataformas similares es natural que pensemos que nuestros libros son muy conocidos en el mundo de la literatura, en el de los lectores, y también en el mundo editorial, y no es así. Vivimos dentro de una burbuja llamada Amazon. Solo tienen acceso a nuestros libros los que saben cómo comprar en línea, es decir, los que poseen una tarjeta de crédito o débito internacional y, obviamente, los que están familiarizados con las compras a través de Internet. Por eso, algunas veces cuando damos una noticia acerca de que alguno de nuestros libros ocupa el primer lugar en la lista de bestsellers, alguien salta diciendo que eso no es verdad. Que no somos bestsellers porque en su país ni siquiera conocen el título del libro. No sé si a ustedes, pero a mí me ha sucedido.

Creo que en parte tienen razón al pensar así. Ser bestseller significa ser el más vendido, pero los que publicamos por Amazon olvidamos que solo somos los más vendidos allí y en formato digital, pues a pesar de que publicamos también en papel, son las ventas digitales las que más cuentan. No cuentan las librerías ni otras plataformas. 


También publicamos nuestros libros en papel, pero el coste y el envío para algunos países hacen la compra prohibitiva, lo cual es una pena. Creo que con el tiempo mucha más gente se irá sumando a las compras por Internet y tal vez muchos de ellos lleguen a enterarse de que también pueden comprar libros a través de ese medio y quizá algunos lleguen a comprarse un lector electrónico. No será la mayoría, pero sí habrá algún avance al respecto. 


Mientras tanto debemos estar claros que los que nos leen son personas de avanzada, que se atrevieron a lanzarse a navegar en esta era digital y reciben las nuevas tecnologías con mente abierta. ¿Qué nos dice eso? Algo muy importante: escribimos para un segmento muy especial y dinámico de la población mundial, en este caso no hablo de edades, porque sé de personas octogenarias que prefieren la lectura digital por la comodidad, hablo de la mentalidad de nuestros lectores. Y lo que puedo decir es que me siento orgullosa de escribir para ellos.

miércoles, 3 de octubre de 2018

Las tendencias literarias


Con los avances informáticos y la facilidad de obtener datos que brinda Internet, hoy en día es muy fácil ser escritor. Aunque no por el hecho de escribir todo el que lo haga, necesariamente lo sea.

El asunto se complica cuando la persona siente el deseo íntimo de plasmar en palabras escritas lo que desearía que leyera todo el mundo. Porque vamos a estar claros, se parte de la premisa de que se desea ser leído. Surgen entonces las complicaciones, porque no se trata simplemente de escribir, contratar una editorial y publicar. No. Una vez que se ha logrado autopublicar, la mayoría de los escritores desean pasar a otro estadio, empiezan a ser conscientes de que no es suficiente, es una cuestión de amor propio, orgullo personal, superación, o tan simple como probarse a sí mismo. Ser publicado por una editorial de verdad. Si fulano lo pudo hacer, ¿por qué no yo?

Publicar entonces se convierte en una obsesión, se empieza a perder el rumbo, los deseos iniciales de escribir y sentir placer al hacerlo, y la obra escrita se lee y relee, corrige recorta, alarga, hasta el punto en el que ya no se sabe bien si lo que se desea es publicar para que el mundo disfrute con la obra, o si lo que se quiere es competir.

Pero la competencia en un mundo tan complejo y reducido, debido justamente a Internet, las redes sociales, los avances informáticos, hace que existan enormes cantidades de escritores tras las mismas editoriales, los mismos agentes literarios y cuando vienen a ver, todos reducidos a un mismo punto geográfico.
Surge entonces el estudio de mercado.

¿Quién lo iba a decir cuando frente a la pantalla en blanco nació la primera historia que parecía tan perfecta, tan única, tan sofisticada, tan…?

Resulta que para ser un escritor publicable no basta con ser un buen escritor, que ya es bastante difícil: se debe estar al día con las tendencias. Sí, señor. Las tendencias. Y no es algo que se haya implantado ahora, han existido desde que el hombre empezó a escribir para deleitar al público. Sucede que hoy todo es más rápido, violento, y como dicen: «global».

Por tanto, para poder llegar a la mesa del editor, o siquiera a que el manuscrito sea tomado en cuenta para su lectura, se requieren dos cosas: Una sinopsis breve (para que tengan tiempo de leerla) y un tema que cumpla con las tendencias. ¡Ah, me olvidaba!, debe, en lo posible, estar bien escrito.

¿Y cuáles son las tendencias actuales?
En primer lugar:

Acción: La época del Ulises de Joyce quedó atrás. Y aun hoy en día creo que Joyce está reservado para unos pocos, con o sin acción.

Diálogos: Si un lector hojea el libro y observa partes extensas de descripción o narrativa que no lleva a nada concreto, con seguridad lo dejará de lado. Ya no es tiempo para regodearse en supremos momentos de creación literaria.

Trama: Debe ser complicada y enredada, pero ojo: contada de tal manera que sea fácil seguirla.

Gancho: Una de las principales características es lograr atrapar al lector desde el primer párrafo de la primera línea. Hay algunos que en la primera línea describen una matanza: «Todos estaban muertos. El cielo se había oscurecido y aquello se alejaba a gran velocidad. Solo un niño de oscura mirada fue el sobreviviente: El elegido». (Algo así).

Tema: Si es de oscuros secretos religiosos, tanto mejor, pero también se vale partes históricas desconocidas, confabulaciones de sectas para acabar con el orden mundial, vampirismo, (eso todavía rinde) magia envuelta en una pátina de realidad, y sería bueno contar con lo que llaman ahora novela negra. Un poco de romance no estaría mal (solo un poquito si es novela negra) y algo de sexo, preferiblemente no explícito, porque aunque parezca mentira, la gente que acostumbra leer prefiere otros métodos más gráficos, cuando se trata de calentarse. Si son escritores de novela romántica no tendrán mayores problemas para ser publicados por tantos sellos especialmente creados para esta clase de novela. Es la que más vende y la que más se lee.

Título: Imprescindible. Puede ser tan disparatado como cualquiera de los títulos de Stieg Larsson, pero no lo recomiendo, a no ser de que tengan un nombre y apellido parecido al de él. Lo importante es que llame la atención.

Portada: Aunque hay algunos libros con portadas muy sencillas, los ojos de los lectores se irán tras una magnífica portada, clara pero sin demasiadas alusiones al contenido, me refiero a que no pretendan que sea la portada la que cuente la historia.

Creo que he cubierto todos los frentes. Si alguien logra cumplir los requisitos, comprenderá que para ser escritor hoy en día, es necesario empezar por el mercadeo.
B. Miosi