
El escritor ¿Nace o se hace?
Escribí mi primera novela en cuatro
meses. No voy a hablar del contenido pues no viene al caso, pero era tanto mi
entusiasmo que apenas puse la última letra le di a imprimir y de inmediato la
mandé a encuadernar. La leyó mi marido, mi hijo, mi hermana y dos amigas y
todos se mostraron encantados. Aún hoy dieciséis años más tarde, ellos siguen
pensando lo mismo de esa primera novela, sin embargo, cada vez que yo leo la
última versión de ese texto, (porque después hice como diez versiones) tengo
deseos de guardarla en lo profundo del cajón.
Una de mis amigas decidió seguir mi ejemplo, pero lo hizo de la manera
correcta: se inscribió en un taller de narrativa. Dieciséis años después no ha
escrito la primera novela. ¿Por qué? Le pregunté. Dijo que se había dado cuenta
de que escribir era más complicado de lo que parecía. Y yo se lo creo, pues
cuando en esa época me trataba de explicar lo que aprendía en aquellos talleres
que duraron más de un año, no pude entender de qué hablaba cuando mencionaba al
escritor omnisciente, el nudo, los puntos de quiebre, el desenlace, la
concordancia, la adjetivación, la perspectiva, la primera, segunda y tercera
persona… en fin, que si yo hubiese comenzado a estudiar para ser escritora creo
que hubiese tirado la toalla antes de empezar.
Con el tiempo y el método más a mano que tenía: el del ensayo y error, he
logrado comprender todo aquello que en su momento mi amiga trataba de enseñarme;
algunos puntos ya los ejercía yo por intuición desde el principio, y otros, no
obstante, he tenido que aprender a ponerlos en práctica porque se trataba de mi
supervivencia como escritora. De todo lo pasado deduje que para ser escritor lo
importante es escribir. Y para escribir se necesita el deseo de hacerlo, debe
ser un placer, más que una imposición académica y, sobre todo: haber sido un
buen lector durante gran parte de la vida. Un lector atento, no como los muchos
que leen y al escribir cometen fallas garrafales. Cuando uno tiene la intención
de ser escritor lee de diferente manera, fijándose en algunos términos, en la
puntuación, en cómo enfocar mejor una idea en palabras.
Día a día se aprende, y siempre hay de quién hacerlo, lo importante es escuchar
las críticas, los elogios también, pues nos animan a seguir, pero debemos
prestar atención a los que ven los defectos en nuestros escritos, pues no veo
de qué otra manera se pueda mejorar.
Sé que muchos de los que escriben piensan que sus obras son maravillosas, y es
posible que lo sean, pero si no tienen estilo, (y ya saben que cuando me
refiero a estilo hablo de estilo literario, no del estilo particular de cada
escritor), si las ideas no están expuestas con claridad, si los diálogos son
insulsos y solo sirven de relleno y no para informar, que es la verdadera
función de ellos, si se confunde la narrativa con largas explicaciones dirigidas
al lector; o si en lugar de proseguir con la historia que se cuenta el autor se
recrea en largas digresiones —no digo que las digresiones no deban existir, en
algunos casos se escribe una novela remontándose al pasado de cada personaje, y
lo mejor es hacerlo en capítulos separados—; lo que se intenta contar por más
interesante que sea, resultará aburrido, y en muchos casos causará
indiferencia. Y para lograr aprender a subsanar errores, es básico saber dónde
están, de lo contrario nunca los encontrarán.
Mi recomendación es que una vez hayan terminado las primeras novelas, (ya saben
que son capaces de escribirlas), acudan a un taller de narrativa. No antes. Puede ser contraproducente.
Los talleres de escritura creativa como también se llaman, enseñan técnicas muy
útiles y pueden significar la diferencia entre publicar o ser rechazado. Hace
un tiempo un amigo que escribe y que no ha logrado publicar aún, me dijo algo
muy curioso: «Sé que lo mío no es la escritura pues he estudiado ingeniería.
Generalmente doy mis novelas a un par de amigos para que me las corrijan». Yo
ni siquiera le pregunté si sus amigos eran escritores. No valía la pena. Me di
cuenta de que no tenía idea de lo que es escribir.
Si el que escribe no es capaz de tener la suficiente autocrítica y capacidad
como para corregir su obra, debe contratar a un corrector calificado, hay
muchos que pululan en las redes y sus correcciones se limitan a la ortografía.
Un buen corrector se fijará en todos los aspectos del texto, inclusive en las incongruencias
históricas, musicales, artísticas y científicas. Particularmente pienso que
todo aquel que aspire a escribir para el público puede prescindir de los
estudios gramaticales si le causan tedio, pero tiene que realizar entonces un
trabajo de lectura abundante, metódico y constante durante largo tiempo, a fin
de empaparse en la esencia del lenguaje y adquirir agilidad, presteza y soltura
en el manejo del idioma, que lleve sus escritos a otro nivel, en el que los
lectores se sientan hipnotizados y no puedan despegarse de la novela una vez
que la empiezan.
Sé de autores que escriben de manera
impecable. Sin redundancias, sin cacofonías, sin rimas, sin repeticiones y sin
lograr enganchar al lector. La tarea principal de un escritor es atraparlos
desde la primera línea.
He llegado a la conclusión basándome en mi experiencia que primero se escribe y
después se aprende.
¡Hasta la próxima, amigos!
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El escritor ¿Nace o se hace? |
Una de mis amigas decidió seguir mi ejemplo, pero lo hizo de la manera correcta: se inscribió en un taller de narrativa. Dieciséis años después no ha escrito la primera novela. ¿Por qué? Le pregunté. Dijo que se había dado cuenta de que escribir era más complicado de lo que parecía. Y yo se lo creo, pues cuando en esa época me trataba de explicar lo que aprendía en aquellos talleres que duraron más de un año, no pude entender de qué hablaba cuando mencionaba al escritor omnisciente, el nudo, los puntos de quiebre, el desenlace, la concordancia, la adjetivación, la perspectiva, la primera, segunda y tercera persona… en fin, que si yo hubiese comenzado a estudiar para ser escritora creo que hubiese tirado la toalla antes de empezar.
Con el tiempo y el método más a mano que tenía: el del ensayo y error, he logrado comprender todo aquello que en su momento mi amiga trataba de enseñarme; algunos puntos ya los ejercía yo por intuición desde el principio, y otros, no obstante, he tenido que aprender a ponerlos en práctica porque se trataba de mi supervivencia como escritora. De todo lo pasado deduje que para ser escritor lo importante es escribir. Y para escribir se necesita el deseo de hacerlo, debe ser un placer, más que una imposición académica y, sobre todo: haber sido un buen lector durante gran parte de la vida. Un lector atento, no como los muchos que leen y al escribir cometen fallas garrafales. Cuando uno tiene la intención de ser escritor lee de diferente manera, fijándose en algunos términos, en la puntuación, en cómo enfocar mejor una idea en palabras.
Día a día se aprende, y siempre hay de quién hacerlo, lo importante es escuchar las críticas, los elogios también, pues nos animan a seguir, pero debemos prestar atención a los que ven los defectos en nuestros escritos, pues no veo de qué otra manera se pueda mejorar.
Sé que muchos de los que escriben piensan que sus obras son maravillosas, y es posible que lo sean, pero si no tienen estilo, (y ya saben que cuando me refiero a estilo hablo de estilo literario, no del estilo particular de cada escritor), si las ideas no están expuestas con claridad, si los diálogos son insulsos y solo sirven de relleno y no para informar, que es la verdadera función de ellos, si se confunde la narrativa con largas explicaciones dirigidas al lector; o si en lugar de proseguir con la historia que se cuenta el autor se recrea en largas digresiones —no digo que las digresiones no deban existir, en algunos casos se escribe una novela remontándose al pasado de cada personaje, y lo mejor es hacerlo en capítulos separados—; lo que se intenta contar por más interesante que sea, resultará aburrido, y en muchos casos causará indiferencia. Y para lograr aprender a subsanar errores, es básico saber dónde están, de lo contrario nunca los encontrarán.
Mi recomendación es que una vez hayan terminado las primeras novelas, (ya saben que son capaces de escribirlas), acudan a un taller de narrativa. No antes. Puede ser contraproducente. Los talleres de escritura creativa como también se llaman, enseñan técnicas muy útiles y pueden significar la diferencia entre publicar o ser rechazado. Hace un tiempo un amigo que escribe y que no ha logrado publicar aún, me dijo algo muy curioso: «Sé que lo mío no es la escritura pues he estudiado ingeniería. Generalmente doy mis novelas a un par de amigos para que me las corrijan». Yo ni siquiera le pregunté si sus amigos eran escritores. No valía la pena. Me di cuenta de que no tenía idea de lo que es escribir.
Si el que escribe no es capaz de tener la suficiente autocrítica y capacidad como para corregir su obra, debe contratar a un corrector calificado, hay muchos que pululan en las redes y sus correcciones se limitan a la ortografía. Un buen corrector se fijará en todos los aspectos del texto, inclusive en las incongruencias históricas, musicales, artísticas y científicas. Particularmente pienso que todo aquel que aspire a escribir para el público puede prescindir de los estudios gramaticales si le causan tedio, pero tiene que realizar entonces un trabajo de lectura abundante, metódico y constante durante largo tiempo, a fin de empaparse en la esencia del lenguaje y adquirir agilidad, presteza y soltura en el manejo del idioma, que lleve sus escritos a otro nivel, en el que los lectores se sientan hipnotizados y no puedan despegarse de la novela una vez que la empiezan.
He llegado a la conclusión basándome en mi experiencia que primero se escribe y después se aprende.
¡Hasta la próxima, amigos!