sábado, 28 de noviembre de 2009

El cartero llamó a mi puerta: ¡Prosofagia!

Queridos amigos, hoy voy a hablar de cómo un proyecto virtual se convirtió en una realidad tangible.

Como dice el editorial del primer número de la revista
Prosofagia: hace más de un año, en algún lugar del mundo virtual, hubo quienes entonaron una Balada para un loco; y fue respondida de inmediato por un discreto pero entusiasta puñado de voces.

Desde ese día mucho agua ha pasado bajo el puente; al principio un riachuelo que se fue transformando en un torrente de ideas, y que hoy ha dado como resultado que tengamos en nuestras manos los ejemplares de los primeros cuatro números de la Revista Literaria Prosofagia, nacida tímidamente con la inclusión de las entrevistas que algunos de nosotros, también modestamente, iniciamos para el nuevo apartado de entrevistas del foro
Prosófagos.

El número 1, pues, está compuesto por cinco interesantes charlas que sostuvimos con escritores consagrados: Alberto Vázquez-Figueroa, Rosa Montero, Arlette Geneve, Montserrat Rico Góngora y el maestro, escritor y pintor, el entrañable Julio Maruri.

Recuerdo el debate en aquellos días de si se debía hacer una revista únicamente con entrevistas, o si se debía incluir otros temas, además de ellas. Pero una revista requiere mucho más que sólo buena voluntad. Es necesario tesón, disciplina, sentido común, y sobre todo, muchos deseos de hacerlo bien. De manera que Prosofagia 1, ocupó sus cincuenta páginas en relatar la visión del mundo literario de los escritores mencionados, a los que debo agradecer especialmente, por haber prestado su tiempo y su entereza para contestar preguntas que seguramente ya habían respondido infinidad de veces. Unas páginas diagramadas bellamente y con las exquisitas fotografías de Margarita


Y se inauguró la sección: «Cartas al Director», las primeras, y las que determinaron en cierta forma el futuro de la revista. Ah, pero para enterarse, tendrán que descargarla en PDF o como puedan, pues esas dos cartas, las de José María Lafuente y Julio Maruri, son la clave, y les garantizo que más importantes que la del famoso «Códice».

El número 2 estaría dedicado a los cuentos del foro Prosófagos, como se anunciaba en la contraportada del número anterior. Y entonces salió a relucir una antología de cuentos cuyos autores, protagonistas de nuestro querido foro, hicieron gala de su estilo:

Gabi, (Gabriel Martín, un músico metido en el teatro)
Nelo, (Manuel Pérez Recio; autor de varios libros, entre ellos su novela «Cuyabeno la sangre de la tierra» que ya va por su segunda edición),
D, (un intérprete de inglés a español y médico pediatra con la manía de escribir libros de vampiros)
Pepsi, (o Madame Karenina, luchadora por las causas de los animales, y por cualquiera que tenga alguna causa);
Ruín de los bosques, (Juan Manuel Alcedo, un escritor que nació el mismo día que vino al mundo);
Atreyu, (Bárbara Riera Obrador, a quien le apasionan los «bajitos»),
Forke, (Agustín Capeletto, quien tiene la fijación mental de que las comas se miden a ojo);
Esther, (nuestra querida correctora ad honores del foro, amén de otras muchas cosas más),
Elisabet, (Montse de Paz, autora de «Estirpe salvaje» ¿quién no ha visitado su blog Andanzas de una Escritora en busca de Editorial?)
Sierra, (el shostakoviano celinezco estudiante de violín nacido en un país hoy desaparecido)
Felixón, (Félix Jaime Cortés, un aparejador metido a escritor o viceversa, que tiene predilección por los tarros con clavos);
Loboherido, (Edgardo Benítez, un salvadoreño que escribe por no llorar),
Randal, (Mariano Mandil, quien vive rodeado de vampiros energéticos)
Y su servidora, (una escritora que pronto pirateará sus propios libros para que piensen que tiene éxito)

El próximo número anunciado con luces de neón: Entrevistas + Artículos.

Y dicho y hecho, el número 3 salió con todo lo que algunos afanosos deseaban que se publicara en el primero. Así que deseos cumplidos.

Y la editorial rezaba:
Así, y habiendo llegado al tercer número, comenzamos a diversificar la estructura de la Revista, incorporando a un tema central —entrevistas, en este caso— artículos de distinta índole que apuntan a crear nuevos espacios de trabajo...

Empezaron a llover las cartas al director. Cómo no. Algunas ni se entendían. Pero no era para menos, leí una que hablaba de que un día los árboles ya no daban manzanas sino teléfonos móviles. ¿A quién más que a nuestra querida Ñam podría ocurrírsele semejante infundio? ¡Qué agradable debe ser recibir ese tipo de cartas!

Pero también hubo noticias relativas a los participantes del foro, en las que los autores daban a conocer sus proyectos o trabajos realizados: Darthz (Julián Sancha Vázquez); Boris Rudeiko (Manuel Navarro Seva), JuanManué (Juan Manuel); Nelo (Manuel Pérez Recio) Luis Bermer, Malube (Marta Querol Benèch) Ñam, Elisabet (Montse de Paz); Laren (Teo Palacios, y se tuvo que llamar al carpintero para la ampliación de la Biblioteca de Prosófagos.

Los artículos:

La voz y la letra, por Montse de Paz. Un artículo que no pueden perderse, donde Montse hace gala de su dominio de las letras y de las ideas, y nos convence totalmente de que A veces, una palabra vale más que mil imágenes.

Experiencias de un escritor novel, por Teo Palacios. Nuestro querido y conocido Teo, el del blog Fantástica Literatura, nos explica y llega a persuadirnos de que podemos llegar a ser como Tolkien, ¡bravo, Teo! De veras que me gustó la sensación de optimismo que me inyectó tu artículo.

¿Quién dijo punto decimal? Por DNAZ Franco. Y Aquí voy a hacer un aparte. D, o DNAZ, tiene una fijación con el asunto de los teclados. No conforme con contar historias de vampiros a sus pacientes en pediatría, cada vez que un novato entra al foro, D se hace presente con una de sus bienvenidas características:
La combinación ALT + 0151 = — porque en español es menester escribir los parlamentos, los incisos explicativos y los componentes de listados con la raya larga. En pocas palabras: odia el guión pequeño. Hasta ahora me maravilla la enorme fuerza de voluntad de los incipientes prosófagos. ¡Muchos de los nuevos se quedan!

Esta vez los entrevistados fueron:

Guillermo Martínez, ganador del Premio Planeta 2003, su más reciente novela: La lenta muerte de Luciana B. Un éxito de librería que lo catapultó a la vidriera internacional.

Ricardo Coler, autor de El reino de las mujeres, Ser una diosa, y Eterna juventud, publicada en 2008.

y José Manuel García Marín, autor de Azafrán y La escalera del agua. Ambas novelas traducidas a varios idiomas, y convertidas ya en Best Sellers.

Sin duda, unos pesos pesados. ¡Y las entrevistas cada vez más interesantes!, (que una también aprende)

¡Y arribamos al número 4! El menú es tan variado, que sólo pondré la carta:

El caboso en el Charco, Ñam
Lectores e ilusionistas, Esther y Plásido
La escribida en el siglo XXI, DNAZ Franco
La voz interior, Federico Axat y Elisabet
Cómo presentar una obra a un agente o editor I, Teo Palacios
Foros literarios, una experiencia positiva, Boris Rudeiko
Cómo presentar una obra a un agente o editor II, Teo Palacios
El camino, Manuel Pérez Recio
Descubriendo el poder de la palabra, charla entre Montserrat Rico Góngora y Elisabet
Una visión del mundo editorial, Blanca Miosi

Esta vez las cartas al director fueron artículos especiales. La de Raquel Roberti es imperdible —me parece que se excedió de las dichosas 150 palabras—, pero valió la pena. Y la de Javier Rivas, de Escritores en Red, llena de optimismo en la que se intuye deseos de colaborar difundiendo la revista, uno de los aspectos más importantes para que una publicación tenga éxito.

En este número se incluyó un Índice de Imágenes, con las colaboraciones de gran calidad de: Coloso, Plásido, ray12 (NATTs), Boris Rudeiko y Pepsi.

Y, como siempre, se anunciaba en la contraportada lo que traería el número 5:

Proyectos literarios en la Red + Artículos

Antes de que se me olvide, quiero dejar constancia de los responsables de que las cosas hayan salido tan bien:

Dirección: Elisabet
Equipo de redacción: Boris Rudeiko, Elisabet, Esther, Pepsi
Diseño e imagen: Pepsi
Publicidad y comunicación: Esther

A todos ellos: ¡Felicitaciones y muchas gracias!

Espero que los que tuvieron la paciencia de leer esta extensa entrada descarguen las revistas, las lean, y divulguen su existencia. Lo que no se conoce perece en el olvido. Ahora me retiro, volveré a leerlas, pero esta vez las podré tocar y hasta oler, pues ayer el cartero llamó a mi puerta.

B. Miosi

jueves, 19 de noviembre de 2009

Un regalo maravilloso de Sergio Astorga:

Sergio Astorga del blog Antojos me ha obsequiado una pintura maravillosa. Y como suele hacer, acompaña su pincel de su pluma, con un poema que significa mucho para mí. La cabecera de este blog luce con orgullo su precioso dibujo. ¡Gracias, Sergio!

Para Blanca Miosi:

En algún árbol se encuentra la tibieza,
las flores rompen sus capullos
y el estanque, agua día, gotea.

Nada vuelve y permanece.

Los rostros se vacían en el gesto
y la nube de palabras crece y cae
como de lluvia en ausencia.

Viracocha se incendia sin quemarse.

La piedra imagina su erosión a la sombra del puente
y el mundo es una blanca mirada.

Se desvanece el olor colgante.

La casa respira al viento,
la semilla madura al sol
y el verde mece con tacto la hoja.

La perpetuidad en la montaña duerme.

Sergio Astorga
Tinta/plumín 20 x 30 cm.
18/11/2009

lunes, 9 de noviembre de 2009

Oscar Wilde, humano, antes que escritor

Oscar Fingal O’Flahertie Willes Wide, nació a mediados del siglo XIX. Fue el máximo representante de la tendencia esteticista inglesa, que en esencia consiste en el culto a la belleza. La revolución industrial llevó a Inglaterra a la par que la civilización mecánica, a una existencia miserable. ¿Por qué digo esto? Porque debido a ella en el espacio de cincuenta años el pueblo inglés se vio reducido a un trabajo esclavizante al tiempo que la clase burguesa, práctica y utilitaria, ávida de dinero y de poder político, se elevaba: Nuevos ricos que aún no tenían el gusto formado, se mandaban fabricar obras de arte y objetos carentes de belleza. Aparecieron entonces jóvenes que frente a la fealdad reinante, se refugiaron en el culto a la belleza, llegando a odiar incluso a su propio país y a su propia época.

A esta corriente perteneció Oscar Wilde. Desde muy joven sintió afición por las extravagancias, aunque su madre parece ser la iniciadora de sus gustos infantiles, pues acostumbraba vestirlo de niña durante su niñez, aceptando un comportamiento acorde a su vestimenta, claro. Tal vez haya sido el inicio de su homosexualidad, la que se manifestó a lo largo de su vida y que lo llevó a prisión y trabajos forzados por un período de dos años, demandado por el padre del joven lord Alfred Douglas, de 21 años. Wilde contaba entonces 38. Acabó destrozado moral y físicamente, su domicilio fue saqueado, se perdieron sus manuscritos, sus obras se retiraron de los carteles, se prohibió la venta de sus libros y terminó su brillante carrera literaria.

Me estoy refiriendo a la vida privada de Oscar Wilde porque está íntimamente ligada a su obra como escritor. En su obra hace referencia constante al hedonismo, el cual formaba parte intrínseca de su vida, y al culto a la belleza. Su primer libro fue publicado cuando tenía 27 años: Poemas de Oscar Wilde. Sin embargo, un tema que se repite en sus obras es la paradoja, así como la extrema ironía. Y después de haber leído su biografía no puedo dejar de reconocer que también su inteligencia formaba parte del triángulo que lo llevó a la fama como rompedor de moldes de su época. Ganó premios y becas de estudio, recorrió los Estados Unidos dictando conferencias acerca del esteticismo que tan bien representaba con sus modelos originales, y su desmesurada extravagancia.

Wilde consideraba que solo el placer merecía que se le consagrase una teoría, y que la vida de los sentidos estaba indisolublemente ligada a la de la inteligencia. Afirmaba que «nada puede curar el alma más que los sentidos, como nada podría curar los sentidos mejor que el alma», tal como pone en boca de Lord Henry en su famosa novela El retrato de Dorian Gray.

Otra de sus frases célebres: «En literatura no existirán libros morales o inmorales, sino simplemente libros bien o mal escritos»

Acabo de leer la única novela que escribió: El retrato de Dorian Gray. Y estoy completamente de acuerdo. Es una obra donde se refleja la maldad y la perversión, uno se puede imaginar a partir de un lenguaje estéticamente bello e imágenes diáfanas y bien logradas, cada acción llevada a cabo por Dorian Gray, y sin embargo no hay una sola línea, ni una sola palabra que transgreda lo que en aquella época se cuidaba con hipócrita esmero: la moral. Me asombra enterarme que el libro causó enorme revuelo por los conceptos que irónicamente supo exponer de manera brillante. No existe sexo explícito, no hay referencia a alguna caricia más allá de un beso juvenil del bello Dorian a la jovencita Sibila, en una relación de amor platónico que la lleva a al suicidio. El libro está impregnado de frases brillantes y de momentos diabólicamente bien camuflados. También he notado su misoginismo en casi toda su obra, por ejemplo, en esta parte, cuando Lord Henry, una especie de Mefistófeles, dice:

—No se volverá a casar nunca, Lady Narborough —interrumpió Lord Henry—. Ha sido usted demasiado feliz antes. Cuando una mujer se vuelve a casar es porque detestaba a su primer marido. Cuando un hombre se vuelve a casar es porque adoraba a su primera esposa. Las mujeres prueban suerte. Los hombres arriesgan la suya.

Y su particular modo de ver la belleza femenina, y la fina ironía con la que sabía envolver sus diálogos:

—¿Es bonita?
—Se comporta como si lo fuese. Muchas americanas lo hacen así. Es el secreto de su encanto.
—¿Por qué esas americanas no se quedan en su país? Nos están diciendo siempre que aquello es el paraíso de las mujeres.
—Y lo es. Esa es la razón por la cual, como Eva, tienen tan enorme impaciencia por salir de él.

Oscar Wilde murió a la edad de 48 años en París, donde vivió el resto de sus días execrado por la mayoría de los literatos ingleses de su época, bajo el nombre de Sebastián Melmoth. Hoy sus restos reposan en la Abadía de Westminster, al lado de los de William Shakespeare, Isaac Newton y Charles Darwin. Este último también atacado duramente por su famosa teoría de la evolución planteada en su libro El origen de las especies.

Algunas de sus frases famosas:

Experiencia es el nombre que cada uno da a sus propios errores.

¿Qué es un cínico? Una persona que conoce el precio de todo y el valor de nada.

Su obra teatral de más éxito: La importancia de llamarse Ernesto.

Cuentos: El crimen de lord Arthur Saville, El modelo millonario, El fantasma de Canterville, La esfinge sin secreto, El retrato de mister W. H., El príncipe feliz, El amigo fiel, El gigante egoísta, El famoso cohete, El ruiseñor y la rosa, El joven rey, El cumpleaños de la infanta, el pescador y su alma, el niño astro.

Cuentos apócrifos: La piel de naranja, Old Bishop’s, Ego te Absolvo. (Aparecieron en una revista americana con el nombre de Wilde después de su muerte, y no se ha encontrado bibliografía alguna)

B. Miosi

sábado, 7 de noviembre de 2009

Una charla con Cristina Puig


Esta vez he sido yo la entrevistada, y por una querida amiga que conocí a través de los blogs y de una persona a la que estimo mucho: Joana Pol, actualmente editora de Mallorca Fantástica.


Los invito a pasar por el blog de Cristina: La Reina Oscura Meila

Y podrán conocer un poquito de lo que hago. Les prometo que no es muy largo, y como siempre digo, cada entrevista es diferente de cualquier otra que me hayan hecho antes.


Desde aquí doy las gracias a Cristina Puig, autora de varias novelas y cuentos, pintora, y toda una artista, además: hermosa.


Un beso a todos!


Blanca

martes, 3 de noviembre de 2009

Entre dos aguas, Blanca Miosi


De chica, cuando pasaba temporadas en San Pedro de Mala en casa de mi padre, debía comportarme como una japonesa, y eso incluía: comer, vestir, actuar, estudiar y hasta sentir diferente. Trataba de imitar a mis hermanas, hijas de su primer matrimonio. A los japoneses no les gusta demostrar sus sentimientos, esconden tras una sonrisa algunas veces sardónica, la frustración o la tristeza; para ellos es mal visto llorar o demostrar debilidad ante los demás. Tal vez ahora sea diferente, pero en aquel tiempo yo lo percibía así.


Recuerdo que cuando tenía cinco años, en cierta ocasión me hice un corte en un dedo con una hojilla de rasurar, y una de mis hermanas mayores me dijo: «¡Ah... no lloras!... Eres valiente». Creo que fue el único cumplido que recibí de ella. Tampoco se nos permitía hacer alarde de nuestro conocimiento o de nuestros bienes, así como de nuestras carencias.


En la escuela, los japoneses siempre ocupaban los primeros lugares; el único punto que no importaba que cumpliera a cabalidad, porque yo, por mis rasgos, era considerada por ellos como peruana. El problema se presentaba cuando estudiaba en Lima, allí, por la misma causa, era considerada japonesa, y debía esforzarme siempre por ser una magnífica alumna.


De mi abuela, lo que más recuerdo es que le gustaba abrir la puerta de nuestro dormitorio y preguntar en japonés: ¿Nan shoto, bacatare?, que es como fonéticamente lo evoco. Quiere decir: ¿Qué hacen, malcriadas?, o algo por el estilo. Kioko y yo, sabíamos cuándo ella se acercaba, por su forma peculiar de arrastrar las sayonaras, y solo esperábamos el momento para desternillarnos de risa. Kioko era pequeña, de rostro redondo y rosado, y tenía el cabello cortado como si le hubiesen puesto como molde un tazón en la cabeza. Yo, en cambio, tenía largas trenzas, por ese motivo, los japoneses me decían chola. Lo extraño de esto, es que cuando vivía con mamá, me decían china, aunque fuese japonesa, pero a nadie parecía importarle. Nunca encontré mi lugar apropiado. Aún hoy, vivo en un país que no es el mío, y a veces siento que estoy en el lugar equivocado.


Pero volviendo al pequeño pueblo llamado San Pedro de Mala, que es donde vivía papá, y donde todo tenía ese nombre, nunca olvidaré las tardes en las que junto a Kioko correteaba por los muros de barro seco, ni cuando íbamos al mar y recogíamos gran cantidad de muy-muyes, unos cangrejos en miniatura que llevábamos a casa, con los que la abuela hacía sus extraños preparados culinarios. Fue en Mala, a los nueve años, cuando tomé gusto por la lectura. Un día, hurgando debajo de la cama de papá, encontré un fabuloso tesoro: una caja llena de libros. Había desde novelas de vaqueros, hasta magníficas novelas de Alejandro Dumás, Julio Verne, Emilio Salgari, Edgar Allan Poe, Agatha Christie. Yo siempre vi a papá leer después de almuerzo echado en su cama, lo que no sabía era de dónde sacaba los libros. A partir de ese día, no me importó más el dilema de saber si estaba o no en el lugar correcto.


Me enfrasqué tanto en la lectura que ni siquiera Kioko lograba alejarme de los libros. Recuerdo ahora, que gané el concurso de narración en el colegio: escribí el trabajo de mi hermana, y también el mío. Ella ganó el primer lugar, y yo el segundo. Hace ya muchos años perdí el contacto con Kioko, sé que está viviendo en alguna ciudad de Japón. De aquella familia y de aquel pueblo, sólo ella queda en mis recuerdos como un cálido soplo en el corazón, la única que compartía mis secretos y, a la que creo yo, enseñé también a vivir entre dos aguas. De mí, ella aprendió a llorar, y de ella, yo aprendí a permanecer imperturbable.


B. Miosi