domingo, 31 de octubre de 2021

El cóndor de la pluma dorada ¡Desde América para el mundo!

El cóndor de la pluma dorada, de Blanca Miosi

viewbook.at/ElCondor

El cóndor de la pluma dorada, una novela que he escrito con pasión y he guardado con cariño, por tratarse de la historia de mis ancestros, los incas, y que he conservado hasta ahora, ya está a la venta en Amazon. Y aunque mamá dijera que yo no tenía sangre incaica porque mis antecesores eran vascos y papá argumentara que yo era hija de japoneses como él, y que mis abuelos eran nipones, crecí en un mundo dominado por el sonido de la quena, rodeada de ruinas cuyas sombras oscurecieron mi pasado. Salí del Perú y treinta años después rindo tributo a esa tierra de contrastes, de ciclópeas construcciones y de indios solitarios en sus serranías, donde campean las llamas, guanacos y vicuñas y la sombra de Pachacutec se oculta tras el Huayna Picchu. Con esta obra reivindico al imperio, cuento la historia tal como sucedió, no como nos lo hicieron ver los que en las escuelas veían solo la parte que les convenía que supiéramos. Errores y aciertos, triunfos y fracasos conquistas y esclavos… El imperio estaba gobernado por un militar: el inca. El cóndor de la pluma dorada es una historia épica de una saga familiar que se pierde en los laberintos de la conquista española, y prosigue más allá. Mucho más, para culminar donde los incas se vuelven grandes otra vez. Y aquellos que fueron conquistados son uno con el conquistador. Como es todo en la historia, vencedor y vencido forman un solo pueblo. Y digo aquí las palabras del último de la casta aunque algunos no lo quieran reconocer:
—Usos son de la guerra, vencer y ser vencidos... —Concluyó Atahualpa. Reprimiendo un suspiro, quedó en silencio.
Aquí un extracto de la novela:
Kapulí conocía bien ese sentimiento, una mezcla de pasión y deseos de poseer se apoderaba de Túpac, ella sabía que debía complacerlo y lo hacía, no tanto por él. Lo hacía para su propia satisfacción, porque era como llenar una aríbalo hasta el tope como si de esa manera pudiera conservar su contenido más tiempo. Nunca estaba segura cuándo lo volvería a ver una vez que partiera, pudiera ser que regresara directamente al Cuzco, y pasaran otros tantos años sin verlo. Era el poderoso sapa inca, cada vez más parecido a su padre, hegemónico como su propio imperio, y al mismo tiempo tan diferente. No había podido darle un hijo, ¿qué maldición tendría sobre ella? Tal vez fuese un castigo de los dioses por haber sido una pampayruna. Se acarició el vientre estéril mientras los deseos volvían a apoderarse de ella y, como si Túpac lo supiese, sintió su poderosa mano en sus pechos. Ambos se entendían bien, y aquella despedida de madrugada despertó a la guardia que solía resguardar la entrada a sus aposentos.

"A la salida del sol Túpac ordenó a sus guardias que diesen aviso a los sinchis. Y mientras se alistaba y ordenaba con energía a su sirviente los últimos detalles, los hombres de su ejército se formaron frente al palacio de Tumibamba y empezaron a golpear acompasadamente sus escudos con las porras, a la espera de que apareciera.
—Es la hora, debo partir —dijo, besando con ternura a Kapulí.
Salió de palacio y el mar de hombres se hincó ante su presencia. Sería el único momento que sucedería, pues durante la campaña él sería uno más de ellos. Se puso a la cabeza del ejército imperial y dio el primer paso hacia su ansiada expedición a Pasto. Kapulí permaneció inmóvil en la terraza de la habitación hasta que vio desaparecer al último soldado y cuando el sonido de las quenas y el retumbar de los tambores se perdió en la lejanía, un profundo suspiro escapó de su pecho. La última campaña, le había prometido esa madrugada el hombre que amaba. Después irían a la capital del imperio junto a la temida coya."

viernes, 9 de julio de 2021

¿Los sueños son solo sueños?

No suelo dar demasiada importancia a los sueños, sin embargo, cuando una persona de cierta importancia se me aparece en ellos y más, si está relacionada con lo que hago, en este caso escribir, no puedo menos que tomar nota mental.

Gabriel García Márquez no ha sido para mí la primera referencia en mis preferencias de lectura, temo decirlo (lo que para muchos significará una herejía). Reconozco que leerlo es una delicia, tiene ese no-se-qué que poseen algunos escritores que hacen que desees seguir leyendo; como mi amigo Fernando diría: «tiene la virtud de dejar correr las palabras como una seda», que es lo que he tratado de hacer siempre con mis escritos sin estar segura de haberlo logrado. Pero volviendo al inicio, anoche soñé con Gabriel García Márquez. No lo conocí en vida, solo he visto de él fotos, reportajes y leído unas tres novelas de su autoría: la infaltable Cien años de soledad, El general en su laberinto y El amor en los tiempos del cólera y algunos de sus cuentos. Reconozco que su estilo es de los que se te meten en el cuerpo y convierten tu momento de lectura en una sinfonía de emociones por su cualidad de formar frases y metáforas inigualables y anoche, o mejor dicho, esta madrugada, me desperté con su rostro fijado en mis retinas. Las arrugas y la flacidez de sus mejillas denotaban una edad avanzada, los pliegues de sus ojos daban cuenta de la cantidad de años transcurridos frente a las letras, no llevaba anteojos, y me miraba sonriendo con cierta picardía. Conversábamos, no recuerdo exactamente de qué, solo quedó en mi memoria noctámbula la palabra: «necronómico» de una conversación que no tenía mayor sentido:

A una pregunta que le hice, y siento decir que no recuerdo cuál, me respondió:

—Ahora escribo necronómico.

—¿Qué es eso?

—Desde abajo. —Entonces rio, miró a un hombre que venía detrás de mí por el lado izquierdo y se fue caminando con él. Sus espaldas desaparecieron y yo abrí los ojos y desperté.

No tenía idea del significado de “necronómico”. Así pues, acudí a Google y tecleé la palabra en el buscador. Para mi sorpresa existía, no en el diccionario de la Real Academia, pero sí en muchas páginas relacionadas con el Necronomicón, una obra  que supuestamente contiene fórmulas mágicas para invocar a los demonios e información sobre distintos fenómenos misteriosos del mundo. Se desconoce su contenido a ciencia cierta, pues nadie ha podido leerlo o ubicarlo, no obstante el escritor H.P. Lovecraft lo cita en algunos de sus cuentos, pero aclaró en muchas oportunidades:

“En relación a los libros terribles y prohibidos, me fuerzan a decir que la mayoría de ellos son puramente imaginarios. Nunca existió ningún Abdul Alhazred ni el propio Necronomicón, porque inventé esos nombres yo mismo.”

Y yo, que únicamente recuerdo haber escuchado ese título sin mucho interés porque tampoco soy una lectora asidua de Lovecraft (supongo que decirlo será otro espanto para los grandes literatos), no tengo explicación para haberme topado en un sueño con una derivación de la palabra Necronomicón y menos proviniendo de los labios de Gabriel García Márquez.

La etimología de Necronomicón es más transparente de lo que suele creerse. Si astronómico significa etimológicamente “relativo a la ley u ordenación de los astros”; el neologismo necronómico sería «relativo a la ley (o las leyes) de los muertos. 

Fuente: http://diccionario.sensagent.com/NECRONOMICON/es-es/

Creo que es una palabra que tal vez utilizaré en alguno de mis libros, porque aunque su significado no figure en la Academia, es perturbadora.


miércoles, 7 de julio de 2021

¿Tiene tu libro el precio adecuado?

Cuando empecé a publicar en Amazon allá por el 2011 recuerdo que lo más importante para los que nos iniciábamos era el tema de los precios. ¿Qué precio poner a nuestros libros digitales? 


No estábamos habituados a la lectura digital y muchos de nosotros ni siquiera poseíamos un Kindle o algún lector electrónico, de manera que opté por poner el precio más bajo, siguiendo la corriente de los pioneros norteamericanos que para entonces eran los que dictaban las pautas. Un libro digital de un promedio de 350 páginas a USD 0,99 era no solo accesible sino llamativo y como para mí en aquel tiempo era más importante que los que estaban habituados a comprar libros digitales conocieran mis libros y los leyeran, mantuve el precio bajo.

Con el paso de los años y del exponencial crecimiento de la autopublicación fui adquiriendo cierta experiencia y noté que los lectores empezaban a comparar la calidad de los libros basándose en el contenido de la muestra. Es fácil notar la diferencia entre un libro escrito por un principiante y uno con oficio. No es algo tangible, es más bien una percepción que tenemos los que estamos acostumbramos a leer. Es la exposición de las ideas, el orden de las palabras, el uso del lenguaje y, por supuesto, el tema del que trata el libro.

Lo que en un comienzo me pareció un abuso de parte de las editoriales, con el paso del tiempo fui comprendiendo que los precios que las editoriales ponían a los libros digitales y estaban casi a la par de cualquier libro de los míos publicados en papel en Amazon tenían un motivo: La calidad. Y un lector acostumbrado a leer libros bien editados sabe diferenciarlos, de manera que un precio demasiado bajo se empezó a percibir como de menor calidad. Ya veo que saldrán muchos a decir que no todos los libros publicados por editoriales son buenos ni tienen suficiente calidad. En parte es verdad. Pero en la mayoría de los casos, son libros elegidos precisamente por ser buenos y tener calidad. Eso no quiere decir que yo esté tratando de congraciarme con las editoriales para que publiquen alguno de mis libros. Ya pasé por eso, lo hice con muy buenas editoriales y tuve los mejores agentes literarios y bien gracias, ahora lo hago por mi cuenta y me va muy bien.

Desde hace ya algunos años mis libros tienen un precio promedio de USD 4,99, que no es muy alto, pero tampoco demasiado bajo y está en el rango accesible para la mayoría de lectores, entre los que me incluyo. Yo pienso mucho antes de pagar USD 9,99 o más por un libro digital, en algunos casos vale la pena, pero tiene que ser de un autor que sé que no me defraudará.

También hay escritores noveles que ponen precios por arriba de los USD 6,00, supongo que en la creencia de que de esa manera sus libros tendrán una mejor percepción de los lectores, o tal vez porque suponen que el libro en cuestión es excelente. No nos engañemos, como dije, los que estamos acostumbrados a leer toda la vida sabemos de entrada cuando un libro es bueno. 

Hace un tiempo hice un experimento y bajé el precio de mis libros a USD 2,99. En esos días mis ventas bajaron de manera alarmante. ¿Qué cosas, no? Cualquiera diría que vendería mucho más. Pero es eso: un precio demasiado bajo ya no atrae a los lectores a menos que sea una promoción que fomente la propia Amazon. Y uno demasiado alto respecto al contenido tampoco. Y no nos engañemos, los comentarios en Amazon no siempre son fiables. Muchos de ellos son de personas amigas o allegadas que por razones de pudor no expresan lo que realmente piensan del libro. Los verdaderos llegan después de un tiempo de su publicación, y si las calificaciones y comentarios se incrementan con el tiempo, podremos decir que nuestro libro ha gustado.

Lo bueno de estar en Amazon es que el factor tiempo no afecta al espacio que un libro puede ocupar en su extensa librería, mientras en las librerías físicas los libros son descatalogados al cabo de unos meses, en Amazon siguen vigentes durante años. Prueba de ello son mis libros "La búsqueda" y "El legado", los primeros que publiqué y que todavía se siguen vendiendo después de diez años.

Por ahora conservaré el precio de mis libros tal como están y seguiré estudiando el mercado. Y es que una nunca termina de aprender, es lo bueno de este entretenido arte de ser escritor independiente, uno tiene una idea, la lleva al papel, la desarrolla, pasa horas inolvidables con sus personajes en poco más de un año, revisa, corrige, lee y relee, imagina una portada o la encarga a un diseñador y ¡zas! publica el libro. Y cuando ese libro empieza a venderse y a recibir comentarios, calificaciones y reseñas, la satisfacción que se siente es muy grande. Escribir es una de las mejores experiencias de mi vida.

¡Hasta la próxima, amigos!


martes, 18 de mayo de 2021

Reseña a "El vendedor de naranjas"

Una reseña de Cristina Suárez:

Momentos históricos que enlazan la realidad con la ficción

Hace ya mucho tiempo que comencé a leer los libros de Blanca Miosi y siempre encuentro en ellos algo especial. “El vendedor de naranjas” no es una excepción. Me ha sorprendido, la verdad. En esta novela nos cuenta la historia de Ramón Latorre de los Cobos y Ugarte, un hombre con apellidos muy peculiares y miembro de una poderosa familia de Valencia que, como consecuencia de la II República y tras la Guerra Civil, se ve en serios problemas que pueden revertir en una disminución considerable de su patrimonio.
Por ello Ramón se va a Inglaterra y allí pasa su adolescencia y su juventud. Además se hace miembro de la WWC (World Without Communism) y es en ese entorno donde Peter Beigent, un observador del MI6 se pone en contacto con él por primera vez. Tras graduarse en Derecho Internacional por la Universidad de Cambridge regresa a su casa para hacerse cargo de los naranjales de su familia e intentar sacar adelante el negocio. Poco después Peter Beigent le llama para que realice una tarea que sólo podrá hacerla un “vendedor de naranjas”. Es entonces cuando conoce a Sergio Jelencovih, un hombre que será parte de su vida desde ese momento.
De esta manera y poco a poco, casi sin querer, Ramón Latorre se convertirá en alguien muy importante que tendrá mucho que ver con el futuro de los distintos países que participaron en la Guerra Fría. El libro está salpicado de momentos históricos que se mezclan perfectamente con la ficción, desde el final de la Guerra Civil Española hasta la caída de la Unión Soviética. A lo largo de la novela, Ramón se verá envuelto en un sinfín de intrigas llegando incluso a enamorarse de una espía rusa que hará que se plantee muchas cosas y las consecuencias de ese amor repercutirán a partir del momento en que la conoce y hasta el final de su vida.
Es una novela muy completa, por supuesto que la intriga y la acción están presentes, como no podía ser de otra manera, dado el tema que trata. Pero si tuviera que destacar algo sería la amistad entre dos hombres, Ramón y Sergio, que siempre estará ahí, pase lo que pase y aunque transcurran muchos años sin verse. Pero esos lazos de amistad forjados casi desde que se conocieron, nunca se romperán. La lealtad, el cariño, los secretos compartidos e incluso el amor que sienten por la misma mujer, hace de ellos dos personajes totalmente imprescindibles.
Muy buen libro, muy interesante y muy bien escrito. Siempre he admirado a la autora por la naturalidad que tiene al narrarnos los hechos que acontecen en sus novelas. Sabe llegar al lector y es un placer leerla. Seguiré haciéndolo, sin duda.
EL VENDEDOR DE NARANJAS https://amazon.com/dp/B08CD11YW4

viernes, 16 de abril de 2021

Mis personajes no cambian al final de las novelas

 Cada vez que termino de escribir una novela me pregunto si gustará a los lectores, si tendrá éxito, si se venderá, si no habré dejado fallos, y me asaltan una serie de dudas, porque nunca estoy segura de lo que acabo de escribir. Es difícil emitir un juicio certero de las obras propias. Ni siquiera me fio de la opinión de mis lectores beta porque siempre estarán sesgadas por esa irreductible pátina de amistad que colabora para que veamos las obras de los amigos con mirada bondadosa. De la única manera como puedo notar si la novela gustó —fíjense que no digo que haya sido buena— es a través de los comentarios de desconocidos, aquellos que opinan en Amazon sin haber tenido trato previo conmigo, y por las calificaciones que ahora se pueden dar sin haber dejado comentario.

Para mí es suficiente que haya gustado, que los lectores hayan pasado horas entretenidas con las historias que cuento; al fin y al cabo es mi meta como escritora, no sé si la de otros, porque no todos escribimos con la misma finalidad. He leído diversas opiniones al respecto: unos escriben para sí mismos y no les interesa lo que los demás piensen, otros tratan de amoldarse al gusto y a lo que la tendencia indica en ese momento, me refiero a que si está de moda la novela histórica tratan de buscar algún tema que roce al menos una parte de la historia, y si ven que es erotismo lo que más venden, se sumergen en alguna historia truculenta en la que prevalezcan las escenas de cama (o de cualquier otro lugar) en el que puedan llevar a cabo las proezas del protagonista y así sucesivamente. Yo prefiero escribir lo que me gusta y que intuyo pueda gustar a los lectores: novelas de aventuras, de acción, thrillers que después de muchos puntos de giro tengan finales que dejen buen sabor de boca, porque son las historias que me encanta leer, obviamente no todos los finales pueden ser felices, y mi novela más vendida de hecho no termina así, pero apartando todos estos parámetros, me siento recompensada cuando abundan los comentarios y mis novelas llegan a las listas de los más vendidos.

La última novela que publiqué, El vendedor de naranjas siguió el mismo camino tortuoso que todas mis novelas, el no saber al comienzo cuál sería la reacción de los lectores, y varios meses después puedo decir que lo hice bien. Con casi seiscientas calificaciones y una mayoría de cinco estrellas creo que escribí una historia convincente, en la que los personajes se llevan la palma, como pude deducir por los comentarios. Ramón, el espía; Sergio, el amigo incondicional; Constanza, la rusa indomable; Raniera, la peculiar esposa del protagonista, una mezcla de santa y pecadora… siempre creo en mis personajes. Sin ellos no habría nada que contar, pues son los que llevan la batuta del destino. He leído en algunos consejos literarios que el personaje debe evolucionar en el transcurso de la novela. (Copio) …independientemente de que este cambio sea para bien o para mal, sea material o espiritual, lo lleve a la madurez o a la locura, al final de la narración el personaje debe ser distinto a como era en un principio. https://www.sinjania.com/la-evolucion-del-personaje/ No estoy de acuerdo. Son las circunstancias las que cambian, no los personajes.


Los personajes en mis novelas mantienen su forma de ver la vida y justamente por preservar sus creencias, por defender sus derechos, por luchar por sus propósitos y contra todo pronóstico, logran su objetivo sin dejar de ser ellos mismos, pues es así como los conocemos, nos familiarizamos con su forma de ser y reaccionar y de ver la vida. Así son mis personajes. No cambian. Ramón no cambió. Al final sigue pensando igual que al comienzo, es calculador, sereno y sabe siempre dónde está parado. Sergio sigue siendo inocente y dicharachero a pesar de las barbaridades que tuvo que cometer. Son los mismos entrañables personajes de los que nos enamoramos, ¿cómo sería si de pronto como consecuencia de alguna acción cometida, ellos se transformasen en otras personas? Los personajes existen para cambiar el mundo que los rodea. Es mi manera de pensar y es así como he escrito todas mis novelas, en función de ellos, preservando su forma de ver la vida. 
Eso de que el personaje sea distinto al final de una novela no me parece lógico, pero hay mucha gente que se deja llevar por opiniones de los expertos en lugar de analizar lo que sucede con los protagonistas. Hasta ahora en las mejores novelas que he leído los personajes siguen siendo los mismos al final. Por poner un ejemplo: en la famosa serie Gabriel Allón de Daniel Silva, el espía israelí (Gabriel Allón) no varía, siempre sigue siendo el mismo y es por eso que lo reconocemos y nos familiarizamos con él.
El personaje principal no debe cambiar, tiene sus propias características que lo hacen único. Es mi punto de vista.

Y bien, amigos, solo deseaba escribir unas cuantas líneas para que no me olviden, siempre estoy por aquí, en este blog que me da tantas satisfacciones pero al que no alimento con la frecuencia de antes porque que no tengo nada interesante que decir.

Para los que deseen leer mis obras les dejo este enlace que los llevará directamente a mi página de autor en Amazon, donde se encuentran todos mis libros en formato digital, en papel y en audiolibro:

https://www.amazon.com/Blanca-Miosi/e/B005C7603C/ref=dp_byline_cont_pop_ebooks_1

¡Hasta la próxima, amigos!

miércoles, 10 de febrero de 2021

Leer una novela para dar una opinión

 Este año he estado un poco atrasada con el blog, y a pesar de que soy organizada, a veces es complicado encontrar el momento en que confluyen los deseos de decir algo y el tiempo para hacerlo.

Hoy voy a exponer lo que pienso acerca de una situación que me parece que ocurre a la mayoría de escritores, como es la petición de lectura de obras de autores que desconocemos, bien sea porque no hemos leído nada de ellos o porque no forman parte de nuestro círculo habitual de amistades internáuticas. Me llegan por correo, a través de mensajes en Facebook o por mensajes directos de Twitter: “Por favor, lea mi novela y deme su opinión”; “solo lea el primer capítulo y dígame qué le parece”; “es mi primera obra y tiene muy buenos comentarios, quisiera que la leyera y me diga qué opina”… Bueno, particularmente creo que yo no puedo dedicar mi escaso tiempo libre a convertirme en lectora editorial de una serie de libros de personas que no conozco y en la mayoría de los casos de gente que ni siquiera se ha tomado la molestia de leer un libro de mi autoría, y no estoy hablando de asuntos de reciprocidad, sino de elemental sentido común.

Sé que para un escritor novel su obra es lo más importante, desea que sea leída por todo el mundo y que le digan que es una maravilla y algunos pasan horas hablando de ella y explayándose en sus personajes, en cómo concibió la idea, y por qué la escribió. Eso se refleja en la propia obra, pero si nos ponemos a pensar: ¿realmente le interesa a alguien por qué escribió un autor tal o cual novela? A menos que sea un escritor clásico o famoso o que tenga un motivo determinante para haber escrito su libro. En ninguno de mis libros he gastado páginas para explicar mi decisión de escribir un libro. Ni para poner un prólogo que prepare al lector para leer una maravilla.

Hay autores que piensan que si tienen un prólogo de algún escritor conocido su obra se venderá más, y no se detienen a pensar que tal vez ese prologuista tuvo que acceder a su petición más por compromiso que porque en realidad la obra le haya parecido excepcional. Poner en esa tesitura a un escritor amigo es una falta de consideración, porque la novela puede ser mediocre y el prologuista debe hablar bien de ella, con lo que su veracidad queda en entredicho. Sin embargo, cuando los prólogos son hechos por otro escritor de manera voluntaria porque la obra lo merece, ya es otro cantar. En este caso me estoy refiriendo a aquellos autores que piden, solicitan, demandan ayuda de muchas formas, como enviarme un mensaje privado en Facebook con el link de su novela diciéndome que le ayude a venderla. ¿Cómo puedo yo, una simple escritora, ayudar a vender un libro que no conozco si no soy dueña de una librería? Creo que es una desconsideración para conmigo. Tengo mis propios trabajos, siempre una novela en elaboración, y en estos momentos también el aprendizaje y la escritura de un guion de una de mis novelas además de mis ocupaciones regulares.

Leer una novela para dar una opinión requiere de horas de concentración.
Cuando recibo esa clase de mensajes, especialmente de escritores que jamás me han dejado una opinión, nunca han entrado en mi muro, y mucho menos han leído un libro mío, me siento utilizada. Creo que merezco respeto. Respeto a mi tiempo, a mis gustos y a mis necesidades. Yo soy incapaz de enviarle un libro a alguien que no me lo haya pedido, mucho menos con la condición de que deje un comentario en Amazon. No lo he hecho ni pienso hacerlo. Y yo también he sido novata, todos hemos empezado de cero. Obviamente, tengo amigos con la suficiente confianza como para intercambiar manuscritos y opiniones, pero son amigos forjados a través del buen hacer de los años, amistades que pueden haber nacido en las redes sociales pero que se han consolidado y con quienes mantengo una amistad permanente. Con gusto leo sus obras y hasta me atrevo a hacer sugerencias, pero no puedo gastar mi tiempo en leer novelas de desconocidos y dar una opinión que generalmente equivale a hacer una revisión completa de la gramática y de la estructura de la novela.

Sé que lo que digo puede parecer antipático, y con seguridad muchos pensarán que soy una persona insensible a las necesidades de los colegas que requieren ayuda, pero también es bueno que sepan que hay muchas maneras de pedir ayuda. Lo importante es no perder la perspectiva; no por el hecho de que un autor novel haya culminado su novela merece que todos tengan que ayudarlo a venderla. Escribir es un gran logro. Escribir una buena novela es aún mayor, pero para ello es necesario que esa novela realmente interese. La mejor manera de darse cuenta si una novela es buena o no es enviarla a una editorial. Si recibe una respuesta negativa, lo más recomendable es trabajar en ella, porque con seguridad necesita mejoras. Las editoriales no rechazan manuscritos que para ellas podría significar muchas ventas o como mínimo, recuperar su inversión. Yo he tenido la suerte de que mis novelas hayan pasado por la criba editorial porque me he esforzado por presentar manuscritos repasados hasta el cansancio. Pero esto es algo que los escritores no comprenden y siguen presentando la misma novela con los mismos errores a otras editoriales y al final terminan subiéndola a Amazon. Allí es probable que unos cuantos amigos la compren y publiquen comentarios halagadores. Si la novela vale la pena se venderá; de lo contrario se irá perdiendo entre los miles de libros que se suben a diario y por más promoción que hagan en Twitter, Linkedin, Facebook o Instagram, o por reseñas favorables que hagan de la novela (siempre de amistades que se sienten comprometidas) no podrán venderla, porque los lectores han aprendido a no fiarse demasiado de los comentarios; leen la muestra (al menos es lo que yo hago antes de comprar) y si no los convence simplemente no comprarán.

Por eso repito lo dicho ya muchas veces: Si eres rechazado por una editorial revisa tu novela. Yo lo hice con la única de mis novelas rechazada: “El manuscrito”. Y qué bien que la rechazaron, porque pude modificarla hasta quedar satisfecha. Y no es que la editorial me haya dicho dónde se encontraban los errores o cuáles eran sus carencias; utilicé mi sentido común y la autocrítica. En ese sentido nunca he sido autocomplaciente. ¿Pero qué hacer cuando no se conoce a nadie que pueda ayudarlo a uno?

Les voy contar cómo hice yo. Debo aclarar que empecé a escribir como pasatiempo, sin intenciones de publicar, pero me interesaba compartir con otros escritores acerca de mis escritos. Busqué en Internet (en aquella época no existían tantos foros literarios, pero los que había eran realmente buenos) y encontré “Bibliotecas Virtuales” en donde conocí a muchos escritores que estaban en mi situación. Intercambiábamos opiniones, publicábamos cuentos y entre nosotros opinábamos, criticábamos y corregíamos. Fui aprendiendo que escribir no era tan fácil. En ese foro encontré personas maravillosas que me abrieron los ojos a un campo inexplorado para mí. Ese foro cerró y nos mudamos a otro llamado “Prosófagos” en el que realmente hice muy buenas amistades, que después de casi quince años siguen siendo mis amigos. Allí fue donde encontré a la persona que sería crucial en mi desarrollo como escritora, pero fue consecuencia de muchos intercambios de opiniones, conversaciones y lecturas mutuas. No es que de un momento a otro yo escribí a un autor y le pedí que leyera mi novela y listo. Las amistades se deben cultivar, y si son autores noveles y de verdad desean recibir opiniones sinceras, deben ser de una persona de confianza, que conozcan, que sepa de sus inquietudes, que desee colaborar, y eso solo se puede conseguir con paciencia, buenas relaciones y reciprocidad.

También pueden hacerlo diferente: pagar a un lector profesional o contratar los servicios de una página que se ocupe de la corrección del manuscrito. Antes no existían; hoy en día las hay por montones, pero así como hay libros mediocres, también hay correctores mediocres, que no tienen idea de lo que es escribir, y si escriben lo hacen de manera deficiente. Se debe tener mucho cuidado al elegir un corrector o un lector especializado. No me atrevo a recomendar a ninguno(a) porque no he utilizado esos servicios, pero es cuestión de investigar y no irse por el camino más fácil como pedir que lean su novela como si fuese un simple favor. Leer BIEN una novela para dar una opinión real requiere de muchas horas y días de dedicación y eso solo están dispuestos a hacerlo los que elaboran Informes Literarios y cobran por el servicio.

¡Hasta la próxima, amigos!

sábado, 9 de enero de 2021

¿Quieres ser escritor? ¡Ponte a escribir!

Hace veinte años empecé a escribir. No porque creyese que tenía aptitudes para hacerlo, sino porque soy una persona práctica y deseaba probarme a mí misma que podía escribir una novela. Y no hay mejor manera de comprobar algo que poniendo manos a la obra. ¿Deseas escribir una novela? Ponte a escribir. Es lo que hice.

A partir de ese momento y a medida que avanzaba con mi experimento noté que me gustaba más de lo que había creído al comienzo. Mucho tiempo ha transcurrido desde entonces y llevo ya unas cuantas novelas escritas. Para mi asombro, a la gente le gusta como escribo. ¿Por qué? No sabría decirlo. Soy consciente de que no soy una gran literata ni he seguido estudios universitarios de literatura ni de filología española, lingüística o de narrativa. Lo mío fue escribir, así, de golpe, e ir hilvanando acontecimientos en un montón de hojas de papel bond con un bolígrafo; porque empecé a escribir a mano, a la antigua. Los días sábados me quedaba hasta tarde en mi taller y pasaba todo a la computadora. No tenía  ordenador en casa.  

El asunto es que después de haber escrito un total de veinte novelas todavía hoy no me considero una escritora. Una buena, de las que dejan huella, una escritora que resalte y que sea tomada en cuenta por grandes firmas editoriales que me apoyen con grandes campañas. Y miren que he tenido a una de las mejores agentes literarias y empecé publicando por editoriales bastante conocidas. Estoy segura de que entre mis amistades literarias me consideran una advenediza con suerte. Y debe ser verdad, porque nunca he ganado concursos. Incluso mi consejero, el que me enseñó que escribir era más que poner una palabra detrás de otra -debo decir que empecé a aprender después de haber escrito algunas novelas- todavía a estas alturas me dice: "estoy esperando tu mejor novela".  Y entonces cada vez que empiezo una nueva trato de hacerla mejor,  a ser más sutil con las palabras, ¿a eso se referirá?, pienso; más literaria, tratando de que mis frases sean hermosas, mis pensamientos más profundos, mis planteamientos más complicados, los personajes más humanos... Y siempre él me dice: "Estoy esperando que escribas tu mejor novela". 

No sé si será una táctica para hacer que me esfuerce. Las personas que me leen dicen en sus comentarios que cada vez mis novelas son mejores, pero yo no me lo creo. No sé si es porque sea una autocrítica demasiado severa o porque mi autoestima sea baja, como me dijo una amiga hace unos años. No creo tener baja autoestima; soy realista, eso es todo. Nunca me he creído ser la mejor en esto o aquello, ni tampoco ser bella o atractiva aunque lo haya escuchado muchas veces. La gente suele ser amable y generalmente miente cuando se refiere a la apariencia. Creo que soy una mujer común y corriente, pero sé que tengo una virtud: soy consecuente. Cuando empiezo algo debo terminarlo. Tal vez sea lo que influyó para que siguiera escribiendo.

Con todo, creo que no ha llegado todavía ese momento. No he escrito algo que realmente me haga decirme a mí misma: "lo logré".  Y no sé si llegará. A estas alturas de la vida, cuando escribir ya no es una pasión sino un acto habitual, automático, que ha perdido la emoción de los primeros tiempos y en el que para mí cuenta más la perfección y la coherencia que la emoción de saber que puedo escribir una novela, no sé si sean estas suficientes para crear mi mejor libro. No cuando siento que voy perdiendo ciertas facultades; hay momentos en que se me olvidan los sinónimos o la palabra justa y apropiada para expresar una determinada actitud y debo recurrir al diccionario de la RAE, ¡gran salvadora! o a el santo Google para ver ejemplos o similitudes.

Y luego viene una amiga y me dice que debo escribir un guion para mi novela La búsqueda y que ella me puede enseñar porque lleva ya muchos años estudiando y escribiendo guiones. Entonces, como soy una persona práctica, como dije antes, me digo: ¿quiero escribir un guion? Sí. Pues ponte a estudiar y a escribirlo.

Así es como me encuentro ahora. Pero resulta que escribir un guion no es tan fácil. Se deben seguir ciertas pautas, reglas y formatos a los que no estoy acostumbrada; no es lo mismo ser novelista que ser guionista. En primer lugar se requieren tres pasos: La diagramación, las escenas y el guión. Además, la descripción completa de los personajes (algo que ni siquiera hago en mis novelas, no sé si los que me leen se han dado cuenta). Es decir, no digo Raymundo mide 1.90, es de cuerpo atlético, moreno y usa anteojos. En lugar de eso en una novela acostumbro a decir: Las largas piernas de Raymundo con las justas cabían en el espacio. Iba en clase turista, para variar. Se ajustó los anteojos y trató de leer algunos de los folletos que sobresalían del bolsillo del asiento delantero. Sus cabellos oscuros sobresalían de entre los demás pasajeros que parecían un grupo de vikingos... algo así. Ya ven la diferencia. 

En estos días estoy sumergida en la diagramación de la novela y mi amiga me dio la idea de empezar por una escena que acapare la atención. La del bosque, en la madrugada, cuando los nazis atrapan a Waldek y al grupo de los chicos de la resistencia. Magnífica idea. Porque esa es otra cosa: un guion no necesariamente es la copia fiel de la novela, debe ser una adaptación, porque habrá muchas partes que por cuestiones de tiempo o de interés no se convertirán en escenas. Llevo varios días solo para hacer unas cuantas escenas, apenas voy por la 8 y casi no he contado nada de lo que sucede en un solo capítulo. Eso me lleva a pensar que tal vez  el guion de La búsqueda no sea para una película sino para una serie. De lo que estoy segura es de que soy la persona ideal para escribir el guion. Conozco la novela de pe a pa. ¡La reescribí cinco veces y pasé corrigiéndola seis años!; y mi amigo, el que siempre dice que espera por mi mejor novela, me ayudó en la última corrección, ¡que duró siete meses! O sea...

Veamos qué me depara esta nueva etapa. Me preocupa un poco no poder continuar con la novela que había empezado a escribir, aunque tal vez sí lo haga, será como un descanso entre escena y escena de La búsqueda. Mi amiga me dice que tiene contactos en ciertas esferas, y que después de terminado el guion también se puede colgar en una plataforma específica a la que entran los productores y gente de cine y televisión en busca de ideas frescas o interesantes. Pero lo principal es tener un buen guion. Así que como siempre digo: Manos a la obra. ¿Quieres un guion? ponte a escribirlo.

¡Hasta la próxima, amigos!