viernes, 31 de julio de 2009

Mi experiencia en los foros literarios

Desde que empecé con la práctica de la escritura creció mi interés en frecuentar sitios donde pudiera contactarme con otros que tuvieran mis mismas inclinaciones, literarias, por supuesto. Así, pasé por los foros, Yo Escribo, Bibliotecas Virtuales, Los Foros del Café, un extrañísimo lugar llamado Letras Escondidas, El Recreo, y por último: Prosófagos.
Haré una pequeña reseña de cada uno de ellos para que los que nunca hayan pisado un sitio de esos tengan una idea de qué estoy hablando.

Un foro literario es una página, o un portal como algunos lo llaman, donde se reúne un grupo de personas que tienen un mismo objetivo: intercambiar cuentos y opiniones acerca de lo que escriben. Pueden ser principiantes, amateurs o profesionales. Da igual. El trato es el mismo para todos y en la mayoría de los casos se utiliza un nick en lugar del nombre real. El foro cuenta a su vez con sub-foros, donde se tocan diversos temas, incluyendo un lugar exclusivo para hablar de lo que se les ocurra. De este constante intercambio surgen amistades, o enemistades, según venga el caso y de acuerdo a las características de sus participantes; hay quienes son muy dados a exacerbar los ánimos pues consideran que el sitio está falto de vida, mientras otros se dedican a leer con atención los cuentos y toman en serio su participación, haciendo caso omiso de los “rompeforos”.

Y de paso les contaré algunos chismes de los foros:

Yo Escribo era un buen foro, fue el primero que visité y me sirvió para conocer el funcionamiento de estos sitios. Por desgracia en la actualidad la participación de los “foreros” es casi nula, y en el apartado de Cuentos y Relatos nadie cuenta ni relata nada, excepto un par de optimistas que jamás reciben comentarios. Es una pena, pues era una página muy activa, algunas de las valiosas personas que conozco fueron premiadas en el concurso anual de novela de Yo Escribo, o quedaron finalistas, que también es una posición ventajosa:
Antonia Romero AntoniaRomero , Nestor Medrano, Victor Morata Cortado, María Dolores García, GloriaSharetg entre los que más conozco. Uno de los premios más sonados fue el de Anna Wolgescchaffen quien no fue a la recepción del premio y se empezaron a tejer historias extrañas respecto a si era hombre o mujer, ocasionando más de un desencuentro. Lo cierto es que firmó con Carmen Balcells y de ella nunca más se supo, hasta que tecleando en Google la enconté: http://annawohlgeschaffen.blogspot.com/. También recuerdo de esos tiempos a Alfredo de Hoces otro ganador del premio por Memorias de un ingeniero. Y por supuesto, mi querida amiga Joana Pol, quien publicó hace unos años El crimen de los dioses y generó una gran controversia por haberlo hecho con la Editorial Entrelíneas. Ahora es más fácil encontrarla en Facebook y sigue tan activa y hermosa como siempre.

Bibliotecas Virtuales actualmente es un foro poco concurrido, pero en su mejor momento desde mi punto de vista fue uno de los mejores foros en los que he participado, fue allí donde conocí a gran parte de los integrantes del foro que actualmente frecuento, todas personas valiosas, con un extraordinario amor por las letras.

Los Foros del Café de Artistas también es un sitio interesante. De vez en cuando doy una vuelta, aunque cada vez más espaciada en el tiempo, ya que me es imposible repartirme con eficiencia en tantos lugares. Es un foro que cuenta con buenos escritores, excepto que en la época que me alejé de allí aquellos que llamé “rompeforos” tenían los ánimos exacerbados. Me dedicaron varias páginas de insultos y descalificaciones, sin que yo tuviera arte ni parte, fueron tiempos en que algunos de sus visitantes asiduos se retiraron y yo entre ellos.

El Recreo más que un foro es una revista literaria interactiva, se puede desde colgar cuentos hasta descargar novelas de escritores del mismo foro. Una de sus moderadoras en
Rosa Ribas, la escritora de El pintor de Flandes y Entre dos aguas. Sus participantes son personas agradabilísimas, el único problema que tengo es que últimamente no puedo entrar. Algún error cibernético que está lejos de mi comprensión que espero se solucione me lo impide. Desde aquí vayan mis saludos cariñosos a Leola, Ely, Pepe Samper, nuestro súper conocido DidacValmón, Juan Nadie, ¿y saben que allí conocí a Lola Mariné ?, señora de las tablas y de los blogs, que firmó con la agencia Sandra Bruna y próximamente publicará su novela Nunca fuimos a Katmandú. Y a que no adivinan: El mismísimo Tito Carlos estaba allí ayer, ¡sí señor! lástima que no pude responder a su saludo. Compañeros como Michaelangelo, Luis Bermer, el de los cuentos de horror, Javiconde, Amado, Agua Marina; Octavio Fernandez Sotez; son tantos que me temo que no alcanzaría esta entrada para nombrarlos. El Recreo recibe un promedio diario de tres mil visitantes.

Letras Escondidas es un foro exclusivo al que únicamente se tiene acceso si se siguen las estrictas reglas que el administrador impone, cual dictador tercermundista. Allí no existe el derecho a réplica ni se puede recuperar o borrar cuentos; muchos de los que actualmente estamos en Prosófagos podemos dar fe de ello, un buen día, justos y pecadores nos vimos impedidos de entrar, y lo peor de todo es que aún no me he enterado el motivo. Nos echaron. Fue algo insólito.

Pero como los escritores somos personas irracionales, y andamos en pos de una quimera a la que deseamos transformar en realidad a toda costa, un buen día aterrizamos en la Tierra Prometida. No más administradores tendenciosos. Allí administra Dios y punto. Todo el que desee puede entrar, y no existen moderadores. Claro, muchos claman por uno, porque aún no se sienten preparados para hacer uso adecuado de su libre albedrío, pero Dios es sabio y tiene paciencia.

Prosófagos se llama el sitio, y ya algunos de sus miembros han logrado publicar. El famoso más reciente: Teo Palacios , por supuesto, ¿quién no conoce a Teo? El de Fantástica Literatura, el de Hijos de Heracles, novela que muy pronto verá luz bajo el sello ni más ni menos que de Edhasa. Montse de Paz , a quien conocemos por su blog Andanzas de una Escritora en busca de Editorial, y su novela Estirpe Salvaje; Manuel Pérez Recio Manuel Perez Recio con Cuyabeno y su tierra, Santiago Morata que casi nunca visita el foro, sino para anunciarnos alguna presentación de su novela La sombra del faraón, pero que apreciamos por su simpatía y don de gentes, Arlette Geneve escritora con varios libros publicados y finalista del Premio Planeta, ¡ah! Y otra finalista del mismo premio es Malube, que en la vida real es Martha Querol Benech ; que últimamente publicó El final del Ave Fénix, y mi persona, pero esta vez no los voy a atosigar con La búsqueda y El legado.

Para poner un ejemplo de cómo funciona un foro, dejo una pequeña muestra de lo que suele ocurrir en Prosófagos y tal vez en otros foros; ya les adelanté arriba que somos personas un tanto irracionales:

Los que frecuentamos esos sitios nos empeñamos por todos los medios (dentro de lo posible) en escribir acerca de temas que nadie ha escrito. Entonces inventamos, inventamos e inventamos historias por demás absurdas, y tenemos el tupé de colgarlas para que otros las lean. No conformes con ello, nos corregimos entre nosotros para que la mentira sea lo más creíble posible, que si le falta una coma aquí... Parece que no tiene suficiente convicción... Que si yo le colocaría dos puntos: ¡Ah! ¡Genial!, y damos gracias efusivas por cada aporte, hasta que por fin vemos nuestro cuento completo; una mentira perfecta, y nos damos efusivas felicitaciones por las ayudas, por las intervenciones y todo eso. Pero de pronto aparece alguno que cuelga algo que ni por asomo parece que nos cuenta algo. —Oye, ¿qué le pasa al ché? (el foro es argentino) esa mentira está mal, hijo, nadie te la va a creer, dejá que te diga cómo se puede hacer para mejorar y puedas engañar como se debe—, y en eso somos tan solidarios que cada cual aporta su granito de arena.

Una vez completado el ciclo vienen las consecuentes congratulaciones y asunto finiquitado.
Díganme ustedes si no somos raros. Algunos hasta nos atrevemos a presentar nuestras rarezas a editoriales especializadas para llevar las mentiras a nivel masificado. O sea, budistamente hablando, (como diría Dnaz Franco o "D"), a otra dimensión. Allí también existen lectores, correctores, y todo un equipo que contribuye a lo mismo. Sí, señor. Pero ya en otra instancia, de manera profesional.


Con todo, con foros o sin ellos, siempre existirán escritores, seres incomprendidos, muchas veces vapuleados por el destino o por la suerte, cuya única finalidad es hacer de este mundo un lugar más placentero. Nos harán navegar por los vericuetos de la mente con sus historias asombrosas, siempre y cuando tengan la capacidad suficiente de engañarnos de manera fidedigna. Es lo extraordinario de la escritura. Y de los foros.

En una próxima oportunidad dedicaré una entrada a una persona que se merece toda mi admiración, y a la que muchos en Prosófagos le están agradecidos: Esther. Su nombre real no lo sé, y no importa, pues por el trabajo que hace en Prosófagos por mí puede llamarse Dios.

B. Miosi

jueves, 30 de julio de 2009

A los chicos y chicas de El Recreo

Queridos amigos, me ha sido imposible entrar en el foro, por lo que no he podido aclarar los motivos por los que no pude viajar a España. Cada vez que quiero dejar un mensaje aparece esta página:

http://urlseek20.vmn.net/search.php?q=http%3A%2F%2Fwww.el-recreo.com%2Fforos%2Fprivatesend_info.asp&tbn=vendio&type=dns&lg=en

Llegué a pensar que me habían bloqueado la entrada, pero no me parece lógico, de todos modos, si alguno de ustedes desea enterarse de qué va el asunto los invito a pasar por aquí y podrán darse una idea más clara de lo ocurrido.

Un abrazo,
Blanca

sábado, 25 de julio de 2009

Corazones sin destino

El hombre no parecía querer dejar la barra. Un bar de mala muerte en los muelles repletos de estibadores, ebrios igual que él pero con mayor experiencia alcohólica. El cantinero acostumbrado a lidiar con aquéllos, no sabía muy bien cómo encarar la situación que se le presentaba con el viejo. Estaba tan embriagado que le provocaba decirle que se largara de una buena vez, pero al mismo tiempo su rostro reflejaba tanta tristeza que no se atrevía, como solía hacerlo con los otros, tan curtidos por los gritos destemplados que generalmente terminaba llamando a uno de los fornidos vigilantes, para sacarlos a empellones y dejarlos tirados en la puerta.

El viejo lo miró indicándole con un guiño que quería otro trago.
—Me parece, señor, que usted debería irse a casa. Es ya muy tarde y estas calles son peligrosas.
—No me importa el peligro. Y si me quieren matar, no veo qué puedan ganar con eso, no soy rico y mi vida no es tan valiosa para que me secuestren... —dijo el hombre, sonriendo con amargura.
El cantinero anotó un punto a su favor. Se dio cuenta de que no era tan viejo, pero su cara lucía mustia, o tal vez era el gesto de insatisfacción lo que la hacía parecer así. Se alzó de hombros y luego de servirle el trago prosiguió atendiendo la barra. Para él cualquier hombre que sobrepasara los cuarenta era un anciano.

Una mujer entró al bar y por un momento reinó el silencio. No tenía la apariencia de las que merodeaban por aquellos lugares. Fue directamente adonde se encontraba el viejo y lo tomó del brazo.
—Papá... te he buscado por todos lados, vamos a casa, tengo el auto afuera.
—Tranquila, hija, la estoy pasando muy bien... ve tú. Yo iré después... Dile a tu madre que no espere despierta.
—Papá, no me iré sin ti –dijo la joven.
—Perdón que les interrumpa. Señorita, creo que es mejor que se retire, yo la ayudaré a sacar a su padre, no es conveniente que estén por aquí a estas horas —adujo el cantinero, mientras rodeaba la barra para hacer efectiva su ayuda.
—No. Nadie me va a llevar a ninguna parte. Yo me quedo y tú te vas a casa. -El hombre fue terminante. Su voz se escuchaba firme y por un momento el cantinero vio que su rostro adquiría una apariencia acostumbrada a ser obedecido—. Y usted, joven, no trate de sobrepasarse con mi hija, que para eso estoy aquí, para defenderla —advirtió, y volvió a acomodarse en la barra.
La joven miró al mesonero alzando las cejas, y dando un suspiro se retiró no sin antes reconvenir a su padre que no regresara demasiado tarde.
—Mi hija cree que soy un niño —dijo él—, y en cierta forma tal vez lo sea. Mi mujer dice que los hombres somos como unos niños. Mi santa mujer... pobre... si ella supiera con quién está casada —murmuró el viejo.
—Mi madre también cree que soy un niño —admitió el cantinero.
—Es el problema de las mujeres que nos rodean, yo no quiero seguir siendo tratado como un niño. Yo soy un hombre. ¡Un hombre! Maldita sea.
—Está bien, señor, usted y yo somos unos hombres, y muy machos —replicó el joven detrás de la barra.
El alboroto había vuelto a aparecer después de la salida de la chica. En la barra sólo quedaba el viejo, de modo que el cantinero se situó a su altura sentándose en un banco al otro lado del mostrador. Sus pies lo estaban matando.
—Nada de eso. Con las mujeres siempre seremos unos idiotas —dijo el viejo—. ¿Tienes un ordenador en tu casa? —preguntó de improviso.
—Sí. Tengo una laptop. Me sirve para mis trabajos de la universidad.
—¿Sólo para eso? ¿Nunca has conocido a alguien por Internet?
—Pues, verá usted, no tengo tiempo para dedicarlo a otras cosas, trabajo aquí hasta las 3 de la madrugada y empiezo a estudiar a las 8 de la mañana. Al salir de la universidad sólo me quedan un par de horas para hacer mis trabajos, que son cada día más. Estudio leyes.
—¡Qué suerte la tuya! Trabajas y estudias, tienes todo tu tiempo ocupado... en cambio yo... soy un desempleado, un jubilado mal pagado con todo el tiempo del mundo para meterme en esa maldita computadora.
—Pues no lo veo tan mal, tiene una casa, supongo, una mujer, una hija que se preocupa por usted, una pensión...
—Es el tiempo, hijo, el maldito tiempo que me sobra, ese es el problema. Empecé a escribir ¿sabes? Y no lo hago tan mal, pero esa fue mi desgracia. —El hombre terminó de vaciar el trago—. Me metí en uno de esos foros literarios para intercambiar opiniones y relatos, todo iba muy bien hasta que conocí a una mujer que es la que me terminó de desgraciar la vida.
—¿Por Internet?
—No. Me la desgració de verdad. No te burles.
—¿Qué le hizo? ¿Le sacó dinero? No me diga que le dio su número de tarjeta de crédito...
—¡Ah! ¡Si hubiera sido eso no me hubiera importado! Me enamoré, ¿comprendes?
El cantinero esbozó una sonrisa condescendiente.
—Todo iba muy bien hasta que me mandó una foto. Era la mujer de mis sueños, yo desde ese día no pude vivir tranquilo. Pasaba horas mirando su foto, la agrandaba para verla mejor, y me gustaba decírselo, le decía que la deseaba tanto que todas las noches me imaginaba haciendo el amor con ella, que le besaría cada rincón de su maravilloso cuerpo, que le haría lo que nunca le hizo nadie...
—Oiga, ¿pero todo eso era verdad? O sólo se lo hacía creer...
—¡Por supuesto que era cierto! ¿Cómo se te ocurre que yo mentiría con algo así? —preguntó el hombre, indignado.
—Bueno, pero tratándose de una mujer que usted nunca había visto... podría ser que ella le hubiese enviado una foto de otra. Suele suceder.
—Era ella. Yo lo sé. Le pregunté bien cómo era, y se describía a sí misma de una manera que me enloquecía. ¡Ah! ¡Cómo la amo!, quiero otro trago.
El barman se apresuró a servírselo. La historia le estaba interesando.
—Me imagino que le diría que era como Jennifer López. Todas quisieran ser como ella.
—No seas absurdo. Ella admitió que tenía cincuenta y cinco años. No se describía como una beldad, pero lo que me decía de ella es justamente lo que a mí me gusta en una mujer.
—Bastante madura, ¿verdad?
El joven se sentía entusiasmado con las revelaciones del viejo. Deseaba que le siguiera contando.
—No se trata de eso. Mi mujer es una mujer de su casa, tú me entiendes, su apariencia es diferente, aquélla era de piel suave, de ojos grandes, misteriosos, si hubieras visto su cara te enamorarías de ella.
—No. Lo siento. A mí me gustan las jóvenes.
—¿Qué saben ellas? Esta mujer me hizo sentir lo que yo nunca había experimentado en mis sesenta y ocho años de vida. Y he conocido mujeres ¿eh? No creas que soy un viejo idiota. Llegó un momento en el que creí enloquecer. No me apena decir que me masturbaba viendo su rostro, sus ojos, su boca, esa boca que me había hecho conocer la gloria, que me había llevado al cielo...
—Lo que hacen las mujeres con la boca... lo comprendo. Se la... ¿eh?
—Un día me dijo que algo que ya no me dejó vivir. Estuve a punto de dejar a mi mujer, mi familia, por ella. —El hombre se acercó y en tono cómplice le murmuró algo al oído—. ¿Comprendes lo que aquello significó para mí? Yo que tengo una mujer que sufre de hemorroides desde el nacimiento de nuestro primer hijo...


—Eso que me cuenta es muy excitante, pero no comprendo qué le sucedió para que usted se sienta tan desgraciado.
—Después de tantos sofocones, decidí una noche hacerle el amor a mi vieja. En realidad no se lo hice a ella, era a la mujer de mis sueños, pero claro, no era lo mismo, aunque con un poco de imaginación logré acabar. Ese fue el principio de mi desgracia. Cuando se lo conté a mi amada quise agregar algo de mi propia cosecha, le dije que mi mujer había tenido dos orgasmos por la forma en que la excité, y que todas las caricias que yo le había hecho eran pensando en ella, no en mi mujer. ¿Sabes qué recibí por respuesta?
—No me lo imagino —respondió el cantinero, que a esas alturas no sabía si estaba excitado o angustiado.
—No quiso saber más de mí. Me dijo que yo era un degenerado por haberme acostado con otra mujer, que cómo era posible que le hubiera ocasionado dos orgasmos haciéndole las caricias que sólo le pertenecían a ella, que yo era un bruto e insensible, que encima que le soy infiel voy y se lo cuento.
—Pero... se supone que “la otra” era ella... veamos, ¿me dice que su amante virtual se enfureció porque usted se acostó con su esposa real?
—Tú no entiendes... la otra también es real. Me escribe, mejor dicho, me escribía todos los días, me decía que me amaba y cosas maravillosas, yo le juré amor eterno, y ella a mí, ella me amaba... y yo me acosté con mi mujer. Pero lo que le dolió fue la manera como se lo dije. Sé que no hice bien, no debí contarle, o debí decírselo tal como fue... ahora ya no quiere saber más de mí. Deseo acabar con mi vida, sin ella ya no quiero seguir viviendo, le rogué, le supliqué que me perdonase, pero es inflexible. Está herida, y es mi culpa.
—Dígame algo, ¿ella es casada?
—Sí.
—¿Y su marido no se acuesta con ella?
—No lo sé. Quién sabe, pero no me importa. Yo la quiero igual.
—Señor, su caso es grave. —El cantinero procuraba encontrar las palabras apropiadas para dar su punto de vista—. Usted nunca vio a esa mujer en persona, ni siquiera sabe de verdad qué aspecto tiene ¿cómo puede estar tan seguro de que ella es así, o que lo amaba?
—Sólo estoy seguro. Sé que ella es así. Sé que es hermosa, sé que ella sería capaz de hacerme lo que me dijo. Yo lo eché todo a perder...
—A veces tenemos diferente percepción de la belleza, una mujer puede ser bella para usted, a mí me puede causar indiferencia.
—No ella. Y sé que es además de hermosa, apetecible y experta en el amor, inteligente, buena, amorosa, la mujer ideal, ¡y la perdí para siempre! ¿Crees que valga la pena seguir viviendo?
—Señor, creo que debería pensarlo y tranquilizarse, no gana usted nada con recordar una y otra vez, los recuerdos pueden empeorar su situación. Trate de olvidarla. Elimine sus fotos, sus cartas, bórrela de su archivo, es el único consejo que le puedo dar.
—Sus fotos... —el viejo hizo un ademán y se palpó uno de los bolsillos de la chaqueta. Sacó un papel donde estaba impresa una foto a colores. Se la enseñó—. Mira, es ella. ¿Verdad que es hermosa?
—Oiga, espere... no lo puedo creer... Musitó el cantinero palideciendo. Trató de mantenerse en pie pero las rodillas se le doblaron y se sentó en el banco.
—¿Te sucede algo? —preguntó el viejo—, te impresionó, ¿verdad?
—Viejo degenerado... —respondió el cantinero— es mi madre.
—¿Qué? ¿Tu madre? No puede ser, ella vive en otro continente, ella es argentina, y estamos en España...
—Loco, desgraciado, así que acostándote con mi madre...
—Yo nunca la toqué ¡Lo juro! Todo fue por Internet, yo le escribía, y ella a mí, ¿cómo puede ser tu madre? ¡Oh Dios! Te juro que no le hice nada...
—¿Qué no la tocaste? ¡me acabas de decir todo lo que hacían! Espera a que mi padre lo sepa, te matará, es más que seguro. Es el dueño de este bar y debe estar por llegar. Te buscará hasta hacerte tragar todas tus mentiras, degenerado... No. Yo mismo te haré tragar todo lo que dijiste de mi madre, ella sería incapaz de hacer cosas como las que dices, ¡ella es una santa...! me dijiste que te masturbabas viendo su foto y que ella te...
El joven saltó la barra y se posesionó del viejo tomándolo por el cuello de la camisa, mientras el hombre luchaba por liberarse.
—¡Déjame! Te prometo que nunca más volveré a hablar con ella, no la buscaré..., no seguiré enviándole mensajes, no pensaré más en ella. Es un hecho... ¡Tranquilízate por favor! —atinó a balbucir el hombre— ahora debo ir a mi casa. Mi mujer me espera. No lo puedo creer... es española, me engañó... no existe.
—Será mejor que te vayas ahora, si te vuelvo a ver te mato —amenazó el barman soltando su cuello. Y me aseguraré que vayas directo a tu casa, haré que te sigan.
—Está bien, no más Internet, no más mujeres, hoy mismo botaré el maldito ordenador. Todo fue un engaño... —musitó desconsolado. Su angustia pesaba más que el temor de verse atropellado.
El hombre salió de la cantina y se perdió tras la puerta. Uno de los hombres del local a una seña del cantinero lo siguió dos calles hasta verlo tomar un taxi.
—¿Qué fue eso? —preguntó al regresar.
—Nada, creo que el viejo se curó de la enfermedad que tenía. Hay veces en las que uno debe actuar con imaginación para salvar al mundo —dijo sonriendo, mientras botaba a la papelera la foto con la impresión de la mujer.


B. Miosi

martes, 21 de julio de 2009

Una nota de mi profesor

Hace un tiempo dediqué una entrada: "Al maestro con cariño". Esta vez publico lo que sería el resultado de mi tesis de grado: El legado. A un amigo al que le debo mucho, Fernando Hidalgo, va mi agradecimiento. Creo que aprobé el examen.


El legado, la hija de Hitler, de Blanca Miosi, es una novela que impone su propio ritmo. Desde el comienzo, la acción aparece ante los ojos del lector de un modo casi cinematográfico; el narrador es transparente, una voz que susurra en nuestra imaginación, creando en ella escenas tan vívidas como si las estuviésemos viendo en la realidad. Las descripciones son las precisas; ni faltan los detalles necesarios ni se extienden en aspectos superfluos que nos distraigan del hilo. Pero, además, la narración deja paso constantemente a escenas dialogadas, donde los personajes hablan y se mueven por sí mismos, sin intermediarios, mostrando toda su autenticidad.

 La historia se centra en un personaje real, Erik Hanussen, reconocido esoterista ubicado en Centroeuropa poco antes de la segunda confrontación mundial. Este 'mago' fue colaborador de Adolf Hitler, a quien ayudó a llegar al poder. En los primeros capítulos Blanca Miosi nos muestra los inicios de Hanussen y el nacimiento de ese poder, con elementos esotéricos y mágicos, como la aparición del Señor de Welldone -una especie de Saint Germain- con sus profecías y enseñanzas pero también, y sobre todo, con elementos científicos como la hipnosis y la psicología aplicada a las masas. Adolf Hitler fue quizá el primer embaucador que utilizó métodos propagandísticos para llegar al poder y adueñarse de la voluntad del pueblo, y eso fue gracias a Hanussen. Las escenas entre ambos protagonistas son de lo mejor de la novela y de lo mejor que se haya escrito nunca sobre Hitler, lejos de tópicos y estereotipos. El Fhürer pudo quizá ser un monstruo de crueldad sin límite, pero nunca el hombrecillo ridículo que nos presentan habitualmente. Sería pueril creerlo.

 La muerte del mago nunca fue completamente acreditada, algunos sospecharon que sobrevivió, hipótesis que aprovecha la autora para desarrollar el resto de la trama. Oculto en un refugio inexpugnable, Hanussen ve cómo las profecías de Welldone se van cumpliendo una a una, llevándolo a la desesperación, pues su sangre se mezcló con la de la bestia (su propia hija quedó embarazada por Hitler) y ello habría de traer con el tiempo desgracias aún mayores, que él lucha por evitar. La historia nos lleva a través de cuatro generaciones, con un relato lleno de acontecimientos inesperados hasta conducirnos a un final sorprendente.

 Estoy seguro de que leer algo bien escrito produce placer por sí mismo, independientemente del contenido de la historia que se lee, una especie de estado alfa, de perfecta comunión entre dos mentes en sintonía. Creo que éste es el secreto de los libros de éxito. El legado es una de esas pocas novelas que nos mantienen en estado alfa de principio a fin y que nos dejan un sabor nostálgico, casi triste, al terminarlas; adictiva como una droga, sus cuatrocientas once páginas me han sabido a poco.


Mi felicitación, apreciada Blanca.

jueves, 16 de julio de 2009

¿Cuál país tiene más lectores?

El hábito de la lectura parece estar en concordancia con el nivel de vida de sus habitantes.
Según la UNESCO, Japón ocupa el primer lugar en el hábito de la lectura, el 91% de su población está acostumbrado a leer. Lo hacen en los aviones, en las paradas de autobuses, en los parques... es común ver a un ciudadano japonés con un libro en la mano, un e-book o un ordenador portátil.


En Europa, Suecia encabeza la lista, de acuerdo con el Eurobarómetro; un reporte de la opinión pública de la Unión Europea, el 80% de los suecos ha leído al menos un libro en su vida.


Siguen los finlandeses con un 75%, y los británicos con un 74%. Según este reporte el 60% de los europeos ha leído al menos un libro en los últimos doce meses.


¿Pero es lo mismo leer que entender lo que se lee? De acuerdo con los diagnósticos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico: OCDE, Finlandia encabeza la lista de los que mejor entienden lo que leen, seguido por Canadá, Nueva Zelanda y Australia.
El panorama en Europa no es tan bueno para todos, como parece. La Federación de gremios de editores de España dio a conocer que el 46.5% de los españoles nunca lee, un porcentaje que me parece extraño, ya que tengo la impresión de que en España se lee bastante. Según el Eurobarómetro, los índices más bajos de lectura en Europa se observan en Portugal, con 32% de lectores, y en Grecia, con 45%.


Si nos vamos a América, tenemos según los datos de la Asociación Nacional de la Educación de Estados Unidos (NEA), que 57% de la población norteamericana acostumbra a leer contra un 26.5 por ciento de los latinos que viven en Estados Unidos que lo hace. Supongo que por su nivel de vida y tipo de trabajo que ejercen, tienen menos tiempo para dedicarlo a la lectura.


En América Latina el país que tiene mayor número de lectores es México, donde el 56.4% de los mexicanos lee libros. Contra estos resultados, la UNESCO asegura que el 2% de los mexicanos tiene arraigado el hábito real por la lectura.


Sin embargo, en América Latina los índices de lectura son muy bajos, por ejemplo, podría pensarse que Brasil al ser un país enorme y con gran población podría tener un buen índice de lectores, pero no llegan al 14.8%. Y en Argentina, según una encuesta divulgada por el diario El Clarín, el 40% de sus habitantes afirma haber leído entre uno a tres libros en los últimos seis meses.


En el área del Caribe tan solo el 25% de los dominicanos dedican su tiempo libre a la lectura. De Venezuela ni se habla. No existen censos y la publicación de libros se limita a tiradas locales de escritores locales. Los pocos libros importados que se venden son del género de novela.


¿Qué es lo que la gente prefiere leer?


De acuerdo con el último sondeo de la consultora Mitofsky, el 23.3% de los mexicanos prefiere las novelas, mientras que el 19.6% se inclina por textos de superación personal.Los norteamericanos también prefieren la novela, y el 47% prefiere las de ciencia-ficción.



Interesante, ¿no? Y adivinen: los finlandeses prefieren ¡libros de gastronomía! ¡Con razón según las encuestas eran los que más entendían lo que leían!


Después de todas estas cifras de índices de lectores en el mundo pienso que lo mejor que podría sucederle a un escritor es ver sus obras publicadas en japonés, tendría sus ventas garantizadas, y si se trata de vender recetas de cocina, sería bueno hacerlo en finlandés. Los escritores de ciencia-ficción tienen un público cautivo en los Estados Unidos, siempre y cuando sean novelas en idioma inglés, pues el público lector hispano lee poco. También son buenos mercados Inglaterra, y por supuesto, España, donde según mi querida Lola Mariné leer se ha puesto de moda, y debe ser cierto, pues estas encuestas tienen ya varios meses. No vendría mal una traducción al sueco, tienen el más alto porcentaje de lectores después de los japoneses.


Personalmente pienso que la lectura se ha incrementado y seguirá incrementándose a medida que empiecen a bajar los precios de los e-books, son portátiles, no pesan, no cansan la vista, y se pueden llevar en uno solo de estos pequeños dispositivos cerca de quinientas novelas a un precio ínfimo. Por ahora quienes más los usan son los editores, agentes literarios, y lectores y evaluadores de las editoriales, y su precio oscila entre 350 y 400 euros. Tengo un amigo que está fascinado con el implemento, y aunque a mí siempre me ha gustado pasar las páginas de un libro de papel, creo que terminaré comprando un e-book, pues estoy en contra de la deforestación. ¿Y saben una cosa? ¡Me encantaría publicar en japonés!


B. Miosi

jueves, 9 de julio de 2009

Mi viaje a España, otra vez será

Queridos amigos:

Lamento decirles que no será posible que yo viaje a España esta vez. Ha surgido un problema: el consulado español no puede otorgarme la visa en mi actual pasaporte aunque esté actualizado y renovado, pues para ellos esas actualizaciones no son válidas. Requieren un pasaporte recién emitido, y yo no lo sabía, para mí siempre ha sido normal viajar con mi pasaporte actual. Fui al consulado peruano para sacar pasaporte nuevo pero por desgracia lo entregan en 30 días, pues los datos los toman aquí y los hacen en Perú, los nuevos digitalizados. No se imaginan cómo me siento, me había hecho muchas expectativas con este viaje promocional, pero todo fue demasiado rápido, ¡me avisaron el miércoles! Ellos ya habían cursado invitaciones a algunas páginas web, Armando me envió una, y es la que aparece arriba.

Besos, y disculpen tanto alboroto para nada.

Blanca Miosi

lunes, 6 de julio de 2009

Acabo de leer Al este del Edén, de John Steinbeck

Acabo de terminar de leer Al este del Edén, de John Steinbeck, el mismo de Las uvas de la ira (1939); novela con la que ganó el Premio Pulitzer en 1940.

Desde que empecé a escribir, y concretamente, desde que tomé en serio la escritura, dejé de leer como antes. El goce de la lectura sigue siendo el mismo, pero las diferencias son sutiles; ahora me deleito con la construcción de algunos párrafos, me detengo a admirar los diálogos que antes sólo me servían de información, observo casi con avidez la manera en que se desarrollan aspectos de la novela que antes los daba por hechos, sin detenerme a examinar el modo como se teje fuertemente con finos hilos de tela de araña. Antes captaba los ingredientes pero no los auscultaba, examinaba o profundizaba en ellos de manera consciente. Los digería deleitándome con el conjunto y eso era suficiente.

Al este del Edén es una novela de setecientas treinta y seis páginas de letra menuda, cuya historia transcurre en Salinas, una ciudad de California, Estados Unidos. Contada en primera persona; en este caso el propio John Steinbeck forma parte de ella pero no como un personaje principal, sino como uno más de los hijos de una numerosa familia, de las muchas que poblaron el valle allá por 1860. Lo insólito del caso es que John, que utiliza su nombre y apellido, narra con detalle casi microscópico cada parte de la trama, como si hubiese sido testigo de cada momento de las vidas de sus numerosos personajes; se adentra en sus pensamientos, disecciona sus personalidades, todo de manera omnisciente, pero la obra tiene tal grado de interés que a uno no le interesa saber cómo se enteró de tal o cual cosa. Simplemente se asume que fue así, y se sigue leyendo.

Al comienzo, Sam Hamilton, abuelo de John, llega de Irlanda y la novela gira en torno a él y su familia, sus diez hijos. A medida que corren las páginas, voy cayendo en la cuenta que Sam Hamilton no es el personaje principal, ni tampoco lo es Adam Trask, ni su extraordinariamente endiablada esposa Kate, tampoco alguno de los gemelos, hijos de Adam, ni el chino Lee, y por último, ni el propio John. Todos ellos forman parte de un microcosmos que a lo largo de la novela ven encadenadas sus vidas de forma paulatina, esporádica algunas vez, y otras, como en el caso del chino Lee, el sirviente de los Trask, de manera permanente. Sin embargo, este detalle no resta para nada interés a un acontecimiento que es el motivo principal de toda la trama: ¿Es posible que los padres tengan influencia decisiva en el comportamiento futuro de sus hijos? Un hecho que se repite en cada una de las familias que toca Steinbeck en su obra.

Siempre uno de los hijos será el preferido, por encima de los demás, y parece que es una condición asumida por el resto de la familia como una consecuencia normal, pero por debajo de la piel subyace el resentimiento, el odio, la envidia, y nos acerca un poco más a la leyenda bíblica que nos contaban acerca de Caín y Abel, haciéndonos dudar de la respuesta que nos daban: “Es que Dios también tiene derecho a preferir a uno de sus hijos más que a otro” ¿Y acaso es lo justo? Menos tratándose de Dios. Podría ser si fuese humano, un ser lleno de imperfecciones, al que se le atribuyen todos los pecados por los que fue echado del Paraíso. Por cierto, el título de la novela: A
este del Edén, acertadísimo.

Mención aparte merece Kate, una mujer que pese a su rostro y figura aniñada y angelical es la maldad encarnada. Proveniente de una familia de clase media, en la que era el centro de la atención y podría decirse que no le faltaba nada para ser feliz, planifica fríamente el asesinato de sus padres, y huye a una edad en la que apenas está en la adolescencia, para presentarse a trabajar en un prostíbulo. Más adelante también huye de Adam Trask dejando a sus gemelos de días de nacidos para trabajar en otro latrocinio, y finalmente su muerte no es suficiente para completar su maldad, que no se limita a su deseo de cierta clase de vida, sino a motivos banales y casi incomprensibles. Su suicidio despierta culpas y acarrea trágicas consecuencias. Pero ella es solo una más de un grupo de personajes fascinantes, con sus propios problemas existenciales, a cuál más terrible o desgarrador, según las circunstancias en las que se vean envueltos.

Estoy satisfecha de haber leído otra vez a Steinbeck, y la próxima vez que tenga en mis manos Las uvas de la ira, estoy segura de que el placer será definitivamente diferente al que sentí la primera vez.

B. Miosi

John Steinbeck, 1902 - 1968
Estudió en la Universidad de Stanford y en su juventud trabajó como bracero y recolector de fruta. Publicó su primera novela a los veintinueve años: En La copa de oro (1929), en la que narra la vida y las hazañas de Henry Morgan, famoso pirata galés del siglo XVII. A continuación publica Las praderas del cielo (1932), A un dios desconocido (1933), Tortilla Flat (1935), Una vez hubo una guerra (1936), La fuerza bruta (1937)
Otras obras dignas de mención son: La luna se ha puesto (1942), Los arrabales de Cannery (1944), El ómnibus perdido (1947), El invierno de nuestro descontento (1961) y Norteamérica y los norteamericanos (1968). En 1962 escribió Viajando con mi perro, un relato autobiográfico de un viaje por Estados Unidos.