martes, 22 de septiembre de 2020

¿Somos lo que leemos?

El mundo virtual es real y puede hacer mucho daño a quienes no estén preparados para afrontarlo.

Hace unos años empecé a formar parte del mundo que ahora muchos consideramos imprescindible. Hay pocas cosas que podamos hacer sin usar la nube, desde ver nuestra cuenta bancaria y hacer nuestros pagos o transferencias y comunicarnos; muchísimo más que antes, cuando solo existían el teléfono, los faxes y el correo postal. Incluso llamar por teléfono no era un sistema que utilizáramos demasiado por el alto costo, si las llamadas eran al exterior.

Hoy con Skype, Zoom, Wattsap, el celular y muchos etcéteras, la comunicación lejana se ha transformado. Y así como ha ocurrido con las familias y amigos a los que la distancia ha separado, igual ocurre con las relaciones que a diario incrementamos en las redes sociales, nos hemos habituado a usarlas hasta el punto de que cuando no existen porque se nos va la conexión, nos sentimos extraños.

No solo los gobiernos, industriales, empresarios, comerciantes, vendedores, amas de casa, la educación, la televisión, radio, aprovechan esta tecnología, también la aprovechamos los escritores, y no creo que exista una manera de hacer algo sin que sea a través de la red. Claro que habrá todavía quienes por falta de conocimiento o inseguridad se alejen de los cajeros automáticos, transferencias y compras en línea y prefieran ir a los bancos... que no podrían funcionar sin Internet.

La publicación de libros sufrió una transformación cuando algunos emprendedores iniciaron las editoriales digitales, en las que se podían descargar los libros y leerlos en la pantalla del ordenador, luego vinieron los lectores electrónicos, y la guinda del pastel fue cuando a Amazon se le ocurrió no solo facilitar la autopublicación sino vender un aparato con el que pudieran comprar libros digitales de su extensa librería.

De la gran masa de escritores publicados o no anteriormente por editoriales que adoptaron el sistema de Escritor Independiente, no todos tuvieron el éxito esperado, para algunos que se habían creado muchas expectativas fue un auténtico fracaso, otros idearon la manera de suplir su falta de calidad con cantidad, algunos aprendieron la lección y acometieron la autopublicación con verdadera seriedad, y unos cuantos prefirieron firmar con editoriales que los habían elegido por estar en los primeros lugares y se alegraron de formar parte del mundo literario regular, para evitar el trabajo de representarse a ellos mismos.

Todas las posiciones son válidas, no todas las personas somos iguales, yo no creo en la igualdad. Cada individuo ve el mundo de diferente manera y lo siente según su modo de ser y de razonar. A esa gran diferencia debemos el estar donde hoy estamos, unos inventan y otros hacen uso de los inventos. Unos venden, otros compran y así podría enumerar hasta el infinito.  Como también podría decir que algunos se consideran escritores muy buenos y no lo son (para mí) y sí para otros. Y algunos se consideran mediocres y son muy buenos (para mí), y no para otros.

Lo malo es no aceptar el gusto de los demás. A mí me encanta vestirme de negro, es un color que me favorece y en ocasiones compro dos o más prendas exactamente del mismo modelo y en el mismo color porque sé que después de unas cuantas lavadas, el negro tiende a perder la apariencia suave y el color negro de cuando era nuevo. Pero también me gustan los marrones, los rojos, los naranjas... creo que depende de la ocasión y como me sienta para elegir usarlos. Y aunque a la gente no le guste que me vista de negro o no esté tan de moda, lo uso porque es lo que mejor me va.

Igual ocurre con la literatura. Me encantan las intrigas internacionales, el misterio, el thriller, y también la novela histórica, soy capaz de leer cienciaficción, y hasta alguna novela romántica siempre y cuando el tema sea interesante y me atraiga. El erotismo también lo soporto cuando es de altura y mientras menos explícito mejor, porque como escritora sé que es el más trabajado, el más difícil de narrar y aprecio la narrativa que a mi modo de ver está bien hecha.

No es porque me considere una gran escritora, ojo, es porque soy lectora, y lo soy desde que tenía ocho años. Sé distinguir un libro mediocre de uno extraordinario, al menos desde mi punto de vista, porque ya he dicho: cada individuo tiene el suyo. Lo que para mí es bazofia para otro puede ser una maravilla, ¿de qué depende? Indudablemente de nuestra formación. De nuestra manera de ver la vida, de nuestra experiencia, de nuestros gustos y un sin fin de cosas más.

Hay personas que pueden leer historias eróticas sin parar, una tras otra, páginas y páginas de escenas explícitas y  gritarán a los cuatro vientos  que son maravillosas,  que quieren más,  que es lo que les llena, les gusta y los estimula. ¡Bien! Es su vida y son sus gustos.

Hay otras, en cambio, que se apasionan con las historias de zombies y de vampiros, o con guerras intergalácticas, o con secretos de los templarios, o con biografías de personajes históricos, o con la vida de la gente de farándula. Cada persona tiene derecho a leer lo que más le atrae, Y también cómo no, hay quienes leen de todo. Como era yo. Leía hasta la guía telefónica cuando no tenía qué leer. Ahora lo que me falta es tiempo, por eso soy más selectiva y me decanto por literatura de ficción, preferiblemente thrillers.

No soy una persona extraordinariamente cultivada, he leído a los grandes que la mayoría de los escritores se sienten obligados a mencionar, pero no todos necesariamente me han gustado. Y escribo lo que me gusta leer. ¿Tengo éxito? Tal vez. Tal vez más de lo que algunos quisieran o piensan que debería tener, pero así es la vida. No todo es como nos gusta y debemos aceptarlo.

¡Hasta la próxima, amigos!