viernes, 9 de julio de 2021

¿Los sueños son solo sueños?

No suelo dar demasiada importancia a los sueños, sin embargo, cuando una persona de cierta importancia se me aparece en ellos y más, si está relacionada con lo que hago, en este caso escribir, no puedo menos que tomar nota mental.

Gabriel García Márquez no ha sido para mí la primera referencia en mis preferencias de lectura, temo decirlo (lo que para muchos significará una herejía). Reconozco que leerlo es una delicia, tiene ese no-se-qué que poseen algunos escritores que hacen que desees seguir leyendo; como mi amigo Fernando diría: «tiene la virtud de dejar correr las palabras como una seda», que es lo que he tratado de hacer siempre con mis escritos sin estar segura de haberlo logrado. Pero volviendo al inicio, anoche soñé con Gabriel García Márquez. No lo conocí en vida, solo he visto de él fotos, reportajes y leído unas tres novelas de su autoría: la infaltable Cien años de soledad, El general en su laberinto y El amor en los tiempos del cólera y algunos de sus cuentos. Reconozco que su estilo es de los que se te meten en el cuerpo y convierten tu momento de lectura en una sinfonía de emociones por su cualidad de formar frases y metáforas inigualables y anoche, o mejor dicho, esta madrugada, me desperté con su rostro fijado en mis retinas. Las arrugas y la flacidez de sus mejillas denotaban una edad avanzada, los pliegues de sus ojos daban cuenta de la cantidad de años transcurridos frente a las letras, no llevaba anteojos, y me miraba sonriendo con cierta picardía. Conversábamos, no recuerdo exactamente de qué, solo quedó en mi memoria noctámbula la palabra: «necronómico» de una conversación que no tenía mayor sentido:

A una pregunta que le hice, y siento decir que no recuerdo cuál, me respondió:

—Ahora escribo necronómico.

—¿Qué es eso?

—Desde abajo. —Entonces rio, miró a un hombre que venía detrás de mí por el lado izquierdo y se fue caminando con él. Sus espaldas desaparecieron y yo abrí los ojos y desperté.

No tenía idea del significado de “necronómico”. Así pues, acudí a Google y tecleé la palabra en el buscador. Para mi sorpresa existía, no en el diccionario de la Real Academia, pero sí en muchas páginas relacionadas con el Necronomicón, una obra  que supuestamente contiene fórmulas mágicas para invocar a los demonios e información sobre distintos fenómenos misteriosos del mundo. Se desconoce su contenido a ciencia cierta, pues nadie ha podido leerlo o ubicarlo, no obstante el escritor H.P. Lovecraft lo cita en algunos de sus cuentos, pero aclaró en muchas oportunidades:

“En relación a los libros terribles y prohibidos, me fuerzan a decir que la mayoría de ellos son puramente imaginarios. Nunca existió ningún Abdul Alhazred ni el propio Necronomicón, porque inventé esos nombres yo mismo.”

Y yo, que únicamente recuerdo haber escuchado ese título sin mucho interés porque tampoco soy una lectora asidua de Lovecraft (supongo que decirlo será otro espanto para los grandes literatos), no tengo explicación para haberme topado en un sueño con una derivación de la palabra Necronomicón y menos proviniendo de los labios de Gabriel García Márquez.

La etimología de Necronomicón es más transparente de lo que suele creerse. Si astronómico significa etimológicamente “relativo a la ley u ordenación de los astros”; el neologismo necronómico sería «relativo a la ley (o las leyes) de los muertos. 

Fuente: http://diccionario.sensagent.com/NECRONOMICON/es-es/

Creo que es una palabra que tal vez utilizaré en alguno de mis libros, porque aunque su significado no figure en la Academia, es perturbadora.


miércoles, 7 de julio de 2021

¿Tiene tu libro el precio adecuado?

Cuando empecé a publicar en Amazon allá por el 2011 recuerdo que lo más importante para los que nos iniciábamos era el tema de los precios. ¿Qué precio poner a nuestros libros digitales? 


No estábamos habituados a la lectura digital y muchos de nosotros ni siquiera poseíamos un Kindle o algún lector electrónico, de manera que opté por poner el precio más bajo, siguiendo la corriente de los pioneros norteamericanos que para entonces eran los que dictaban las pautas. Un libro digital de un promedio de 350 páginas a USD 0,99 era no solo accesible sino llamativo y como para mí en aquel tiempo era más importante que los que estaban habituados a comprar libros digitales conocieran mis libros y los leyeran, mantuve el precio bajo.

Con el paso de los años y del exponencial crecimiento de la autopublicación fui adquiriendo cierta experiencia y noté que los lectores empezaban a comparar la calidad de los libros basándose en el contenido de la muestra. Es fácil notar la diferencia entre un libro escrito por un principiante y uno con oficio. No es algo tangible, es más bien una percepción que tenemos los que estamos acostumbramos a leer. Es la exposición de las ideas, el orden de las palabras, el uso del lenguaje y, por supuesto, el tema del que trata el libro.

Lo que en un comienzo me pareció un abuso de parte de las editoriales, con el paso del tiempo fui comprendiendo que los precios que las editoriales ponían a los libros digitales y estaban casi a la par de cualquier libro de los míos publicados en papel en Amazon tenían un motivo: La calidad. Y un lector acostumbrado a leer libros bien editados sabe diferenciarlos, de manera que un precio demasiado bajo se empezó a percibir como de menor calidad. Ya veo que saldrán muchos a decir que no todos los libros publicados por editoriales son buenos ni tienen suficiente calidad. En parte es verdad. Pero en la mayoría de los casos, son libros elegidos precisamente por ser buenos y tener calidad. Eso no quiere decir que yo esté tratando de congraciarme con las editoriales para que publiquen alguno de mis libros. Ya pasé por eso, lo hice con muy buenas editoriales y tuve los mejores agentes literarios y bien gracias, ahora lo hago por mi cuenta y me va muy bien.

Desde hace ya algunos años mis libros tienen un precio promedio de USD 4,99, que no es muy alto, pero tampoco demasiado bajo y está en el rango accesible para la mayoría de lectores, entre los que me incluyo. Yo pienso mucho antes de pagar USD 9,99 o más por un libro digital, en algunos casos vale la pena, pero tiene que ser de un autor que sé que no me defraudará.

También hay escritores noveles que ponen precios por arriba de los USD 6,00, supongo que en la creencia de que de esa manera sus libros tendrán una mejor percepción de los lectores, o tal vez porque suponen que el libro en cuestión es excelente. No nos engañemos, como dije, los que estamos acostumbrados a leer toda la vida sabemos de entrada cuando un libro es bueno. 

Hace un tiempo hice un experimento y bajé el precio de mis libros a USD 2,99. En esos días mis ventas bajaron de manera alarmante. ¿Qué cosas, no? Cualquiera diría que vendería mucho más. Pero es eso: un precio demasiado bajo ya no atrae a los lectores a menos que sea una promoción que fomente la propia Amazon. Y uno demasiado alto respecto al contenido tampoco. Y no nos engañemos, los comentarios en Amazon no siempre son fiables. Muchos de ellos son de personas amigas o allegadas que por razones de pudor no expresan lo que realmente piensan del libro. Los verdaderos llegan después de un tiempo de su publicación, y si las calificaciones y comentarios se incrementan con el tiempo, podremos decir que nuestro libro ha gustado.

Lo bueno de estar en Amazon es que el factor tiempo no afecta al espacio que un libro puede ocupar en su extensa librería, mientras en las librerías físicas los libros son descatalogados al cabo de unos meses, en Amazon siguen vigentes durante años. Prueba de ello son mis libros "La búsqueda" y "El legado", los primeros que publiqué y que todavía se siguen vendiendo después de diez años.

Por ahora conservaré el precio de mis libros tal como están y seguiré estudiando el mercado. Y es que una nunca termina de aprender, es lo bueno de este entretenido arte de ser escritor independiente, uno tiene una idea, la lleva al papel, la desarrolla, pasa horas inolvidables con sus personajes en poco más de un año, revisa, corrige, lee y relee, imagina una portada o la encarga a un diseñador y ¡zas! publica el libro. Y cuando ese libro empieza a venderse y a recibir comentarios, calificaciones y reseñas, la satisfacción que se siente es muy grande. Escribir es una de las mejores experiencias de mi vida.

¡Hasta la próxima, amigos!