
Hace dos años, cuando aún no había publicado mi primera novela, no sabía a lo que me enfrentaba. Hasta ese momento mi única preocupación consistía en escribir. Había empezado ocho años atrás sin intenciones de publicar, como pienso que lo debe hacer la mayoría de aficionados. Mi novela El pacto fue una coedición regalo de mi esposo, pues según él la novela le había encantado, y al ver un anuncio en una revista: «¿Quiere publicar su manuscrito?» Pensó que sería buena idea ver mi novela en forma de libro.
Después de aquella experiencia y de varias novelas escritas, empecé a averiguar, y comprendí que para ser considerada una escritora debía pasar por la criba de una editorial regular, de aquellas que no cobran por editar. Consulté el directorio telefónico y me fijé en la Editorial Alfaguara; quedaba cerca de mi lugar de trabajo y más por ese motivo que por cualquier otro les llevé mi segunda novela: «La búsqueda».
Casi un mes después llamé por teléfono y la Directora de Publicaciones para Adultos dijo que deseaba hablar conmigo. Fui a la hora acordada con toda la ilusión del mundo, y en efecto, me atendió con gentileza, fue tan amable, que me dijo que mi novela les había interesado, pero que necesitaba que le hiciera algunos arreglos:
«Blanca, la historia es muy interesante, y voy a hacer algo que no se acostumbra: te entrego la carta de los evaluadores (que fueron dos); sé que es un poco contradictoria, pero léela y toma en cuenta sus indicaciones, pues valen la pena».
¿Y cuáles fueron aquellas sugerencias?
Básicamente la carta decía que la novela era interesante desde el principio hasta el final, pero que la autora (o sea yo), carecía del conocimiento de la lengua castellana. Que parecía que la novela hubiera sido escrita por una persona cuya lengua materna no era el español, que abusaba de la falta de sintaxis, y que algunas ideas carecían de concordancia. La carta también se refería a que yo era una narradora omnisciente, que todo lo sabía, que todo lo explicaba, y que el libro estaba plagado de mis opiniones. Sin embargo, que si lograba corregir estos errores, ellos se inclinaban por aconsejar su publicación, porque la historia era original, convincente y comercial.
Como podrán suponer, yo me sentía entre el cielo y la tierra. De aquello hace ya cinco años.
Me propuse cultivarme. Debía aprender a escribir, a expresar exactamente lo que deseaba que el lector comprendiera, a dejar de explicar todo como si lo que yo escribiese estuviera dirigido a un público retrasado mental. Comprendí que existe una técnica, y que sin ella, tendría muy poca, por no decir ninguna posibilidad de publicar. Así, rescribí la novela tres veces. En la última adopté el modo de primera persona, porque me pareció que podría darle mayor contundencia al personaje principal.
Soy una persona que trabaja tiempo completo, la escritura para mí era y sigue siendo una pasión, pero al fin y al cabo un hobby. No vivo de ella y creo que estoy lejos de hacerlo, de manera que asistir a cursos literarios era para mí bastante dificultoso, además de oneroso.
Indagué en Internet y encontré esos sitios maravillosos llamados Foros Literarios. Recuerdo que llegué a Bibliotecas Virtuales y me di con la sorpresa de saber que había muchos otros que al igual que yo, estaban en el mismo camino y con las mismas inquietudes, aunque reconozco que mis conocimientos eran inferiores. Empecé a escribir cuentos, para poder participar y ser comentada por aquellos que más sabían, y fue así que aprendí a “leer”.
Ya he comentado en anteriores entradas que fue gracias a una persona que conocí en Bibliotecas Virtuales, que accedió a leer la última versión de mi manuscrito que logré aprender a escribir con cierta propiedad. Fue un año dedicado a la corrección de La búsqueda, un trabajo arduo en todo sentido, pero al mismo tiempo placentero, pues poco a poco veía que mi novela cobraba forma, empezaba a tener estilo, sus páginas se iban embelleciendo, al tiempo que yo iba creciendo como escritora.
Al finalizar, sabía mucho más acerca del mundo editorial. En Venezuela hay varias representantes de editoriales conocidas, como Ediciones B, Alfaguara, Norma, Planeta, pero el mercado es exiguo. Fue el motivo por el que decidí incursionar en el mercado español. No me arrepiento haberlo hecho, pues para cualquier escritor empezar en España es todo un reto.
Todo fue relativamente sencillo: Presenté la novela a Editorial Roca en abril de 2007 y en un lapso de quince días tenía respuesta afirmativa. Finalmente La búsqueda se publicó en enero de 2008.
Durante los años 2007 y 2008 corregí mi siguiente novela: El legado. Ya tenía las herramientas necesarias para hacerlo; había aprendido con La búsqueda, y sabía, además, que debía hacer un esfuerzo por superarla. No sé si lo logré, pero creo que el resultado fue bastante atractivo, pues conseguí que me representase una agencia literaria. Gracias a ella El legado está actualmente en librerías, editada por la Editorial Viceversa, y ambas novelas en camino a la Feria del Libro de Francfort, en busca de otras oportunidades. No quiero hacerme muchas expectativas, pues sé que la competencia es muy dura, y yo apenas estoy incursionando en el mundo editorial. Y como siempre digo: un paso a la vez, pero en la dirección correcta.
¿Por qué he dedicado esta entrada a mis inicios?
Desde que incursiono en Internet, y más ahora que llevo este blog, he conocido a personas maravillosas, que como yo, tienen deseos de publicar. Algunos ya lo han hecho; otros están en camino de hacerlo, pero también hay quienes encuentran más escollos, y a veces hasta percibo cierto desánimo en sus palabras. Para estos últimos va lo siguiente:
Publicar no es imposible. Solo hay que tomar en cuenta tres puntos:
Tener una historia original, esté o no en boga. Me refiero a que algunos escritores temen ser repetitivos porque están en el mercado muchos temas similares al que han escrito. Siempre se puede escribir desde otro punto de vista. Si yo hubiese pensado que ya se ha hablado demasiado de los campos de concentración nazis, jamás hubiese escrito La búsqueda. Se debe creer en lo que se escribe, y buscar la manera más original de hacerlo.
Escribir es un placer. Creo que es un error hacerlo pensando en publicar. Se debe entregar el alma en la obra que estemos haciendo, que cada línea, que cada diálogo, signifique para nosotros una parte de nuestra vida. El que no se emociona cuando escribe, no lo está haciendo a conciencia.
Y el punto más importante: Aprender la técnica. Sin ella no tenemos nada. Se puede escribir una novela de cuatrocientas páginas en cinco meses, pero para que sea digna de ser publicada, el proceso de corrección debe durar el tiempo necesario hasta que nos sintamos convencidos de que la obra esté lista.
Es el respeto que le debemos a las editoriales que arriesgarán su tiempo y dinero en apostar por nosotros, porque con la publicación no termina todo. A partir de allí empieza una etapa en la que entran en juego otros factores que escapan a nuestro esfuerzo. Como me dijo sabiamente mi querida amiga Maribel Romero: “Las obras comienzan a caminar en el mismo instante que pisan una librería, y encuentran su espacio y saben defenderse solas.”
Espero que mis libros contengan un poco de la sangre que corre por mis venas y sepan por alguno de mis ancestros algo de Jiu-Jiutso, para que puedan defenderse.
Y también que esta entrada haya servido de inspiración para los que deseen ir tras su sueño de publicar: es posible, y si yo lo hice, con mayor razón, ustedes también pueden.
B. Miosi