Ciclo Tres Ases de la literatura: Rafael R. Costa

Hoy viernes, día elegido para hablar de un escritor muy especial.

Como he dicho en entradas pasadas soy lectora desde pequeña, por mis manos pasaron toda clase de libros y sin haber llegado a ser una especialista en la materia, puedo decir que reconozco un libro cuando está escrito por alguien que va más allá del mero hecho de contar historias, del que no solo se fija en las reglas gramaticales o en la puntuación, sino que tiene la virtud de envolvernos con sus palabras y al mismo tiempo que nos enteramos de la trama de sus obras disfrutamos una enormidad con la forma de utilizarlas. Es verdad que el orden de los factores no altera el producto, pero en el caso de las letras puedo decir fehacientemente que sí. Sí lo altera, lo hace sublime.

Rafael R. Costa es un escritor que utiliza las mismas palabras que los demás escritores, sin embargo, el producto final posee la magia de las novelas que no se olvidan. Copio un extracto cualquiera de la primera novela que leí de él, “La interpretadora de sueños”:

“El 2 de octubre de 1919, un jueves, el cielo sobre Praga se mostraba hermoso pero muy violento: en esa época del año la temperatura variaba bruscamente, los mediodías parecían de primavera y los atardeceres auténticas avanzadillas del invierno más crudo; las nubes no dejaban de moverse a ojos vistas, parecían ir de aquí para allá desordenadamente en vez de trazar  recorridos rectos, además eran panzudas y negras, como exhaladas por una chimenea siniestra de fogón inagotable, y es que daba la sensación de que sobre la recién creada Checoslovaquia el rescoldo de la guerra no se hubiese apagado del todo y boqueara sus últimas y hediondas volutas. El propio aire era tan húmedo en las riberas del Moldava que la cara y la ropa se empapaban de agua sólo después de calar la piel y enfriar los huesos. A decir verdad no estaba asustada, pero sí precavida, por eso no se sobresaltó cuando al unísono estallaron las ochenta y tres campanas de las iglesias praguenses anunciando que eran las seis y media.”
Es probable que a cualquiera de nosotros escribir la descripción del clima nos hubiera resultado un reporte del tiempo. Aquí Rafael R. Costa da una muestra de su maestría: no solo nos hace sentir el frío que cala los huesos; también nos sitúa en una fecha determinada, nos dice que Checoslovaquia está recién creada, que acaba de terminar una guerra, que el personaje se encuentra a las riberas del río Moldava, que en la ciudad de Praga existen ochenta y tres iglesias ¡y que son las seis y media! Todo esto acompañado de una prosa impecable, hermosa, con unas metáforas que no resultan aburridas sino por el contrario, incitan a la lectura.

¿Y a que no saben que Rafael R. Costa es un escritor independiente? Como sus predecesores en este “trío de ases”, también es un escritor prolífico, finalista en el premio Planeta, poeta, dibujante, y de una personalidad a la que podría comparar con la de una tortuga. Su sensibilidad y humildad lo lleva a tomar su propio camino. Prefiere el anonimato a tener que convencer de que lo lean, anda un poco perdido en este mundo impredecible e insoslayable de las redes sociales, de manera que su adaptación a ellas es un poco como un milagro. Muchas veces me he preguntado cómo es que Rafael pudo llegar a Facebook o abrir una cuenta en Twitter. Después me enteré de que tiene un ángel que vela por él.

Un escritor de estas características no podía pasar inadvertido mucho tiempo. No al menos desde que existen las tan odiadas o amadas (según el punto de vista de cada cual) redes sociales. La editorial Planeta, para su sello Espasa, ¡le puso el ojo a la Georginas de “La “interpretadora de sueños” y con un cambio en la portada lanzará la novela por todo lo alto! Sin embargo en el extraño mundo amazónico sus novelas no se encuentra en las listas, ¿será que algo está fallando en la mente de los lectores? Siempre me he preguntado cómo autores de la talla de Rafael, José Luis palma o Heberto Gamero no venden tanto como otros cuyos títulos dejan muchísimo que desear. Parece que (con sus excepciones), lo que más vende es la lectura fácil, sin mayor compromiso, en la que todo termina color de rosa.

Pero me apetece dar a conocer un poco más a este prodigioso autor.  Es sabido que hay personas que vienen al mundo con ciertos designios, en este caso, Rafael llegó para quedarse, pues su llegada a la vida engañó a la muerte apenas a los minutos de nacido. Ya se asomaba sus dotes de creador de historias, cuando debajo de un membrillero en una tarde lluviosa de 1959 a su madre le empezaron los dolores de parto. Así, a orillas del río Huelva el pequeño Rafael escuchó el murmullo de las aguas y decidió que era el momento. Nació en la cama de la abuela materna, pero morado y sin respirar. Como la gente de los pueblos siempre tiene recursos, lo cogieron de los pies y le dieron golpes a lo largo de la columna vertebral. No sucedió nada. Le pincharon con una aguja desde la planta de los pies al cuello… y nada.  Dos personas se subieron a una cama y cogido de las extremidades lo dejaban caer de súbito varias veces sobre el colchón… y tampoco funcionó. Lo sumergieron alternativamente en baños de agua caliente y de agua fría y tampoco pareció dar resultado, entonces, dándolo por muerto se dedicaron a cuidar a su extenuada madre.

Alguien lo envolvió en una toalla y lo puso sobre la mesa del comedor, donde permanecían los hombres. A uno de ellos que estaba fumando se le ocurrió abrirle la boca y lanzar dentro una bocanada de humo, y ¡sucedió el milagro! Según cuentan los que vieron el prodigio, el pequeño Rafael empezó a mover las piernas como si fuese un ciclista y movió los brazos como un boxeador, tosió y escupió una bola de coágulo. Así fue su entrada al mundo. Según él dice: "murió como persona y nació como personaje de novela". Y vaya personaje.

Sus libros se encuentran en todas las tiendas Amazon, “La interpretadora de sueños”, “Berlín Melodrama” y “El nazi elegante” son tres novelas que pueden leerse de manera independiente, pero tienen en común a Georginas, la inolvidable protagonista de la primera novela.

También tiene otros títulos: El caracol de Byron, “El niño que se creía Paul Newman”, “Valdemar Canaris, el navegante solitario”, “El cráneo de Balboa”… entre otros, que pueden encontrar AQUÍ.

Y bueno, amigos, esto es todo por hoy, ¡hasta la próxima!

Blanca Miosi


Comentarios

  1. No he tenido la oportunidad de leer a Rafael, pero siempre he oído hablar muy bien de su narrativa. El párrafo que nos citas es soberbio.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Así es, Josep, si algún día tienes oportunidad no dejes de leerlo. Muchas gracias por tu visita, querido Capi.

      Eliminar
  2. Muchísimas gracias, Blanca. La verdad... he leído todo esto en voz alta, como si yo fuese otro... y es espectacular. Me has hecho sentir delicadamente como un fantasma.

    Un beso, mi admirada reina...

    Rafael

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias a ti, Rafael, por tus preciosas novelas y por hacernos ver que todavía existen escritores de raza.

      Eliminar
  3. Leer a Rafael R. Costa es querer repetir, es un maestro. Y en persona transmite también un halo especial.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No tengo el gusto de conocerlo en persona, Mayte, pero debe transmitir lo que dices, por lo que he tratado con él así me parece.

      Eliminar
  4. Te tenido el placer de leer a Rafael y me he quedado hojiplatica al conocer el debut de su vida. Gracias!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares