jueves, 24 de febrero de 2011

Agustín toro Solís de Ovando (Venator), Adiós, amigo

Venator
Cuando entré a Internet me zambullí en un mundo desconocido que al principio me abrumaba.  No hace mucho de ello, apenas empezaban algunas páginas; en algunos casos páginas tan interesantes como Yo Escribo, Bibliotecas Virtuales, El Recreo, hoy ya casi extintas por diversos motivos.  Tuve tropiezos, encontré que la gente que se conoce en el mundo virtual puede hacer daño, pero también hallé amistades que difícilmente hubiera podido encontrar en el mundo real.  Una de ellas, un amigo muy querido, que al principio cuestionaba el hecho de tener amigas por Internet porque "por experiencia", decía, un hombre y una mujer no podían ser amigos, ha fallecido el 17 de Febrero de este año.  Nuestra amistad se remonta a casi cinco años, y durante ese tiempo pudo comprobar que la amistad sí puede existir indiferentemente del sexo al que se pertenezca y que los lazos son tanto o más fuertes que los que unen a amistades homogéneas.  Nos unía el amor a la lectura y a la escritura. Terminó su primera novela en el 2010 y no la llegó a publicar; estaba a la espera de la respuesta de las editoriales.
Hoy deseo rendir homenaje a un gran amigo, al que no conocí y ahora sé que no conoceré en persona.


Aquí un cuento suyo que publiqué en este blog: Compulsión

El resplandor del sol de mediodía inundaba el dormitorio cuando Lorenzo despertó sobresaltado y sudoroso, con el presentimiento de que ese día le pasaría algo inesperado. Se puso la bata y fue a la cocina, necesitaba tomar un café para despabilarse. Por suerte, ya había terminado con los rituales que lo exasperaban y que mortificaban tanto a los demás; de un tiempo a esa parte, sus acciones repetitivas habían quedado de lado.   http://blancamiosiysumundo.blogspot.com/2008/04/compulsin-por-austn-toro-sols-de-ovando.html 

Su punto de vista era muy personal y profundo. Para las personas que deseen saber cuál era la percepción que él tenía de mis libros, dejo dos enlaces:

Leí la Búsqueda y no pude soltarla hasta terminar de leer la última página. No es sólo una crónica más de las desventuras de guerra, sino que refleja las vivencias y pensamientos de un ser humano, que de pronto se ve enfrentado a mundos que jamás pensó podían ocurrir.  Más

Lo primero que se me viene a la mente luego de haber disfrutado la lectura de El Legado es la facilidad de la autora para narrar y mantener el interés del lector a través de 411 páginas. Escrita en un lenguaje directo, sin rebuscamientos —aunque no trepida en usar figuras literarias para graficar situaciones, el entorno o a sus personajes—, la novela va dando forma a la fascinante saga del ilusionista circense Hermann Steinschneider...  Más

Adios, Venator, los escritos que dejaste quedarán para la posteridad. 

sábado, 19 de febrero de 2011

¿Novela histórica o Ficción?

Se han generado muchos debates acerca de que una novela no debe catalogarse de histórica por el hecho de mezclar la realidad con la ficción. Aquí un pensamiento de un hombre que dedicó veintisiete años de su vida a estudiar, filosofar y escribir acerca de esto:

La historia, como el drama y la novela, es hija de la mitología. Es una forma particular de comprensión y de expresión, donde —igual que en los cuentos de hadas de los niños y en los sueños propios de los adultos sofisticados— no está trazada la línea de demarcación entre lo real y lo imaginario. Se ha dicho, por ejemplo, de La iliada, que el que emprende su lectura como relato histórico halla en seguida la ficción, y aquél que, por el contrario, la lee como una leyenda, halla la historia.

Desde este punto de vista, todos los libros de historia se parecen a La ilíada, ya que ninguno de ellos puede eliminar enteramente la ficción. 

Arnold J. Toynbee
A Study of History

Arnold Joseph Toynbee; Londres, 1889 - York, 1975. Filósofo e historiador británico, considerado como uno de los más importantes filósofos de la historia, fama lograda gracias a sus 12 volúmenes de A study of History (Estudio de la Historia, 1934-1961).

domingo, 13 de febrero de 2011

Lola Mariné: Una Gata sobre el tejado


          Conocer a una mujer como Lola Mariné es todo un privilegio.  Esta vez  no solo miraré su agradable rostro de ojos enigmáticos que muestra en la pantalla.  No.  Hoy estamos en su casa, en un acogedor rincón con un precioso ventanal que invita a conocer el centro de Barcelona a fondo y rodeadas por plantas naturales. Y mientras los gatos nos miran con sus aires de indiferencia (Lluna y Jimmy), yo trato de averiguar el color exacto de los ojos de mi anfitriona. No son verdes. Me parecen azules con un tono de gris,  aunque no podría jurarlo. Miles de preguntas inundan mi mente, venía preparada con una hoja escrita, pero se quedó en alguna parte y no la encuentro.  Tendré que improvisar.

—Dime, Lola, qué siente una actriz cuando escribe, ¿actúas cada personaje?

—Bueno, en estos momentos me siento más escritora que actriz, pero mi experiencia como actriz me sirve ahora para meterme en la piel de cada personaje, y claro que los actúo: repito los diálogos en voz alta, gesticulo, río, lloro. La verdad es que observarme mientras escribo es todo un espectáculo, ¡jajaja!

—¿Cómo fue tu formación actoral?, fuiste a alguna academia, seguiste algún método… Cuéntame como fueron esos inicios.

lola71.jpg—Empecé en un grupo de teatro amateur en Barcelona en el que también participaba mi madre. Mi hermano, que también era actor y bailarín, me invitó a visitarlo en Madrid mientras él estaba trabajando en un teatro y aquel ambiente me deslumbró. Conocí a actores famosos que hasta entonces solo había visto en la televisión, y todo el mundo me preguntaba si yo también era actriz. Cuando volví a casa lo primero que le dije a mi madre fue que me iba a Madrid para ser actriz; a la semana siguiente estaba allí con el dinero que había conseguido vendiendo mi moto. Hice varios cursos de teatro, me empapé del método Stanislavsky y empecé a conseguir pequeños papeles.

—¿Hubo algún papel que dejó marca en tu vida?

—Los papeles que más me impactaron fueron los que vi interpretar a otras actrices, los que leí, los que soñaba encarnar: Ana Karenina, Yerma, La gata sobre el tejado de cinc, Un tranvía llamado deseo… los personajes femeninos de Chejov, de Tenesse Williams. Pero yo era joven y sin experiencia y el mundo de la farándula no es más fácil que el de las letras. Será que me gustan los retos.

—¿Qué piensas del amor? ¿Crees en los amores a primera vista?

—Creo en el amor a primera vista igual que creo en la amistad a primera vista. Es un feeling, una conexión que se establece entre dos personas más allá de la razón, y la intuición no suele fallar. Que dure toda la vida o un tiempo determinado es una consecuencia de la evolución personal y las circunstancias, que no siempre nos llevan por el mismo camino. En las distintas etapas de nuestra vida podemos necesitar cosas diferentes.

—¿Consideras indispensable vivir en pareja?

—No todo el mundo está hecho para vivir en pareja. Hay personas, como la Elena, de Nunca fuimos a Katmandú, que tienen claro que están mejor solas. La vida en pareja es el ideal que nos han vendido siempre, pero no es indispensable, a veces, ni siquiera es lo más conveniente. Cada cual debe encontrar su propia manera de vivir, no hay opciones mejores ni peores.

—Y ahora, pasando al terreno literario, ¿cómo fue esa transición hacia la escritura?

—He escrito durante toda mi vida. Creo que lo primero que escribí siendo muy niña fue una poesía que le dediqué a mi madre. A los catorce años tuve la osadía de escribir una novela, a los dieciséis envié otra a un concurso y me la devolvieron con una amable carta de agradecimiento, ¡jajaja!. Siempre he escrito: relatos, poesía, teatro. Soñaba con retirarme algún día a una casita en la playa y dedicarme a escribir, pero estaba demasiado ocupada con otras cosas. Hasta que tras mi regreso a Barcelona, en una reunión con antiguas compañeras del colegio, varias de ellas me recordaron que yo era “la escritora” del cole. Entonces fue cuando me planteé empezar a escribir seriamente. De eso hace ahora cuatro años.

—He leído tus cuentos, realmente excelentes, todos tienen un toque humano, sensible, además de estar muy bien escritos, ¿tuviste que tomar algún curso o taller de literatura antes de escribir tu novela Nunca fuimos a Katmandú? ¿De dónde te viene esa vena de escritora? ¿De tu vida? ¿De tu experiencia?  Lo que he leído de la novela me ha parecido sencillamente genial.

        Lola me  mira y sonríe, se acomoda en el sofá y Lluna al lado de ella hace exactamente lo mismo. Me preparo para escuchar una explicación, que intuyo, es muy interesante.

—Si te digo la verdad, los cursos los hice después de haber escrito y entregado a la Agencia de Sandra Bruna Nunca fuimos a Katmandú, y me sirvieron para corroborar lo que ya había hecho de una forma intuitiva. No quisiera que esto sonara pretencioso, pero creo que como en cualquier expresión artística, el artista nace, no se hace; después se puede formar, ayudarse con la técnica y aprender de la experiencia de otros, pero si no tiene dentro esa semilla de creatividad, esa cualidad especial, nadie podrá dársela; aprenderá la teoría, incluso a escribir correctamente, pero nada más.
¿De donde me viene la vena de escritora? Supongo que de la necesidad de expresarme, de sacar lo que llevo dentro, y de haber disfrutado durante toda mi vida de la compañía de los libros y la palabra escrita.

—¿Piensas que para escribir se necesita haber «vivido»? sin embargo, hay escritores sumamente jóvenes, tal es el caso de Rafael Martín Masot, por ejemplo, miembro del portal El Recreo, sitio donde nos conocimos…

—Siempre me ha sorprendido y admirado que personas tan jóvenes como Rafa sean capaces de escribir tan bien. Creo que en este oficio la experiencia es un grado, y también la serenidad que proporciona la edad. Yo no me veo hace treinta años pasándome horas encerrada  ejerciendo  una labor tan solitaria y concentrada como la de desarrollar una historia; tampoco habría sabido qué contar ni cómo; tenía que vivir, gozar, sufrir y amar para poder contarlo. Claro que mis novelas son muy de sentimientos. Quizá otros géneros requieran más de la imaginación e inventiva que caracteriza a los jóvenes.

—¿En qué te inspiraste para escribir Nunca fuimos a Katmandú?

—En las mujeres que veía a mi alrededor, en recuerdos de la Barcelona de mi adolescencia, en esos sueños que se nos quedaron por el camino, en la idea de que las historias de mujeres que han superado la cincuentena (cincuentañeras, las llamo yo) pueden ser tan interesantes como las de las veinteañeras o treintañeras que están tan en boga. En el deseo de ensalzar la figura de una mujer que sigue siendo joven, atractiva, que tiene ilusión y ganas de vivir y además  la ventaja de la experiencia, que sabe lo que quiere y se siente segura de sí misma.

—¿Disfrutas en las presentaciones?

—Ahí sí que me sale mi vena de actriz, jajaja. Me siento en mi salsa. Disfruto hablando de mi novela, transmitiendo esa filosofía de vida que se refleja en ella. Me encanta esa conexión, esa complicidad que se establece con el público y que acaba muchas veces en un coloquio desenfadado y divertido, como si estuviéramos en una reunión informal  charlando de nuestras cosas.

—Ya sabemos la crisis por la que atraviesa el mundo editorial, y sin embargo, tu agente Sandra Bruna, apostó por ti, Viceversa aceptó la novela y ahora está en todos lados, ¿Por qué, supones tú escogieron el tema de tu novela?
—El women fiction, el chick lit, y en general,  la literatura escrita por mujeres y que cuenta historias de mujeres está de moda, siempre hay hueco para una novela de esas características y un público interesado en leerla. No quisiera crear polémica, pero parece ser que las mujeres leemos más que los hombres y nos gusta vernos reflejadas en las historias que nos cuentan. Y los profesionales del mundo editorial eso lo saben muy bien y detectan enseguida qué novelas  pueden interesar a los lectores.
Debo decir, no obstante,  que muchos hombres han leído Nunca fuimos a Katmandú y también les ha gustado mucho.

—¿Qué ha sido lo mejor que te ha sucedido desde que empezaste a publicar?

— Todo lo que me ha pasado desde que Nunca fuimos a Katmandú llegó a la Agencia de Sandra Bruna ha sido maravilloso. Primero, que aceptaran representarme, después, que la novela le interesase a Viceversa, ver el libro en las librerías es el summun para un escritor, la aceptación que ha tenido y sigue teniendo entre los lectores, el continuo feed-back que recibo a través de emails y comentarios, poder dedicarme solo a escribir y “llevar vida” de escritora es un sueño hecho realidad. No puedo destacar un hecho en particular, esta novela ha cambiado mi vida y no ha dejado de darme satisfacciones. Y siguen sucediendo cosas, no pasa un solo día que no tenga un nuevo motivo para sentirme feliz.

—Por una de las entradas en tu blog, me he enterado de que ya tienes otra novela en ciernes, ¿podrías adelantar un poquito de qué se trata?

—Bueno, todavía estoy muy centrada en Nunca fuimos a Katmandú y no me gusta adelantar acontecimientos, pero te voy a dar una primicia, jeje, es la primera vez que hablo de ello: mi nueva novela se titula Habana Jazz Club, y cuenta la historia de una cantante de jazz cubana y sus vicisitudes desde que viene al mundo en La Habana, recién estrenada la revolución, las circunstancias la llevan hasta  Madrid y recala por fin en Barcelona.

—Existen miles de blogs de escritores, muchos de ellos con verdaderas ansias de escribir.  Algunos lo hacen realmente bien, pero no han tenido la oportunidad de ser aceptados por agentes o editoriales.  ¿Tienes alguna idea del porqué sucede eso? ¿Te atreverías a dar un consejo sincero a los que tienen las expectativas de publicar algún día?

—Creo que la era tecnológica que estamos viviendo ha propiciado que mucha gente se anime a escribir y hay infinidad de escritores con talento, pero ni Agencias ni Editoriales pueden absorber todo el material que se les ofrece, y menos en un momento de crisis como este. A veces da la impresión de que hay tantos escritores como lectores. Los profesionales del medio tienen que afinar mucho aún a costa de verse obligados a rechazar obras que en otras circunstancias hubieran tenido mejor suerte.
Por eso, yo les diría a quienes sueñan con publicar algún día, que no se desanimen, que a lo mejor no es el momento para ellos pero que si creen en su obra algún día lo conseguirán. Que sigan escribiendo y aprendiendo, que sigan luchando. Al fin y al cabo, escribimos porque no podemos vivir sin hacerlo, y eso nadie nos lo podrá quitar jamás.

—Dime, Lola, cómo es el día de una escritora como tú. ¿Eres metódica? ¿Sigues algún horario? —Lola lanza una mirada traviesa y cambia de posición, me fijo en sus leggins y la camiseta escotada.  Definitivamente es una mujer con sex appeal. Se me ocurre preguntarle algo al respecto— ¿Te consideras una mujer atractiva? ¿Tu novela se basa en alguna experiencia o sentimiento personal?

—Bueno, Blanca, vamos por partes que me has colado un montón de preguntas en una, jajaja. Mi día a día yo lo definiría como relajado, nunca en mi vida había gozado de una sensación de tranquilidad como la que disfruto ahora. Nada ni nadie me atosiga, voy a mi ritmo pero trato de organizarme y escribir todos los días, generalmente por las mañanas; tampoco pasa un solo día sin que lea al menos unas páginas de un libro. El resto del tiempo lo dedico a vivir, a aprender, a absorber la vida a mí alrededor y anotar ideas.

¿Si me considero atractiva? Bueno, cuando se llega a cierta edad la belleza empieza a estar más por dentro que por fuera, jajaja. Lo que sí puedo decirte es que me gusto mucho más a mi misma que cuando no era más que una niña bonita sin mucho que ofrecer. Pero siempre he sido coqueta y me gusta cuidarme y dar una imagen lo más grata posible. Otra ventaja de la edad es que aprendes a sacarte partido, a resaltar tus cualidades y minimizar tus defectos.

Blog oficial de "Nunca fuimos a Katmandú"En cuanto a la novela, más que vivencias personales hay sentimientos de los que he tirado para ver hasta donde llevaban a los personajes, alguna anécdota como semilla de una situación determinada, filosofías personales puestas en boca de uno u otro personaje. Pero a saber qué es verdad y qué es mentira. Creo que todos los escritores ponemos cosas nuestras en lo que escribimos, aunque solo sea nuestra personal percepción del mundo.

—Ay, Lola, tus respuestas son toda una lección de vida… Estoy segura de que tus fans bloggeros disfrutarán con tus secretos. Te dejo vía libre para que les dediques unas palabras, las que tú quieras.

—Lo único que puedo decirles es que nada de lo que estoy viviendo ahora hubiera sido posible sin ellos, sin su apoyo, sin su estímulo, sin ese cariño que traspasa los bits de esta pequeña pantalla. Un GRACIAS muy grande a tod@s y espero seguir contando con ell@s por mucho tiempo.

—Muchísimas gracias, Lola, por recibirme en tu casa, ha sido una conversación inteligente, muy interesante y el lugar, encantador.


Yo también he disfrutado mucho con tus preguntas, Blanca. Sabes hurgar en el alma de los demás para que se abra para ti. Muchas gracias.

Para saber más de Lola Mariné y su obra:

Agencia Literaria Sandra Bruna: http://www.sandrabruna.com/

martes, 8 de febrero de 2011

LA BÚSQUEDA, La resistencia a los totalitarismos, por Lidia Salas

Lidia Salas es Magister en Literatura de la Universidad del Atlántico, Colombia. Profesora de lengua inglesa, con una vasta obra poética publicada e importantes reconocimientos. Tuvo la gentileza de dejar una reseña de LA BÚSQUEDA, en el portal del Círculo de Escritores de Venezuela:


He finalizado la lectura de la novela La Búsqueda, (Roca Editorial. Barcelona. 2008) con un sentimiento de desolación. La autora es Blanca Miosi, escritora peruana residente en Caracas y Miembro Activo del Círculo de Escritores de Venezuela. He sufrido con Waldek Grodek, su inolvidable protagonista el menosprecio y la crueldad, como víctima de dos de los más terribles engendros del mal, el Nazismo y el Comunismo, movimientos políticos inspirados por ideologías que buscaban la permanencia del poder totalitario y la devastación y sometimiento del ser humano. Marcado por un sino trágico, Waldek expresa su pasión por la vida mediante la capacidad que tiene para adaptarse a las situaciones trágicas y una vez superadas,  alcanzar logros desarrollando brillantes proyectos.

El hilo narrativo de esta obra de ficción se extiende entre dos hechos que simbolizan la violencia desmedida del Siglo XX, la invasión de Varsovia por Adolf Hitler el 1º de  septiembre de 1939 y la explosión de las torres gemelas de Nueva York el 11 de septiembre  de 2001. Ambos hechos nos enfrentan a una de las mayores desgarraduras del alma universal, al encarar la amenaza del terrorismo y del fanatismo, cuando son usados como instrumento de destrucción y de muerte. Septiembre parece ser en estas páginas, el mes  más cruel, en amplia contradicción con el poema que nombra a Abril.
Como transeúnte de esta centuria he recordado en esta lectura de ficción, pero apegada al acontecer histórico, el drama del hombre contemporáneo. La causa de este drama se debe sin duda a los males acarreados a los habitantes de este planeta por los  gobiernos totalitarios. La peor de todas las consecuencias es la pérdida de las cualidades  indispensables para detentar la condición de ser humano: la dignidad y la compasión junto a las restricciones a la libertad y a los derechos fundamentales del hombre.

Waldek adolescente es apresado por su trabajo en la resistencia contra los invasores alemanes, y llevado a un campo de concentración. En las citas siguientes se testimonia lo expuesto anteriormente. “Empezamos a comportarnos como animales desesperados   por    sobrevivir,   insensibles al dolor ajeno…” (pag.69) “Había perdido casi completamente la capacidad de tener sentimientos, esa fue la peor consecuencia de mi cautiverio. (pag.94-95).
En las situaciones límites, el hombre siempre encuentra la esperanza que le impide caer en la inconsciencia. Si bien, el narrador mantiene el relato de las vicisitudes que soportan quienes son llevados por su credo, su nacionalidad o su posición política a los campos de exterminio de una manera fiel  al horror padecido,  muestra también las experiencias, que por instantes, devolvían a aquellos seres despojados  de toda esperanza, la fe en sí mismos.

Entre los personajes que ayudaron a mantener encendida alguna luz entre tanta oscuridad está el Tío Romatowski,  un  sastre polaco que confeccionaba los uniformes de los oficiales. El animaba a los jóvenes a recibir clases al final de la jornada y repartía entre los asistentes mendrugos de pan y otros alimentos a los que tenía acceso por su trabajo. El protagonista expresa su opinión de la siguiente manera: ”El Tío Romatowski me ayudó moralmente a conservar algo de humanidad.” (pag. Uno de los rasgos que me fascinaron de quien relata la historia, es su hondo conocimiento de la condición humana.  El lector encara la historia del mal, pero no hay una línea que separe  “los buenos” de  “los malos”. Existen pequeñeces, incomprensiones egoísmo y maldad en personas del entorno cercano al protagonista, amigos y familiares. Se señala también gestos de bondad y de grandeza entre los opresores, entre los causantes del dolor y de la tragedia. Es en este caleidoscopio de pasiones donde la novela toma una gran dimensión. El universo que nos muestra la escritora, es el del mundo real. El siglo donde el hombre caminaba al borde del abismo, en el claro oscuro de la vileza y de la generosidad.

Para quien desde temprana edad había sufrido los destrozos de la posguerra, la experiencia de los campos de concentración y una fuga del recién levantado muro de Berlín, el cual abría una incisión en Europa y en el mundo,  no podía tener otro deseo diferente al de viajar para residenciarse en un país de América del Sur. La visión que tenía este personaje de este continente era la de un “Nuevo Mundo” conformado como paraíso terrenal, con apacibles paisajes y sobre todo con la oportunidad de vivir en paz.

Aunque es en estas tierras donde desarrolla su potencial profesional obteniendo el éxito económico, sin embargo las traiciones, las injusticias, la depresión y la muerte lo llevaron nuevamente a vivir situaciones dolorosas.  Primero en Perú  durante el gobierno del General Velazco Alvarado, quien repitió la formula de la izquierda radical, expropiando y limitando las libertades individuales y arrastrando al país a la miseria y al atraso. Huyendo de esta realidad Waldek Grodek se traslada a Venezuela, donde es testigo de la conmoción social del 27 de Febrero de 1993. Se inicia con Hugo Chávez una supuesta revolución socialista bajo las banderas del populismo y del resentimiento La resistencia del pueblo desembocó en los fatídicos hechos de Abril del 2002 cuando una gigantesca marcha fue sorprendida por francotiradores que sembraron el pánico y la desesperación dejando las calles bañadas en sangre.

Cómo una serpiente que se come su propia cola, el protagonista cierra su ciclo vital, no sin antes darnos una muestra de la indiferencia del hombre posmoderno y de la ineficacia de las Instituciones Internacionales. En memorable monólogo se duele de la fuerza que lo ha impulsado a huir. Seguidamente reflexiona sobre la vocación de su vida y rectifica. El jamás ha huido, desde los 14 años ha resistido al mal, se ha  enfrentado con valentía y coraje a las fuerzas que han desencadenado la destrucción de la felicidad.  Se hace una pregunta para la cual no hay respuesta: “¿Qué clase de gen de maldad comparten Hitler, Stalin, Bin Laden y otros muchos que han provocado y siguen provocando la desdicha de tantos millones de personas? Y lo más extraño de todo ¿por qué tanta gente los sigue?” (pag.316).

El retrato que hace la autora de los diversos personajes, la descripción de los espacios y el excelente uso de la narración y de los diálogos, enriquecen la estructura de la novela y le proporciona verosimilitud e interés a la historia. Atributos que mantienen viva la atención del lector. Literalmente devoré sus páginas sin poder abandonar aquel relato que me tocaban muy hondo.  Esta novela inspirada en la biografía de un hombre perseguido por los signos de uno  de  los tiempos  más feroces,  nos muestra el triunfo de la vida, del  valor de los sueños y del trabajo en oposición al odio, al poder desmedido causante del mal y de la muerte.

Agradezco a Carmen Cristina Wolf, presidente del Círculo de Escritores de Venezuela,  el haber puesto en mis manos tan excelente obra y reconozco en la pluma de Blanca Miosi, el oficio y la integridad de un narrador con gran potencial. Sería interesante conocer al personaje que inspiró estas páginas.
Lidia Salas
Poeta y crítico.

viernes, 4 de febrero de 2011

SANTO REMEDIO



La sierra peruana tiene riscos, hielos eternos en sus cumbres nevadas, el clima seco, el cielo azul y un frío que penetra en los huesos aunque se usen anoraks. Para ese clima es preferible ropa de lana de alpaca y los famosos ponchos, cubrirse la cabeza con los chullos y usar guantes tejidos, igualmente, de lana. Los indios —llamados así por culpa de Cristóbal Colón—, parecen inmunes al frío o al cansancio. Corren, juegan al fútbol y respiran sin esfuerzo, pero yo, a una altura de casi cuatro mil metros, tenía un dolor de cabeza, que ya no podía soportar. Y todo porque deseaba internarme en las serranías, conocer de cerca la vida de aquellas gentes que al llegar a la capital parecían parte de una decoración anacrónica y perturbadora, porque eran tratados como un estorbo, porque los limeños a pesar de no distar mucho de ser fisonómicamente iguales a ellos nos creemos superiores, y porque es el legado que nos dejó el virreinato español. «Somos criollos», decimos con orgullo, como si serlo mereciera una medalla.


Agotado, fui a la camioneta de doble tracción que había alquilado y me senté ante el volante. Una indiecita, lo digo en diminutivo porque era bajita, se me acercó con una taza de peltre.
—Tome, patroncito.
Con cierto asco miré el líquido de color marrón verdoso que me ofrecía. La taza con visos de haber sido utilizada varias veces, tenía los bordes manchados.
—¿Qué es?
—Coca. Agua de coca. Es buena pal soroche.
Sus ojos negros almendrados se me antojaron los más bonitos que había visto. Solo por eso recibí el brebaje. Lo tomé de un solo sorbo hasta el final para no tener que arrepentirme. El líquido tibio pasó por mi garganta y le devolví la maltrecha taza.
—Gracias.
Una sonrisa de dientes blancos transformó su rostro y me fijé que su piel de color canela hacía juego con su cutis suave, sin imperfecciones.
—¿Quieres subir? —me atreví a preguntar.
—¿Adónde, patroncito?
—Pues a la camioneta.
La muchacha dejó de observar el cerro cercano y me miró con cierta picardía. Abrí la puerta y ella subió. Empecé a sentirme mejor, creo que por efectos del agua de coca. Dentro hacía un clima agradable. El parabrisas empezaba a empañarse.
—¿Cómo te llamas?
—Antonia Quispe, para servirle.
—Yo soy Alex. 
Tendí la mano y ella la apretó gustosa. Sentí su piel caliente como un alivio a mis huesos y la retuve más tiempo del acostumbrado. Antonia pareció darse cuenta y puso su otra mano sobre la mía. Sorprendido, miré su rostro y capté sus deseos. Caía el sol ocultándose tras uno de los tantos cerros que nos rodeaban y la gente empezaba a retirarse. Las llamas y alpacas en un rebaño desordenado, desaparecieron tras un recodo siguiendo a sus dueños y quedamos solos y en silencio.
—¿Son tus parientes?
—Sí. Mi taita y mis hermanos Juanito y Nepomuceno.
—Ah. 
No hallaba qué más decir. Un calor en mi bajo vientre empezaba a nublar mis pensamientos y solo podía concentrarme en sus labios, sus ojos negros y sus ademanes. Se quitó la gruesa chompa de lana que cubría una también gruesa camiseta y dejó al descubierto dos pechos esplendorosos. Lo demás se lo pueden imaginar, no necesito contarlo. Desde ese día cada vez que alguien me ofrece agua de coca la recibo sin aspavientos. La última vez fue un chico un poco fornido, pero no me importó. 



B. Miosi