En respuesta a Jordi Díez @iamxa
Voy a
referirme a una entrada sustanciosa y de calidad, como siempre, a la que doy la
razón, especialmente en su último párrafo que copiaré al final.
Se trata
de El Blog personal de Jordi Díez, quien tuvo la amabilidad de
escribir acerca de la polémica desatada en mi entrada anterior, en la que
hablaba acerca del boom que está teniendo actualmente la autoedición.
Por supuesto, hay ciertas diferencias. El boom
de los 60 fue algo equivalente a lo que se dio en Europa, donde también hubo
varias épocas en las que amigos escritores se apoyaban unos a otros (algunos de ellos trascendieron) la diferencia consistía en que Latinoamérica solo se había distinguido
por tener buenos autores unitarios, bastante locales, uno que otro llegó a ser
conocido porque su influencia iba más allá de la literatura, caso Arturo Uslar
Pietri y Las Lanzas Coloradas (Venezuela), por poner un ejemplo, pero hoy
estamos o mejor dicho estoy hablando
de un boom generalizado que, gracias a Mr. Bezos que no creo que lo haya hecho
en nombre de la cultura ni de los escritores desahuciados, sino de su enorme
sentido olfativo para los negocios se le ocurrió un buen día editar a los que
tuvieran alma de escritor pero suerte de
fantasma. Es decir, a los que nadie
veía, leía, escuchaba, ni sentía.
Hoy todos
ellos y yo (aquí hago una pequeña diferencia porque también provengo de
editorial al igual que Jordi Díez) tenemos esa oportunidad en masa.
Digo esto
porque ahora se puede editar en digital, en papel y audiovisual con una
facilidad asombrosa.
Y el
público lector, quien también elevó a la cumbre a los actuales monstruos de la
literatura, hará lo propio, pero todo toma su tiempo.
Ya no
tenemos a una Carmen Balcells que se ocupaba directamente de escoger el grano
de la paja, ahora es el mundo globalizado lector quien lo decidirá. Antes una
agente decidía según sus propios criterios literarios quién era excelente o
mediocre y a los lectores llegaba un producto escogido según la objetividad,
gusto o tendencia que las editoriales o los agentes podían crear.
Ahora no
es así.
Hoy en día
los agentes y editores no crean tendencias o buscan calidad. Ellos buscan
libros que se parezcan a tal o cual que fue exitoso, por eso tenemos estanterías
llenas de libros acerca de vampiros, zombies, sagas familiares, ficción histórica,
templarios, prioratos… y los escritores trabajan los mismos personajes pensando
que tendrán igual o más éxito porque “es lo que se está vendiendo”.
También
es posible que escriban de lo que más les gusta y que esto sean los vampiros, zombies y
templarios. Yo misma escribí una novela siguiendo la tendencia de la literatura
actual. El manuscrito. Pero me alejé
de tópicos, pues no son mi especialidad, sin embargo reconozco que lo hice por
ver el resultado, y pude comprobar que sí es efectivo hacerlo.
Pero
últimamente he entrado a algunos foros literarios y blogs gracias a Twitter y
veo que los lectores están empezando a hacer el trabajo que antes hacía Carmen
Balcells.
Y de
hecho lo podemos ver en los comentarios de Amazon. No todos los comentarios negativos carecen de
razón. A mí me ha puesto a pensar más de uno (me refiero a los que han hecho a
mis novelas), tal vez sea el motivo por el que la novela que estoy escribiendo
actualmente esté tardando más que las otras. Y no es que las otras las haya
escrito a lo loco, fueron producto de un trabajo de muchos años, sin fijarme ni
conocer el mundo literario, sin saber qué tendencia existía, sin sospechar cómo
“era la movida”, con la vista fija en mis escritos y sin acceso a Internet.
Pero como
dice Jordi Díez en el último párrafo de la entrada en su blog:
Sé que este artículo no gustará a muchos de nosotros, más ilusionados que conscientes, pero de verdad es lo que pienso. Nada más lejos de mi intención que menospreciar o ningunear la importancia de una revolución brutal que hemos tenido la inmensa fortuna de iniciar, y que es el cambio en la edición, publicación y venta de la literatura, al contrario, gracias a la democratización que ha supuesto la tecnología actual, redes sociales, plataformas de venta, etc., cientos de manuscritos que jamás hubieran tenido una oportunidad (mi propia novela El péndulo de Dios sin ir más lejos), han conseguido llegar a los lectores, con más o menos fortuna, y de esa avalancha de obras habrá una docena que probablemente trascienda a estos inicios, pero de ahí a compararnos con una generación que transformó la manera de escribir, e incluso me atrevería a decir que la de leer, creo con toda sinceridad que es una exageración.
En estas pocas palabras dijo todo lo que he intentado explicar
en mi anterior entrada. Las negritas las resalté yo.
Nada más lejos que compararme con un Gabriel García Márquez, él
tiene su estilo y yo el mío, pues pertenecemos a generaciones diferentes y no vemos
el mundo de la misma manera, no tanto por pertenecer a otras épocas, más que
nada porque somos personas, y cada una es singular, única, con ideas propias y
experiencias incomparables.
¡Hasta la próxima amigos!
Creo que estamos viviendo una revolución tecnológica que va más allá de los libros. No por gusto a Obama se le llama el presidente 2.0.
ResponderEliminarPoco a poco esta revolución informática llega y cambia toda posible área de consumo, desde la música hasta la televisión.
Y esta revolución tecnológica-informática está poniendo en crisis a industrias añejas como la editorial y a otras del siglo pasado como la TV.
Una revolución, esa es la palabra y Jordi la utiliza muy bien, Marlene. Creo que tengo el privilegio de vivir una época de muchos cambios. Esta época será recordada, no hay duda, porque estamos marcando caminos.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarDesde mi humilde punto de vista, querida Blanca, creo que ambos tenéis vuestra parte de razón. Por un lado, es indiscutible que los autores actuales formamos parte de una revolución literaria en cuanto a la edición digital se refiere. Somos pioneros en un movimiento que trascenderá con mayor o menor fuerza en los anales de la historia. Como dice Jordi Díez, "de ahí a compararnos con una generación que transformó la manera de escribir, e incluso me atrevería a decir que la de leer, creo con toda sinceridad que es una exageración". "O no", añado yo. ¿Fueron conscientes los componentes de dicha generación de la importancia e influencia que tendrían en el futuro? Supongo que no. Tendemos a menospreciar nuestras posibilidades porque revestimos de un halo de solemnidad a las figuras literarias del pasado. Apuesto a que, entre quienes publicamos en digital, se encuentra ese García Márquez que será admirado por las generaciones venideras.
ResponderEliminarUn abrazo.
Francisco, la inseguridad que nosotros tenemos con nuestra obra, estoy segura también la tuvieron los otros. Quién sabe cómo seremos recordados dentro de 60 años, y si alguno de nosotros sobrevivirá al tamiz. Lo cierto es que estamos viviendo una época revolucionaria en cuanto a publicación se refiere. Hay muy buenos autores desconocidos que probablemente serán encontrados por los lectores en las redes digitales, porque ya vemos cómo se mueve el mundo editorial.
EliminarUn abrazo
Llevo un ratón largo leyendo la anterior entrada y ahora esta, entonces, hablando como los locos, traigo todo para acá porque es más fácil. No veo que de malo tiene que los libros se vendan como pepinos o naranjas, en definitiva es un producto que se mueve en el mundo del consumo por la eterna y siempre cierta ley de la oferta y la demanda.
ResponderEliminarYa hace algún tiempo escribí una breve narración donde el personaje principal vendía lechugas y cuentos y no tenía ningún problema en venderlos juntos y revueltos porque en definitiva tienen el mismo fin: satisfacer al consumidor. (Aprovecho la pausa para ir a comerciales si mi panita Blanca me lo permite y recomendarles este libro de cuentos míos que saldrá próximamente en Amazon)
Volviendo al tema: Persiguiendo este fin, el mercadeo puede ser tan creativo como nos indique nuestra imaginación, porque como muy bien dice Blanca, escribimos para que alguien nos lea. Por desgracia las gavetas no saben leer y lo que se deje allí encerrado se perderá. En este sentido no para nada me apena decir que estoy “desesperada” por vender mi libro. No por la ganancia material que de allí se desprenda (si es que algo se desprende) sino porque escribimos para ser leídos, para hacer llegar nuestro mensaje a los lectores, nuestra visión del mundo.
No entiendo lo de la triste tristeza del Sr Manuel, pero bueno, esa discusión ya quedó atrás aunque yo siga sin entender. Tal vez le parece patético que los libros se vendan como pepinos, naranjas o lechugas… Sin embargo, yo veo muy natural que se vendan como se venden…
Y, bueno, el asunto de que si sí o si no lo de la generación, dependería del criterio asumido, como muy bien se ha planteado en muchos de los comentarios anteriores. Sin lugar a dudas son pioneros en muchos aspectos. Lo de la generación y los verdaderos aportes a la literatura se irá viendo con el tiempo que es definitivamente quien coloca las cosas en su verdadero lugar.
Saludos a todos desde Venezuela