LA SALA A
Escribir un cuento en estas circunstancias es sencillamente imposible. Tal vez algunos no estén de acuerdo conmigo, pero de las desgracias se escribe una vez que se dejaron atrás, no mientras se las vive. No, señor. Así que no escribiré un relato. Solo recuerdos que se presentan como spots en mi mente aún adormecida de los días y noches pasados en un submundo que hasta hace poco me parecía tan lejano.
Una sala general, la sala A. Lugar al que llegamos con las más locas expectativas; una tabla de salvación en las aguas turbulentas y negras de días y noches anteriores. Muy pronto la sala A sería más que una esperanza, un lugar donde la muerte rondaba cada cama, como si estuviera escogiendo a quién llevarse esa noche. Yo la percibí varias veces, pero no por nosotros. Fue como si hubiera desarrollado el sexto sentido que tanto adjudican a las mujeres, un aroma sin olor, una huella sin sombra. Y el aullido de los perros… ellos jamás se equivocaban. Los escuchaba a diario, de noche o de día. En un hospital con tantos pacientes la muerte es inevitable.
La sala A, con sus paredes en zigzag, para otorgar cierta privacidad a cada enfermo, con una puerta de vidrio al lado de las camas, que permitía solazarse con la naturaleza salvaje de las colinas del campus. Sentada al otro lado del lecho no me cansaba de mirar el paisaje, ni el cielo, ni las nubes. Había una que siempre se formaba en el mismo lugar, como un incipiente remolino que moría al ascender temprano, muy temprano. Luego las enfermeras con su alboroto, sus gritos destemplados, como si no supieran que en un hospital se debe conservar la calma, pero este hospital está aquí, y eso es suficiente.
Un moreno de treinta y nueve años murió la primera semana de nuestra estadía. Lo veía venir. Pasaba las noches sentado, pidiendo aire. Lo dializaban dos veces por semana, nunca vi un visitante a su lado. La última noche me dijo: «gracias por golpearme la espalda, señora, es usted muy amable». Ya nadie le hacía caso, se había granjeado la antipatía de todos por sus malas maneras. Esa noche pidió aire una vez más y no pudieron resucitarlo. Su cuerpo envuelto en su propia sábana esperó varias horas en la misma cama a que lo trasladasen a la morgue. Asuntos de papeleo. Conocí a su familia: madre, hermanos; sanos y jóvenes. Fueron por sus restos con alivio y cierta alegría.
Desde ese día durante las cinco semanas que permanecimos en la sala A, murieron cinco más. También otros se fueron por cansancio o porque sanaron, pero solo los menos graves. La sala A, ahora que lo pienso, parecía más un depósito de pre cadáveres. Y la muerte hacía de las suyas, jugaba y retozaba mientras los enfermos se debatían entre la vida y el más allá. Y yo respiraba su falta de olor, y sabía cuándo le tocaba al próximo. Aun después de salir del hospital seguí percibiendo su presencia, y en efecto, los que quedaron atrás, allá en la sala A, que por algún vínculo invisible quedaron unidos a mí, lo confirmaban: «Ayer por la tarde murió el señor Celis…» «El esposo de la gorda, el de los pulmones de cartón, se fue ayer… no soportó más, su mujer está desconsolada…»
Finalmente salimos de ese infierno. Y ahora estoy a la espera de la muerte que se hace esquiva. Sé que tiene miedo de entrar en casa. Y yo no duermo desde hace veinticinco días. Creo que está indecisa: no sabe a cual de los dos llevar primero. Tal vez me preguntaré por quién aullan los perros, y no estaré despierta para saber que es por mí.
Intensísimo no-relato, querida Blanca. Estoy de acuerdo con tu afirmación del principio: básicamente no escribir cuando uno se encuentra en el infierno, o dicho de otro modo “en caliente”.
ResponderEliminarNo obstante, de todo ese puzle de sentimientos, de vivencias vivacísimas, de dolor, de desesperanza, de amargura, de melancolía, y también de amor, mucho amor, puede sacarse algo bueno, muy bueno. Porque la literatura, esa otra parte de nosotros, el anverso de nuestra alma, es, de algún modo, un bálsamo, un ungüento, una pequeña caricia que no olvida, pero que endulza los recuerdos y permite sentirse menos solo, y hace de las horas, menos tiempo, y del tiempo, más vida.
Un beso muy grande,
Sergio.
Te he echado de menos, compañera, y eso que no te conozco.
ResponderEliminarNoto por tu texto que aún no ha pasado lo peor. Espero, sinceramente, que pases a la Sala V.
Un fuerte abrazo.
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ResponderEliminarTu relato me puso la piel de gallina. Aunque no lo creas, pienso en ustedes cada día. No sabes como me alegra el que hayas coseguido un poco de ánimo y pudieras sacar de una experiencia tan triste (una realidad contundente) estas palabras que nos acercan a un submundo al que muchas veces intentamos ignorar. Que bueno que estas por aquí...
ResponderEliminarun gran abrazo sincero
Un regreso esperado y con gloria! No podía ser para menos!!!
ResponderEliminarEs muy cierto, no se escribe en esos momentos difíciles.
BIENVENIDA AMIGA, UN GRAN PLACER LEERTE!!!
BESOTES!
Querida Blanca, mucho pensé en ti todo este tiempo. ¿Qué será de ella y de su familia?, me preguntaba...
ResponderEliminarAl ver que habías publicado vine corriendo. Te he leído con muchísimo interés, despacio, queriendo descubrir todo lo que has querido transmitir al escribir. No sé si lo he conseguido, pero sí te he comprendido.
Los perros aullan también en estas tierras cuando la muerte ronda, pero a veces se equivocan, o quizás sea que ella no se atreve a entrar a las casas, como tú dices, o a lo mejor, hay una mano que la sujeta. ¡Vete tú a saber!
Algún día nos iremos todos, pero no a la vez, para que podamos llorarnos y recordarnos. A lo mejor allá, donde sea, nos volvemos a encontrar y entonces podremos preguntarnos: ¿te acuerdas de tal o cual cosa...? y nos reiremos...
Amiga, no sé ni lo que te escribí. Me dejé llevar. Espero no moestarte, sólo quise enviarte un abrazo grande con todo mi cariño y apoyo. No dejes de mirar por la ventana. No dejes de mirar al cielo.
Conchi
Parte de la fuerza vital del Ser Humano reside en las palabras, porque en ellas habita el recuerdo de lo vivido. Y si ellas perduran, perdura todo de una forma u otra. Incluso el dulce sonido de una sonrisa, que ya nunca será, aguarda entre lineas y aflora contagiosa cuando menos te lo esperas, para recordarte un instante de felicidad..., para recordarte que vivir valió y merece la pena.
ResponderEliminarUn abrazo
Blanca, estremecedor y bien contado, como sabes hacerlo.
ResponderEliminarGracias por regresar andabamos desolados y extrñandote.
Un abrazo curador.
Sergio Astorga
¡Por fin regresaste Blanca! Te conozco hace poco pero te eché mucho de menos. No eran pocas las veces que miraba y remiraba tus entradas antiguas esperándote.
ResponderEliminarSiento lo que pasaste y recibe de mi parte una palmada de aliento.
Como buena escritora extraes de la realidad argumentos sólidos para tus escritos, que bien, Blanca.
Besos.
No sé que decirte, tus palabras me han conmovido, sólo desearte la mejor suerte del mundo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sergio, qué manera tan bella de traducir mis sentimientos. Es verdad, la literatura me hacía falta, pero tengo prioridades, amigo.
ResponderEliminarJosé Antonio: Yo también deseo intensamente que que todo este trago amargo pase, gracias por extrañarme.
Querida Vicsabelle: Es una experiencia que, ahora sé, de la que ninguno de nosotros estamos exentos, bien como protagonistas o sea como acompañantes. El momento llegará. Gracias por pensar en nosotros, amiga.
Stanley, Voy a tomar un poquito del optimismo que siempre inyectas en tus entradas, eres muy especial, amigo.
Conchi de mi corazón, por supuesto que supiste traducir mis palabras, agradezco tanto cariño, hoy me siento acompañada.
Nelo: Estoy segura de que valió y merece la pena. Me quedo con cada una de tus palabras, sé que las dices de corazón.
Sergio A. Recibo tu abrazo con mucho cariño, y gracias por echarme de menos.
Antony: Es reconfortante saber que gente como tú me echa en falta, sí, amigo, esta experiencia quedará grabada en mi alma, tal vez más adelante pueda escribir acerca de ella, por ahora son solo pinceladas.
Felisa: Gracias, amiga. Por tus deseos y sentimientos.
A todos: mis disculpas por tan larga ausencia, mi agradecimiento por la bienvenida, y por todos sus buenos deseos.
Ojalá se cumplan.
Un beso,
Blanca
Es tremendo lo que relatas de ese chico que estaba solo en los peores momentos de su vida.
ResponderEliminarQuien más y quien menos hemos vivido una experiencia parecida a la que relatas y es horrible, hubo una temporada en que creí que se debía a la falta de color en los hospitales. Al visitar uno pintado por dentro de colorines tuve conciencia de que no, y tampoco es la falta de ventilación, a veces se debe a lo lejos que nos mantenemos de la enfermedad en esta sociedad nuestra donde la gente enferma de verdad tiene un lugar donde estar, rodeados de gente más o menos profesional que lucha junto a ellos.
Sé que es tremendo y que da para todo tipo de elucubraciones, pero lo positivo de ello es que al menos nosotros tenemos un lugar donde acudir, una oportunidad que dentro de este planeta todos debieran tener. Eso no debemos olvidarlo, que otros desgraciadamente están peor.
Lo malo de una muerte cercana es la sensación de que puede tocarnos a todos, cuando nos ha tocado alguna vez no logramos recuperarnos. Y a veces aunque no queramos lo terminamos convirtiendo en una entrada de blog para que quede constancia de que ha sido.
Me gusta que te hayas asomado de nuevo por aquí, se te echaba de menos.
Besos
Querida amiga,
ResponderEliminarMe alegra saber que estás de regreso. Mi familia y yo manteníamos un vinculo de oración por la salud de Henry.
No hay que temerle a la muerte; la transición es un proceso natural de reidentificación con la realidad que todos experimentaremos en su debido momento. La aversión que tienen las personas hacia la muerte es un proceso bioquímico natural que fluye por las sinapsis entre las neuronas y se implanta en el hemisferio izquierdo; hemisferio que gobierna la mente analítica. Sólo hay que balancear la mente y dejar que la intuición apacigüe la lógica excesiva.
Como dije una vez en Las Naciones Unidas: «si entendemos lo frágil que es la vida y comprendemos que al morir, lo único que nos podemos llevar son nuestros recuerdos y vivencias, aprenderemos a amar y respetar nuestro planeta»
Un beso,
Daniel DC
Realmente no sé qué decirte, Blanca. Un escritor que se queda sin palabras. Menudo escritor, ¿verdad?
ResponderEliminarSólo que, como tantos otros amigos, he pensado mucho en ti, y la incertidumbre me ha llegado al corazón más de una vez. ¿Qué será de Blanca y Henry? Esa es la pregunta que tantas veces me he hecho en mi cabeza. Lo dicho, me faltan las palabras para expresarte todo el ánimo que te deseo. Pero lo que no puedo decir, te lo transmito con el aprecio que, sabes, siento por ti.
Fuerza, Blanca.
Blanca querida: no ha pasado un sólo día sin que me acordara de vos y he rezado por Henry; muchas fueron las veces que me dispuse a mandarte un mail, y después sencillamente, sentía que las palabras eran como una barrera, una herramienta tosca para trasmitir determinadas emociones, ciertos interrogantes, cuya respuesta se teme. Y en tanto, ¡veo que reapareciste! Me ha dado alegría verte. Ese tipo de alegría moderada, envuelta en la niebla de tristezas... niebla que se desplaza acompañando sin boicoteos, aunque sin soltar tan delgada presa.
ResponderEliminarDecís que "de las desgracias se escribe una vez que se dejaron atrás, no mientras se las vive."
En efecto, no escribiste un relato ni un cuento. “No, señor.” Nada más escribiste una suerte de elegía abrumadoramente testimonial en una -tal vez opresiva- pausa en la tempestad, apurando el cáliz de la aflicción desde una increíble poética interior que te ha brotado como el agua sagrada en medio de la sangre.
Rescato especialmente, estas líneas:
“Sentada al otro lado del lecho no me cansaba de mirar el paisaje, ni el cielo, ni las nubes. Había una que siempre se formaba en el mismo lugar, como un incipiente remolino que moría al ascender temprano, muy temprano.”
“Y yo respiraba su falta de olor, y sabía cuándo le tocaba al próximo.” ¡Uff!
¡Qué tremenda línea, se me ha anudado el pecho mientras leía.
El párrafo final es de una agonía expiatoria, derrotada… pero, prodigiosamente sapiencial:
“Y ahora estoy a la espera de la muerte que se hace esquiva. Sé que tiene miedo de entrar en casa. Y yo no duermo desde hace veinticinco días. Creo que está indecisa: no sabe a cual de los dos llevar primero. Tal vez me preguntaré por quién aúllan los perros, y no estaré despierta para saber que es por mí.”
Es terrible. Y hermoso.
Supongo que sólo se puede escribir así cuando se deja suelto el lazo del alma y una apenas se queda observando, exhausta, dócil ante el impulso inevitable de la inspiración.
Te mando un fortísimo y muy emocionado abrazo.
Begoña:
ResponderEliminarEn los hospitales hay casos muy tristes, es un mundo que yo no conocía, y ahora comprendo mejor. Fue una experiencia dolorosa pero necesaria.
Muchas gracias por tu aporte y por dejarnos saber tus pensamientos.
Un beso,
Blanca
Querido Daniel,
ResponderEliminarcuánto tiempo sin hablar contigo, amigo, muchas gracias por tener en cuenta en tus oraciones a Henry. Sé que la muerte es natural e inevitable, y la acepto. Pero no por ello deja de ser dolorosa, especialmente para los que quedamos sin la persona amada.
Un abrazo, compañero,
Blanca
Mi querido Javi,
ResponderEliminarTambién me faltan las palabras necesarias para expresar todo lo que deseo decir, es más, pienso que algunas no se han inventado.
Muchas gracias por pensar en nosotros, Javi, de veras, agradezco tanta bondad,
Un fuerte abrazo,
Blanca
Mónica,
ResponderEliminar¡Qué te puedo decir, amiga!
Sé que comprendes perfectamente de dónde salieron las palabras de esta triste crónica, un retazo apenas, de lo que me está tocando vivir. Quería acercarme a ustedes, necesitaba hacerlo, al principio preferí alejarme pero ahora veo que hice bien.
Muchas gracias por entenderme y estar allí.
Mi agradecimiento eterno,
Blanca
Blanca, parece que mi comentario anterior se borró porque algo hice mal. Te expresaba que para un escritor relatar las experiencias propias que se viven en un momento dado es también una forma de literatura,como un diario, sobre todo si se hace de manera tan vívida como lo hiciste en tu crónica. Los sentimientos fluyen y las emociones hacen que las palabras resulten conmovedoras para el que las lee. Es bueno que hayas retomado la pluma, así te sentimos más cerca y te podemos expresar que tienes muchos amigos en la red que se preocupan por ti.
ResponderEliminarTe deseo lo mejor y, sobre todo, fortaleza para afrontar estas difíciles circunstancias.
Un beso,
Venator
Pensé mucho en ti. Y extrañé tus entradas en el blog, pero me alegro mucho verte de vuelta.
ResponderEliminarUn beso enorme, paciencia y ánimo. Dos cualidades olvidadas pero sumamente necesarias.
Querida Blanca, no creo en las casualidades, y estaba por escribirte un mail hoy cuando vi que habías subido algo al blog y me vine corriendo a ver. Totalmente de acuerdo contigo, es imposible escribir nada en esas circunstancias, es más, o yo soy una negada, o en mi caso me resulta imposible incluso después de que haya pasado algo más de un año. Son sentimientos que oprimen en lo profundo del alma y que, por alguna razón, no sé si por pudor, temor de no estar a la altura, dolor, no puedo aún hoy hacerlo. Siempre había oído decir lo mismo, que se escribe mejor, pero cada persona asimila las cosas de forma distinta y tiene distintos tiempos.
ResponderEliminarLeyéndote he sentido que te entiendo y me han sobrecogido tus palabras, dolorosas, muy intensas, con el alma al descubierto y hermosas. Y al mismo tiempo me siento torpe por no saber encontrar las mías, aquellas que puedan darte algún consuelo. A veces las palabras se me quedan cortas para poder expresar ciertos sentimientos. Me ha gustado verte, porque, al menos significa que encontraste fortaleza y ánimo como para comunicarte con los que te queremos. No sé qué decirte, solo que te entiendo, que te acompaño en lo posible, cuando y como lo necesites, quieras, puedas..., y que te deseo fuerza, fe y ánimo para superar estos duros momentos.
Te mando un abrazo enorme, y un beso,
Marisol
Me alegro que hayais abandonado la Sala A con esperanzas. Un relato intenso de una vivencia que impregna de tristeza, sobre la fugacidad de la vida, de lo vulnerables que somos. Incluso aunque pase el tiempo, hay vivencias sobre las que es mejor no escribir por no remover cicatrices.
ResponderEliminarUn abrazo desde Granada
Querida Blanca,
ResponderEliminarVeo que te has animado a escribir, y eso me insufla un manantial de esperanza.
Esperanza que te reenvío para que salgas de cualquier sala.
Muchos besos desde Madrid.
Mián Ros
HOLA AMIGA:
ResponderEliminarDespues de leer tu entrada, he tenido que respira para contener el aliento, siento muchisimo que te haya tocado vivir tan dura experiencia.
Ojala todo se pare aqui y puedas volver a cerrar la luz para descansar esperando que el nuevo dia invada tu hogar de esperanza.
Un fuerte abrazo.
Tessa
P.D. Te he extrañado mucho estas semanas,cuidate!
Blanca, me reitero en lo dicho y te vuelvo a mandar un abrazo fortísimo. Las palabras, quieras que no, nos unen y nos ayudan a pasar por momentos difíciles. Juntos es más fácil.
ResponderEliminarImpresionante relato, Blanca. Escribir sirve tambien para vomitar todo el dolor y la angustia que se lleva dentro, como has hecho tu aqui. Seguro que eso te ha alividado, aunque todavia queden noches sin dormir.
ResponderEliminarUn abrazo muy grande. Se te quiere.
Recibe, desde Dublín, mi más cordial (más etimológicamente que nunca: del corazón) abrazo.
ResponderEliminarYa sabes dónde me tienes. Trata de descansar y relajarte. Te sorprenderás de los resultados. Las mujeres sois por naturaleza más fuertes. Te mandé un mail. Mucho cariño y ya sabes...
¡ÁNIMO! ORDO RENASCENDI EST CRESCERE POSSE MALIS...
Blanca, he pasado a dejarte un saludo. Me acuerdo de ti cada día, quizás porque también me tocó vivir una situación similar a la tuya al lado de mi padre. Primero, en casa, luego, en la habitación de un hospital también, más tarde, en su casa, en su dormitorio... y ahora me quedan los recuerdos.
ResponderEliminarAmiga, mucha fuerza! En estos momentos sólo hay que estar. Nada más.
Un abrazo grande
Conchi
Sin palabras, Blanca. Escalofriante.
ResponderEliminarTe agradezco el esfuerzo de volver y de traernos, a pesar de todo, a pesar de que escribir un cuento en estas circunstancias es sencillamente imposible, buena literatura.
Un fuerte abrazo de cariño y amistad.
Querida Blanca, no sabes lo que te hemos echado de menos estos meses. Me encuentro con la sorpresa de tu última entrada, después de tiempo en el que tus circunstancias personales te mantenían alejada de todo esto.
ResponderEliminarLo primero de todo es mandarte un abrazo muy fuerte, sabes que tienes amigos repartidos por todo el mundo que te mandamos todo nuestro cariño, apoyo y comprensión en estos momentos tan duros.
En circunstancias tan tristes nos has regalado de nuevo tu alma en forma de palabras, en un texto tan sobrecogedor que nos ha encogido a todos un poco el corazón. La belleza devastadora de tus palabras, aún en un relato tan triste y tan sacado del fondo de tus sentimientos, nos ha golpeado con fuerza en nuestro ánimo, recordándonos a todos lo fugaz que es nuestra vida.
Un fuerte abrazo, Blanca.
He sido bendecida al tener un marido como Henry, y creo que sigo siendo afortunada por tener amigos como ustedes, no saben cuánto agradezco tantas muestras de cariño, es un apoyo que valoro muchísimo en estos duros momentos,
ResponderEliminarVenator, Arlette, Margarita,Blas, Mián Tessa,Fernando, Lola, Francisco,Conchi, Maribel, Armando, cada cual con sus palabras, es hermoso todo esto, y en medio de mi tristeza me siento reconfortada.
Muchas gracias queridos amigos,
Un abrazo cariñoso para todos y cada uno de ustedes,
Blanca
Blanca, siento mucho lo que estás pasando. En estos momentos escribir te sirve como catarsis, y queda plasmado y se transmite excepcionalmente en la intensidad de tus líneas.
ResponderEliminarUn abrazo,
Alejandro.
Blanca, leo tu entrada después de enterarme del fallecimiento de Henry. Sólo puedo decirte que lo siento mucho, que sé por lo que estás pasando, y que escribas. Que escribas, o que cocines, o que pintes... Que hagas todo lo que te apetezca para sobrellevar el dolor de la pérdida de Henry. Que vivas, en definitiva, como a él le gustaría que vivieras, y con la misma intensidad con que él lo hizo.
ResponderEliminarNo se me ocurre otra cosa. Me he quedado jodido, muy jodido. Sólo puedo desearte que tengas ánimo.
Un beso muy grande
Blanca:
ResponderEliminarApenas nos enteramos de la triste noticia. Recibe nuestro más sentido pésame.
Familia Franco Díaz
Querida Blanca: sin duda, hoy el planeta también pesa menos... Lo siento muchísimo, entrañable y muy querida amiga; te estoy acompañando en este momento demoledor.
ResponderEliminarIgual pienso que Henry vive y vivirá en vos. Y dado que no creo en la muerte como una despedida sino como una pausa que precede al reencuentro, su abrazo seguro no te dejará.
Recibe un beso enorme y todo mi sentimiento.
Querida Blanca: Lo siento mucho. Mi sentido pésame. Son unos momentos muy amargos, pero, como bien dices, fuiste bendecida al poder Compartir la vida con un Ser Humano como él.
ResponderEliminarEs un cambio doloroso,un proceso duro el que se vive tras la partida de un ser querido, pero yo tampoco creo en la muerte, sino en una transmutación de situación, al menos, en mi caso he tardado en aceptarlo, y, recientemente he recuperado esa creencia que siempre me acompañó. Ahora estoy segura de que no es un adiós, sino un hasta luego, que no nos dejaron, sino que se nos adelantaron y que algún día comprenderemos el misterio de la vida y estaremos de nuevo reunidos. Hasta entonces, seguro que serán los faros que guién nuestros pasos.
Te envío un gran abrazo y mucho ánimo, amiga.
Marisol.
Estimada Blanca, no puedo ni imaginar por lo que estás pasando en estos momentos, pero sabe que tienes todo mi apoyo. Este texto me llegó a las entrañas y me puso la piel de gallina. Te deseo mucho ánimo en estos momentos que imagino se presentan con dureza. Besos y un fuerte abrazo desde España.
ResponderEliminarGracias, Alejandro, Felixón, Daniel, Mónica, Margarita, Víctor, amigos entrañables a quienes solo conozco a través de las letras de sus mensajes, mi eterno agradecimiento por acompañarme en estos momentos.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte, fuerte,
Blanca
Blanca, no podía hacerme una idea de la dimensión de lo que intentabas explicar. Ahora sí. Ser escritor permite mantener vivos para siempre aquellos que han sido importantes en nuestras vidas. Permite darles muchas vidas y prolongarles en el tiempo.
ResponderEliminarTe dejo unas palabras de Rabindranath Tagore en las que creo:
"Cuando mi voz se calle con la muerte, mi corazón te seguirá hablando".
Besos
En estas fiestas tan entrañables, con mis mejores deseos de ilusión, paz y felicidad.
ResponderEliminar¡¡FELIZ NAVIDAD!!
Un abrazo.
Sigo aquí, amiga, acompañándote en tu dolor.
ResponderEliminarTe dejo mi abrazo. No hacen falta más palabras, ¿verdad?
Descanse en Paz.
Conchi