De un personaje de novela y de un coche roncador
El erróneo concepto de «amor
verdadero» nos acompaña desde que tenemos uso de palabra. Y no digo uso de razón, que si la tuviéramos
con seguridad no diríamos semejante barrabasada, porque: ¿Qué amor no es
verdadero? Al menos, es verdadero hasta que se demuestra lo contrario. En algún momento de nuestras vidas, casi
todos, y no digo todos porque hay quienes tal vez no hayan experimentado ese
sentimiento que hace que se encoja el estómago cuando pensamos en la otra
persona; aunque bien podría ser que el sentimiento se extienda hacia algunos
objetos, ¿por qué no?, se me acaba de ocurrir. Un coche, por ejemplo. ¡Ah! Yo
sí tuve amor por mi Mustang Fastback Mach I. De un color verde metalizado, de asientos que
casi llegaban al suelo, de su sonido poderoso, potente; un motor de trescientos
sesenta centímetros cúbicos, ocho cilindros en V y doble tubo de escape. Rugía como un león cuando está contento, o
mejor debería decir «ronroneaba», aunque los vecinos no estuviesen muy de
acuerdo conmigo. El término exacto
sería, como decía mi recordado Henry: «roncaba». Sí, señor. Mira, Blanca, de cero a 140 kilómetros por hora en diez segundos, y yo chillaba de alegría, eran épocas en las que no conocía el miedo.
El claxon no era el original,
sino el de la película «Il sorpasso», con Vittorio Gasman, algo así como un
bufido, escandaloso como el mismo ronquido. Otro aporte de mi querido Henry,
más conocido en Polonia como Waldek, y a nivel universal y literario como
Waldek Grodek. El coche primero le
perteneció a él. Después, cuando sentó
cabeza —tenía ya unos cincuenta y tres años—, me lo pasó a mí, pero no me lo
obsequió, no. Él siempre decía que las cosas se apreciaban más cuando uno
pagaba por ellas, y aunque yo no estaba totalmente de acuerdo, asentí con
fervor, porque las facilidades eran extremas y me moría por poner mi pie en el
acelerador del Mustang. Él se compró un Chevrolet Montecarlo, más acorde con su
apariencia de muchacho maduro, y yo empecé a gozar de la vertiginosa velocidad
de uno de mis «amores verdaderos».
Tiempo ha pasado ya. ¿Veinte años?, no.
¿Veinticinco? ¿Treinta? Más, Blanca, por favor, si desde entonces has
renunciado a tu trabajo, has abierto un taller de alta costura, has escrito
varias novelas ¡y hasta tienes agente literario…! Cierto, Waldek.
Hoy, un día de diciembre del
año 2010, me encuentro en una situación completamente diferente. Ya no más autos roncadores. Ahora prefiero el silencio. He descubierto
que me gusta estar acompañada de música, y si es sinfónica, mejor. He empezado
a apreciar la ópera y eso sí: jamás he dejado de leer. Mi biblioteca ya no tiene espacio donde
colocar más libros y estoy pensando seriamente en transformar una pared de mi
sala en otra biblioteca. Y es que soy una señora de sesenta años cumplidos —muchos
dicen que no los aparento, pero son todos míos—, que requiere de un deporte más
apacible que andar en un Mustang cortando el viento. Viejo amor que se fue hace años y no está más conmigo. Tampoco hoy está conmigo mi querido Henry. Se fue. Hay quienes piensan que a un lugar
donde se van todos los buenos, los valientes, los héroes… porque Henry era un
héroe, literalmente. Tenía una medalla
de plata otorgada por el mismísimo ejército de los Estados Unidos de América, y
no por haber combatido en la guerra de Vietnam, en la del Golfo o la de
Irak. No, señor. Fue porque combatió
contra los nazis en la II Guerra
Mundial, la más conocida, y glamorosa de las guerras, si se pudiera acuñar ese
término. O como dijera cierto personaje
que no quisiera nombrar: «La madre de todas las guerras».
¿Amor verdadero? ¡Claro que
conozco el amor verdadero! Lo siento en la sangre que corre por mis venas, en
los recuerdos que apabullan mi mente, recuerdos de todos estos años vividos a
plenitud al lado de un personaje de novela, y también cada vez que me siento a
escribir y la emoción me lleva por derroteros que nunca sé adónde me
conducirán, como cuando empecé a escribir esto.
Creí que sería una tesis acerca de lo que significa el término «amor
verdadero», y miren ustedes, ha resultado en un maremágnum de diferentes
intensidades, como la música de Chopín, con su pequeño recortadito como si
indicase alguna duda, para luego darse a fondo. Con todo.
Un amigo me dijo que debía
dedicar a Henry una entrada especial en el blog, pues era un personaje
literario. Creo que tenía razón. Pero sucede que cuando se trata de
situaciones personales, es como cuando se es médico, no se puede operar a un
familiar cercano, menos si se trata del marido. Solo puedo decir que mientras
mis dedos recorrían las teclas con la cadencia armoniosa que me acompaña cuando
las ideas fluyen sin esfuerzo, esa idea fue recomponiéndose en mi mente y esta
entrada la dedico a mi inolvidable Henry, el Waldek Grodek que algunos de
ustedes han conocido por mi novela La búsqueda, y otros porque lo conocieron a
él. El de la sonrisa fácil, el Waldek de
la mirada que nunca perdió ingenuidad ni en el último día de su vida.
Él siempre tenía una pregunta en los labios: ¿por qué yo? Y creo que era la pregunta que había en sus ojos la última vez que lo vi. Pero esta vez su interrogante no me hizo sonreír. Supe que esta vez tenía razón: ¿Por qué él?
Él siempre tenía una pregunta en los labios: ¿por qué yo? Y creo que era la pregunta que había en sus ojos la última vez que lo vi. Pero esta vez su interrogante no me hizo sonreír. Supe que esta vez tenía razón: ¿Por qué él?
De ahora en adelante ya no más de aquella sonrisa, ni de sus miradas
ingenuas, de su asombro de niño, ni de su amada compañía. Muy atrás quedaron los escapes a la playa en el Mustang conducido por Henry a la velocidad del viento... Ya no más.
Adiós, Henry, Waldek, adiós
amor mío… hasta que nos volvamos a encontrar.
Tuya, siempre,
Blanca
Blanca.....¡estoy contigo! Qué bonita despedida!!! me he acordado mucho de ti esta última temporada...tras leer tus dos libros y con la enfermedad de tu "otra mitad". Un beso enorme
ResponderEliminarBlanca,
ResponderEliminarTe echaba de menos.... pero se entendía.
Precioso homenaje, aunque, no sé si estarás de acuerdo conmigo, cuando alquien querido se va, ni los escritos sirven para volver a traerlo; aunque ayuda a recordarlo de forma positiva.
¡Un beso!
Miguel
No existe el adiós para la gente que ha sido nuestra. Existe tan solo un sigues aquí al que hemos de enfrentarnos cada segundo de nuestra existencia.
ResponderEliminarTal vez por eso escribimos, para darles la vida que aún se merecen, para dejarles latir aunque sea en papel, para hacerlos nuestros de otra manera.
Besos
¿Algún silencio podrá no ser roto por el ronquido del Mustang? Ni siquiera el de la noche más silenciosa, amiga. Las leyes del tiempo se rompen contra algunas cosas, y el ronquido de un Mustang es una de esas cosas que hacen inútil pretender diferenciar pasado de presente o futuro, porque alrededor de ellas solo existe un único tiempo posible.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte
Esther
Emotiva y especial entrada, querida Blanca, escrita desde ese corazón que te late de dolor con una entereza abrumadora.
ResponderEliminarDurante todos estos meses Arantza y yo hemos pensado mucho en ti, esperando que el bueno de Henry mejorara. Al enterarnos del trágico desenlace un nudo trepó a nuestra garganta, sin saber qué hacer o decir.
Te contaré una anécdota real que me ocurrió la semana pasada. Después de comer con un amigo entré en una librería céntrica de Madrid y me sorprendió encontrar que estaban liquidando un montón de libros de Roca Editorial a precios bajos. Estanterías enteras de ejemplares de autores como Juan Gómez Jurado o Allan Folsom, aunque en se momento no recordé que el tuyo pertenecía a colecciones y temporadas similares. Y cuando leía las contraportadas de otros para ver si compraba alguno (me pasa como a ti, ya no me caben los libros y al final desistí) un golpetazo a escasos centímetros me sacó de mi atolondramiento.
Una fila de libros colocada en lo alto de la estantería anexa se había volcado y el primer libro salió volando para aterrizar a mis pies. Yo no había tocado nada pero me agaché a recoger el libro para dejarlo en su sitio, con los clientes mirandome cómo si yo fuera el causante del estropicio. Cuando lo tuve en mis manos tuve que sonreír. Se trataba de "La búsqueda" y una extraña emoción recorrió mi cuerpo.
No sé si sería la sincronicidad, que diría Jung, o cualquier otra cosa. Pero en aquel momento volví a recordar las increíbles aventuras de Henry narradas por su amada esposa, nuestra amiga Blanca Miosi.
Siento haberme extendido tanto, Blanca, sólo quería brindaros mi pequeño homenaje. Desde aquí queremos mandarte todo nuestro cariño y apoyo en estos momentos tan difíciles.
Un abrazo muy fuerte.
Hermosa carta, Blanca. Mientras la leía te imaginaba escribiéndola, llena de tristeza y de orgullo, con algunas lágrimas seguramente.
ResponderEliminarAmor, o amor verdadero, o como quiera llamarse: para eso venimos al mundo, creo yo.
Un abrazo,
Ale.
Emotivas palabras para recordar al amor verdadero, al que permanecerá siempre a tu lado en forma de melodía, o de brisa, o caricia, ¿quién sabe? Lo importante es que seguro que tú lo sentirás así.
ResponderEliminarUn abrazo, amiga.
Paz en la tumba de Henry, un héroe de una verdadera guerra, la segunda mundial.
ResponderEliminarBlanca, danos el secreto para no aparentar los sesenta, te podrías hacer rica más rápido que escribiendo, te ponía unos cuarenta y pico.
Besos, y contigo siempre.
Hola Blanca,
ResponderEliminarEs admirable la entereza con que compartes tus recuerdos. Para la mayoría sería prácticamente imposible.
Es evidente que lo que no te puede quitar nadie es lo que has vivido.
Un fuerte abrazo.
Blanca, realmente me emocionó tu despedida, fue en tu estilo, pero reflejando una sincera conmoción por la pérdida de Henry. No lo conocí personalmente pero sí me empapé de su vida con La Búsqueda y por lo que ví fue un gran hombre, de esos con mayúscula.
ResponderEliminarBesos,
Venator
Mi más sincero abrazo para ti, Blanca. Si me dejas, utilizaré una frase que escribí a una buena amiga que me dejó hace unos años, y que se utilizó en un azulejo de despedida en mi colegio:
ResponderEliminar"Déjame decirte hoy hasta luego, para poder mañana saludarte de nuevo".
Blanca... este escrito que nos has dejado aqui rebosa de amor en cada letra... Cuando una persona que amamos se va, asi, para siempre, el único medio para tenerlo cerca, tan cerca, es el recuerdo grato, hermoso, imborrable y cuan reconfortante es plasmarlo en letras como lo has hecho...
ResponderEliminarLei este texto y me pareció conocer a tu Henry, al amor de tu vida...
Cuidate mucho Blanca.
Un gran Abrazo de corazón
Blanca, se me han saltado las lágrimas leyendo tu texto y no encuentro palabras para expresarte mi apoyo y mi cariño.
ResponderEliminarSé que sabes que Henry siempre estará a tu lado y te dará fuerzas para seguir adelante.
Un abrazo muy grande.
Blanca, me has dejado sin palabras. Una entrada maravillosa, melancólica, vital, desbordante de amor. Estoy seguro de que Henry, tu primer y más amado lector, se sentirá emocionado y sonreirá cortando el aire por entre las nubes del Cielo con un Mustang roncador.
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte,
Sergio.
Mi querida amiga Blanca, no tengo palabras solo silencio. Pero escucho tus suspiros y los comparto.
ResponderEliminarUn beso enorme.
Cuando se aprecia a alguien de verdad, uno siente, sino por completo, sí en gran parte sus pérdidas. Y no hablo de ti en relación con Henry, sino de mí en relación contigo. En estas semanas en que tu desgracia te ha mantenido en silencio, he pensado mucho en ti, como tantos otros amigos que realmente te queremos.
ResponderEliminarNo puedo más que ofrecerte mi más sentido pésame, y tratar de enviarte mi ánimo, mi cariño. Eres una persona magnífica, tal y como lo fue Henry. Me hubiera gustado conocerlo.
Un abrazo grandísimo.
Ay, Blanca. Resguardado en tu apreciado silencio, dejo que tus emotivas palabras lo llenen todo con tu armoniosa lírica. He podido ver a Henry, apreciar su mirada ingenua, su sonrisa fácil, disfrutar del ronquido del Mustang, elogiar a aquel Henry novelesco, conocer al fiel compañero con el que te premió la vida.
ResponderEliminarEn estas horas tan sentidas, me atrevo a decir que no estás sola, pues él siempre estará contigo.
Muchos besos, y un fuerte abrazo con todo mi corazón.
Mián Ros
Blanca... lo lamento, recibe un fuerte abrazo.
ResponderEliminarBlanca, amiga, he estado emocionado leyendo tu entrada desde el principio hasta el final. No se puede imaginar homenaje más sentido, más fuerte, a la memoria de Henry, ese héroe de la guerra y de la vida.
ResponderEliminarNo existe el amor verdadero, o prefiero pensar que no existe. El amor es grande, o pequeño, pero no verdadero. Decir amor verdadero es como decir la blanca nieve, una redundancia. Tu amor es grande, Blanca, como tú, y por una sencilla razón: porque te has entregado a Henry hasta el final, porque no concebías tu vida sin la de él, porque tu vida era él. Es complicado de explicar, y habrá personas que no lo entiendan, en función del grado de egoísmo que tengamos cada uno, pero cuando se siente ese tipo de amor, esa convicción de querer darlo todo por el otro, se tiene un grado de egoísmo muy pequeño. Lo malo es que cuando el otro desaparece se sufre muchísimo, pero la vida es así. Hay quien no es capaz de amar con tanta intensidad por miedo a perder al ser amado, pero yo te digo que merece la pena, que amar es reír, llorar, sufrir. disfrutar, discutir. En definitiva, vivir, y quien no ama, no vive.
Blanca, he sentido un vuelco en el corazón al ver la fotografía de Henry que has colocado en la entrada. Ese es el Henry que todos recordamos, sonriente y vitalista como era.
Un beso muy grande, y gracias por esta entrada.
Hola!
ResponderEliminarQue la luz de la estrella que guio a los tres reyes magos a Belen ilumine de esperanza siempre vuestros sueños.
FELIZ NAVIDAD!!!!!!!!!!!!!
Un inmenso abrazo de tu amiga Tessa.
Querida Blanca, mi recuerdo muy especial en estos días para ti y para Henry.
ResponderEliminarTu entrada me emocionó. Su rostro reflejaba felicidad en esa foto.
No sé qué más decirte. Me faltan las palabras. Sólo que te envío un fuerte abrazo.
Conchi
Winnie, Miguel, Begoña, Esther, Armando, Alejandro,Maribel, Antony Sampayo, José Antonio, Venator, Rafael Ayerbe, Vicsabelle, Lola, Sergio Ros, Arlette, Javier, Blas, Mián, Felixón, Tessa, Conchi...
ResponderEliminarCómo agradecerles tanto cariño, realmente me siento conmovida por sus palabras, jamás lo olvidaré.
Un enorme abrazo a todos y cada uno de ustedes, con mi eterno agradecimiento. Estoy segura de que Henry allá donde se encuentre también lo siente así.
Blanca
El amor es el más noble de los sentimientos. El que nos hace humanos. Y el que hace que prevalezcamos en el recuerdo de los que nos aman.
ResponderEliminarNo lo conocía, pero usted ha logrado que lo hiciera a través de sus emotivas palabras.
Un beso
hola Blanca,
ResponderEliminardesde aquí te envío mi más sentido pésame.
Me ha emocionado la despedida que haces a tu Henry, ahora lo que debes hacer es recuperarte pronto, pienso que los que se van es lo que quieren, que los que nos quedamos nos recuperemos lo antes posible.
Un abrazo, amiga.
Blanca:
ResponderEliminarlas personas mueren cuando se las olvidan.
la mente y el alma conservan la memoria emotiva, los recuerdos.
y tu les has dedicado un sentido y hermoso homenaje a Henry.
abrazos y besos amiga querida.
Blanca Miosi, en este textos homenaje a ese personaje que fue tu compañero por una vida, se reconoce al maestro del estilo y al hondo sentimiento que lo motiva.
ResponderEliminarSe de esa clase de dolores. Me conmueve la metáfora del mustang. . Qué válida es contraponer al desgarramiento de la muerte y de la pérdida, la alegría de un recuerdo de juventud. Saludos.