Libros que sirvieron de inspiración
"Hay dos maneras de abordar la lectura de un libro, sea cual sea el tema y la opinión objetiva que merezca al lector. Una consiste en recoger la información que el libro facilita y guardarla en la memoria para cuando pueda hacer falta. La otra es un constante encuentro de las ideas aportadas por el libro con las preocupaciones inmediatas del lector, de tal modo que, al margen de los datos y de las ideas que el libro contiene, surja la chispa que avive el contexto existencial del que se lanzó a la aventura de leer, obligándole a confirmar o a replantearse los problemas más candentes de su entorno." Juan G. Atienza
Juan G. Atienza es el principal especialista español en Templarios e Historia de la España Mágica.
No sé si a ustedes les ocurra igual, pero algunos de los libros que he leído han sido francamente inspiradores para mí. De pronto, entre sus líneas surge la idea que sirve para empezar una nueva historia, ya sea porque los planteamientos tratados en él los considero mal encaminados, o porque percibo más allá de la palabra escrita.
En los últimos tiempos una pléyade de escritores se ha dado a la tarea de escribir con relativo éxito acerca de temas que formaron parte de la historia, y el que empezó esta oleada fue sin duda el controversial Dan Brown, con su famoso Código Da Vinci. Esté o no bien escrito —ese punto serviría para otro tema—, es bien sabido que muchas de las ideas las extrajo casi de manera literal de un libro documental llamado El enigma Sagrado, publicado por tres escritores e investigadores: Michael Baigent, Richard Leigh y Henry Lincoln, allá por el año 1982. Las pesquisas de estos nacieron a partir de la investigación de un pequeño misterio local en el sur de Francia:
Berenguer Sauniere, un oscuro sacerdote languedociano de las postrimerías del siglo XIX les llevó según dicen los autores por sus propias palabras, metafóricamente hablando, hasta una sociedad secreta o semisecreta: La Prieuré de Sión, que se remontaba casi a mil años antes. Entre los miembros de esta sociedad había varias figuras ilustres que seguían actuando en Francia, y posiblemente en la actualidad en otras partes del mundo. Su objetivo declarado era devolver el trono de la Francia Moderna a la estirpe merovingia. En la investigación que dio origen a El enigma sagrado empezaron a aparecer nombres de figuras como Leonardo da Vinci, Víctor Hugo, y hasta Charles de Gaulle.
Cuatro años después de ese primer libro, los mismos escritores publicaron El legado Mesiánico; esta vez la investigación comienza por los orígenes y la expansión del pensamiento cristiano primitivo y por las discrepancias de dicho pensamiento y lo que hoy se denomina cristianismo: «En verdad, Jesús no fundó el cristianismo, y posiblemente hubo más de un Cristo». Lo que surge, pues, del texto es una imagen del Mesías totalmente opuesta a la que nos llegó filtrada por la tradición cristiana a través de los siglos, y el fracaso de la religión organizada para satisfacer las necesidades del creyente de hoy.
Este fascinante segundo libro nos lleva a replantearnos no ya la tan manoseada hipótesis de que la madre de Jesús tuvo otros cuantos hijos y de que este no muriera en la cruz. Nos lleva por terrenos escabrosos, macabros, en la que por medio de una serie de documentos, entrevistas, y un cúmulo de desinformaciones fraguadas y cuidadosamente diseminadas nos arrastran al submundo de los negocios europeos y norteamericanos donde la política, el Vaticano, las altas finanzas, la masonería y otras sociedades secretas y diversas agencias de espionaje se entrecruzan para tejer un mundo pocas veces imaginado, y nos deja una pregunta en el aire: ¿Existe, como parece deducirse de los argumentos de este libro, una conspiración para dominar el mundo?
Un libro recomendable, sobre todo para escritores que buscan inspiración, para a partir de él iniciar una historia que contenga los ingredientes básicos de un best seller. Eso sí: cuídense de dar a su obra una pátina de alejamiento. No vaya a ser que les espere una demanda de los autores, como le ocurrió a Brown.
Después de todo esto, concluyo con una pregunta lógica: ¿Por qué tres escritores tan meticulosos, inteligentes y acuciosos, como Baigent, Leight y Lincoln se dieron a la tarea de publicar libros con tal cantidad de datos comprobables, y plantear hipótesis y teorías tan endiabladamente interesantes, y no utilizarlas para crear una novela? Con seguridad su trabajo hubiera sido ampliamente recompensado. La única respuesta que se me ocurre es que, a pesar de ostentar una prosa elocuente, convincente y de gran estilo literario, es probable que no posean ese toque sutil, indefinible, que hace que un escritor descolle, y transforme una sucesión de datos y documentos históricos en una novela, un libro que dé la ilusión al lector que al tiempo que se entretiene, «está leyendo historia».
Algo similar ocurrió con Juan José Benítez, cuyos primeros tres Caballos de Troya fueron extraídos por «inspiración directa» de un libro religioso llamado The Urantia Book, publicado por Urantia Foundation de Chicago, en 1955. La diferencia es que Benítez jura que todo lo que él escribe es cierto, es decir, que son experiencias suyas. Cualquiera sea la manera de encarar sus novelas, no se puede negar que sus Caballos de Troya son lo suficientemente «originales» por lo menos en su planteamiento, y es lo que dije líneas arriba: no es necesario ser un investigador acucioso para crear un éxito de ventas. Lo importante es poseer ese toque sutil que transforma una historia interesante en un libro inolvidable.
B. Miosi
Juan G. Atienza es el principal especialista español en Templarios e Historia de la España Mágica.
No sé si a ustedes les ocurra igual, pero algunos de los libros que he leído han sido francamente inspiradores para mí. De pronto, entre sus líneas surge la idea que sirve para empezar una nueva historia, ya sea porque los planteamientos tratados en él los considero mal encaminados, o porque percibo más allá de la palabra escrita.
En los últimos tiempos una pléyade de escritores se ha dado a la tarea de escribir con relativo éxito acerca de temas que formaron parte de la historia, y el que empezó esta oleada fue sin duda el controversial Dan Brown, con su famoso Código Da Vinci. Esté o no bien escrito —ese punto serviría para otro tema—, es bien sabido que muchas de las ideas las extrajo casi de manera literal de un libro documental llamado El enigma Sagrado, publicado por tres escritores e investigadores: Michael Baigent, Richard Leigh y Henry Lincoln, allá por el año 1982. Las pesquisas de estos nacieron a partir de la investigación de un pequeño misterio local en el sur de Francia:
Berenguer Sauniere, un oscuro sacerdote languedociano de las postrimerías del siglo XIX les llevó según dicen los autores por sus propias palabras, metafóricamente hablando, hasta una sociedad secreta o semisecreta: La Prieuré de Sión, que se remontaba casi a mil años antes. Entre los miembros de esta sociedad había varias figuras ilustres que seguían actuando en Francia, y posiblemente en la actualidad en otras partes del mundo. Su objetivo declarado era devolver el trono de la Francia Moderna a la estirpe merovingia. En la investigación que dio origen a El enigma sagrado empezaron a aparecer nombres de figuras como Leonardo da Vinci, Víctor Hugo, y hasta Charles de Gaulle.
Cuatro años después de ese primer libro, los mismos escritores publicaron El legado Mesiánico; esta vez la investigación comienza por los orígenes y la expansión del pensamiento cristiano primitivo y por las discrepancias de dicho pensamiento y lo que hoy se denomina cristianismo: «En verdad, Jesús no fundó el cristianismo, y posiblemente hubo más de un Cristo». Lo que surge, pues, del texto es una imagen del Mesías totalmente opuesta a la que nos llegó filtrada por la tradición cristiana a través de los siglos, y el fracaso de la religión organizada para satisfacer las necesidades del creyente de hoy.
Este fascinante segundo libro nos lleva a replantearnos no ya la tan manoseada hipótesis de que la madre de Jesús tuvo otros cuantos hijos y de que este no muriera en la cruz. Nos lleva por terrenos escabrosos, macabros, en la que por medio de una serie de documentos, entrevistas, y un cúmulo de desinformaciones fraguadas y cuidadosamente diseminadas nos arrastran al submundo de los negocios europeos y norteamericanos donde la política, el Vaticano, las altas finanzas, la masonería y otras sociedades secretas y diversas agencias de espionaje se entrecruzan para tejer un mundo pocas veces imaginado, y nos deja una pregunta en el aire: ¿Existe, como parece deducirse de los argumentos de este libro, una conspiración para dominar el mundo?
Un libro recomendable, sobre todo para escritores que buscan inspiración, para a partir de él iniciar una historia que contenga los ingredientes básicos de un best seller. Eso sí: cuídense de dar a su obra una pátina de alejamiento. No vaya a ser que les espere una demanda de los autores, como le ocurrió a Brown.
Después de todo esto, concluyo con una pregunta lógica: ¿Por qué tres escritores tan meticulosos, inteligentes y acuciosos, como Baigent, Leight y Lincoln se dieron a la tarea de publicar libros con tal cantidad de datos comprobables, y plantear hipótesis y teorías tan endiabladamente interesantes, y no utilizarlas para crear una novela? Con seguridad su trabajo hubiera sido ampliamente recompensado. La única respuesta que se me ocurre es que, a pesar de ostentar una prosa elocuente, convincente y de gran estilo literario, es probable que no posean ese toque sutil, indefinible, que hace que un escritor descolle, y transforme una sucesión de datos y documentos históricos en una novela, un libro que dé la ilusión al lector que al tiempo que se entretiene, «está leyendo historia».
Algo similar ocurrió con Juan José Benítez, cuyos primeros tres Caballos de Troya fueron extraídos por «inspiración directa» de un libro religioso llamado The Urantia Book, publicado por Urantia Foundation de Chicago, en 1955. La diferencia es que Benítez jura que todo lo que él escribe es cierto, es decir, que son experiencias suyas. Cualquiera sea la manera de encarar sus novelas, no se puede negar que sus Caballos de Troya son lo suficientemente «originales» por lo menos en su planteamiento, y es lo que dije líneas arriba: no es necesario ser un investigador acucioso para crear un éxito de ventas. Lo importante es poseer ese toque sutil que transforma una historia interesante en un libro inolvidable.
B. Miosi
Excelente entrada Blanca,
ResponderEliminarEl hombre, se inspira de la naturaleza para RECREAR. Los aviones de las aves; las turbinas de propulsión de los pulpos; los radares de los murciélagos o delfines; la ingeniería y arquitectura de las hormigas; etc.
Lo mismo sucede con la literatura. Nada es original; lo que varía es la aproximación que se haga de un evento o información.
Un beso,
Daniel DC
Blanca, se repitió el comentario. Por favor, borra uno de ellos.
ResponderEliminarUn beso,
Daniel DC
Hola, Blanca.
ResponderEliminarMe has hecho viajar en el tiempo con este post. Recuerdo cuando cayó en mis manos el primer libro de la serie "Caballo de Troya". Yo tenía por entonces 14 añitos. Recuerdo que lo devoré, que me dejé llevar por aquella historia que su autor (al que luego he seguido en otros libros) juraba como tú dices que lo plasmado en los libros eran documentos que le habían hecho llegar. Imagínate mi desencanto cuando, años después, me enteré de que, supuestamente, había copiado frases enteras del Libro de Urantia, así como gran parte de la historia que él defendía como real. En su momento, aquel libro me llegó muy adentro, descubrir aquello me supuso la caída de un mito. A la vez, me ha ayudado a ser menos crédulo. De todo aprende uno.
Un beso,
Javier.
Concuerdo contigo Blanca. Hay muchos libros que sirven de inspiración, particularmente podría citar a Juan Rulfo, Alejo Carpentier, García Márquez, Borges, Lezama en fin...
ResponderEliminarAprovecho para felicitarte acá también por la magnífica entrevista en el blog de Teo.
Besos
Bye bye
Blanca, tienes mucha razón en afirmar que nunca se parte de tabula rasa, si bien no reconocerlo es más bien un descrédito para el autor mismo que para sus lectores. Hay frases que quedan grabadas, así como citas, también, pero de allí a no revelar la fuente hay una distancia sideral, sobre todo si ya están impresas por otro escritor.
ResponderEliminarCreo en la creatividad y en que la imaginación del hombre supera con creces a la realidad, genera y recrea mundos posibles, en los que aún no se ha incursionado. Quizá exista un camino recorrido sobre ellos, o más bien una huella, pero lo importante es sistematizarlo y expresarlo con tu propia visión.
El día que pierda mi capacidad de asombro creo que envejeceré de sopetón, no importando la edad que tenga. Asombrarse te mantiene vivo, atento y te obliga a conocer.
Me alegra que hayas escrito este artículo-ensayo, pues tus dotes como escritora dominan varias disciplinas del mundo de la literatura de ficción y no ficción.
Un gran abrazo, y sigue asombrándonos.
Venator
Qué razón llevas, Blanca. Construímos sobre las piedras que otros cargaron a sus espaldas. ¿No es eso lo hermoso de la literatura y a la vez lo peligroso?
ResponderEliminarAcabo de leer tu entrevista en el blog de Teo. Enhorabuena por tu trabajo.
Un saludo.
Hola Blanca,
ResponderEliminarAnte todo, quiero felicitarte por la fantástica entrevista que te hizo Teo (Teo si lees esto ENHORABUENA CON MAYÚSCULAS); y por el excelente post que nos has dejado. He leído algo de Atienza. Como bien dices muchos libros resultan inspiradores para crear una historia pero no tan solo novelas sino catálogos, libros ilustrados, de investigación, documentos de archivo etc. Pero como bien dices, hay que poseer ese toque sutil que transforma una historia en un libro inolvidable, porque sé de escritores que en lugar de inspirarse "copian" literalmente lo que otros escribieron y eso me parece muy muy triste.
Un gran saludo (por cierto, a mi también me pirran los capuccinos:)
Así es Daniel, nada nuevo hay escrito, dicen, aunque a veces sale un escritor como Patrick süskind y nos asombra.
ResponderEliminarMuchas gracias por pasar y dejar tu valioso comentairo.
No sé cómo borrar los mensajes! antes salía una especie de "tacho de basura" pero hoy no lo veo.
Besos!
Blanca
Javier, Yo leí hasta el 4 de los Caballos de Troya, pero a partir de allí se me hizo muy cuesta arriba. Él va por el ocho, que según dice, será el último.
ResponderEliminarIgual que a ti, me sucede que ahora no creo en nada. El papel aguanta mucho ¿no?
Besos!
Blanca
Sí, Martha, hay muy buenos escritores que también sirven de inspiración a otros escritores, especialmente los que has mencionado son muy buenos, de ellos podemos aprender mucho.
ResponderEliminarY gracias por lo de la entrevista!
Besos!
Blanca
Venator: Una muestra de lo que dices es que cuando preguntas a un escritor, siempre te mencionarán alguna obra que admiran, y es algo inconsciente, pero empiezan parenciéndose a los que leen. Me ha sucedido, y creo que algo parecido sucede a otros.
ResponderEliminarCon el tiempo, uno se va alejando, pero siempre se parte de algo.
Sin embargo, las ideas se toman de sucesos históricos, o de alguna noticia leída en algún lado, o de un documento que merece la pena investigar... En el caso de los escritores que mencioné, ellos son muy buenos investigadores, y hay escritores que saben sacar provecho a ello. No niego que en algún momento acudí a El legado mesiánico buscando información, pero sólo eso. Copiar es diferente.
Besos!
Blanca
Claro, Guillem, como todo tiene ambas partes, es peligroso, sin duda.
ResponderEliminarY gracias por decirme que leíste la entrevista.
Un abrazo,
Blanca
¿Te gustan los capuccinos, Cristina? ¡ah! entonces algún tomaremos juntas un par de ellos!
ResponderEliminarPersonalmente creo que los mejores libros de inspiración son los documentos históricos. Alguna noticia extraña. La experiencia de algún anciano.
Besos!
Blanca
Pues yo voy a despuntar una lanza en favor de dos clásicos que me impactaron enormemente:
ResponderEliminar"La isla del tesoro" (R.L.Stevenson). Lo leí y releí con 8 años. Una edición ilustrada, enorme, con unos dibujos fenomenales, de la editorial Everest. ¡Desde entonces siempre quiero más!
"La Odisea", de Homero, con 21 años. Lo encontré de casualidad, un edición con una traducción fabulosa. ¡Aún me dan escalofríos al oír los armas retumbar sobre los escudos de bronce!
Y es que tan importante es un buen libro como una buena traducción. De los dos luego leí otras versiones... y ni punto de comparación, no tenían *esa* chispa.
¡Ah! Muy buena tu entrevista con Teo.
Un saludo
A mi todos los libros que leo me sirven para aprender, ya sean palabras, giros, construcciones de frases, ideas...
ResponderEliminarPor otra parte creo que una cosa es un historiador y otra un novelista. Se puede escribir una novela histórica con pocos datos, pero no se puede escribir una novela por muy erudito que se sea si no se tiene esa capacidad de "fabular".
Besos, guapa.
Suprimir comentario de: Blanca Miosi y su Mundo
ResponderEliminarB. Miosi dijo...
Empezaste muy niño, Blas, y es admirable, ¿Quién no ha leído la Isla del tesoro? es una joya de la literatura, el fenial Stevenson podíapasar de una aventura fascinante a una terrorífica como el Dr. Jekill y Mr. Hyde, ¿de quién se habrá inspirado?
Con tan buenas lecturas desde pequeño, no dudo que como escritor debes ser imaginativo y acucioso...
Muchas gracias por pasar, Blas,
Un abrazo,
Blanca
Claro, Lolita, los buenos libros sirven para aprender, de ellos nos alimentamos quienes queremos escribir, pero también se necesita ese "algo" al que te refieres, que muchos historiadores no poseen.
ResponderEliminarBesos, Preciosa!
Blanca
Muy buen post muy interesate. Leer me hace bien, me lleva a un mundo increible. Ademas me inspira para escribir
ResponderEliminarSí, Carla, la lectua es uno de los mejores placeres que existen. Y no es demasiado costoso!
ResponderEliminarBesos y gracias por pasar,
Blanca
No todoos son capaces de escribir un libro de historia, para eso hay que saber documentarse y saber plasmarlo en una hoja en blanco. El libro se hace aburrido si el escritor no tiene la capacidad de captar al lector. Tú tienes esa cualidad, sabes atraparnos.
ResponderEliminarUn beso.
¡Qué palabras tan reconfortantes, Mjesus! espero seguirte "atrapando" siempre!
ResponderEliminarUn gran beso,
Blanca
Hola Blanca, ¿qué tal?
ResponderEliminarPienso que (casi) todo está escrito, y como comentas acerca de Süskind a veces aún hay algo que nos sorprende, pero pocas veces. Por tanto creo que, sobre todo a las personas que escribimos, todo lo que nos leemos nos inspira; raro es el libro del que no nos quedamos con al menos una frase. Mención aparte, claro está, a ese tipo de lecturas que directamente nos transportan a su mundo y que al acabarlo desearías haber sido capaz de escribir algo así.
Buena entrada, de esas que invitar a reflexionar 8en si estamos plagiando o no, je,je). Y si me lo permitís Cristina y tú me apunto al capuccino, que también me encanta, je, je.
Un saludo.
Gracias por pasar y dejar tu comentario Jesús. En buena medida los que escribimos hemos sido alimentados por la gran cantidad de libros que leímos desde pequeños. Ese es un hecho innegable.
ResponderEliminarEn esta entrada me refería a algunos "tratados", o libros documentales que contienen cantidades de información fidedigna, comprobable, que es la que inspira y da pie para empezar una trama basada en hechos que fueron investigados. Creo que es la base del éxito de una novela.
Y me alegra mucho saber que te gusta el capuccino, ¡Ya somos tres!, ja, ja,
Saludos!
Blanca