DE CRÍTICOS Y ESCRITORES
A veces pienso que los que dedicamos una parte de nuestras vidas a la escritura, nos esforzamos por hacer de ella algo demasiado impecable. Demasiado, dije, es decir: excesivamente impecable. Por ejemplo, se aconseja evitar en lo posible el sufijo: «mente», de manera que tratamos de sustituir delicadamente por: «con delicadeza», sutilmente, por: «con sutileza»; certeramente, por: «con certeza» y un largo etcétera. Sin embargo, pienso que no siempre la palabra sustituta contiene la misma fuerza ni el criterio que deseamos imprimir a lo que pensamos, cosa muy importante para una narrativa coherente, interesante, y en ocasiones jugosamente descriptiva. Si quisiera cambiar lo último habría de decir:
«y en ocasiones descriptiva con jugosidad» o
«y en ocasiones jugosa y descriptiva».
Pero no es lo que quiero decir, cambia la esencia de lo que deseo comunicar, y pienso que lo que más deseamos es narrar algo que mantenga el interés. Es la única manera de lograr que alguien termine una novela de trescientas páginas o tan siquiera un cuento de página y media.
Hace unos días me admiraba leyendo a un escritor famoso por la gran cantidad de adjetivos, gerundios y repeticiones que contenía su obra, y sin embargo, era tal la expectativa que generaba la trama, el interés que despertaba en mí como lectora, que aquello pasaba a segundo plano, la novela se entendía perfectamente y corría con fluidez extraordinaria. De lo que sí deberíamos cuidarnos es de escoger un tema del cual no estemos bien informados, pues se corre el riesgo de caer en falta de credibilidad. Y una novela puede contarnos situaciones bárbaramente fantásticas, pero debe ser creíble, es la única forma en la que captaremos la atención del lector.
Sé poco de gramática, lo reconozco, y mi primera novela tiene más errores de los que podría soportar el papel en la que fue escrita, pero recuerdo que las personas que la leyeron se sintieron subyugadas por la trama, el nudo, los puntos de quiebre y el desenlace. Esto último lo aprendí después. Lo aplicaba a mis novelas sin saber que eran reglas que existían y se enseñaban en los talleres de escritura, (lugares donde se asiste después de haber escrito una obra). Escribir debe ser una labor placentera, y se hace mejor cuando se está en un estado tal que no importa lo que ocurra alrededor, pues se está en otro mundo. Concentración, estado alfa, o trance creativo, como quiera que se llame, esos momentos de comunión con lo que se escribe son los que darán vida a las historias que tramamos, imaginamos y visualizamos, mientras le damos con furia a las teclas. Por supuesto, mis primeros lectores eran mi esposo, mi hijo, amigas, gente que jamás había escrito nada que no fuese una carta o una esquela. ¡Pero vaya ánimo que me daba saber que les había interesado tanto que se la leyeron íntegra! Lo cierto es que cuando se debe presentar un trabajo a una editorial, las obras son evaluadas desde diferentes puntos de vista, y creo que el principal es el estilo literario. Lo demás se puede corregir. Una obra sin estilo es difícil que sea tomada en cuenta.
Hablando de gramática; encontré hace poco unas reglas gramaticales que me llamaron la atención:
Asíndeton es la supresión de conjunciones, como por ejemplo «y»
Era malo y terrible, y también vicioso: Era malo, terrible, también vicioso.
Y por el contrario, polisíndeton es una figura que consiste en usar repetidamente las conjunciones para dar fuerza o energía a la expresión de los conceptos:
Le dije que lo amaba y lo deseaba y lo diría una y otra vez.
Apuesto a que muchos las usábamos, pero no sabíamos cómo se llamaban. Se los dejo, para que la próxima vez que tengan que usar o suprimir la «y» recuerden que están haciendo uso del asíndeton y del polisíndeton. ¡Vaya nombres complicados!
En cuanto a los críticos literarios, les dejo una respuesta que no tiene desperdicio. Es un segmento de una entrevista hecha a Alberto Vásquez-Figueroa:
Había un crítico que era el Papa Upa de las críticas, que se llamaba Leopoldo Azancot. Una vez vi un libro de él y lo compré. Empiezo a leerlo y en la página diecisiete dice: "Y en el silencio de la noche del pueblo del desierto, tan solo se escuchaba el resonar de los cascos de los camellos sobre el empedrado de la calle". Un momento. En primer lugar, ¿una calle del desierto empedrada?, la arena en dos minutos la habrá cubierto, pero bueno. Y segundo y principal, "los cascos de los camellos"... ¡Este tío no ha visto un camello en su vida! Ni siquiera se ha molestado en ir al zoológico a ver que los camellos tienen unas patas blandas y almohadilladas para no hundirse en la arena. "Los cascos de los camellos"... ¡tócate los cojones! Sigo adelante y dice: "En el fondo de una de las cestas que el camello llevaba a cada lado estaba escondida Fátima la cautiva". Joder, Fátima la cautiva debía de ser de ochenta centímetros, porque un camello lo máximo que puede llevar, yendo muy jodido, son treinta o cuarenta kilos a cada lado. ¡Me cago en la madre que lo parió! ¿Qué era, una mezcla de camello y elefante? Así que pensé, mira, el mejor crítico de España que se vaya muy lejos a escribir novelas y a criticar. Cuando tienes mi edad hay un momento en que llegas a la conclusión de que lo mejor es pasar de todo. Tú sabes quién eres. Yo soy así, que te gusta, pues bien. Que no te gusta, pues me da igual.
B. Miosi
«y en ocasiones descriptiva con jugosidad» o
«y en ocasiones jugosa y descriptiva».
Pero no es lo que quiero decir, cambia la esencia de lo que deseo comunicar, y pienso que lo que más deseamos es narrar algo que mantenga el interés. Es la única manera de lograr que alguien termine una novela de trescientas páginas o tan siquiera un cuento de página y media.
Hace unos días me admiraba leyendo a un escritor famoso por la gran cantidad de adjetivos, gerundios y repeticiones que contenía su obra, y sin embargo, era tal la expectativa que generaba la trama, el interés que despertaba en mí como lectora, que aquello pasaba a segundo plano, la novela se entendía perfectamente y corría con fluidez extraordinaria. De lo que sí deberíamos cuidarnos es de escoger un tema del cual no estemos bien informados, pues se corre el riesgo de caer en falta de credibilidad. Y una novela puede contarnos situaciones bárbaramente fantásticas, pero debe ser creíble, es la única forma en la que captaremos la atención del lector.
Sé poco de gramática, lo reconozco, y mi primera novela tiene más errores de los que podría soportar el papel en la que fue escrita, pero recuerdo que las personas que la leyeron se sintieron subyugadas por la trama, el nudo, los puntos de quiebre y el desenlace. Esto último lo aprendí después. Lo aplicaba a mis novelas sin saber que eran reglas que existían y se enseñaban en los talleres de escritura, (lugares donde se asiste después de haber escrito una obra). Escribir debe ser una labor placentera, y se hace mejor cuando se está en un estado tal que no importa lo que ocurra alrededor, pues se está en otro mundo. Concentración, estado alfa, o trance creativo, como quiera que se llame, esos momentos de comunión con lo que se escribe son los que darán vida a las historias que tramamos, imaginamos y visualizamos, mientras le damos con furia a las teclas. Por supuesto, mis primeros lectores eran mi esposo, mi hijo, amigas, gente que jamás había escrito nada que no fuese una carta o una esquela. ¡Pero vaya ánimo que me daba saber que les había interesado tanto que se la leyeron íntegra! Lo cierto es que cuando se debe presentar un trabajo a una editorial, las obras son evaluadas desde diferentes puntos de vista, y creo que el principal es el estilo literario. Lo demás se puede corregir. Una obra sin estilo es difícil que sea tomada en cuenta.
Hablando de gramática; encontré hace poco unas reglas gramaticales que me llamaron la atención:
Asíndeton es la supresión de conjunciones, como por ejemplo «y»
Era malo y terrible, y también vicioso: Era malo, terrible, también vicioso.
Y por el contrario, polisíndeton es una figura que consiste en usar repetidamente las conjunciones para dar fuerza o energía a la expresión de los conceptos:
Le dije que lo amaba y lo deseaba y lo diría una y otra vez.
Apuesto a que muchos las usábamos, pero no sabíamos cómo se llamaban. Se los dejo, para que la próxima vez que tengan que usar o suprimir la «y» recuerden que están haciendo uso del asíndeton y del polisíndeton. ¡Vaya nombres complicados!
En cuanto a los críticos literarios, les dejo una respuesta que no tiene desperdicio. Es un segmento de una entrevista hecha a Alberto Vásquez-Figueroa:
Había un crítico que era el Papa Upa de las críticas, que se llamaba Leopoldo Azancot. Una vez vi un libro de él y lo compré. Empiezo a leerlo y en la página diecisiete dice: "Y en el silencio de la noche del pueblo del desierto, tan solo se escuchaba el resonar de los cascos de los camellos sobre el empedrado de la calle". Un momento. En primer lugar, ¿una calle del desierto empedrada?, la arena en dos minutos la habrá cubierto, pero bueno. Y segundo y principal, "los cascos de los camellos"... ¡Este tío no ha visto un camello en su vida! Ni siquiera se ha molestado en ir al zoológico a ver que los camellos tienen unas patas blandas y almohadilladas para no hundirse en la arena. "Los cascos de los camellos"... ¡tócate los cojones! Sigo adelante y dice: "En el fondo de una de las cestas que el camello llevaba a cada lado estaba escondida Fátima la cautiva". Joder, Fátima la cautiva debía de ser de ochenta centímetros, porque un camello lo máximo que puede llevar, yendo muy jodido, son treinta o cuarenta kilos a cada lado. ¡Me cago en la madre que lo parió! ¿Qué era, una mezcla de camello y elefante? Así que pensé, mira, el mejor crítico de España que se vaya muy lejos a escribir novelas y a criticar. Cuando tienes mi edad hay un momento en que llegas a la conclusión de que lo mejor es pasar de todo. Tú sabes quién eres. Yo soy así, que te gusta, pues bien. Que no te gusta, pues me da igual.
B. Miosi
Un fantástico post y buena la reflexión. La crítica gramática es una cosa, la del estilo es otra. El uso, como bien señalas, de muchos gerundios o repeticiones es una cosa de estilo. García Márques usa magistralmente las comas (,) o hay autores que no dividen los párrafos. Lo importante, es lo que pasa en el libro.
ResponderEliminarLuego hay errores garrafales, bueno, eso no es cuestión de estilo, eso es otra cosa que habría que tener cuidado, pero otra cosa.
Pero comparto contigo la mayoría de lo que dices, especialmente lo que dice el último citado sobre los criticos.
Un abrazo
Bueno, lo de "mente" lo sabía. Pero cero que son reglas un tanto arcaicas, igual a aquellas que le imponían a los editores de García Marquez comentarle que debía usar palabras mas rebuscadas que sencillas.
ResponderEliminarLo del crítico... bueno... tal vez son camellos clonados o mezclados con caballos, pigmeos africanos... quien sabe, no? Jajaja
Saludos
Gracias por tu comentario, Diego, lo mejor que podemos hacer es utilizar el lenguaje de manera comprensible e ir creando nuestro propio estilo, pero sin tratar de seguir los estilos de nadie.
ResponderEliminarY lo del crítico, es para enmarcarlo, jaja
Germanico, ¿camellos clonados? jajaja, yo más bien pienso en camello injertados...
ResponderEliminarGracias por tu aporte
Con respecto a los estilos literarios, te diré que no frecuento las críticas ni les llevo el apunte, pues cada uno, creo, con el paso del tiempo, va buscando "su estilo", amén de las falencias en que incurra o despropósitos que llegue... jajaja.
ResponderEliminarPor otra parte, la lectura te lleva, especialmente si lo narrado es meritorio o atrapante.
Me gustan muchos autores de narrativa, pero la mía no les llega ni a los talones.
Pero hay que leer, seguir leyendo y si es posible, morir leyendo... ¡aunque sea nuestro testamento..! ¡Glup!
Blanca, déjame decirte que tienes un blog bien hecho, no como el mío tan austero y estoicamente... jajaja... elaborado.
Un cariño,
luis
Morir leyendo... nuestro testamento ¡Estoico! ¿qué clase de lectura es esa? jajaja,
ResponderEliminarTienes razón con eso de que cada cual va buscando la lectura que más le place, por fortuna gustos hay para todos.
Pasé por tu blog, sí que está un poco blanco ¿eh? un poquito de color no le quitaría nada de estoico, jaja
Besos,
Blanca
Hola Blanca:
ResponderEliminarTocas un tema primordial para el arte de la escritura, y lo que más me gusta, por encima de las espléndidas razones que presentas, es tu sinceridad. En este mundo, y sobre todo en el mundo literario en el que a veces pesan tanto ciertas restricciones, leer opiniones sinceras con las que uno se identifica sin tapujos es como respirar una bocanada de aire fresco.
Hoy precisamente hablaba con una lingüista acerca de la Gramática y ciertas reglas que se imponen a la lengua, que no tienen ya que ver con el sentido común y el común código del habla, sino con pretensiones absurdas de aquellos que se llaman a sí mismos “intelectuales”, y ella me decía, creo que muy atinadamente, que muchas veces el estilo y las normas se han convertido en una especie de moral cuya función no es otra que establecer diferencias elitistas. “Si escribes de tal o cual modo, estás fuera/dentro” –como lo desarrolla Elisabet en un cuento que leí hace unos minutos- o aún peor “Si escribes de tal o cual cosa, estás dentro/ fuera”.
La escritura es, ante todo, un acto de carácter artístico, y como tal responde muchas veces a la primera idea, al momento de delirio creativo (llámese inspiración). Y lo has dicho con la naturalidad y precisión que te caracteriza en los ejemplos del uso del sufijo “mente”. Tienes razón, a mí me pasa: con frecuencia, mientras escribo, me torturo tratando de evitar los adverbios que me salen en el flujo normal de la escritura, en vez de concentrarme en lo que de verdad importa: el contenido del texto. En esto último está el meollo y la importancia de la literatura, y no en otra cosa. En un contenido interesante, verosímil. Y agregaría, acaso con temor a equivocarme: en un contenido claro y accesible. ¿Cuántas obras no abundan, que se tratan de obras maestras, pero que no entienden ni la mitad de sus lectores? Podrán proponer “juegos” muy “ingeniosos” de lectura, pero eso a final de cuentas, no deja de ser una frivolidad cuando el tema tratado no es más que una suma de filosofías rebuscadas, o anécdotas triviales y absurdas, con las que difícilmente podría identificarse y conmoverse un lector común y corriente. Como yo (ante el “Ulises”, o “Rayuela”, por ejemplo, y que me perdonen los eruditos).
Jajajaja. Bueno, ya me puse sincero. Ah, es que a veces uno se contiene estas opiniones, y es triste porque quiere decir que tácitamente se acepta formar parte del estira-afloja elitista de los estudiosos y los críticos. ¡Y pues yo pertenezco al grupo de los que usaban el asíndeton y el polisíndeton sin saberlo! Apunto ahora mismo los conceptos en mi diccionario. Aunque sí que son unos nombres un tanto complicados.
Lo que citas sobre Vázquez-Figueroa pone de relieve una situación curiosa, y verdadera como un axioma: podemos criticar mucho, pero una cosa es criticar a los demás, y otra muy distinta ejercer nosotros mismos la perfección que tanto exigimos en el trabajo ajeno. ¡Ah! La práctica es muchas veces, opuesta a la teoría.
Un abrazo grande, Blanca. De nuevo, salgo con material para pensar un buen rato, y aprendizaje bajo el brazo.
¡Nos leemos!
Tema de debate, si los hay... jejejeje.
ResponderEliminarCreo que sí, que hay que esforzarse en hacer de la escritura algo impecable, y nunca es demasiado, en ello. Pero “impecable” no lo entiendo según si usar un no advierbos en “mente”, más o menos adjetivos, más o menos comas. No, para nada: impecable, a mi modo de ver, es pulir un texto hasta el máximo posible, teniendo en cuenta el propio estilo. Creo que esta es una de las funciones principales de la revisión (sospecho que en la primera escritura, como dice Blanca, se está en un mundo aparte de todos los otros mundos, y allí la pluma corre, vuela, siguiendo el camino trazado por la historia, las ideas...). Me parece —sin ser ni experta ni crítica literaria— que, y aunque cada lector tenga sus propios gustos con respecto a estilos, cuando la prosa está depurada en función de un cierto estilo, eso se reconoce, se percibe con algún sentido que no es la vista, y entonces la historia, las ideas o emociones que se narran, realmente brillan. Pasar de García Márquez a Camus y de Camus a Cortázar y de éste a Chejov es pasar de un estilo a otro totalmente diferente; el caso es que, según creo, cada uno de ellos tuvo el oficio necesario para pulir su propio estilo... y eso los vuelve únicos.
Así que sí, acuerdo en que hay que ser cuidadosos en las “reglas” (salvo las obvias gramaticales, ortográficas, etc), y no tomarlas como un corsé que no puede quitarse bajo amenaza de los fuegos eternos. Es cuestión de tener sentido común, me parece. Veo como más importante, más que las reglas, el paciente trabajo de leer a los buenos autores pensando en por qué puso aquí una coma y no un punto y coma; y el más paciente trabajo de cuestionarse continuamente cada término, cada punto... hasta asegurarse la fluidez propia. Si el adverbio tiene que ir... porque es cierto, no necesariamente las formas de reemplazo serán exactamente iguales, entonces irá. La cuestión es que uno esté seguro de que el adverbio debe estar, y sólo él y no ninguna otra forma.
Así que plenamente con vos, Blanca, en que lo importante es crear un estilo propio, sin dejarse ahogar por aquello que, en verdad, son convenciones...! y tener algo que valga la pena contar! (jejejeje)
Un cariño,
Esther
PD: la historia del camello es fabulosa. Me reí con ganas!
A veces pasa que hay autores que se obsesionan muchísimo en hacer de la escritura algo impecable y pierden de algún modo la esencia del relato, la magia, por así decir... Yo lo veo de esta manera, son Perfectos en la ejecución, pero tremendamente fríos en el desarrollo. Y un texto, por pulido que esté, si es gélido, no tiene mucha gracia.. Hay que sentir a los personajes, sufrirlos, eso es quizá lo más importante, dotarlos de vida. Una coma aquí, una coma allá, no sé cuanta hondura pueda conferirle a un personaje, ni qué tan importante pueda ser para la historia.
ResponderEliminarYa lo decía Borges, hay quienes aprenden a escribir como quien aprende a jugar al ajedrez. Y yo creo que la magia de un texto no se consigue mediante una precisión milimétrica.
En cuanto a las adjetivos si no se incurre en pleonasmo, pues por mí incluso hasta tres. Y los adverbios en “mente” no siempre quedan “antiestéticos”. Si imprimen carácter a la legibilidad del texto, ¿por qué obsesionarse en si es adecuado o no ponerlo ahí?
Hola Anónimo, plenamente de acuerdo contigo, no podrías haberlo expuesto de manera más clara y sin pleonasmos, ja, ja, hay escritores que tienen particulares obsesiones con los adjetivos, cuando en realidad deberían obsesionarse con el desarrollo de la trama y los personajes. Soy de las que creen que si no existe Obsesión al escribir, difícilmente la obra podrá traspasar emoción a sus lectores.
ResponderEliminarGracias por participar,
Blanca
Esther, es un placer tenerte por aquí, estoy de acuerdo con lo que dices, el estilo es lo que diferencia a un autor de otro, y has mencionado a cuatro que son cada uno, un maestro en su estilo. Y leer, leer mucho y a los buenos, creo que ese sería el mejor consejo que le podrían dar a escritores noveles como nosotros, pero leer para aprender, no para copiar, y no me refiero a plagiar, sino a imitar, que no hay nada más triste que ser copia al carbón de otro. Las reglas gramaticales se deben respetar, por supuesto, pero hay ciertos matices en la escritura que no deben ser sometidas a un “corsé” ¡qué buena definición! Y pienso que depende de esos matices la diferencia entre lo que escribe un genio y un escritor del montón. Otro tema para desarrollar. ¡Tengo unos participantes increíbles!
ResponderEliminarUn abrazo, Esther,
Blanca
Una reflexión de lo más interesante. He de reconocer que me ha llenado de ánimos para seguir escribiendo, lo cual, considerando que aquí en la península Ibérica es Lunes por la mañana y llueve (escenario inmejorable para una buena depresión), no es poca cosa.
ResponderEliminarAnte el argumento de la calidad de la historia y su verosimilitud, no se puede hacer otra cosa que asentir. Esa es la clave. El meollo del asunto... Sin eso, no existirían los best-seller de ahora... ¡Ojo, ni los de antes! Para la élite intelectual de su época, Alejandro Dumas (papá) no valía un comino, aunque vendía a mansalva porque sus historias eran -y son- fenomenales.
Un abrazo!
PD: Genial la anécdota del crítico que has rescatado de Vázquez Figueroa.
Los días de lluvia son inmejorables, (o empeorables, jeje) pra escribir, Vitolink, ya te había echado en falta, Así dicen, Alejandro Dumas no era un gran escritor, y ahora es reconocido y sus obras llevadas a la pantalla, las vueltas que da la vida...
ResponderEliminarGracias por tu opinión, amigo,
Un abrazo,
Buenas noches, Vanidoso es mi nombre.
ResponderEliminarFrecuentemente, y con frecuencia, sería la solución a la fuerza que nuestros textos carecen??
Digo, los dos juntos quizás...
Las comas y la conjunción y, la vuelco segun el ánimo, las ganas y lo que está contando, pero es obvio que la conjunción si le da más énfasis a la sucesión de verbos, sustantivos, etc.
Con respecto a los críticos, yo soy el más peligroso de ellos, el que viven atentando contra mi virgen escritura.
Saludos, y muy interesante tu post.
Conocer uno por uno todos los conceptos gramaticales no hará mejor o peor escritor a nadie. En todo caso, un escritor puede hacer uso de algún manual de estilo, de esos que ayudan a superar problemas básicos de enunciación, o manuales sobre el uso correcto de la lengua. Pero así y todo, nada de todo ese arsenal aportará algo al estilo, sólo garantizará que ese estilo esté más o menos bien presentado. Alguien puede ser un experimentado filólogo y sin embargo no tener estilo. Aunque eso sí, los conceptos gramaticales los sabrá de punta a punta. Para mí, no hay mejor referencia que la que pueden dar los grandes escritores cuando toman la pluma y hablan sobre su trabajo de escritor. Por suerte, son muchas las páginas que nos han legado los maestros. Si te interesa, hace poco publiqué una entrada sobre la precisión y la sencillez en la escritura, y dentro, un vínculo hacia las "poéticas" de muchos maestros. Para un escritor, eso es mejor que aprenderse la gramática. (La entrada se llama "Sencillez y precisión: recursos perdurables", y la encontrarás en la sección "Literarias"). Interesante tu entrada, y felicitaciones por tu obra. Un abrazo.
ResponderEliminarVanidoso, todos son libres de escribir como deseen o en algunos casos, como puedan. Un blog es un maravilloso recurso para hacer conocer nuestras inquietudes, depende de la forma como las expresemos pra que seamos entendidos.
ResponderEliminarAlgunas veces la diferencia puede estar en un sutil acento: "si" que es condicional o "Sí" que es afirmativo, categórico. Nuestro deber es hacernos comprender. Nuestras individuales, criterios o convicciones no tendrían razón de ser si así no fuera.
Saludos,
Gracias, diego, pasaré por tu blog y veré el interesante enlace.
ResponderEliminarNos leemos!
Un tema muy interesante, Blanca.
ResponderEliminarY lo de la entrevista es genial, jajaja...
En cuanto a la forma correcta de escribir, creo que lo fundamental es leer mucho, de esta manera se interiorizan "las normas" básicas de una forma natural, y cuando te pones a escribir surgen intuitivamente sin tener que preocuparte por ellas. El/la escritor@ tiene que poder expresarse libremente, sin ponerse trabas de ningún tipo, como le salga de dentro; así creará su propio estilo y se formará su personalidad literaria. Después, en la revisión, podrá corregir posibles errores sin desvirtuar la verdadera esencia de la obra.
Ahora con los ordenadores lo tenemos fácil: no hay que tenerle miedo a dejar volar los dedos sobre el teclado; siempre se puede rectificar, mejorar, e incluso borrar.
Un saludo.
Lola, sí, lo de la entrevista esta muy bien, a mí me encantó. Muchos que critican no escriben, por eso su punto de vista es sesgado. Creo que la mejor forma de saber si algo es bueno es cuando te leen. Los lectores rara vez se equivocan, al fin y al cabo escribimos para ellos.
ResponderEliminarUn beso, amiga,
Blanca
Blanca, excelente entrevista. Por ti he conocido más de Vázquez- Figueroa, pues en Chile casi no llegan libros de él, o yo no me he fijado en ellos, a pesar de que como lector asiduo recorro regularmente las mejores librerías de Santiago.
ResponderEliminarMe encantó tu estilo, tan propio y versátil como en tus novelas, que va describiendo las obras, al escritor, al hombre y a ti misma cuando lo entrevistas. Todo ello hace que ésta sea una conversación sea muy descriptiva y que fluya rápidamente.
De seguro que, si alguna vez soy famoso, te pediré a ti que me entrevistes. Enhora buena
Me olvidé de despedirme, así que te envío un gran abrazo y que sigas con tus novelas, cuentos y también entrevistas
ResponderEliminarUn beso,
agustín