CREÍ, por Blanca Miosi
Mi espíritu está invadido de cansancio,
parece que se agotan mis anhelos,
tan sólo vivir quiero con calma...
Llenar mi corazón con fiero intento
No logrará volver a mí aquel buen tiempo,
qué más puedo pedir, si mis deseos
no colman mi ambición ni mi conciencia.
Tarde entendí que sólo ser es mi destino,
existir y luego dejar en el intento,
la última fibra de dolor y sufrimiento,
y que otro más venga por mí en mi salvamento.
Dicen que hay uno que logrará y hará el intento
dicen que es el que escucha mis lamentos,
pero yo digo que es el peor de mis tormentos,
porque hace mucho de creer dejé en silencio.
Al caer la noche cuando elevo la mirada,
regadas por doquier veo las estrellas,
pedí deseos para mí siempre incumplidos,
a aquellas que fugaces se clavaban
en el lejano horizonte de mis sueños,
pedí, ¡cuánto pedí! ser escuchada,
deseé creer que se tardaban mis deseos
en la interminable sucesión del infinito
Deseé creer que alguien arriba existía
que al ver mis ojos mostraría la alegría
que de infante me enseñaron como gloria,
y escucharía con amor mis letanías
Mas veo ahora con tristeza y lejanía
que jamás recibiré tal arrebato de armonía,
creo que arriba no hay sino el espacio frío,
mutismo imperturbable, o una utopía,
para nosotros los mortales, el vacío,
la oscuridad, el silencio, y... el final.
B. Miosi
parece que se agotan mis anhelos,
tan sólo vivir quiero con calma...
Llenar mi corazón con fiero intento
No logrará volver a mí aquel buen tiempo,
qué más puedo pedir, si mis deseos
no colman mi ambición ni mi conciencia.
Tarde entendí que sólo ser es mi destino,
existir y luego dejar en el intento,
la última fibra de dolor y sufrimiento,
y que otro más venga por mí en mi salvamento.
Dicen que hay uno que logrará y hará el intento
dicen que es el que escucha mis lamentos,
pero yo digo que es el peor de mis tormentos,
porque hace mucho de creer dejé en silencio.
Al caer la noche cuando elevo la mirada,
regadas por doquier veo las estrellas,
pedí deseos para mí siempre incumplidos,
a aquellas que fugaces se clavaban
en el lejano horizonte de mis sueños,
pedí, ¡cuánto pedí! ser escuchada,
deseé creer que se tardaban mis deseos
en la interminable sucesión del infinito
Deseé creer que alguien arriba existía
que al ver mis ojos mostraría la alegría
que de infante me enseñaron como gloria,
y escucharía con amor mis letanías
Mas veo ahora con tristeza y lejanía
que jamás recibiré tal arrebato de armonía,
creo que arriba no hay sino el espacio frío,
mutismo imperturbable, o una utopía,
para nosotros los mortales, el vacío,
la oscuridad, el silencio, y... el final.
B. Miosi
Cuando nuestra mente le cede la voz al corazón. Muy bello, Blanca.
ResponderEliminarBesos.
Qué bien tejido ese lamento por la indiferencia suprema.
ResponderEliminar¡Muy bello!
Un beso,
Xavi
Blanca,
ResponderEliminarNo conocía tu faceta poética, y me sorprende gratamente. :-)
Es un bello poema. Triste, inundado de desconcierto, pero bello. ¿Es que puede alguien saber lo que vendrá luego, si es que algo viene? Últimamente tiendo a creer que lo arribará es un descanso definitivo, es la Paz, con mayúsculas.
Un abrazo.
Estoy con Alejandro, creo allá arriba existe la paz con mayúsculas el descanso definitivo para el guerrero. El lugar donde los sueños ni son soñados ni se sueñan, donde no ser es solamente silencio.
ResponderEliminarSaludos
¡Blanca! Me ha sorprendido este nuevo registro tuyo, bueno, nuevo para mí. Es un hermoso poema que destila tristeza, quizás frustración, deseos incumplidos. Es una bella estampa de melancolía, que por otra parte es uno de los estados más inspiradores para los poetas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias. Antony, me ha gustado eso que dices: "Cuando nuestra mente le cede la voz al corazón". Tienes razón, así es.
ResponderEliminarXavier: Diste en el clavo. ¡Gracias!
Alejandro, Estoy empezando a creer lo mismo. PAZ. algo difícil de encontrar aquí.
Begoña: Silencio absoluto, es lo que viene después.
Maribel: Es el resultado de los domingos solitarios, me alegra que te haya gustado!
Besos, amigo/as!!!
Blanca