Sólo un deseo más, por B. Miosi
Mariah percibió en el rostro de Nicolai de facciones usualmente plácidas, un rictus de angustia. Sus ojos enrojecidos, su mirada triste. Le dijo que también lo había amado, que la había hecho feliz, le agradeció por ser como era, pero no escuchaba su propia voz. Una lágrima rodó por la mejilla de Nicolai y fue a caer en la suya, y no la sintió. Nicolai se transformó en una mancha informe hasta desaparecer por completo. De pronto, ella estaba arriba. Desde allí se veía a sí misma en el lecho y a su marido sollozando arrodillado al lado de su cuerpo inanimado, a la gente que entraba y salía de la alcoba, y finalmente a Nicolai solo, besándola tiernamente en los labios, murmurando palabras de despedida.
Mariah podía ver todo lo que sucedía abajo, y como si las paredes fuesen invisibles; vio a Víctor, su amante predilecto, encorvado en una esquina de la sala cubriéndose el rostro con las manos; recordó con indiferencia las horas transcurridas a su lado. Más allá, al joven Alexandro que tantos besos le había robado, sentado, con la mirada perdida. Y vio a Ivana llorando en el jardín, la chiquilla cuyo cuerpo palpitante había acariciado tantas veces...
No entendía el dolor de los que estaban abajo, solo sentía apatía por lo que antes había significado todo para ella. Sintió que se alejaba, y a medida que lo hacía, ese mundo en el que desde que tenía memoria se habían hecho realidad todos sus deseos, se volvía pequeño, transformándose en una bola de hilo enmarañado. Comprendió cómo veía la tierra quien sea que la hubiese creado. Y mientras se alejaba sentía una libertad plena y absoluta.
—Ven, te enseñaré el camino... —dijo una voz en su mente, como si fuese su propio pensamiento.
Se dejó llevar y supo que llegaría a conocer al que concedía favores. Y a medida que se internaba en el infinito, se preguntaba por qué había temido tanto salir de aquel envoltorio de piel que había lucido con orgullo.
Un soplo gélido disipó su alegría, la libertad empezó a transformarse en un pesado fardo. La claridad, en tinieblas. Alguien se estaba convirtiendo en el dueño de su alma, de su esencia, de su ser. La libertad se esfumaba.
—Es el pago por los favores recibidos. —Sintió en su mente. ¡Y había pedido tantos!—. Solo un deseo más… —susurró la voz, como hacen los amantes—, solo uno más, y serás mía.
Abajo, todos miraban la fosa, mientras recordaban a Mariah la divina, una mujer con suerte.
—Descansa en paz—. Fue el deseo póstumo frente a su ataúd.
Y fue lo que escuchó Mariah allá en la lejanía de la inmensidad oscura.
Un alarido cruzó el espacio mezclándose con un trueno que anunciaba tormenta. Las últimas lágrimas se mezclaron con las primeras gotas de lluvia, y el ulular del viento fue perdiéndose junto con los pensamientos de los dolientes.
—Se nos fue Mariah, una mujer con suerte. Todos sus deseos eran concedidos. —Murmuraban.
Luego el cementerio quedó vacío.
No entendía el dolor de los que estaban abajo, solo sentía apatía por lo que antes había significado todo para ella. Sintió que se alejaba, y a medida que lo hacía, ese mundo en el que desde que tenía memoria se habían hecho realidad todos sus deseos, se volvía pequeño, transformándose en una bola de hilo enmarañado. Comprendió cómo veía la tierra quien sea que la hubiese creado. Y mientras se alejaba sentía una libertad plena y absoluta.
—Ven, te enseñaré el camino... —dijo una voz en su mente, como si fuese su propio pensamiento.
Se dejó llevar y supo que llegaría a conocer al que concedía favores. Y a medida que se internaba en el infinito, se preguntaba por qué había temido tanto salir de aquel envoltorio de piel que había lucido con orgullo.
Un soplo gélido disipó su alegría, la libertad empezó a transformarse en un pesado fardo. La claridad, en tinieblas. Alguien se estaba convirtiendo en el dueño de su alma, de su esencia, de su ser. La libertad se esfumaba.
—Es el pago por los favores recibidos. —Sintió en su mente. ¡Y había pedido tantos!—. Solo un deseo más… —susurró la voz, como hacen los amantes—, solo uno más, y serás mía.
Abajo, todos miraban la fosa, mientras recordaban a Mariah la divina, una mujer con suerte.
—Descansa en paz—. Fue el deseo póstumo frente a su ataúd.
Y fue lo que escuchó Mariah allá en la lejanía de la inmensidad oscura.
Un alarido cruzó el espacio mezclándose con un trueno que anunciaba tormenta. Las últimas lágrimas se mezclaron con las primeras gotas de lluvia, y el ulular del viento fue perdiéndose junto con los pensamientos de los dolientes.
—Se nos fue Mariah, una mujer con suerte. Todos sus deseos eran concedidos. —Murmuraban.
Luego el cementerio quedó vacío.
B. Miosi
IMPACTANTE!!!...¿cómo se verá todo desde el "otro lado"?...bss
ResponderEliminarMariah, vivió intensamente, supo dar amor a mucha gente y también lo recibió.
ResponderEliminarEs un cuento precioso, Blanca, en el cual nos das qué pensar. Supongo que si utilizamos todos los deseos en ésta vida, no nos quedará nada que pedir en la otra. No obstante, ¿y si guardásemos los deseos para después, y después sólo quedara “un descanso en paz?” Sería lastimoso reservar algo que no será utilizado nunca ¿verdad?
Un beso, amiga
Interesante punto de vista impartiste en la vida de quienes rodearon a Mariah: sus amantes. A pesar de seguir adoloridos por la perdida de tan exquisita mujer, pensaban que ahora sería feliz al estar del otro lado del umbral.
ResponderEliminarLamentablemente para Mariah, había una entidad esperándola para apoderarse de esencia.
Un beso,
Daniel DC
Brillante! Me fascinó, quedé atrapado desde la primera línea.
ResponderEliminarFelicitaciones!!
BESOTES BLANCA!
Me ha gustado muchísimo, Blanca. ¿Tienes algo más escrito sobre estos personajes? Da la sensación de que los conoces muy bien, y creo que ese es uno de los mayores logros del cuento: el ambiente.
ResponderEliminarHe hablado en mi blog sobre la entrevista que le hiciste a Rosa Montero, quizá te apetezca echar un vistazo.
Besotes,
naTTs
Genial el relato, impresionante.
ResponderEliminarAunque va contra mis convicciones que haya que pagar en "la otra vida" lo disfrutado en ésta ni ser premiado por el sufrimiento.
Pero sería interesante ver quien te llora cuando te mueres...
¡Vaya! ¡Vaya! ¡Vaya! Preciosa y expresiva forma de ver la "vida" desde el otro lado de la frontera. Esa frontera, ese paso que tanto miedo les da a muchos y, tú, con esa sencillez y limpieza con la que narras, lo das sin titubeos, segura de tí misma, consciente de que, al otro lado, hay "algo" que nos pasará factura por todo lo hecho y dicho.
ResponderEliminarSi no eres creyente, deberías serlo; si lo eres, deberías mostrárnoslo con mayor asiduidad.
Te seguiré leyendo, Blanca, ya casi como una droga de consumo regular, aunque algún día, tras la frontera, deba pagar al barquero que me pase al otro lado.
Me ha gustado mucho la ascensión. Al final, ese último deseo, murmurado por sus seres queridos, motivó su condena ¿no? Creo haberlo entendido así.
ResponderEliminarUn beso.
Un tanto inquietente el cuento. Para mi lo mejor es como describes el ambiente, he podido ver con claridad la habitación, el lecho de muerte y después el cementerio mojado por la lluvia. Te felicito.
ResponderEliminarSoy un recién llegado a esto de los blogs y me está pareciendo un mundo fascinante tanto es así que he creado el mio propio, muy sencillo y humilde pero ahi está. Doy la dirección por si te quieres dar una vuelta por él. www.novelistaingenuo.blogspot.com
En mi entrada, al igual que tu he colocado un pequeño cuento. Me gustaría conocer tu opinión.
Un saludo
Umm... un relato breve pero del que se podría hablar mucho, Blanca. ¿El que concede los favores? "Por fin lo conoceré",je,je.. y apresará su alma... uyy.. suena a cuernos y azufre, ¿no? "Qué suerte tenía Mariah, que todo lo conseguía"... Umm... cabe preguntarse pues: ¿A qué precio?
ResponderEliminarMe gustó Blanca, un relato eficaz, sin duda, inquietante.
Cuando uno se marcha para siempre con la plena sensación de haber hecho lo debido, y a su vez lo hace en paz consigo mismo, lo demás no importa; qué más da que hubiera un pago o un por qué.
ResponderEliminarMuy bonito, Blanca; y muy limpia la narración.
Un fuerte abrazo, amiga.
MiánRos
¡Caramba! Te felicito por tu "regalo", sabes crear un atmósfera que envuelve.
ResponderEliminarDespués de la muerte, amiga Blanca, poco importa ya lo que digan de ti, salvo para tus familiares.
¡Un beso!
MIGUEL
"Ver la vida desde el otro lado", es algo que nadie podrá decir, Winnie.
ResponderEliminarUn besote!
MJesus dijo:
ResponderEliminar"Mariah, vivió intensamente, supo dar amor a mucha gente y también lo recibió.
Es un cuento precioso, Blanca, en el cual nos das qué pensar. Supongo que si utilizamos todos los deseos en ésta vida, no nos quedará nada que pedir en la otra. No obstante, ¿y si guardásemos los deseos para después, y después sólo quedara “un descanso en paz?” Sería lastimoso reservar algo que no será utilizado nunca ¿verdad?"
MJesus:
Muy buena tu deducción, se nota que eres una mujer práctica, je, je, ¡Vimamos entonces todo lo mejor que podamos en esta vida!
Un beso!
Daniel DC dijo:
ResponderEliminar"Interesante punto de vista impartiste en la vida de quienes rodearon a Mariah: sus amantes. A pesar de seguir adoloridos por la perdida de tan exquisita mujer, pensaban que ahora sería feliz al estar del otro lado del umbral.
Lamentablemente para Mariah, había una entidad esperándola para apoderarse de esencia."
Fíjate que has visto el cuento desde el punto de vista de sus amantes, (que fueron muchos, eso es seguro) sin embargo, cuando escribí el cuento, no pensé que fuesen sus amantes quienes pidieran el último deseo frente a su tumba.
Y la entidad... bueeeeno, quién sabe si logró su cometido.
Besos!
Gracias, Stanley, me encantan los lectores como tú.
ResponderEliminarBesos!
NaTTs dijo:
ResponderEliminar"Me ha gustado muchísimo, Blanca. ¿Tienes algo más escrito sobre estos personajes? Da la sensación de que los conoces muy bien, y creo que ese es uno de los mayores logros del cuento: el ambiente."
Qué extraordinario. Si supieras que este cuento es una parte crucial de mi primera novela; El pacto, actualmente en estado de remodelación.
¡Qué ojo!
Muchas gracias por pasar, NaTTs,
Besos!
Lola, a mí también me gustaría saber quién me llora cuando haya muerto, o quién se alegraría, (espero que pocos, je, je)
ResponderEliminarUn placer tu visita, amiga
Besos!
Incongruente:
ResponderEliminarCuando hagas el trato con Caronte, procura que te alargue el plazo, hoy suelen haber muchas formas de "arreglos"
Muchas gracias por tus palabras, amigo,
Besos,
g.r.l. dijo:
ResponderEliminar"Me ha gustado mucho la ascensión. Al final, ese último deseo, murmurado por sus seres queridos, motivó su condena ¿no? Creo haberlo entendido así."
Podría ser que sí, amigo, aunque si te pones a ver, haya sido lo contrario.
Un besote!
Hola Antonio, Bienvenido!
ResponderEliminarSí, creo que el cuento tiene algo de inquietante, muchas gracias por leerlo.
Pasaré por tu blog, así que ve preparando el café!
Un abrazo!
Deusvolt:
ResponderEliminarMariah era una mujer con suerte. El ser que le pidió el último deseo, parece que logró su comentido. Sin embargo, podría darse que como siempre se le cumplían los deseos a Mariah, éste último también se cumplió. El grito que se escucha al final podría ser del ser enardecido.
Digo yo.
Besos!
Mián, veo que lo tomaste filosóficamente, también estoy de acuerdo, ¡Qué más da!
ResponderEliminarBesos!
Gracias, Miguel
ResponderEliminarAl morir dejamos todo. Absolutamente todo. Es verdad lo que dices,
Un beso!
O.K. Blanca, no lo supe interpretar, je,je.. Pero el relato es fantástico. Besos.
ResponderEliminarMaravilloso, Blanca. Literariamente muy lindo relato, humanamente te sobrecoge. ¿Cuánto se ha especulado sobre el momento del adiós, ese del que todos opinan y nadie, excepto los que se fueron, saben cómo sucedió? Me gusta que se juegue con esta incertidumbre tan adherida a nuestra vida, en realidad vida y muerte son una misma cosa, las dos caras de una moneda, solo deseamos que la moneda tarde en dar la vuelta.
ResponderEliminarMe ha gustado. Un abrazo.
Hola!
ResponderEliminarTu blog a sido ternado en La Revista PREMIA, 2do concurso interblogs, en categoría Literario 2. Para votar y traerte el enlace para que tus seguidores te voten ingresa a
http://larevistapremia.blogspot.com
¡Suerte!
Ja, ja, Deusvolt, como lector, puedes darle el significado que quieras!!
ResponderEliminarBesos!
Blana
Gracias, Maribel, me encanta cuando lees mis cuentos, La muerte es un misterio. Nadie sabe qué sucederá después, a pesar de que se han escrito muchas experiencias de pacientes que han resucitado, nadie sabrá a ciencia cierta la verdad. Es la gran pregunta, amiga, y mientras eso suceda, podemos seguir dejando vagar nuestra imaginación.
ResponderEliminarBesos!
Blanca
Hola, silvia, Bienvenida a mi blog.
ResponderEliminarPasé por tu sitio y me parece que el concurso finiquitó el 30 de noviembre. (Al menos fue lo que encontré), de todos modos, ¡muchas gracias por tomar en cuenta mi blog!
Besos!
Tus novelas enganchan, Blanca, pero tus relatos cortos nos dejan literalmente pegados a las sillas.
ResponderEliminarFantásticon relato, inquietante como ha dicho alguien, y muy aleccionador. Me gustan los textos que nos hacen reflexionar, pensar más allá de las simples palabras y buscarle el significado más profundo a esas frases tan bien dibujadas, como el cuento que nos has regalado.
Saludos.
Blanca, me gustó mucho el cuento de las sensaciones luego de la muerte. Hay tanto que especular al respecto, y tú elegiste un muy buen tema. Lo dramatizaste en su justa medida y quedó perfecto. Impacta.
ResponderEliminarCariños,
Venator
Una historia genial, Blanca, da que pensar. A veces no basta con pedir, con recibir, tambi´´en hay que saber dar, porque si no lo hacemos en vida, acabaremos haci´´endolo luego.
ResponderEliminarUn abrazo.
Armando, Venator, Janet... ¡Muchas gracias por dejar sus impresiones!
ResponderEliminarCada comentario es muy valioso para mí, y también gracias por no olvidarse de este rincón.
Besos!
Blanca
Sigo creyendo, esperando, que a Mariah se le haya cumplido el último deseo, que el grito horripilante sea el del ente que se vio frustrado.
ResponderEliminarAmó mucho... Eso, de algo debe valer, ¿no es así?
Un final excelente, Blanca.
Cariños,
Esther