T E N S A I

CÓMO NACIÓ  T E N S A I

Hace unos años fui de visita al Perú, país donde nací. Mi madre, de ascendencia española, se casó con mi padre, nacido en Japón y llevado desde muy pequeño al Perú. En aquella visita tuve la oportunidad de conversar con la última esposa de mi padre, Alejandrina —debo aclarar que mis padres se divorciaron cuando yo tenía cinco años— y ella, que vivió mucho más tiempo con mi padre que nosotros, conocía de él aspectos que yo ignoraba. Uno de ellos fue que mi apellido, Miyoshi, proviene de un clan samurái descendiente de la línea de los Miyoshi Nagayoshi, como figura en nuestro kanji: 三好. El kanji no solo es parte de la escritura del nombre, también transmite el significado y la cultura. Al utilizar el kanji en nombres, se pueden transmitir deseos para el futuro, cualidades de la persona o incluso la historia familiar.

Dicho esto, puedo decir que enterarme de aquello me llevó a investigar el pasado de mi familia japonesa. Así, llegué a conocer a uno de sus miembros más destacados, hijo del patriarca Miyoshi Motonaga: el gran Miyoshi Nagayoshi de quien hablo en esta obra, que trata de personajes reales de la historia de Japón en el período Sengoku, uno de los más sangrientos de ese país, que abarcó 148 años, desde 1467 a 1615.

Para mayor comprensión de los lectores, me gustaría aclarar que en Japón se acostumbra anteponer el apellido al nombre. Al estar ambientada la historia en ese país, quise ceñirme a ciertas reglas para respetar su idiosincrasia. He utilizado algunos términos en japonés que se pueden comprender en el contexto y, por si existiese alguna duda, al final hay un glosario con el significado en español.

Ha sido de gran ayuda para la escritura de esta obra la lectura y corrección de los términos en japonés de mi cuñado Juan Antonio Verastegui y mi hermana Liliana Miyoshi, ambos residentes en Japón, a quienes agradezco la paciencia y dedicación que tuvieron conmigo durante la creación de la novela y por la investigación llevada a cabo por ellos en la Oficina de Registros Familiares de Japón, donde un sistema llamado koseki registra la información familiar de los ciudadanos japoneses, incluyendo nacimientos, matrimonios, defunciones y otros eventos de la historia familiar.



Conviene aclarar que esta obra es una novela. La parte histórica que corresponde al período Sengoku y específicamente a la era Tenbun, es estrictamente fiel a la que figura en los registros de las bibliotecas japonesas al respecto y que también se pueden encontrar en Internet, y es tanta su popularidad que existen animes que tienen como figura principal a Nagayoshi y otros personajes de ese período histórico. Sin embargo, en la presente obra hay partes de ficción, combinadas con acontecimientos reales ocurridos durante y después de la Segunda Guerra Mundial, vistos desde la perspectiva japonesa, como el ataque a Pearl Harbor, las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki, la Guerra de Corea, la reconstrucción de Japón, el Oro de Yamashita, todo ello interpretado a través de personajes descendientes del clan Miyoshi.

El Artículo 9 de la Constitución de Japón, afirma que: El pueblo japonés renuncia para siempre a la guerra como un derecho soberano de la nación y a la amenaza o uso de la fuerza como medio para resolver disputas internacionales, también declara que nunca podrán mantenerse fuerzas de tierra, mar y aire, así como cualquier otra con potencial bélico.

Sin embargo, las pruebas realizadas por Corea del Norte con su misil balístico Taepodong-1 sobre el espacio aéreo japonés​ a partir de agosto de 1998 así como otros asuntos de esa índole, han llevado a una escalada de tensión entre ambos países que, a su vez, ha provocado un aumento del interés por parte de Japón a cambiar su política de exclusión. En diciembre de 2004, Japón y los Estados Unidos firmaron un memorándum para el establecimiento de un marco general de cooperación para el desarrollo de un sistema marítimo antimisiles.

El Artículo 18 de la Constitución de Japón prohíbe el servicio militar forzado. Sus Fuerzas de Autodefensa se componen exclusivamente de voluntarios.

Quiero agradecer profundamente a Gregoria Alejandrina Martínez, a quien yo de niña llamaba Aleja, QEPD, por dedicarme varias horas de su tiempo aquella mañana cuando la visité hace algunos años. Disfruté de su amena conversación, su lucidez mental y excelente memoria que, sin yo proponérmelo, derivó en los recuerdos ancestrales que mi padre había depositado en ella, probablemente siguiendo la tradición familiar. La evoco como una mujer fuerte que siempre me trató con cariño. Estuvo con mi padre hasta el fin de sus días y fue portadora del secreto familiar. Me honra haber recibido las memorias de mi padre y tener el honor de plasmar en las líneas de esta novela la historia del clan Miyoshi.

                                                                                                                 Blanca Miosi

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