miércoles, 29 de agosto de 2012

Así fui y así seré


El mundo a través de mi niñez

Hay quienes retienen en la memoria recuerdos del mundo desde los dos o tres años; yo solo tengo pequeños fragmentos desde los cuatro, tal vez un poco menos, ¿pero quién podría saberlo? A esa edad no sabía contar, ni leer, ni escribir… así que apelo a mi sexto sentido.  Mamá fue la figura sobresaliente desde mi infancia, la percibí como la que tomaba las riendas de lo que sería de mí. Papá es una figura secundaria. Aún ahora lo traigo a colación solo cuando es estrictamente necesario, pues estuvo presente en mi vida pocas veces, tal vez en momentos cruciales.  Pero mi vida estuvo llena de momentos cruciales aunque entonces me parecieran cotidianos.

Nunca sabremos los secretos de los padres.  Sobre todo los de nuestras madres. La idea me vino hace tiempo, mientras escribía El manuscrito 1 El secreto, en donde digo: La conocía demasiado como para creer que sufría por la pérdida; creo que cada cual conoce la parte oscura de su madre y…Pero no es así. Hay partes que nunca quisiéramos conocer y preferimos dejarnos llevar por la imagen idílica que nos hemos querido formar de ellas.


Hace poco leí la sinopsis de una novela escrita por María José Moreno, Bajo los tilos. Trata de los secretos que empezó a descubrir la hija después de la muerte de su madre en un accidente aéreo.  Hizo que replanteara la situación que me ha perseguido durante todos estos años. Mi madre forjó mi personalidad a costa de ausencias más que de presencias. De lanzarme al mundo desde muy temprana edad aunque siguiera aferrada y el cordón umbilical que nos había unido estuviera hacía mucho tiempo desgarrado. No fue una madre como cualquier otra, tal vez haya muchas así, no lo sé, pero fue ella la que me tocó a mí y es ella quien marcó mi destino.

A los seis años ya había pasado por el vendaval de la separación de mis padres, tres cambios de casa, con sus respectivos cambios de escuela y el saber que en adelante mamá era el sustento único de nuestras vidas. Mi hermano, yo y ella. Una mujer de veintiún años. Es la cuenta que llevo porque siempre me dijo que yo había sido concebida cuando ella tenía catorce.  De esos primeros seis años tengo recuerdos oscuros. Tengo cinco hermanos de parte de padre, de los cuales guardo recuerdos amables solo de una. Hoy en día tengo muchos hermanos más, también de parte de padre de una posterior unión, pero nunca pude retener sus nombres y creo que tampoco sus rostros.  Son como sombras lejanas que alguna vez cruzaron en mi camino. Me han reencontrado ahora, en un mundo en el que es difícil esconderse, y apenas ahora sé que me querían, estimaban, extrañaban o deseaban acercarse a mí. Yo sigo conservando mi línea, tal como mamá siempre dijo: Si quieren, que te busquen.  Ellos saben dónde encontrarnos.  Y nunca lo hicieron. Mi padre nos olvidó como se hace con la ropa usada que ya no se necesita y yo me olvidé de él.

Esa parte de mi infancia la recuerdo como mi primera experiencia xenofóbica. En esos días no sabía precisarla, pero vivir al lado de japoneses cuando se es producto de un cruce racial es complicado.  Y sucedía cada vez que por razones económicas tenía que ir a vivir con mi padre, que fueron dos veces durante mis años tempranos. Aunque no fui acostumbrada a recibir mimos, con ellos era la indiferencia absoluta la que me chocó al principio.  Después me acostumbré y la adopté como la mejor manera de enfrentar la vida. O lo llevaría en la sangre, pues mi madre nunca lo entendió. Ella era pasional: de la furia pasaba al llanto con una facilidad asombrosa. Así me fui formando entre dos mundos: el que aprendí al lado de mi padre me enseñó a resistir el que vivía al lado de mi madre. Creo que ha perdurado a lo largo de mi existencia, y es ahora en esta etapa de madurez cuando puedo darme el lujo de exteriorizar mis sentimientos, pero ya no está mamá, ni papá, ni el hombre que me acompañó casi toda mi vida, Henry. Tal vez con él sí tuve algún atisbo de humanidad, pero no puedo dejar de recordar que siempre me decía: “Blanquita, eres como los gatos. Nunca se sabe si extrañas algo”.  Y esa frialdad que me enseñó mi familia japonesa es la que predominó al escribir La búsqueda.

Horas de enterarme de cosas que para otros con solo leerlas resultan conmovedoras, para mí era material de escritura. Y Henry en cierta forma se parecía a mí porque una parte de su infancia transcurrió tratando de ocultar sus emociones para no sufrir, ni extrañar, ni añorar, ni desear. Igual que yo.

Viví en incontables casas, estudié en diez colegios porque me cambiaban a mitad de año, pues debía ir caminando a mi lugar de estudios. Casas de personas desconocidas, madrinas y tías postizas que nunca más volví a ver. Conocí mansiones, hogares humildes y también orfanatos. Pero cada nuevo sitio era todo un descubrimiento, y en las noches tejía mi propia vida. La adornaba como a mí me gustaba, y vivía en mi verdadero mundo. Al final mi madre siempre llegaba a llevarme con ella y se asombraba de que no la recibiera con lágrimas y con los brazos abiertos como hacían otras niñas. ¿Pero por qué iba a hacerlo? Si hubiera permanecido un mes más hubiera sido exactamente igual. Un trozo más de tiempo, solo eso, porque después volveríamos a separarnos. Y así como Henry decía que yo parecía un gato, mi madre siempre preguntaba: “¿Por qué eres así, hijita?”

Creo que por hoy es suficiente. No sé si a alguien le interesará leer esto, pero es uno de esos días en los que deseo intimar y al no tener a mi lado a nadie, he decidido empezar a escribir algunas de mis reminiscencias. Tal vez me ayuden a conocerme un poco, porque lo cierto es que cuando veo mi rostro en el espejo veo a una desconocida.

B. Miosi

28 comentarios:

  1. Pues a pesar de la dureza del texto y de lo que me parece que fue una niñez poco deseable, me parece precioso lo que cuentas, porque así puedo conocerte un poco más, amiga.
    Así que ya sabes, los días que te sientas así ten la seguridad de que algunos estaremos al otro lado de la pantalla para leerte y darte un virtual abrazo.

    ResponderEliminar
  2. ¡Qué fuerte, Blanca! Sabes que me tienes a tu lado, siempre.

    ResponderEliminar
  3. Un abrazo, Blanca.
    Y para la niña que fuiste y sigue en ti, otro más especial.


    ResponderEliminar
  4. ¡Por fin! Ahora, después de muchos años, acabo de ver por fin el rostro de Blanca Miosi y he de decir que tus palabras son las más clarificadoras que podía leer sobre ti. Te felicito por hacer este "esfuerzo", por dejar salir lo que hay ahí, dentro de ese pecho. Es un ejercicio sano y saludable "conjurar nuestros fantasmas". Todos los tenemos, Blanca, no te sientas sola en esto.
    Espero que haya más entradas como esta y también espero que sacarlo fuera te ayude a seguir creando mundos como aquellos en los que ocupabas tu soledad por las noches.
    Un abrazo muy grande, amiga.

    ResponderEliminar
  5. Impresionante y fascinante! Tu espejo no refleja a una desconocida. Refleja a la niña que fue convirtiéndose en mujer a base de enfrentarse a un mundo de mayores y de ausencias incomprensible para ella. Un mundo de adultos al que pertenece ahora y que le hace aferrarse a la nunca desaparecida, o quizá añorada, ingenuidad de niña. La vida es como un café que deja sus posos y que al final del último sorbo, es cuando analizas si, a pesar de ellos, ha sido un buen café. Me inclino a pensar que, si la Blanca que se nos ofrece cotidiana hoy, es el resultado de la infusión, quizá, al final de todos los sorbos, haya merecido la pena tomar dicho café. Un beso y mi más afectuoso abrazo.

    ResponderEliminar
  6. Hay que ser valiente para escribir una entrada así, Blanca. Hay que ser muy valiente. Y hay que haber tenido una vida como la tuya para ser valiente.

    Tú eres valiente, pero además has sido capaz de transformar la dureza de tu infancia en poesía, en describirla de forma elegante, sin ataduras, sin prejuicios, sin estridencias, desde la distancia que te ha dado la experiencia y la sabiduría que has ido adquiriendo al paso del tiempo. Mi infancia no fue tan dura, pero la vida más tarde o más temprano te golpea de una forma brutal, y te hace fuerte, y por tanto, valiente. Valiente, escritora, en definitiva, PERSONA, Blanca. El espejo te devolverá a una desconocida, no te lo niego, pero te respeto, te admiro y te quiero por lo que viviste, por lo que estás viviendo, y por lo que te falta por vivir.

    Un beso muy grande, y gracias por compartir esta entrada, tan intimista y cargada de emoción y sentimiento, con todos nosotros.

    ResponderEliminar
  7. Mi querida Blanca, me dejas con cierta congoja mientras leo esta parte tuya que hoy compartes con nosotros. La infancia es una parte importante de nuestro desarrollo como personas y todo lo que en ella ocurre queda grabado a fuego, como tu misma has podido comprobar. Es cierto que nuestras defensas hacen que sigamos adelante y que huyamos de esos fantasmas que amenazan con disolvernos en el caos, pero hay momentos en los que estas defensas se lisan, disminuyen, o bien regresamos porque no nos encontramos bien, nos sentimos desvalidos y entonces, esos fantasmas que esperan impacientes vuelven a salir y de ahí esta catarsis que hoy has efectuado. Es bueno hacerla, con quien sea y del modo que sea. Consuela y libera de angustia y ademas compartes, nos dejas partes tuya y asi todos vamos formando parte de ti. Que eres una luchadora, lo sé desde que te conocí, que eres buena persona, está demostrado, que tienes tus temores, defectos, tus fantasmas... me gusta saberlo porque eso te hace aún más humana y me une si cabe más a tí.
    Un beso

    ResponderEliminar
  8. Qué infancias tan distintas podemos tener cada uno ¿verdad? Yo sólo recuerdo a mis padres y mi vida de niña con 8 hermanos mayores...Realmente no sobraba, pero nunca me faltó nada....Un abrazo y a mi sí me gusta que nos cuentes estas cosas tan tuyas.

    ResponderEliminar
  9. Mi infancia transcurrió al borde de una carretera en la que mucha gente desconocida perdió la vida. Eso me hizo plantearme muchas preguntas acerca de la vida y la muerte desde muy niña. Y quizá tener mucho miedo al qué pueda pasar, acerca de todo.
    Los niños que fuimos nunca se desembarazan de nosotros.

    Parece que el presente trae los primeros frutos de ese trabajo en el que has estado inmersa. Un trabajo que has hecho tú sola. Eres sobre todo un ejemplo.
    Besos

    ResponderEliminar
  10. Blanca, es un honor que nos desnudes tu alma. La vida es un poco dura, pero hay que seguir adelante.
    Tienes todos mi apoyo y cariño.
    Un abrazo fuerte.

    ResponderEliminar
  11. Me has dejado sin palabras, Blanca. Estoy con Félix y aplaudo también tu valentía para desnudarnos tu alma. Unas experiencias que te han marcado y te han forjado como persona, y que tienes el valor de compartir con todos nosotros. Y además las narras con esa prosa que nos ha conquistado a tantas personas, sintiéndonos dentro de tu historia.

    Eres muy grande, amiga Blanca, y estos detalles sólo ayudan a corroborarlo. Y como siempre, sabes que cuentas con todo nuestro cariño y comprensión.

    Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
  12. Conmovedor, Blanca. Yo también quiero leer más entradas como esta. Te admiramos todos tanto como escritora que queremos conocerte mejor como persona. Me has hecho pensar en uno de mis poemas favoritos, de Philip Larkin, así que te lo dedico:

    They fuck you up, your mum and dad.
    They may not mean to, but they do.
    They fill you with the faults they had
    And add some extra, just for you.

    But they were fucked up in their turn
    By fools in old-style hats and coats,
    Who half the time were soppy-stern
    And half at one another's throats.

    Man hands on misery to man.
    It deepens like a coastal shelf.
    Get out as early as you can,
    And don't have any kids yourself.

    ResponderEliminar
  13. Lo bueno y lo malo que tenemos cada uno de nosotros es el resultado de las vivencias que hemos ido cultivando. Las personas que han vivido frustraciones y dificultades forjan grandes personalidades. Hay etapas de la vida en que pensamos que son "momentos de relleno", pero no es así; cada vivencia, por triste, melancólica o vacía que sea, deja su poso. Me ha sorprendido tu post y me ha entristecido el dolor que transmites, pero estoy seguro que tenías ganas de sacar mucha porquería y si eso te ha servido, la tristeza se convierte en una sonrisa.
    Te diría que no cambies, pero es absurdo, no lo harás...
    Un abrazo!
    Como diría en Twitter #NoTodosLosPadresSonIguales

    ResponderEliminar
  14. Pero qué bien habla aquí la gente, leñe, y cómo anima, hasta con poemas en inglés y todo. Lo he copiado y lo he pegado en el traductor de google, y me ha soltado una barbaridad, no creo que signifique eso. Qué puedo añadir yo… ah sí: La gripe baja las defensas y lo pone a uno melancólico. Eso está bien, porque así es como afloran los verdaderos sentimientos, y a veces, al releer lo que hemos escrito, nos sorprendemos nosotros mismos. Ni siquiera sabíamos que eso lo teníamos dentro, clavado, fosilizado ya. Reconciliarnos con nuestro pasado, una tarea a veces imposible.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Disculpas por el poema en inglés, Pablo. Es que me dio pereza traducirlo. Te traduzco la primera estrofa, que es la mejor:

      Te joden, tu mamá y tu papá.
      No es su intención, pero lo hacen
      Te llenan de los defectos que tuvieron
      y añaden algunos más, solo para ti.

      A ellos también los jodieron...

      Pero tiene razón Josep; no todos los padres son iguales (¡menos mal!).

      Eliminar
    2. Queridísima Blanca, termino de leer el relato de esa introspección personal sobre tu vida y te he de decir que me acerca más a ti porque me has hecho recordar parte de mi vida, la de un niño hiperactivo al que no comprendían ni padres ni hermanas, ni tías ni abuelos, con los que vivía. A mi padre, al que veía poco porque siempre estaba viajando por España, y que poco pudo preocuparse de mí. A mi madre, que siempre estuvo trabajando como dependienta en un negocio de uno de sus hermanos para poder aportar algunos ingresos en un tiempo de posguerra civil y dictadura. A mis hermanas, con las que nunca hubo un trato verdaderamente afectivo y con las que hace años no tengo trato ni bueno ni malo. A mis abuelos, que decían que les quemaba la sangre debido a mi hiperactividad y tampoco me demostraron afecto ninguno.
      Mientras tanto, mi vida se desarrollaba entre un colegio de Jesuitas y la calle, y del primero me escapaba cada vez que podía debido a algunos intentos de abusos deshonestos como ha ocurrido en tantas ocasiones a otros tantos cientos o miles de jovencitos en cualquier parte del mundo, pero que tampoco podía comentar a mis padres o familiares directos porque no me habrían creído. Así que mi personalidad se fue forjando en la calle, aprendiendo a convivir y a sortear problemas. Aquello me hizo fuerte, física y anímicamente, y aunque estuve cerca de la delincuencia de algunos amigos que la profesaban, nunca atravesé esa peligrosa línea roja, llegando a olvidar a todas aquella amistades poco recomendables llegado a una cierta edad.
      Terminé mi bachiller en un colegio semipúblico de la época, obtuve mi carnet de conducir con diez y ocho años, y una de las empresas de la que mi padre era representante, me ofreció vehículo y muestrario para viajar toda España vendiendo sus productos de ferretería.
      De esa manera me encontré con una libertad de movimientos como nunca habría soñado, un vehículo para desplazarme y mil pesetas en bolsillo para gastos de viaje, pero fui responsable con el trabajo encomendado. Conocí a cientos de personas que me fueron enseñando cuál era el camino a seguir para ser un hombre de bien. Años después conocí a la mujer que sería mi esposa y me casé con ella, matrimonio que perdura después de 52 años y del que han nacido tres hijas a las que adoro, aunque por avatares de la vida, viven con nosotros una de mis hijas, una nieta y una bisnieta que son nuestra alegría.
      Jubilado prematuramente por enfermedad, después de padecer un infarto de miocardio y dos anginas de pecho, me dediqué a escribir, aunque tuve que estudiar para que mis novelas tuviesen una cierta calidad literaria.
      Por eso, querida amiga, me identifico contigo. Eres una gran persona y una excelente escritora y te deseo todos los parabienes que la vida te pueda ofrecer. Sabes que en mí siempre tendrás a un amigo a pesar del tiempo y la distancia. Un abrazo.

      Eliminar
  15. Me alegra que hayas decidido compartir tu pasado en el blog y poder conocerte un poco más. Son recuerdos amargos, que tú supiste endulzar con la imaginación. De cualquier manera, por lo que te conozco, estoy segura de que también recibiste mucho amor, aunque no transformado en caricias, porque tu gran generosidad tiene que habértela enseñado alguien.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  16. Blanca, te he leído con mucho interés. Y te entiendo. No puedo comentar nada pues las vivencias, los sentimientos, no se pueden comentar.
    Te deseo lo mejor. Cuidate y sé feliz.
    Un abrazo
    Conchi

    ResponderEliminar
  17. Te quiero mucho Blanca. Bello texto

    ResponderEliminar
  18. Yo siempre llego tarde, en esta ocasión, dos años, pero no había visto esta entrada tan entrañable y sincera en la que nos muestras una parte de tu infancia, que todavía realza más tu forma generosa de ser, porque veo que no es aprendida, sino que te sale de muy dentro. Blanca, cada día estoy más contenta de haberte conocido y de que me hayas regalado tu amistad.

    ResponderEliminar
  19. Tu nota destila cercanía y una honestidad poco usual en las personas. Me alegro de que hayas superado todos aquellos sinsabores y que, de alguna forma, te hayan convertido en la mujer que eres hoy. Un abrazo

    ResponderEliminar
  20. Impresiona la honestidad con que escribes y eso te hace un gran ser humano que ha aprendido a aceptar lo que le toco vivir y adaptarse de la mejor manera. Que puedas seguir conociéndote a ti misma y mostrarnos a los demás lo que es ser autentica cuando se trata de escribir. Mayte Zavarce

    ResponderEliminar
  21. Blanquita, gracias por compartir abiertamente una parte importante de tu vida, la niñez y adolescencia. Me siento tan identificada con mucho de lo que relatas.Creo cada una de nosotras tenemo una historia algo similar donde aprecen esos mosntruos que nos persiguen, al inicio no se dejan ver pero el tiempo sabio va abriendo ventanas y puertas por donde se escurren y toman forma real. Te abrazo con todo mi corazón.

    ResponderEliminar
  22. Es extraño que nunca , hasta hoy, hubiera leído esto. Es un relato íntimo y pudiera ser triste, pero no lo es, quizás por la forma en que está escrito con la misma elegancia que sus libros. Quizás porque conocemos a esta Blanca fuerte y valiente y entonces entendemos como y donde se forjaron las muchas cualidades que la adornan. Ha sido un placer leerte y conocerte un poco más.

    ResponderEliminar
  23. Hace tiempo que no leía algo que me conmoviera tanto. Llegué de pura casualidad, en medio de una vorágine de trabajo y no pude dejar de leer. Eres única, valiente, grande.

    ResponderEliminar
  24. Blanca, qué duro lo que contás. Pero todo tiene su porqué y su efecto. Te quiero, amiga!!

    ResponderEliminar
  25. Yo crecí en cuatro países y tres continentes, sin contar los años de adolescencia en el mar. Yo entiendo perfectamente lo que escribes y sientes

    ResponderEliminar

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.