sábado, 16 de febrero de 2008

Algunas reglas existen para ser rotas


Existen muchas reglas para escribir correctamente. Y hay muchos que son expertos en utilizarlas. En dos años de paseos por los foros literarios he encontrado verdaderos genios en la aplicación de la gramática, y es verdad, sus textos se leen con gran fluidez, es un gusto pasear los ojos por ellos, y para alguien como yo, que soy autodidacta, son de gran utilidad. Se aprende mucho.

Pero de manera personal, creo que a veces tomamos demasiado al pie de la letra los consejos que se exhiben en gran cantidad de páginas por Internet. Buscar sinónimos a toda costa para evitar repetir una palabra, puede convertir un escrito en folleto; en una carta circular de esas que se reparten en las oficinas, en pocas palabras: en una narrativa sin personalidad. Creo que más importante que cuidar el “dijismo” por ejemplo, como dicen a la manía de tratar de usar un verbo artificial para evitar la palabra: “dijo”, sin tomar en cuenta que es una de las pocas palabras invisibles del idioma, y que es casi imposible de ser usada en exceso; es la falta de técnica narrativa. Cuidar la elipsis o la focalización, es más importante, casi imprescindible, diría yo, para producir el efecto deseado en un cuento o novela, que repetir de vez en cuando una palabra.

Supongo que ya lo saben, pero sólo para refrescar la memoria diré que se llama elipsis a la técnica que usamos –a veces de manera inconsciente–, de la omisión en el relato de parte de la historia. Ello implica una complicidad con el lector, quien será el que decidirá suplir los vacíos, o los silencios narrativos.

Focalización, es la elección de la perspectiva desde donde se aborda la historia. Puede ser contada en primera persona, o puede que prefiramos escribir la novela en tercera persona, o quizás elijamos ser narradores omniscientes. Si se escoge contar la historia a través de los ojos de Pedro, por ejemplo, todo debe pasar por sus ojos, sus sentimientos, su perspectiva de la vida y de las cosas. Su mujer, su amiga o su hija, serán personajes secundarios.Un ejemplo de lo que trato de explicar con cierta torpeza sería el cuento que sigue:

Pensamientos nocturnos

En las horas de oscuridad sus pensamientos corrían bajo el impulso de su imaginación, unas veces con la rapidez de las liebres, otras, con la cadencia de las olas con sus resacas de espuma, como si con cada onda pudiese borrar la anterior, y la anterior, y así indefinidamente.

Pero a veces los pensamientos de Pedro no eran como las olas del mar, se acumulaban igual que las aguas de un río cuando van hacia una represa. Por momentos parecía que no podían entrar más, de tantas ideas como tenía, y en otros, sentía que se desbordarían. Deseaba escribir, relatar, hablar, pero ni sabía escribir ni podía articular una palabra. Apenas podía oír. Su mundo estaba lleno de fronteras insalvables que sólo podía saltarlas con su imaginación. Los demás vivían su propio mundo y él, el suyo. Debajo del puente de la quebrada honda. Allí, donde la soledad era su compañera y los puntos brillantes del cielo pequeños faros que alumbraban sus delirios. Allí, donde sus lágrimas se confundían con el rocío matutino, donde tantas veces imaginó su génesis, donde inventó a sus padres, donde lloró su hambre.

Ese día la chica de la ciudad se había fijado en él. Y él sentía algo extraño en su pecho. Un dolor punzante, una alegría desconocida lo invadió cuando ella lo miró y le sonrió. Sintió ganas de gritar aún sabiendo que jamás saldría de sus labios un sonido. Para él fue suficiente. Esa noche no durmió bajo el puente. Esa noche Pedro reposó en la escasa yerba, extendió sus brazos al cielo; esa noche sus pensamientos iban como el río, abajo, hacia la represa, se juntaron tanto, que su cabeza explotó en mil colores, hasta que su corazón dejó de latir.

Aquí no cabría preguntarse ¿y qué sucedió con la chica? Ella es irrelevante, a pesar de ser la causante de toda su agonía. El lector sólo se preocupa por Pedro y sufre con él o se alegra porque sus penas hayan terminado. Eso es para mí focalización.

4 comentarios:

  1. Es cierto, Blanca, las reglas son fundamentales, pero se requiere criterio para su utilización y no meramente aplicarlas a rajatabla.

    (Claro, no estamos hablando de ezcrivir de kualkier fhormas, jejejeje)

    !Y las elipsis me dan mucho trabajo!

    Me gustó volver a leerlo a Pedro...

    Un beso,
    Esther

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  2. De vez en cuando es bueno repasar las reglas que se nos olvidan tan fácilmente, qué bien que eres bilingüe, jaja,
    El misterio es uno de mis temas favoritos, tal vez por eso las elipsis me sean familiares...
    Tecibe otro beso,
    Blanca

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  3. Ya ves, yo soy un enamorado de las reglas, normas y encasillamientos que permitan al lector leer con facilidad cualquier escrito. Darle a un escrito nuestra propia personalidad es muy importante, lo sé, pero si con ello se pierde un buen lector, siempre me entra la duda, pues aunque soy de esos escritores que escrtiben porque tienen dentro una fuerza que nos obliga a hacerlo, nunca me ha preocupado lo que puedan pensar mis lectores, por eso, al escribir nunca cumplo las normas que exijo a los que leo.
    ¿No dijo alguien que las normas fueron creadas para no cumplirlas? Yo siempre añado: Pero sin excedernos. Te leo, Blanca y siempre me gusta hacerlo. Saludos

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  4. Gracias, Alejandro, es un placer para mí que te pasees por los recovecos de mi blog, lo que dices es cierto: "sin excedernos", ja, ja,

    Besos,
    Blanca

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