martes, 29 de diciembre de 2020

El tulipán de tía Margo


Traigo este cuento como regalo de fin de año. Espero que logren descifrarlo, si no es así, será absolutamente mea culpa.


El tulipán de tía Margo

 

Para cualquiera que no fuese Charlie sería entretenido vivir en Evergreen, un lugar en el que abundaban los parques y las escuelas rebosaban de infantes de su edad. Pero él no era un niño cualquiera, desde que tenía memoria recordaba de su tía frases como: «Eres tan extraño, Charlie», «¿Por qué no juegas como los demás, Charlie?», «No te pareces en nada a tu padre, Charlie». Y así podría seguir recordando y sería como si todas aquellas frases formasen una sola: «eres raro». Sin embargo, él no estaba de acuerdo, pensaba que era como los demás, incluso mejor. Se lo había dicho el abuelo la vez que lo fue a ver en su cumpleaños número cuatro, antes de que partiera para uno de sus misteriosos viajes. En esa época «mamá ya había ido a morar con los ángeles» como todo el mundo se empeñaba en convencerlo. Especialmente su tía Margo, quien era la encargada de que todo se viese a través de características indefinibles, como si el existir fuese parte de un sueño. Para ella todo era malo o estaba prohibido. Cualquier pregunta que Charlie hacía era cuidadosamente evaluada, luego, con la misma cadencia con la que se reza el rosario, tía Margo respondía como si sus palabras fuesen un veredicto sin derecho a apelación. «No, Charlie, cariño, no puedes jugar con las niñas de esa forma. Eso es malo». «Charlie, no es correcto que pases en el baño más de cinco minutos. Es malo».  «Nunca abraces de esa forma a la señorita Mary, no se ve bien…» y así sucesivamente. La vida de Charlie estaba sujeta a una larga cadena de situaciones inapropiadas, vedadas y prohibidas, hasta el punto de que su delicado espíritu se fue recogiendo bajo una gruesa caparazón como la de las tortugas.

          Desde ese duro blindaje asomaba al mundo con la timidez del niño que tiene miedo de decir lo que piensa como suelen hacer la mayoría de los chicos, y su universo se centraba en su mente, en su imaginación inagotable que lo llevaba más allá de la cerca del jardín donde los tulipanes ejercían de guardianes, con su largos tallos y sus flores bulbosas con olor a nuez como la flor de tía Margo; a Charlie le parecía que ella y sus tulipanes debían de tener algún parentesco. Uno que no le concernía a él. Por ello cuando se enteró de que su abuelo había llegado para llevarlo con él, sintió que finalmente sus ruegos habían sido escuchados, y se convenció que de algo había servido orar cada noche como tía Margo le había enseñado.

          —Ven, Charlie, cariño, saluda a tu abuelo.

          Desde donde se encontraba, Charlie solo podía ver los delicados tobillos de tía Margo envueltos como siempre en gruesas medias color carne, y sus ridículos zapatos negros con un lazo de cuero casi en la punta. No respondió.  Era su manera de decirle que esperase un momento.

          —Le he dicho muchas veces que no debe usar las sábanas para armar este desastre que él llama castillo… —se excusó Margo.

          —No te preocupes, Margo, sé que Charlie está ordenando sus asuntos y saldrá cuando tenga que hacerlo.

          La voz cálida que acababa de escuchar le trajo gratos recuerdos, pero no estaba seguro de si debía salir de inmediato o esperar. Con tía Margo nunca se sabía cómo debía actuar.

          —Te ruego que nos dejes solos un momento, querida —pidió el abuelo.

          —Está bien. Pero has de tener paciencia, tienes un nieto demasiado raro.

          Charlie vio desaparecer los tobillos de tía Margo al cerrarse la puerta y decidió que era el momento de saludarlo.

          Una mano grande apareció ante sus ojos.

          —Vamos, hijo, sal de ahí, iremos a dar un largo paseo.

          El contacto con la mano del abuelo fue una agradable experiencia sensorial que apenas recordaba. Era tan grande, fuerte y cálida como su voz. Hacía tanto que no recibía un contacto físico demostrándole cariño que empezaba a olvidarlo. Salió de su escondite y el anciano retiró la sábana de una de las sillas que había servido de torre para su castillo y se sentó para estar a su altura.

—Pequeño, he venido para llevarte conmigo, ¿te gusta la idea?

          —Sí.

          —¿Qué hacías ahí dentro? —preguntó señalando las sillas ahora desnudas.

          —Me escondía de las brujas.

          El hombre lo miró sin decir nada. Dos años atrás estuvo allí para el cumpleaños de su nieto… ¿qué edad festejaba? No estaba seguro. Su hijo, fallecido apenas seis meses antes de ese día, ocupaba toda su mente, y lo único que deseaba entonces era estar solo. Al ver a su nieto observó en él sus mismas facciones delicadas, parecía su gemelo. El corazón le latió más presuroso de lo que solía.  No era justo que los hijos muriesen antes que sus padres, pensó con tristeza, pero en el caso del pequeño tampoco era justo quedarse sin padres a edad tan temprana. Notó que Charlie evitaba su mirada, así que cuando habló, lo hizo mirando a través de la ventana, consciente de que su nieto se sentiría libre para examinarlo.

          —Iremos a la casa donde creció tu padre, sé que te va a gustar, hay una caballeriza y mucho espacio para corretear. —Bajó la mirada y notó el brillo en los ojos del niño. Le extendió la mano y Charlie confiado se dejó llevar.

          Margo vio alejarse el coche hasta que solo quedó una débil estela de polvo. La invadió una leve vaguedad, como cuando sentía nostalgia, pero dudó de que fuera por Charlie. No lo extrañaría, aunque sí le pareció extraña la perversa sonrisa de despedida que apareció en el rostro del abuelo al dirigirse al coche con él.

          El niño definitivamente había sido una tarea pesada para ella, acostumbrada a su vida rutinaria, consideró su presencia una invasión a su privacidad, una obligación que debía a la menor de sus hermanas, la madre de Charlie, quien a los cuarenta había decidido que ya era hora de tener un hijo. «¿Por qué?», le había preguntado. Y la madre de Charlie se había encogido de hombros. «Creo que es hora de completar la familia». Una respuesta que para cualquiera habría estado bien, para Margo era simple cuestión de egoísmo. Después de haber vivido de juerga en juerga y cuando las canas asomaban a sus sienes, era lógico que pensara que necesitaba un entretenimiento más tranquilo. Como si un niño fuese un muñeco al que se le puede dejar de lado si se está cansada, especuló Margo. Y no estuvo muy equivocada. Su hermana siguió con la costumbre de fumarse un pito de vez en cuando y de conducir pasada de tragos. La noche del accidente ella y su marido regresaban de una fiesta y no llegaron jamás a casa. El pequeño Charlie de tres años apenas cumplidos le fue entregado por la mujer de la seguridad social. Siempre le pareció un niño raro, y no era porque jamás llorase: algo en su comportamiento le indicaba que no actuaba como los demás niños. Y de ellos conocía bastante, hasta hacía poco había sido maestra de párvulos. «Papá y mamá se abrazan mucho», solía decir. «¿Se abrazan?». «Sí. También cuando nos bañamos». «¿En la piscina?», le había preguntado esperanzada. «No. En la bañera». Y así fue conociendo mucho de la vida íntima de su hermana. Parecía que practicaba el amor con su marido de manera libre en presencia del niño, incluso en la misma cama. La inocencia de Charlie le hacía relatarlo todo, y aquellos detalles brotando de la boca de un niño de rostro angelical eran sencillamente dantescos. 



            Los primeros días había dejado que el pequeño durmiera en su cama porque había insistido: «Siempre duermo con mamá y papá». A Margo le pareció que era una manera de convencerla, pero después se dio cuenta de que había sido cierto. Fue cuando él le preguntó por qué dormía con ropa señalando su camisón que cayó en la cuenta de que había algo extraño en todo aquello. Y cuando aclaró: «Mamá, papá y yo, dormíamos sin ropa». Margo se sintió perturbada. Supo entonces que las noches que Charlie pasó en su cama, su camisón había sido subido deliberadamente. Él acostumbraba arrebujarse contra ella, y lo que al principio le pareció un acto de dulzura y le enterneció el corazón, después cobró para ella visos de degeneración. «Así le gustaba dormir a mamá, con mi mano aquí» o «Yo vi a papá hacerlo, ¿no te gusta?». Fue cuando decidió llamar al abuelo de Charlie, el padre del difunto marido de su hermana. Pero el viejo vagaba recorriendo el mundo, como siempre, y tardó un par de años en llegar. Y Margo empezó a criar al niño a su manera, con dureza y mucha vigilancia. Lo acostumbró a dormir solo en una habitación destinada para él, y a asistir a la escuela, donde jamás hizo amigos.

          Y ahora todo estaba en manos del abuelo. Sin embargo, al desvanecerse el polvo en la lejanía no pudo apartar de su mente la sonrisa del abuelo, entonces la sensación de culpa se apoderó de ella y aparecieron las lágrimas que no había derramado en el entierro de su hermana.

martes, 8 de diciembre de 2020

Finalizando el año y algunas noticias más

Y llegamos a diciembre. Este año atípico y colmado de noticias falsas referentes a la pandemia del Covid 19, ha servido para que muchos nos demos cuenta de lo importante que son las redes sociales para difundir. Y la enorme cantidad de incautos que caen en las mentiras que desean creer, pero el daño es mayor cuando las hacen virales. 

Yo acostumbro a verificarlas, y en lo posible evito difundirlas, pues no me considero periodista ni reportera y no me interesa competir con los noticieros. 

Pasando a un tema más agradable, debo decir que este año ha sido bueno para mí. Sé que muchos que me lean pensarán: ¿qué de bueno puede haber en vivir en un país como Venezuela? Les cuento: No es el país ni el lugar donde te encuentres el que te hace sentir bien. Sé de muchos que se fueron y a pesar de vivir en países en los que abunda todo, no cuentan con el dinero suficiente para adquirir lo que desean. Eso sucede en su país, o en cualquier otro. Depende de la visión que tengan del mundo, de la meta que tengan en la vida y de su paz interior. 

Como decidí dedicarme a escribir, lo considero mi oficio. Y todo lo que hago es en función de este oficio que me da tantas satisfacciones. Escribir es fácil, como siempre he dicho; lo difícil es hacerlo bien, porque de eso dependerá el que uno sea leído y que nuestros libros se vendan. Pongo énfasis en "se vendan" porque es la única manera de ser leído. Y como decía al comienzo, este año me ha ido bien y tengo muchos motivos para sentirme feliz.

En los primeros meses tuve la excelente noticia de que mi novela "La lista" va camino de convertirse en una serie larga, entre unos 60 a 80 episodios, según dijo en una entrevista el maestro guionista Mauricio Navas Talero, el showrunner de "La lista". RCN aceptó la propuesta y definitivamente algún día no muy lejano podré verla por televisión. 

Este año publiqué mi novela "El vendedor de naranjas" y, como suele suceder, no se fue a los primeros lugares desde el lanzamiento, pero después de escalar posiciones ya se encuentra de manera sostenible desde hace meses en el #1 y #2 de Acción y Aventura y Thriller y Misterio, y entre los primeros 10 de Ficción General en Español de las listas de Amazon USA, lo cual no es nada despreciable viendo con los libros superventas que tiene que codearse en el infinito mundo amazónico. Es la primera novela ambientada en España que escribo, y hasta el momento ha tenido muy buenas críticas, aunque en ese país apenas me lean. No sé si es porque publico desde Amazon USA o porque a los españoles no les agrada mi literatura, pero ese no es motivo para que me desaliente, todo lo contrario. Es todo un desafío.

También este ha sido el año en donde he otorgado mayor cantidad de entrevistas, la verdad, no sé los motivos, pero se comunican conmigo personas que nunca conocí, para estar en su programa, su revista, su blog o lo que ahora se estila mucho: un podcast. Aquí algunas de ellas:

Hablemos Franco con Franco Ruiz. Instagram. (Colombia)

Owl Institute Institut Psicològic con el Dr. Oriol Lugo. (España)

Desayuno con Grandiosas con Gabriela García González (España)

La Puerta de la Pirámide con Jorge Arijón Escudero (Vendedor de Naranjas) (España)

La Puerta de la Pirámide  con Jorge Arijón Escudero (La búsqueda)

Pop Art (Argentina)

Además de la innumerables entrevistas por escrito para blogs, revistas y grupos literarios, también las que me hacen clubes de lectores de otros países como Freeport Memorial Library en Freeport, NY, quienes todos los años conversan, discuten y preguntan acerca de mis novelas vía Skype. Dicen que soy muy conocida, yo no pienso lo mismo, me asombra que lo digan.

También este año empecé a estar presente en Instagram. Antes lo había hecho sin mayor entusiasmo, porque es una plataforma que no logro comprender del todo, pero me propuse tener presencia allí y en eso estoy. 

Y este 12 de diciembre se cumplen diez años del fallecimiento de mi marido, el inolvidable Waldek Grodek de "La búsqueda". Increíble cómo pasó el tiempo. Cuánto me gustaría que estuviera aquí para ver el éxito que tuvo la novela de su vida, "La búsqueda", después de varios años de publicada se sigue vendiendo gracias a Amazon. Creo que si hubiera estado en librerías ya habría desaparecido. Actualmente tiene más de 1000 calificaciones de los lectores, la gran mayoría de 5 estrellas. Es la novela que me abrió al mundo de la escritura y la que más aprecio.

Este año he leído muchísimo. Creo que más que muchos otros, y no voy a enumerar esta vez los libros porque no los tengo anotados. La lectura es uno de los placeres de mi vida y después viene la escritura. Como jurado del Premio Literario Amazon, leí unos libros impresionantes que me hacen pensar que la literatura independiente se está asegurando un futuro promisorio en el mundo de las letras. Obviamente siguen publicándose obras mediocres y algunas muy malas, pero entre lo malo, mediocre y bueno los lectores saben diferenciar, así que auguro mucho éxito para muchos escritores.

La promoción de libros con la facilidad que nos brinda Internet, es relativamente sencilla, pero no sirve de nada si el producto no es bueno. Ocurre con todo, no solo con los libros. Si un producto cuya promoción se ve en televisión, cine, radio, prensa, etc., no cumple las expectativas con seguridad no volverán a comprarlo, y de eso se trata: que un lector que lea uno de nuestros libros desee leer todo lo que escribamos. Me sucede a mí como lectora y pienso que a todos los demás también. Si el primer libro de un escritor desconocido no me convence, ni siquiera termino de leerlo y en adelante evito comprar otro libro suyo.

Por eso estoy en contra del aviso que algunos colegas ponen en la descripción del libro: "Edición mejorada" o "Edición revisada". ¿A qué lector se le ocurre comprar un libro dos veces para ver si mejoró un libro que no le gustó? (empezando por el hecho de que en Amazon no se puede comprar dos veces) Y si es un lector nuevo, la sola mención de ese aviso hace que lo piense dos veces. Más si se trata de una novela de un escritor independiente. Lo correcto es que antes de publicar un libro se cercioren de que está bien escrito, que la historia es interesante y los diálogos naturales, de lo contrario pueden haber perdido la batalla antes de empezar.

Escribir "La búsqueda" me tomó seis meses. Reescribirla, modificarla, corregirla, tomó cinco años. Pero cuando la presenté a una editorial solo pasaron quince días y ya firmaba un contrato con Editorial Roca. Eso me enseñó que las editoriales no rechazan manuscritos con buenas historias y bien escritos aunque el autor sea novel. Claro, también se equivocan, como ocurrió con "El manuscrito" una novela que presentó mi agente de aquella época a una editorial que la rechazó. Tal vez el lector o lectora editorial no supo comprenderla o no estuvo de humor cuando la leyó, pero esa novela tuvo un éxito sin precedentes cuando la publiqué en Amazon y después la escogió Ediciones B. ¿Y qué pasó con la editorial que la rechazó? Cerró sus puertas dos años después, tal vez las novelas que escogían sus lectores literarios "especializados" no eran tan buenas, porque si veías el catálogo daba pena. Seguí la pista de las publicaciones de esa editorial por puro morbo, porque fue la primera vez que rechazaban una de mis obras. 

Sé que muchos escritores sueñan con publicar por editoriales para quitarse de encima la consabida "promoción" de su obra. Se equivocan. Tendrán que hacer ese trabajo de todos modos. Hoy en día el escritor debe ser proactivo. Es la única forma de sobresalir en un mundo saturado de publicaciones, autopublicaciones editoriales y escritores independientes. Y hasta ahora la única promoción válida y efectiva que he experimentado es la que nos da Amazon con sus campañas. Yo sigo promocionando mis libros en Twitter, Facebook, ahora en Instagram y de vez en cuando en Linkedin. No podemos quedarnos dormidos en espera de que los lectores den con nuestros libros de pura casualidad. Y por supuesto, seguir escribiendo. Siempre una nueva publicación rinde beneficios. 

Y bueno, esto es todo por este año, y si no se me ocurre nada más, les deseo una feliz Navidad, los que tengan la dicha de tener a la familia sana y reunida, y a los que no, ¡que pasen una Navidad tranquila con un buen libro entre las manos!

jueves, 5 de noviembre de 2020

Autor Rico, Autor pobre: 50 razones por las que algunos autores venden muchos libros y otros no


Reconozco que no soy aficionada a leer libros de autoayuda ni de crecimiento personal, sin embargo, me llamó la atención el título de este libro de Marc Reklau, a quien muchos deben conocer por su libro 𝟯𝟬 𝗱𝗶́𝗮𝘀 - 𝗰𝗮𝗺𝗯𝗶𝗮 𝗱𝗲 𝗵𝗮́𝗯𝗶𝘁𝗼𝘀, 𝗰𝗮𝗺𝗯𝗶𝗮 𝗱𝗲 𝘃𝗶𝗱𝗮. Lo leí simplemente porque me encantan los posts de Marc y porque sé que sus libros a la par de interesantes, funcionan. ¿Y cómo sé que funcionan? Por el simple hecho de que él mismo es un ejemplo de lo que predica.

Existen muchos autores que venden cursos o libros en los que “enseñan” a vender más libros, y cuando vas a la página del libro para comprobar cuál es el resultado de sus ventas están por debajo del millón en el ranking. ¿Cómo se puede aprender de ellos, si ni ellos mismos saben vender los libros que escriben? Me pregunto.

Bueno, de esa y otras cosas trata este libro de Marc Reklau, Autor Rico, Autor Pobre.  Y creo que tiene mucha razón en lo que afirma en sus 50 razones. Ser un autor autopublicado y vender libros no es tan fácil y depende de la actitud que tengamos al respecto para marcar la diferencia. No es cuestión de suerte. Es cuestión de actitud y resiliencia. De tomarse la escritura en serio y dejar de pensar que un buen día la suerte vendrá en nuestra ayuda y cambiará el rumbo de nuestras vidas. Tampoco es que sea tan fácil llegar a tener éxito como autor independiente, sin embargo hay personas que piensan que sí lo es y se atreven a acercarse a uno como dice Marc Reklau en una parte de su libro, invitarte una taza de café y que en un par de horas les enseñes cómo publicar en Amazon y tener éxito:

Es asombroso. La gente piensa que puedo transmitirles mi conocimiento de un proceso que me tomó seis años y miles de horas de estudio para aprender (además de miles de dólares de inversión) tomando un café. Puessss… ¡No! Imposible. Esto no es un negocio fácil que te traiga dinero con un mínimo esfuerzo. Éste es un negocio serio y la industria editorial cambia continuamente. Tienes que seguir estudiando y aprendiendo para estar al tanto. Estoy haciendo muchas ventas con anuncios de Amazon y aun así todavía estoy mirando cada entrenamiento, leyendo cada libro o escuchando cada podcast sobre el tema. Siempre se aprende algo nuevo.

Creo que Autor rico, autor pobre es un libro que aclara muchos puntos en los que algunos autores suelen estar equivocados. No se trata de promocionar libros a diestro y siniestro en las redes sociales. Se trata de saber hacerlo. Y eso no se aprende enviando un mensaje privado para saber cómo se hace. Se trata de investigar, leer obras al respecto y, como dice Marc, invertir tiempo y dinero. Excelente libro que vale la pena leer.

¡Hasta la próxima, amigos!

sábado, 24 de octubre de 2020

CECILIA PÉREZ Y LA PROMOCIÓN DE LIBROS

Hoy en día existen muchos escritores debido a las facilidades de publicar en plataformas como KDP Amazon, Tagus, Lulu, Bubok Kobo, Nook, etc. Pero no todos los escritores están dispuestos a promover sus libros y esto por diferentes motivos: miedo escénico, timidez, les parece que no deberían hacerlo, pudor, vergüenza de que sus amistades se enteren… y es comprensible, se supone que un escritor debería dedicarse a escribir, no a vender libros. Sin embargo existe solución a ese problema.

Mucho se habla de los servicios de promoción de libros y hay una ingente cantidad de personas que los brindan, pero todo se reduce a la calidad de la obra. ¿Cómo saber si una obra es realmente buena como para que valga la pena contratar los servicios de un promotor? Solo leyendo el libro.

Promocionar libros no consiste en publicar banners atractivos en Instagram, Twitter, Linkedin o Facebook. Se trata de hablar de ellos con propiedad, de recomendarlos sabiendo que el producto es de buena calidad, y para eso no hay nada mejor que enterarse del contenido y darle al autor una opinión sincera que le permita mejorar, si es el caso. Un promotor no puede comprometerse a publicitar a diestro y siniestro un libro mediocre, pues sabe que no tendrá éxito. Ocurre con cualquier producto de consumo. ¿Y quién mejor que una persona comprometida como Cecilia Pérez ?

Para los que no saben quién es Cecilia Pérez les diré que es una de las administradoras del exitoso grupo Divinas Lectoras de Facebook con más de 34.000 miembros. Me parece que es uno de los grupos más interactivos de esa plataforma porque no pone pegas a la publicidad, no existen días para promover gratis, se puede hacer todos los días, y Cecilia lo hace de manera gratuita y continua de muchas formas.

Para los que deseen un servicio personalizado más serio, ella también brinda servicios de lectura editorial, promoción a través de sorteos en donde participan miles de lectores, participación en un programa radial, selección de pasajes del libro para ser leídos en la radio, lo que facilitará que la obra se haga conocida y como ha ocurrido en muchas ocasiones, que el libro empiece a ocupar buenas posiciones entre los más vendidos de Amazon y todo al precio más módico que te puedas imaginar. También ofrece el servicio de traducción al portugués para los que estén interesados en el extenso mercado brasilero y portugués.

Si estás interesado(a) puedes comunicarte con Cecilia Pérez en Facebook, en Instagram o en Twitter.

¡Siempre he pensado que la peor diligencia es la que no se hace!

martes, 22 de septiembre de 2020

¿Somos lo que leemos?

El mundo virtual es real y puede hacer mucho daño a quienes no estén preparados para afrontarlo.

Hace unos años empecé a formar parte del mundo que ahora muchos consideramos imprescindible. Hay pocas cosas que podamos hacer sin usar la nube, desde ver nuestra cuenta bancaria y hacer nuestros pagos o transferencias y comunicarnos; muchísimo más que antes, cuando solo existían el teléfono, los faxes y el correo postal. Incluso llamar por teléfono no era un sistema que utilizáramos demasiado por el alto costo, si las llamadas eran al exterior.

Hoy con Skype, Zoom, Wattsap, el celular y muchos etcéteras, la comunicación lejana se ha transformado. Y así como ha ocurrido con las familias y amigos a los que la distancia ha separado, igual ocurre con las relaciones que a diario incrementamos en las redes sociales, nos hemos habituado a usarlas hasta el punto de que cuando no existen porque se nos va la conexión, nos sentimos extraños.

No solo los gobiernos, industriales, empresarios, comerciantes, vendedores, amas de casa, la educación, la televisión, radio, aprovechan esta tecnología, también la aprovechamos los escritores, y no creo que exista una manera de hacer algo sin que sea a través de la red. Claro que habrá todavía quienes por falta de conocimiento o inseguridad se alejen de los cajeros automáticos, transferencias y compras en línea y prefieran ir a los bancos... que no podrían funcionar sin Internet.

La publicación de libros sufrió una transformación cuando algunos emprendedores iniciaron las editoriales digitales, en las que se podían descargar los libros y leerlos en la pantalla del ordenador, luego vinieron los lectores electrónicos, y la guinda del pastel fue cuando a Amazon se le ocurrió no solo facilitar la autopublicación sino vender un aparato con el que pudieran comprar libros digitales de su extensa librería.

De la gran masa de escritores publicados o no anteriormente por editoriales que adoptaron el sistema de Escritor Independiente, no todos tuvieron el éxito esperado, para algunos que se habían creado muchas expectativas fue un auténtico fracaso, otros idearon la manera de suplir su falta de calidad con cantidad, algunos aprendieron la lección y acometieron la autopublicación con verdadera seriedad, y unos cuantos prefirieron firmar con editoriales que los habían elegido por estar en los primeros lugares y se alegraron de formar parte del mundo literario regular, para evitar el trabajo de representarse a ellos mismos.

Todas las posiciones son válidas, no todas las personas somos iguales, yo no creo en la igualdad. Cada individuo ve el mundo de diferente manera y lo siente según su modo de ser y de razonar. A esa gran diferencia debemos el estar donde hoy estamos, unos inventan y otros hacen uso de los inventos. Unos venden, otros compran y así podría enumerar hasta el infinito.  Como también podría decir que algunos se consideran escritores muy buenos y no lo son (para mí) y sí para otros. Y algunos se consideran mediocres y son muy buenos (para mí), y no para otros.

Lo malo es no aceptar el gusto de los demás. A mí me encanta vestirme de negro, es un color que me favorece y en ocasiones compro dos o más prendas exactamente del mismo modelo y en el mismo color porque sé que después de unas cuantas lavadas, el negro tiende a perder la apariencia suave y el color negro de cuando era nuevo. Pero también me gustan los marrones, los rojos, los naranjas... creo que depende de la ocasión y como me sienta para elegir usarlos. Y aunque a la gente no le guste que me vista de negro o no esté tan de moda, lo uso porque es lo que mejor me va.

Igual ocurre con la literatura. Me encantan las intrigas internacionales, el misterio, el thriller, y también la novela histórica, soy capaz de leer cienciaficción, y hasta alguna novela romántica siempre y cuando el tema sea interesante y me atraiga. El erotismo también lo soporto cuando es de altura y mientras menos explícito mejor, porque como escritora sé que es el más trabajado, el más difícil de narrar y aprecio la narrativa que a mi modo de ver está bien hecha.

No es porque me considere una gran escritora, ojo, es porque soy lectora, y lo soy desde que tenía ocho años. Sé distinguir un libro mediocre de uno extraordinario, al menos desde mi punto de vista, porque ya he dicho: cada individuo tiene el suyo. Lo que para mí es bazofia para otro puede ser una maravilla, ¿de qué depende? Indudablemente de nuestra formación. De nuestra manera de ver la vida, de nuestra experiencia, de nuestros gustos y un sin fin de cosas más.

Hay personas que pueden leer historias eróticas sin parar, una tras otra, páginas y páginas de escenas explícitas y  gritarán a los cuatro vientos  que son maravillosas,  que quieren más,  que es lo que les llena, les gusta y los estimula. ¡Bien! Es su vida y son sus gustos.

Hay otras, en cambio, que se apasionan con las historias de zombies y de vampiros, o con guerras intergalácticas, o con secretos de los templarios, o con biografías de personajes históricos, o con la vida de la gente de farándula. Cada persona tiene derecho a leer lo que más le atrae, Y también cómo no, hay quienes leen de todo. Como era yo. Leía hasta la guía telefónica cuando no tenía qué leer. Ahora lo que me falta es tiempo, por eso soy más selectiva y me decanto por literatura de ficción, preferiblemente thrillers.

No soy una persona extraordinariamente cultivada, he leído a los grandes que la mayoría de los escritores se sienten obligados a mencionar, pero no todos necesariamente me han gustado. Y escribo lo que me gusta leer. ¿Tengo éxito? Tal vez. Tal vez más de lo que algunos quisieran o piensan que debería tener, pero así es la vida. No todo es como nos gusta y debemos aceptarlo.

¡Hasta la próxima, amigos!

sábado, 29 de agosto de 2020

Mi amigo Rafael

Hoy voy a hablar de mi amigo Rafael R. Costa, escritor onubense; creo que ahora radica en Madrid. Digo creo porque con él nunca se sabe. Es uno de esos hombres que de vez en cuando uno tiene el privilegio de toparse en el camino de la vida. Lo conocí en persona en el encuentro de escritores que organizó Amazon allá por el año 2015 en Madrid, y su presencia se hizo notar de inmediato. Alto, flaco y con el aire elegante de los hombres de estilo bohemio; el sombrero tipo hipster cubría en parte su espesa cabellera que sobresalía salvaje sin seguir ningún corte a la moda, sino de pura casualidad. Intercambiamos algunas palabras dentro del laberinto que formaba el nutrido grupo de escritores y aspirantes a serlo como yo. No tuve espacio para entablar una conversación con él, pero sentí que no hacía falta. Me parecía conocerlo de toda la vida a través de sus libros y de los mensajes que intercambiábamos por Facebook. Además, siempre estaba rodeado de gente. Muchas escritoras, especialmente.


Rafael es peculiar. Cuando digo esto me refiero a que no se comporta como suele hacerlo la mayoría de escritores. He leído varios libros suyos y su narrativa es espectacular. Algunos atrapan desde el inicio y no se pueden soltar, como me ocurrió con “Melodrama Berlín”, para mí su mejor novela. Pero ¿qué sucedió con ella? Le pregunté un día que estuve buscándola en Amazon para promoverla en Twitter. “La saqué de Amazon para corregirla porque algunos se quejaron de algo y quedó en un PC que ya no sirve”, fue su catastrófica respuesta.

Solo él puede resolver una situación de tal calibre de esa manera. Yo habría movido cielo y tierra para extraer la novela del disco duro, pasarla a mi nueva PC y volverla a publicar, pero Rafael, tan él, parece que el asunto dejó de importarle. Qué se puede decir de una persona que al nacer lo dieron por muerto. Y esto que digo es la pura verdad. Cierto día me cuenta:

“Mira... era una tarde lluviosa de diciembre de 1959. Mi madre se puso de parto debajo de un membrillero. Vivía en casa de su madre, mi abuela. Resulta que en ese momento llegaron visitas inesperadas, y en la casa (a las afueras de Huelva, cerca del río) había mucha gente. El caso es que mi pobre madre aguantó cuanto pudo, era primeriza. Finalmente la evidencia se manifestó: estaba de parto. Nací en la cama de mi abuela materna, pero nací muerto. Resulta que nací morado y sin respirar. No había médicos, sólo las mujeres de la familia, incluidas las inesperadas visitas.”

¿Pero cómo fue que resucitaste? Le pregunté.

“…Entonces prepararon algunos recursos para devolverme la vida, según me han contado varias versiones distintas. Primero me cogieron por los pies y boca abajo me dieron a lo largo de la columna vertebral, hasta la nuca, como a los conejos... Nada. Luego me pincharon con una aguja desde la planta de los pies al cuello... Nada. Dos personas se subieron a la cama y cogido por las extremidades me dejaban caer de súbito al colchón... Nada.” 

¡Madre mía!, exclamé, mientras una sombra de duda cruzaba por mi mente. ¿Sería una invención de su afiebrada imaginación de novelista?

“Prepararon un baño de agua caliente y otro de agua fría, donde alternativamente me sumergían… Nada. Entonces me dieron por muerto y se dedicaron a cuidar a mi exhausta madre. Me liaron en una toalla y me dispusieron en la mesa del comedor, donde permanecían los hombres. Uno de esos hombres, quien estaba fumando un cigarrillo, no tuvo otra ocurrencia que acercarse, abrirme la boca e inhalarme una bocanada de humo.”

 ¿Qué barbaridad!

 “¡Sucedió el milagro! Al parecer moví las piernas como un ciclista y los brazos como un boxeador, tosí y escupí una bola de coágulo. Así hasta hoy día. Siempre dije que morí como persona y nací como personaje de novela.”

 Y yo le creo hasta la última palabra.

Otro día, de improviso, me dice: “Los incas son los únicos humanos que a veces tienen dos occipitales.” ¿En serio? Yo pensé que todos teníamos dos occipitales, respondo dentro de mi inhóspita ignorancia. “No, mira... tenemos el frontal, dos temporales (las sienes) y dos parietales que se unen en la nunca y dejan un hueco, ese hueco lo tapa el occipital. Pues los incas tienen parietales muy cortos y a veces tienen dos occipitales.”

¡Válgame!, tal vez yo tenga dos occipitales y sin enterarme. De esa manera, tal como él cuenta sus anécdotas escribe las novelas. Siempre hay un punto de asombro, hay párrafos excelsos, situaciones inverosímiles que se transforman en reales antes nuestros ojos. En “Berlín Melodrama” escribe acerca de un espía judío en Berlín, en plena era nazi. La novela es la saga de “La interpretadora de sueños”, que después de estar en Amazon fue publicada por Espasa, un sello de Editorial Planeta.  Me enteré de casualidad. Y es que Rafael no salió a dar la noticia con bombos y platillos como yo lo habría hecho, por ejemplo. Y tiene casi todas sus novelas fichadas por el sello editorial de Amazon Encore. También ha sido finalista de conocidos premios literarios como Planeta, y ganador de innumerables premios, como el Pablo Neruda, el Petrer-Palco Mollá, el Premio Onuba, entre otros.

De vez en cuando aparece en Facebook, que es la única red social que se le da mejor, y es cuando me pregunto ¿por qué hay escritores que no escriben tan endiabladamente bien como Rafael y son leídos por montones? ¿En qué consiste la supremacía de un escritor, en su simpatía o en sus letras? Y no puedo dar una respuesta. Es el misterio que siempre rodeará a esta profesión.

Saludos desde aquí, mi querido amigo, me dio gusto recordar algunos momentos y los traje a cuento. Por algo somos escritores, ¿no?

Si desean saber más de sus obras pueden pasar por su página de autor en Amazon:

https://www.amazon.es/Rafael-R-Costa/e/B00756UJVW/ref=dp_byline_cont_pop_ebooks_1

jueves, 30 de julio de 2020

SUERTE O TALENTO: ¿Por qué se venden los libros?

Parece que la publicación a través de editoriales y también la autopublicación o publicación independiente es cada vez más complicada o difícil. Con esto me remito a algunas conversaciones con amigos, siempre en los mismos términos con ligeras variaciones:

"La gente no lee"; "las editoriales no están recibiendo manuscritos; las agencias tampoco"; "mandé mi manuscrito y no he obtenido respuesta". "Publicar en Amazon es difícil, hay demasiados libros para sobresalir ahora. Cuando lo hiciste todo era más fácil".

 Y cuando les digo que yo no tuve mayores problemas para publicar a través de editoriales reconocidas, la respuesta invariablemente es: "En la época que publicaste  era más fácil"; o "Cuando publicaste en Amazon estaba empezando la autopublicación, por eso tuviste suerte".

 Y entonces no sé. Me siento infravalorada.

 ¿Será que ellos escriben mejor que yo, y que mis libros se vendieron y se siguen vendiendo por pura suerte?

¿Será que las editoriales en 2007, 2008, 2010 y 2012 tenían las puertas abiertas a toda clase de manuscritos por malos que fuesen?

¿Será que Ediciones Roca, Ediciones B y la agente Antonia Kerrigan aceptaban representar a cualquier escritor en esa época?

Lo cierto de todo es que todavía hoy me escriben agentes y editoriales. No voy tras ellos. Sea porque ven mis libros entre los más vendidos o porque tengo suerte, como dicen.

Pero la suerte no lo es todo, aunque tal vez sea un componente importante, como todo en la vida. No diré que escribir es una tarea titánica como dicen algunos, pero fácil no es. Y escribir buenas historias menos. No seré una gran literata pero mis libros se venden no por pura suerte, o porque estuve antes que otros o porque las editoriales fueron magnánimas conmigo, o porque una gran agencia quiso representarme sin poner reparos. Mis novelas deben tener algo bueno, digo yo.

Claro que escribir no lo es todo. Debo promocionar mis libros, hacerlos conocidos, hacerme conocida yo, esto quiere decir estar presente en las redes sociales, en mi blog, tener una página de autor en Amazon por si alguien desea comprar más libros míos.

Las que no me parecen efectivas, al menos en mi caso, son las presentaciones de libros. Solo tuve una en toda mi vida y fue con la trilogía El manuscrito. La librería estaba a rebosar de gente conocida y amigos y sin embargo no vendí un solo libro. Claro que comparar la trilogía con Harry Potter no fue lo más acertado de parte de la presentadora, cualquiera que haya leído la obra sabrá que son temas absolutamente diferentes. En Venezuela desprecian a los que publicamos en Amazon. Pero en la parte de abajo de las portadas de la trilogía dice: "Amazon Publishing".

¿Y qué quiere decir Amazon Publishing? que está publicado a través de la editorial de Amazon, una editorial al uso como otra cualquiera, no es autopublicación. Si estuviera autopublicada no saldría el nombre del sello Amazon Publishing. Y debo decir que no solo yo publico bajo este sello, ya son muchos escritores independientes los que lo hacen con muy buenos resultados. Y como sucede con Audible, generalmente son ellos los que escogen las obras que desean contratar.

Amazon Publishing tiene varios sellos: "Litle A", ""Two Lions" "Amazon Original Stories", "Amazon Publishing", "Amazon Crossing" "Amazon Encore"; "Thomas & Mercer" entre otros más, que no son de autopublicación (Kindle Direct Publishing) o KDP como lo llamamos nosotros. Esta editorial paga un anticipo, se encarga de la corrección (excelente, por cierto), de la maquetación, de la portada y lo más importante: de LA PROMOCIÓN. No hay mes en que uno de mis libros bajo su sello no sea promocionado de alguna manera. Y algo que también es importante: Los pagos por las regalías son MENSUALES el mismo día que recibo los pagos de KDP con una puntualidad suiza. Y Amazon Publishing tradujo al alemán mi novela El secreto: Das Geheimnis des Manuskripts ¿Suerte?

En Venezuela hay muchas editoriales de autopublicación, en las que se paga para que los escritores puedan ver sus libros publicados, pero dudo mucho que con la misma efectividad que en Amazon. Sin embargo esos escritores autopublicados miran con aires de superioridad a los que lo hacemos por Amazon.

Mis libros están en esa plataforma en papel, en digital y en audiolibro. Y no he pagado un centavo para ello. Obviamente Amazon retiene un porcentaje por la venta de cada libro pero las regalías son superiores de las que da cualquier editorial: el 70%.

Y debo decir que la firma Audible de Amazon que es la que elige a los autores que desea grabar, en mi caso, como dirán algunos, tuve la "suerte" de que se interesaran por TODOS mis libros y me pagaron un anticipo por cada uno de ellos. Cada nuevo libro que publique en adelante saldrá bajo esa firma de audiolibros, previo anticipo, por supuesto.

También tuve la "suerte" de que todos mis libros interesaran a una editorial francesa, y compraran los derechos de traducción. Y que un conocido productor y guionista, Mauricio Navas Talero esté preparando con un equipo de escritores el guión de mi novela La lista para una serie televisiva en la cadena RCN de Colombia. Tuve la "suerte" de que comprase mi novela en Amazon y le gustara.

Bueno, como decía mi querido Waldek, personaje principal de mi novela  La búsqueda: "Blanquita, no he visto a una persona que tenga tanta suerte como tú". Claro que algo de aquello debo tener, pero no todo lo dejo al azar. Cuando hago algo me dedico en cuerpo y alma a ese algo, sea ser secretaria ejecutiva, tener un taller de costura, representar a una empresa taiwanesa de maquinarias o ser escritora. Todo lo hago con pasión, y disfruto mucho, no considero pesado o trabajoso promocionar. Escribir para mí es una delicia, corregir me entretiene y aprendo mucho, diseñar los banners o las portadas de mis libros me emociona, maquetar un libro para papel me encanta, y bueno, creo que voy a terminar dándoles la razón: Tengo mucha suerte de que me agrada muchísimo todo lo que hago. Y si con ello vendo mis libros, mucho mejor.

¡Hasta la próxima, amigos!


(Quise corregir un error en esta entrada y se borraron todos los comentarios, un grave problema al editar con esta nueva interface de Blogger. No comprendo por qué algo que estaba bien lo cambiaron a algo peor. Estoy pensando en mudarme a Wordpress).

martes, 14 de julio de 2020

Una crítica a "El vendedor de naranjas" por Jordi Díez

EL VENDEDOR DE NARANJAS, BLANCA MIOSI


Debo reconocer que en mis últimas lecturas estoy siendo afortunado. Escoger un libro no es sencillo, como no lo es decidir qué melón de la pila te llevas a casa. Siempre hay trucos, acercarlo al oído y golpearlo con cariño en el culete para ver la sonoridad de la pulpa, pero si incluso los más acervados profesionales la cagan cuando escogen un melón, ¿cómo no hacerlo con un libro al que ni siquiera puedes golpear en el lomo para ver qué ruido hacen sus letras?

En esta lista de aciertos se encuentra la última novela de la escritora Blanca Miosi, El vendedor de naranjas, y a pesar de que cuento con el regalo de su amistad, ésta no me dirige el pulso cuando afirmo que la escritora peruana afincada en Venezuela ha escrito su mejor novela.

Hace mucho que no reseño libros, hice una excepción breve para El chico de las bobinas, de Pere Cervantes, exquisita, y como no, para El vendedor de naranjas, porque hay historias que de golpe van cobrando una entidad, un peso y una fuerza que el escritor se ve forzado a dedicar todo su tiempo para plasmarlas, obligado a ser lo más digno posible ante la magnitud de la trama que debe contar. Vidas extraordinarias, hechos, momentos históricos de importancia que hacen girar el destino de una persona, de un país o de un continente en una u otra dirección, y eso es El vendedor de naranjas, una trama emocionante de personas que hicieron cambiar el rumbo de la Europa post guerras.

No sé cuánto de invención hay, cuánto de realidad, cuánto de jarabe Miosi en esta novela, pero sí sé que a medida que la leía cada vez estaba más imbuido en el ambiente que Blanca crea alrededor de sus personajes. Como la Charlote del cuento, la autora va tejiendo una red que envuelve al lector en la vida de Ramón, de Sergio, y muy especialmente de la espía rusa (de quien si la propia autora no desvela su nombre en la sinopsis, no voy a hacerlo yo), y que me parece la mejor creación femenina de la bibliografía de Blanca Miosi. Personajes históricos, servicios secretos, espías, amores, emociones, familia, ambiciones, legado y fuerza vital tensados para que el lector no pueda despegarse de la trama por miedo a caer al vacío del desconocimiento. 

Como decía al principio de la nota, qué suerte haber podido leer la mejor novela escrita por mi gran amiga. 

Gracias, Blanca.

domingo, 12 de julio de 2020

Un relato para este domingo: "El escritor"

EL ESCRITOR

Eusebio nunca consideró primordial tener amigos, prefería llevar una vida solitaria, no obstante haber estado casado algo más de veinte años. Sin embargo, pese a vivir acompañado, aprendió a resguardar sus sentimientos, y el silencio vino a ocupar el significativo lenguaje mudo que a él y a su mujer los convertía en cómplices. Después empezó a reinar la indiferencia. No precisaban de gestos ni palabras pues no había nada que decirse. Lo que al principio les pareció un mundo fantástico, con el tiempo se convirtió en una lenta agonía. Las noches apasionadas se cubrieron de tedio, las risas se trocaron en muecas amargas, las carencias que al principio los había unido, se convirtieron en el motivo principal de los reproches, al punto de no importar si él miraba las piernas de la vecina de enfrente, o el trasero de la joven universitaria que bajaba con ellos en el ascensor todas las mañanas. Lo importante era cuánto dinero traía cada quincena.
Él demoraba su regreso a casa. El comedor se convirtió en un accesorio inútil, pues cada uno comía en su propia bandeja  y en horarios diferentes; no había entusiasmo para largas cenas familiares como antaño. Él se acostaba pronto. Ella se quedaba dando vueltas y si iba a la cama temprano tomaba el control remoto y lo manejaba a su gusto. Las películas la aburrían, sólo veía programas de chismes de la televisión abierta, mientras él se revolvía inquieto pues no podía leer por el estridente ruido. Sin poder concentrarse en un libro y sin ver cine se aburría. La situación lo hastiaba. Él, mudo y ensimismado. Ella, callada y en su propio mundo. Ya no tenían nada en común.
Se convirtieron en dos soliloquios inconexos y repetitivos que nunca encontraban puntos de acercamiento. Parecían dos extraños, aunque ella estaba convencida de que el matrimonio era así: cariño expresado en actos domésticos que bastaban para mantenerlos unidos. No era eso lo que él deseaba para el resto de su vida. Le molestaban pequeños detalles que se repetían cada vez con mayor intensidad, como una plaga de termitas que corroían la madera y socavaban los pilares hogareños, tan débiles, que a la primera embestida o al menor golpe, los pilares, murallas y techo se desmoronaron por completo y dejaron solo un residuo: arena delgada que una leve ráfaga esparció sin dejar ningún vestigio de lo que antes fue un apasionado amor.
Tiempo después del divorcio la vida parecía extraña. Como si le faltase una hermana siamesa con la que vivir y lidiar inevitablemente. Un año después, todo empezó a tomar forma. Comprendió que la vida seguía su curso, y él con la vida. Pero a partir del momento en que empezó a escribir todo cambió.  Descubrió que podía ser como Dios.
Nuevos mundos, situaciones, personajes... todo creado por él.  Con la potestad de dar vida y quitarla.  De hacerlos vivir lo que él hubiera querido, de vengar con ellos los momentos en que la soledad y el abandono lo hicieron víctima de sus propias carencias, de gozar con ellos lo que su incapacidad o impotencia le impidieron hacer, de enfrentar el mundo como a él le hubiese gustado. Todo se encerraba en su mundo mágico. Y lo que en principio fue un pasatiempo, al paso de los días, semanas y meses, se fue convirtiendo en una verdadera pasión. Pero lo que nunca sospechó, algo que ni siquiera atisbó, empezó a suceder. Al comienzo creyó que sucedía con todos los que escribían, indagó, preguntó entre personas que tenían la misma afición si tal cosa era posible y solo logró que empezaran a verlo como a un ente raro.
Al comienzo no era extraño que escribiese basado en experiencias y en emociones pasadas y que de allí incursionase a mundos posibles, ¿pero era factible que estos pudiesen volverse realidad? La sensación de poder, de creador de situaciones lo estaba llevando a una situación límite, en la cual no percibía claramente qué era real o qué ficticio. Realidad o ficción. Era agotador. No sabía a qué atenerse. Su mente racional le indicaba que se estaba dejando llevar por la imaginación, como una cometa que volaba alto, con el peligro inminente de que se cortara el hilo que lo ataba a tierra. Por otro lado, su nueva faceta de escritor confiaba ciegamente en lo que creaba, ese era un mundo posible donde él estaba incluido de manera importante, decisiva. Dependía de él cambiar o no las circunstancias. Sonaba absurdo como una comedia de Ionesco pero él lo sentía en carne propia. Si ya existía la realidad virtual donde cada persona incursionaba en el mundo de sus sueños por qué no crear y vivir su fantasía. De un autismo que enardecía a sus familiares había pasado a otro de ánimo exaltado, optimista, pero esta vez, encerrado entre cuatro paredes.
Los pocos conocidos no veían nada diferente en él, solo que había cambiado la lectura por la escritura. A ratos, se le notaba alegre y conversador, con un dejo de verborrea cuando se refería a la literatura. Sin embargo, la pertinacia de sus preguntas molestaba tanto a algunos, que dejaron de frecuentarlo. Esto no amainó su empeño en escribir, quería saber hasta dónde podía llegar. Confianza, miedo, temor a la ilación desbordada, se mezclaban en él, pues estaba emprendiendo un largo viaje sin pertrechos y no podía detenerse.
Ocurrió una noche. El cuarto donde vivía después de su divorcio olía a humo aun cuando las ventanas permanecían abiertas. Los ceniceros rebozaban de colillas; había pasado todo el fin de semana sin salir. Los restos del chop suey en la pequeña mesa que hacía de comedor, escritorio y aparador, pues todo lo que no tenía dónde colocar lo dejaba ahí, estaban resecos, y las rumas de papel de los escritos que había imprimido y que no se atrevía a botar formaban montones informes mezclados con correspondencia sin abrir, recibos de pago y quién sabía cuántas cosas más, pero a él no le importaba. Ensimismado en Orieta, el personaje principal de su novela, que se empezaba a revelar. A pesar de que varias veces tuvo que reescribir la escena, ella se negaba a seguir sus directrices, como si guiase sus dedos sobre el teclado y cuando él quería escribir “anda”, los dedos iban hacia las letras inapropiadas, y aparecía un “ven”.  Orieta, en un principio rubia de ojos azules, se fue transformando en una morena de ojos negros, y a la par que físicamente cambiaba, su personalidad se volvía contundente. No aceptaba más el papel de mujer dulce y modosa, casada con un joven universitario. Se había convertido en una dama de la noche. Y esa noche sucedió. Sintió que estaba allí, junto a él, frente a la pantalla, sentía su respiración en el cuello, su perfume que evocaba jazmín mezclado con maderas de oriente, el roce de sus cabellos negros y con claridad… un beso en la mejilla. Es mi imaginación —pensó.
Orieta esperaba en la esquina de la universidad, en el cafetín de siempre, a que Eusebio apareciese como todos los días, encorvado por el peso de los libros, pero feliz al verla, adelantaba unos pasos y ella, al saber que estaba cerca, sentía  algo tibio en su corazón… Escribía, tratando de concentrarse. De pronto, bajo lo escrito empezó a ver en la pantalla:
Orieta, en el cafetín de la universidad, coqueteaba con un chico sentado enfrente, cruzó las piernas dejando ver gran parte de sus muslos, mientras sonreía, invitadora. Con fastidio vio a Eusebio, se acercaba a grandes zancadas, siempre apresurado, como en todo, hasta cuando pretendía hacerle el amor, parecía que cargaba un cronómetro y todo debía hacerse al ritmo que marcaba.

¡No! ¡No es lo que quiero escribir! —pensó.  ¿Qué me sucede?
—No te sucede a ti. Me sucede a mí. —Leyó. 
Quitó las manos del teclado como si le hubiesen pinchado con un alfiler. El cuarto en penumbra se tornó caliente, ni una brisa movía las persianas y aún sentía pegado a su rostro la respiración de… ¿quién?  Creyó que su imaginación le jugaba una mala pasada. Se puso de pie y fue al baño a mojarse el rostro. Al mirarse en el espejo, vio carmín en su mejilla.  Limpió el espejo lleno de manchas, como todo allí. El carmín seguía en su mejilla. Lentamente, pasó la mano por su rostro y una mancha rosada apareció en sus dedos. Salió del baño, cogió su chaqueta y abrió la puerta del cuarto lanzándose a trompicones por las escaleras. Una noche desierta de domingo lo envolvió.  Caminó hasta llegar al bar de Pepe. Necesitaba hablar con alguien, tal vez su imaginación se estaba desbordando.
—Hola Pepe, dame un whisky por favor—. Pidió con el rostro desencajado, repiqueteando con su mano derecha el mesón de la barra.
—Tú siempre tomas cerveza... ¿Qué te pasa que estás tan acelerado? —replicó Pepe, con la calma típica de su oficio mientras accedía a su pedido.
—¿Crees posible que un ordenador piense? ¿O que cuando uno escriba suceda algo similar a lo de Unamuno, donde el personaje de su novela tiene vida propia? —preguntó exaltado Eusebio.
—No sé quién sea Unamuno, pero cálmate, ¿estuviste trabajando en tu novela? Tal vez necesitas ese trago.
—Sí, tienes razón, llevo muchas horas sin dormir. Pienso en una escena y después, sin darme cuenta, la escribo de otra manera. ¿O la escribe ella?, ya no sé. —señaló nervioso.
—Bueno, tú eres quien escribe, ¿no? —inquirió el cantinero mirándolo con cierta desconfianza.
—Sí, es evidente.
—He visto muchas cosas desde este lado del bar. Pero cuéntame, ¿últimamente has salido con alguna mujer? —preguntó el cantinero medio en broma.
—No. Bueno sí —mintió sin convicción.
—Ahí está. No se puede vivir de recuerdos, hombre. Necesitas a una mujer de carne y hueso, no de esas que inventas en tus libros.
Aquellas palabras resonaron en la mente de Eusebio. Quizá por ello sus manos se guiaban solas persiguiendo a sus instintos, caviló mientras bebía. Orieta, maldita Orieta. Representaba lo absurdo de su existencia. Pensaba en la mujer rubia y de figura esbelta, cuando en realidad quería a una morena pasional, de pronunciadas curvas, provocativa, que no tuviese temor de mostrar sus deseos. Una incongruencia que le jugaba una mala pasada.
—Tal vez tengas razón, Pepe. ¿Pero dónde encontrar a la mujer perfecta?
—Santas no encontrarás, pero cualquiera que esté entre santa y callejera, sí —contestó el cantinero.
—Vale, mejor iré a descansar. —Pagó y salió a unirse a las sombras de la noche.
La calle seguía desierta. Decidió dar una vuelta antes de regresar a su inhóspito cuarto. Deambuló por bastante tiempo hasta encontrarse en una plazoleta casi desierta, con excepción de dos parejas que retozaban en los escaños alejados de la luz. Se sentó en una de las gradas rodeada de árboles vetustos. Aspiró profundamente  y  una penetrante fragancia a jazmín lo inquietó. Intrigado miró a su alrededor y sólo había añosos plátanos orientales. Otra vez sintió la respiración de alguien más, esta vez  detrás de él, un escalofrío lo recorrió de pies a cabeza. Se dio vuelta muy despacio y no vio a nadie. No, no puede ser…estoy delirando otra vez, calma, debo mantener la calma, se repetía como un mantra que lo ayudara a preservar la cordura. Sería mejor regresar a su cuarto y dormir.
De vuelta a su cuarto intentó conciliar el sueño. Tenía miedo de mirar la pantalla. Miedo de que algo apareciese en ella. Sin embargo, se sentó en la cama sin dejar de mirarla.  Lo atraía como si él fuese un insecto mirando una vela. Son cosas de mi mente, todo está en mi cabeza. Y sus dedos empezaron a teclear:
Octavio estaba seguro de que Orieta esperaría a que terminase su carrera y luego se casarían —empezó a escribir—, además, sabía que los padres de ella no le permitirían irse a vivir con él antes del matrimonio. Así era en aquellos años, y en eso ambos estaban de acuerdo. Sin embargo, sus caricias y besos ya habían desbordado los límites convencionales.
Apenas terminó la última línea cerró los ojos y esperó unos instantes, luego los abrió.
Quedaban agotados y sudorosos luego de sus furtivos encuentros impregnados del fuerte aroma a jazmín del perfume de Orieta. Ella se quejó de que él se avergonzaba de ella porque siempre deseaba llegar más lejos de lo que Eusebio, enclaustrado en las buenas costumbres, se permitía. Aquello cambiaría.
Leyó dos y tres veces lo escrito, comparando los párrafos. De pronto le vino a la memoria el curvilíneo cuerpo de aquella joven con la cual tuvo sus primeras y más ardientes experiencias sexuales. Morena, de profundos ojos negros y una sensualidad exuberante. La dejó por una compañera de universidad, con la cual se desposó después. Nunca le dio explicaciones, y ahora, después de tantos años reconocía que su comportamiento no había sido el más caballeresco. Un sudor helado recorrió su frente. Sintió que se le erizaba la piel, y aunque creía que por primera vez en muchos días estaba en sus plenos cabales algo en su mente se tornó confuso. El perfume... ¡cómo pudo pasar por alto el detalle! ¿Y si fuese ella? Imposible. Un aroma no se traslada por Internet. Trató de tranquilizarse. Indagaría para saber su paradero. Todo parecía una locura, pero era mejor que no hacer nada. Alguien debía recordarla.
—Tú no eres Orieta. Ella sólo existe en mi mente, por lo tanto, lo que está en la pantalla es mi imaginación. —Se atrevió a escribir, dándose ánimos.
Es cierto que no soy Orieta. ¿Cómo podría serlo? No me parezco a ella. Pero sé lo que tú quieres.
Eusebio casi cae del asiento, quería creer que todo estaba en su mente, pero las letras en la pantalla aparecían nítidas. Apagó el ordenador y regresó a la cama. Cerró los ojos tratando de no pensar pero permaneció insomne hasta escuchar el canto lejano de un gallo. Nunca lo había escuchado, aunque era cierto que jamás había tenido los sentidos tan aguzados. ¿Quién tendría un gallinero en ese vecindario? Sabía que era una pregunta absurda. Fue cuando quedó dormido. Al despertar, en la penumbra de su cuarto, vio la hora en el reloj de la mesilla y supo que había dormido casi quince horas. Otra vez era de noche y en la pantalla que, estaba encendida, leyó: ¿Vienes? Te estoy esperando.
Esta vez no opuso resistencia, era mejor así, sintió alivio y satisfacción al saber que finalmente había encontrado al amor de su vida, la mujer con la que viviría eternamente.
Voy contigo, Orieta, espérame.
—No te apures, mi amor, toma tu tiempo. Estaremos juntos para siempre, seremos inmortales mientras otros posen sus ojos en nosotros.

Blanca Miosi