sábado, 31 de julio de 2010

A los escritores; Palabras de Arturo Pérez Reverte

Para los seguidores de este blog, para los amantes de las letras, para aquellos que desean publicar o simplemente escribir, aquí les dejo unas palabras que vale la pena digerir, dichas por Arturo Pérez Reverte, y publicadas en el más reciente número de la revista XL Semanal:

Pues sí, joven colega. Chico o chica. Pensaba en ti mientras tecleaba el artículo de la semana pasada. Recordé tus cartas escritas con amistad y respeto, el manuscrito inédito –quizá demasiado torpe o ingenuo, prematuro en todo caso– que me enviaste alguna vez. Recordé tu solicitud de consejo sobre cómo abordar la escritura. Cómo plantearte una novela seria. Tu justificada ambición de conseguir, algún día, que ese mundo complejo que tienes en la cabeza, hecho de libros leídos, de mirada inteligente, de imaginación y ensueños, se convierta en letra impresa y se multiplique en las vidas de otros, los lectores. Tus lectores.


Vaya por delante que no hay palabras mágicas. No hay truco que abra los escaparates de las librerías. Nada garantiza ver el fruto de tu esfuerzo, esa pasión donde te dejas la piel y la sangre, publicado algún día. Este mundo es así, y tales son las reglas. No hay otra receta que leer, escribir, corregir, tirar folios a la papelera y dedicarle horas, días, meses y años de trabajo duro –Oriana Fallacci me dijo en una ocasión que escribir mata más que las bombas–, sin que tampoco eso garantice nada. Escribir, publicar y que tus novelas sean leídas no depende sólo de eso. Cuenta el talento de cada cual. Y no todos lo tienen: no es lo mismo talento que vocación. Y el adiestramiento. Y la suerte. Hay magníficos escritores con mala suerte, y otros mediocres a quienes sonríe la fortuna. Los que publican en el momento adecuado, y los que no. También ésas son las reglas. Si no las asumes, no te metas. Recuerda algo: las prisas destruyeron a muchos escritores brillantes. Una novela prematura, incluso un éxito prematuro, pueden aniquilarte para siempre. Lo que distingue a un novelista es una mirada propia hacia el mundo y algo que contar sobre ello, así que procura vivir antes. No sólo en los libros o en la barra de un bar, sino afuera, en la vida. Espera a que ésta te deje huellas y cicatrices. A conocer las pasiones que mueven a los seres humanos, los salvan o los pierden. Escribe cuando tengas algo que contar. Tu juventud, tus estudios, tus amores tempranos, los conflictos con tus padres, no importan a nadie. Todos pasamos por ello alguna vez. Sabemos de qué va. Practica con eso, pero déjalo ahí. Sólo harás algo notable si eres un genio precoz, mas no corras el riesgo. Seguramente no es tu caso.


No seas ingenuo, pretencioso o imbécil: jamás escribas para otros escritores, ni sobre la imposibilidad de escribir una novela. Tampoco para los críticos de los suplementos literarios, ni para los amigos. Ni siquiera para un hipotético público futuro. Hazlo sólo si crees poder escribir el libro que a ti te gustaría leer y que nadie escribió nunca. Confía en tu talento, si lo tienes. Si dudas, empieza por reescribir los libros que amas; pero no imitando ni plagiando, sino a la luz de tu propia vida. Enriqueciéndolos con tu mirada original y única, si la tienes. En cualquier caso, no te enfades con quienes no aprecien tu trabajo; tal vez tus textos sean mediocres o poco originales. Ésas también son las reglas. Decía Robert Louis Stevenson que hay una plaga de escritores prescindibles, empeñados en publicar cosas que no interesan a nadie, y encima pretenden que la gente los lea y pague por ello.


Otra cosa. No pidas consejos. Unos te dirán exactamente lo que creen que deseas escuchar; y a otros, los sinceros, los apartarás de tu lado. Esta carrera de fondo se hace en solitario. Si a ciertas alturas no eres capaz de juzgar tú mismo, mal camino llevas. A ese punto sólo llegarás de una forma: leyendo mucho, intensamente. No cualquier cosa, sino todo lo que necesitas. Con lápiz para tomar notas, estudiando trucos narrativos –los hay nobles e innobles–, personajes, ambientes, descripciones, estructura, lenguaje. Ve a ello, aunque seas el más arrogante, con rigurosa humildad profesional. Interroga las novelas de los grandes maestros, los clásicos que lo hicieron como nunca podrás hacerlo tú, y saquea en ellos cuanto necesites, sin complejos ni remordimientos. Desde Homero hasta hoy, todos lo hicieron unos con otros. Y los buenos libros están ahí para eso, a disposición del audaz: son legítimo botín de guerra.


Decía Harold Acton que el verdadero escritor se distingue del aficionado en que aquél está siempre dispuesto a aceptar cuanto mejore su obra, sacrificando el ego a su oficio, mientras que el aficionado se considera perfecto. Y la palabra oficio no es casual. Aunque pueda haber arte en ello, escribir es sobre todo una dura artesanía. Territorio hostil, agotador, donde la musa, la inspiración, el momento de gloria o como quieras llamarlo, no sirve de nada cuando llega, si es que lo hace, y no te encuentra trabajando.


viernes, 30 de julio de 2010

Crisis Editorial y Oportunidades

Cuando empecé a investigar acerca de los componentes que conforman la crisis por la que atraviesa el mundo editorial, me encontré con datos provenientes de algunas personas que indirectamente trabajan para él. Así, hablé con un amigo que trabaja en la industria de las artes gráficas de España, en el sector que suministra las cuchillas. Sí, leyeron bien; si no fuese por las cuchillas no se podrían cortar los libros, las revistas y cualquier cosa que se imprima en papel; son las que se usan en las guillotinas, trilaterales, plegadoras; las hay desde máquinas muy pequeñas, como las que doblan, pliegan o hacen los triscados para rasgar el papel, hasta las de más de dos metros de alto, con una guillotina Polar 185. Esta industria es tan importante, que sin ella no existiría el libro tal cual lo conocemos, por ejemplo: no existirían los lomos fresados. Y sin las cuchillas de las máquinas de encuadernación, los libros no tendrían forma. Lo cierto es que los periódicos, revistas, libros, y todo lo que sea en papel pasa por una cuchilla. ¿Qué mejor lugar para enterarse de la cantidad de papel que se corta actualmente?

En España, el negocio de las artes gráficas es más o menos así: a) Libros: en torno al 30 % b) Revistas: en torno al 50 % c) Resto: publicidad escrita.

En estos tiempos la publicidad ha desaparecido, las revistas han caído y muchas de ellas cerrado, y los libros se han reducido en un 30 - 40 %. Se sabe de editoriales que han quebrado en España, pero no estoy autorizada para decir nombres. Todo este desbarajuste en el mundo editorial tuvo su origen en el 2008, consecuencia de la crisis económica global. Según mi fuente, se están imprimiendo casi el 50 % de libros que hace cuatro o cinco años.

¿Pero qué dicen los libreros?
Hasta hace poco se tenía la buena noticia de que el sector del libro cerró el ejercicio de 2009 con pérdidas moderadas y asumibles, en general. La mala noticia era que esas pérdidas estaban muy desigualmente repartidas y afectarían mucho más a unos que a otros. En la memoria está el dramático primer trimestre del 2009, cuando las librerías devolvían libros masivamente, hasta un 40% de los ejemplares puestos en el mercado.
Curiosamente, desde septiembre no ha habido un porcentaje de devoluciones destacable. Para explicarlo, hay quien dice que eso ocurre porque los libreros prefieren vender sus existencias antes de apostar por otras novedades, según la costumbre de los últimos años, que hacía que los libros estuviesen apenas un mes a la vista en las librerías. Otros dicen que influye el bajón de novedades. Los libreros recortan gastos como pueden y una de las formas es no coger tantas novedades porque tienen una caída de ventas entre el 5 y el 10%.

¿Quiénes salvan a las editoriales?
Como siempre, los escritores superventas, de ahí que las editoriales los mimen como a las niñas de sus ojos:
Stieg Larsson y Dan Brown salvaron a Planeta de cerrar en negativo. Fuentes del sector auguran al grupo de Lara un 3 % de crecimiento que sin esos autores se convertiría en un porcentaje negativo. A Alfaguara la salva la saga Crepúsculo, a Random House, Isabel Allende, Javier Cercas e Idelfonso Falcones. Autores como Henning Mankel y Haruki Murakami lo hacen con editoriales medianas, como Tusquets, pero las editoriales que no logran entre sus filas un descubrimiento o no consiguen fichar un gran escritor, se ven en problemas.
Aparte de los superventas, el resto de los autores vende muchos menos ejemplares. Aun los grandes como Dan Brown han bajado un 15 % sus ventas con respecto a temporadas anteriores. Y no hablo del Premio Planeta Ángeles Caso, que su libro Contra el viento vendió un 32 % menos que la semana de su salida al mercado.
Entre los autores más literarios, José Saramago registró un quinto discreto puesto con 5545 ejemplares y la caída de 28 % en las ventas en una semana
A este panorama se suma la salida al mercado norteamericano, ya de manera contundente, de los libros electrónicos, especialmente por Amazon, que los ofrece a precios de ganga y tiene estrategias claras en cuanto a las ventas de libros en esa modalidad. Y ya se sabe que las tendencias las fijan los americanos, tanto en libros como en cine.

¿Los perjudicados?
Varios. Principalmente los editores que son quienes arriesgan el dinero. De ahí que si en la época boyante del libro rechazaban los manuscritos que no cumplían con las mínimas normas de calidad, hoy lo hacen con mucha mayor razón, rechazando inclusive a autores ya publicados si ven que la obra no es lo suficientemente atractiva para el público, aunque esté muy bien escrita.

¿Los beneficiados?
Las editoriales andan a la caza de un autor que los saque a flote y puedan capear el temporal. Las crisis traen consigo oportunidades: es el momento de lanzarse al ruedo, y los escritores noveles o publicados que tengan una buena historia entre manos y que esté bien escrita, con seguridad serán aceptados, tal vez sea el nuevo Dan Brown, Ken Follet o el futuro Pérez Reverte. Y aquí es donde entran los scouts. Tras este inofensivo apelativo, que nos recuerda a los voluntariosos chicos de códigos de conducta moral intachables, se encuentra un espía del mundo de los libros, según las palabras de Bettina B. Schrewe, que trabaja desde Nueva York como scout (ojeadora) para diecisiete países; en España su cliente es Planeta.

El mayor capital de una empresa es, sin duda, la información, y en ese sentido los principales sellos editoriales del mundo han creado sus propios servicios de inteligencia, que puede hacer la gran diferencia entre triunfar o fracasar. Algunos de estos ojeadores cobran hasta doscientos mil dólares anuales. Pero no es un sector nuevo; existen desde hace veinte años, han ido ganando importancia, y los editores coinciden en que en la jungla que se ha convertido el sector, es difícil sobrevivir sin ellos. En España ya existen dos scouts; Aurelio Major es uno de ellos. «Somos espías», dice, «debemos enterarnos antes que nadie». La labor de los scouts consiste en detectar cuanto antes un libro o una tendencia. «Cuanto antes» quiere decir: cuando el manuscrito llega a un agente o a un sello editorial, y muchas veces se enteran al pasar por los receptores del texto.
«Un scout tiene que captar todas las informaciones que salen de un país, no solo los manuscritos importantes, sino también los cambios de tendencia o de dirección en una editorial», explica Cristina de Stefano, italiana afincada en París, antigua periodista y escritora. «Es un trabajo un poco secreto, en el que hay mucha competencia. Y esa es la razón por la que se están multiplicando: cada vez hay más información y menos tiempo para procesarla», agrega. Trabaja desde Francia para cinco países (en España para el grupo Santillana).
«Todo el mundo anda buscando un nuevo John Grisham y nosotros tenemos que ser los primeros en detectarlo. Como los reporteros, buscamos información que la gente no quiere dar, protegemos a nuestros clientes y necesitamos exclusivas», explica Aram Fox, scout neoyorquino que ojea para RBA.

Pescando en río revuelto
Como decía anteriormente, hay quienes siempre encuentran oportunidades en los momentos de crisis. Y no se hicieron esperar, durante el 2009 y lo que va del 2010, son más de cien los títulos relacionados con la crisis, a la par que la fila de sus compradores se alarga, a saber: La crisis Ninja y otros misterios, Leopoldo Abadía, Espasa; El informe Recarte 2009, de Alberto Recarte, Editorial La Esfera de los Libros; El hombre que cambió su casa por un tulipán, de Fernando Trías de Bes, Temas de hoy, 2009; El retorno de la economía de la depresión y la crisis actual, de Paul Krugman, Editorial Crítica; Crisis, mentiras y grandes oportunidades, de Carles Torrecilla y Jordi Basté, Planeta Empresa; Animal Spirits, de George Akerlof y Robert Shiller, Gestión 2000; pero el que se lleva la palma es El crash del 2010, de Santiago Niño Becerra, autor que pronosticaba que lo peor llegaría en el año indicado en el título, publicado por Los libros de lince.

Conclusiones
Desde el punto de vista de los escritores, el mundo editorial no es lo que parece. Después de investigar y de escribir este artículo, me asombra haber podido publicar, y que lo puedan hacer algunos de mis compañeros de foro y de blogs. Quiero creer que existe una parte romántica en todo esto, me gustaría pensar que las editoriales son lugares amables que desean brindarnos una oportunidad. Y tal vez sea así, pero no puedo negar que la competencia es feroz. El mundo editorial es duro, competitivo, una empresa que debe registrar ganancias y su objetivo consiste en descubrir al mejor autor. Un mundo apasionante del cual formo parte y me emociona, y aunque tal vez nunca llegue a ser una superventas, me satisface pertenecer a este conglomerado de pasiones.

B. Miosi

Fuentes:

Miguel Ángel Jiménez, (nuestro conocido Miguel) de http://blog.iespana.es/anapedraza

Revista Literaria Prosofagia 8

http://www.elpais.com/articulo/cultura/Scouts/sabuesos/libros/elpepicul/20081018elpepicul_1/Tes
Jesús García Calero, Inés Martín Rodrigo. ABC.es.04.12.2009

DeLibros (Enero 2010)

Know Square (Febrero 2010).

sábado, 24 de julio de 2010

Ángeles de cartón, por Mián Ros (Miguel Ángel López Matamoros)


Un hombre arrastrado por un sentimiento de culpa recorre por los turbulentos senderos de sus deseos reprimidos, transforma el mundo real en uno hecho a la medida de sus necesidades, en el que el amor por su hija ocupa todo espacio posible llevándolo a terrenos vedados, en los cuales aprende a perdonar, a comprender y finalmente a aceptar lo ineludible.

Pocas veces he tenido la oportunidad de leer un libro con tanto contenido emocional, en donde lo real aparenta ser y no es, y confieso que más allá de las tres cuartas partes del libro estuve pensando lo que no era. De pronto todo se va situando en contexto, las piezas van encajando una a una y me doy cuenta de que ese hombre que vive como un vagabundo en busca de la hija perdida tiene un único nexo con la realidad: su bolígrafo BIC. Es el que lo ata al mundo, es con el que escribe todo lo que su mente atormentada recuerda, vive e imagina, y hasta podría decir lo que su alma premonitoriamente asoma si las cosas hubiesen sido diferentes.

A lo largo de los apuntes que va haciendo en un diario dirigido a su esposa, la búsqueda de Ángela se torna por momentos en pesadillas, en las que se trastocan los ideales en sentido común, y éste en el reconocimiento de que todo hubiera sido de otra manera si él hubiese sido diferente, y esa pregunta que es la que nos lleva a investigar más allá de nosotros mismos: «y si…» queda en el aire, pues lo inevitable tarde o temprano llega, así como llegó para Champalán, (Carlos) el vagabundo, el padre, el esposo, el escritor, el jefe del bajo mundo, y uno de los ángeles de cartón.

Las veces que he leído textos de Miguel Ángel López Matamoros, (Mián) me he impregnado de su alto contenido intimista. Mián no escribe para agradar a otros, o porque desee complacer a editores. Él es de los que escribe con el alma en una pluma que en cada rasgo va dejando jirones de su alma. Ángeles de cartón es una novela cargada de frases magníficas, como:

…Ay, me ha vuelto a ocurrir, y la misma pregunta me interrumpe… ¿Cómo es posible que todos mis pensamientos confluyan hacia mi pasado? No quiero pensarlo, pero soy juicioso con mis sentimientos y sé que estoy apresado por los momentos ya vividos, soy reo y celda de mí mismo, es una pasión inevitable.

… Por un instante me doy cuenta de que mi cuerpo empieza a entrar en razón antes que mi cerebro cuando el calor del caldo calienta y curiosea todo mi interior. Es un momento inigualable. Creo que está dando resultado, pues el calor de esta sopa es como una pequeña panacea contra el frío. Poco a poco me reconforta y mengua en buena parte la destemplanza con la que he despertado, y retira de mi cuerpo parte de la humedad que nos ha presentado esta mañana el duro día invernal, arropándonos, desde que se fueron las sombras, con su sábana de color ceniza oscureciendo estos serios apéndices que llamamos edificios. Es una lástima, porque el cielo está cerrado como boca de lobo y creo que este calabobos persistirá sobre nuestras cabezas durante muchas horas más.

… Ahora ha venido a verme. Se para un instante, se tropieza con mi mirada y yo lo hago en su dejadez, en su rimel corrido por las lágrimas, en el negro pelo mal peinado y en su rebeca puesta con pereza, y despierto de bruces lejos de la imaginación que perfilaría un ángel de destellos deslumbrantes y maravillosos con el que soñé cientos de veces.

Muchas gracias, Mián por recordarme que la literatura es una de mis premisas.

Esta novela quedó finalista del I Premio de Creación Literaria Bubok
Si desean saber más de Miguel Ángel López Matamoros: http://mianros.blogspot.com/

B. Miosi

sábado, 17 de julio de 2010

EL JUGADOR, por Fiódor Mijáilovich Dostoievski


Vale la pena dar una pequeña semblanza de este escritor por antonomasia, pues su vida fue digna de la historia de cualquiera de sus novelas:

A los veintidós años, apenas graduado de ingeniero, Fiódor Dostoievski comenzó a trabajar en el Departamento de Ingenieros de Petesburgo, y ese mismo año, 1843, tradujo al ruso Eugenia Grandet, del escritor francés Honorato de Balzac, que se publicaría al año siguiente en el diario Repertorio y Panteón. Pese a su precaria situación económica, un año después, decidió consagrarse por entero a la literatura; ya el gusanillo de las letras había infestado su ser. Antes de cumplir los veintitrés trabajó en su primera obra: Pobres Gentes. El manuscrito llegó a manos del director de El contemporáneo; lo dio a leer al santón de la crítica, Bielinski, quien con enorme entusiasmo puso a Dostoievski la etiqueta de «creador de la novela social». Pobres gentes se publicó dos años después en Almanaque Petesburgués, cuando ya Fiódor estaba en plena elaboración de El doble, La patrona y Nietochka Nezvanona. A partir de allí su carrera fue imparable, a la par que su vida sufrió toda clase de vaivenes: se salvó de la pena capital por ataques a la Iglesia y al Estado. Se había unido a un grupo de jóvenes intelectuales que leían y debatían las teorías de escritores socialistas franceses, por aquel entonces prohibidos en la Rusia zarista de Nicolás I. En sus reuniones secretas se infiltró un informador de la policía, y todo el grupo fue detenido y enviado a prisión. La pena de muerte fue conmutada por cuatro años de presidio en Siberia, tras lo cual fue reclutado como soldado raso en el ejército; se enamoró apasionadamente de María Dmitrievna, (acababa de enviudar, era tuberculosa y tenía un hijo) y el mismo día de la boda, Fiódor sufrió un ataque de epilepsia y aquello marcó irreversiblemente las relaciones de la pareja. Estos datos son solo algunos de la cantidad de eventos que poblaron su existencia, que al mismo tiempo, pienso yo, son las que dan lugar a obras inmortales como Crimen y Castigo, Los hermanos Karamzov, El idiota, El jugador, entre muchas otras.

Tenemos a un escritor que empezó muy joven, fue un lector empedernido desde pequeño, admirador de Balzac, Gogol, Walter Scott, Byron, Víctor Hugo y sobre todo Pushkin, y que sin embargo su etapa más creativa se dio en la medianía de su vida: Tenía cuarenta y cinco años cuando escribió Crimen y Castigo y Los hermanos Karamzov, poco antes de su muerte, casi a los sesenta años de edad, lo cual nos da una idea aproximada del tiempo que toma madurar literariamente hablando.

La novela que concierne a esta entrada, El jugador, fue escrita por Fiódor mientras terminaba una de sus obras capitales, Crimen y Castigo. Acosado por las deudas y las angustias económicas a pesar de ser un escritor consagrado y famoso, se había comprometido con el editor Stellovski a entregarle un manuscrito antes del 1 de noviembre de 1866 para cobrar un anticipo. ¿Se imaginan ustedes el trance? Una obra tan demoledora como Crimen y castigo, y Fiódor en medio de las profundidades abismales de la conclusión de la novela, ¡tiene que escribir otra para evitar ir a la cárcel por incumplimiento de contrato! El editor Stellovski estaba despechado por el éxito de Crimen y Castigo en entregas sucesivas en una revista, así que a Fiódor no le queda más remedio que apelar a su enorme creatividad y surge así El jugador, una novela relativamente corta, doscientas páginas a lo sumo, dependiendo del formato, que Dostoievski dicta a una taquígrafa llamada Anna Griegorevna Snitkina durante veinticinco días. ¿No les parece asombroso? Lo cierto es que él ya tenía dentro el germen de la obra, pues él mismo era un jugador, y la novela trataría de un hombre atrapado por el embrujo fatal de la ruleta. Pienso que en momentos así se acude a experiencias autobiográficas, lo cual ayuda a profundizar en personajes que de otra manera resultarían lejanos.

El jugador es una novela que se mueve en los umbrales de la intensa pasión psicológica que lleva a un hombre a convertirse en jugador empedernido. Está escrita en primera persona; Alexei Ivánovich, nos sirve de ventana a través de la cual nos situamos como fisgones y observamos el mundo que lo rodea, las pasiones y los deseos de la gente que lo trata como si fuese un ser anónimo, y que yo creo, es la única manera de infiltrarse sin ser un estorbo. Cada personaje lo utiliza como confidente, cada mujer se dirige a él como si fuese un ayudante de cámara ante el cual puede descubrir no solo su cuerpo sino su alma. Y cada hombre ve en él al ser insignificante que no proporciona mayor peligro pues no es un rival a tomar en cuenta. De esta manera, Alexei va enterando al lector de toda la trama en la que se basa la novela, que no es en realidad una historia extraordinaria, yo diría que más bien llega a rozar la caricatura de los amores imposibles de la época, en la que el amor más que un sentimiento, es un fin en sí mismo.

La obra se centra en un personaje anodino, Alexei, supremamente enamorado de un amor imposible, preceptor de dos niños pertenecientes a la clase rusa acomodada; un hombre a quien todos, incluyéndose él, tratan con condescendencia, y en la magistral descripción de su pasión por el juego, que ocupa la última parte de la novela.

Fiódor Dodtoyevski nació el 11 de julio de 1821 y falleció el 28 de enero de 1881, a los sesenta años, treinta y ocho de los cuales los dedicó con pasión a la escritura.


B. Miosi


martes, 13 de julio de 2010

¿SE DEBE ESTUDIAR PARA SER ESCRITOR?

Escribí mi primera novela en cuatro meses. No voy a hablar del contenido pues no viene al caso, pero era tanto mi entusiasmo que apenas puse la última letra le di a imprimir y de inmediato la mandé a encuadernar. La leyó mi marido, mi hijo, mi hermana y dos amigas y todos se mostraron encantados. Aún hoy nueve años más tarde, ellos siguen pensando lo mismo, sin embargo, cada vez que yo leo la última versión de aquella novela, (porque después hice como diez versiones) tengo deseos de guardarla en lo profundo del cajón.

Una de mis amigas decidió seguir mi ejemplo, pero lo hizo de la manera correcta: se inscribió en un taller de narrativa. Ocho años después no ha escrito la primera novela. ¿Por qué? Le pregunté. Dijo que se había dado cuenta de que escribir era más complicado de lo que le parecía. Y yo se lo creo, pues cuando me trataba de explicar lo que aprendía en aquellos talleres que duraron casi un año, ni yo podía entender de qué hablaba cuando mencionaba al escritor omnisciente, el nudo, los puntos de quiebre, el desenlace, la concordancia, la adjetivación, la perspectiva, la primera, segunda y tercera persona… en fin, que si yo hubiese comenzado a estudiar para ser escritora creo que hubiese tirado la toalla antes de empezar.


Con el tiempo y el método más a mano que tenía: el del ensayo y error, he logrado comprender todo aquello que en su momento mi amiga me enseñaba; algunos puntos ya los ejercía yo por intuición desde el principio, y otros, sin embargo, he tenido que aprender a ponerlos en práctica porque se trataba de mi supervivencia como escritora. De todo lo pasado deduje que para ser escritor lo importante es escribir. Y para escribir se necesita el deseo de hacerlo, debe ser un placer, más que una imposición académica y, sobre todo: haber sido un buen lector durante gran parte de la vida.


Día a día se aprende, y siempre hay de quién hacerlo, lo importante es escuchar las críticas, los elogios también, pues nos animan a seguir, pero debemos prestar atención a los que ven los defectos en nuestros escritos, pues no veo de qué otra manera se pueda mejorar.


Sé que muchos de los que escriben piensan que sus obras son maravillosas, y es posible que lo sean, pero si no tienen estilo, (y ya saben que cuando me refiero a estilo hablo de estilo literario, no del estilo particular de cada escritor), si las ideas no están expuestas con claridad, si los diálogos son insulsos y solo sirven de relleno y no para informar, que es la verdadera función de ellos, si se confunde la narrativa con largas explicaciones dirigidas al lector; la historia que se intenta contar por más maravillosa que sea, resultará aburrida, y en muchos casos causará indiferencia. Y para lograr aprender a subsanar errores, es básico saber dónde están, de lo contrario nunca los encontrarán.


Mi recomendación es que una vez hayan terminado las primeras novelas, (ya saben que son capaces de escribirlas), acudan a un taller de narrativa. No antes. Puede ser contraproducente. Los talleres de escritura creativa como también se llaman, enseñan técnicas muy útiles y pueden significar la diferencia entre publicar o ser rechazado. Hace un tiempo un amigo que escribe y que no ha logrado publicar aún, me dijo algo muy curioso: «Sé que lo mío no es la escritura pues he estudiado ingeniería. Generalmente doy mis novelas a un par de amigos para que me las corrijan». Yo ni siquiera le pregunté si sus amigos eran escritores. No valía la pena.


Si el que escribe no es capaz de tener la suficiente autocrítica y capacidad como para corregir su obra, para mí no es merecedor de llamarse escritor. Claro que también hay quienes contratan correctores o escritores, y algunos de los compañeros de blogs saben a lo que me refiero pues ejercen esa profesión, pero particularmente pienso que todo aquel que aspire a escribir para el público, puede prescindir de los estudios gramaticales si le causan tedio, pero tiene que realizar entonces un trabajo de lectura abundante, metódico y constante durante largo tiempo, a fin de empaparse en la esencia del lenguaje y adquirir agilidad, presteza y soltura en el manejo del idioma.


He llegado a la conclusión basándome en mi experiencia que primero se escribe y después se aprende.


B. Miosi

martes, 6 de julio de 2010

PÉPLUM

Si buscamos en el diccionario encontraremos una escueta definición del término péplum: «Película ambientada en la antigüedad clásica».
La expresión fue acuñada por la crítica francesa después de la década de los cincuenta, aunque el género cinematográfico puede fecharse en 1914 con la película Pastrone, en la que causó sensación MACISTE.

Las superproducciones estadounidenses dieron gran acogida a este tipo de películas, sin embargo el género surgió claramente de los estudios italianos, donde desarrolló sus propios códigos.
El péplum utilizó actores y realizadores no italianos (como Jacques Tourneur) y se dividió entre el péplum histórico (Troya, Maratón, Cartago, Nerón, Cleopatra, Fabiola, entre otros temas) y el péplum mitológico con Hércules y su sucesor Maciste. El género tuvo sus especialistas, como Domenico Paolella o Vittorio Cottafavi, e incluso Sergio Leone en sus principios.
En 1958 se estrenó Hércules, de Pietro Francisci, protagonizada por el ex míster universo Steve Reeves. Esta cinta recoge los elementos característicos del péplum: sin exactitudes históricas o mitológicas, su protagonista es un héroe musculoso encargado de defender a los más débiles, siendo denominado irónicamente muscleman epic por la crítica estadounidense. En ocasiones, como en Salomón y la reina de Saba (1959, de King Vidor), se llegó a la más absoluta de las imprecisiones históricas, en pro del efecto dramático.
Las últimas décadas del siglo XX vieron un resurgir del género. En parte, gracias a las distintas series producidas para la televisión, como Yo, Claudio (1976, de Jack Pullman, para la BBC) y Jesús de Nazaret (1978, de Franco Zeffirelli), además de Xena y Hércules. También para la gran pantalla se produjeron películas de animación, como Hércules de Disney (1997) o El príncipe de Egipto (1998) de Dreamworks. Asimismo, en 2000 Ridley Scott dirigió Gladiator, y poco después se estrenaron Troya (2004, de Wolfgang Petersen) y Alejandro Magno (2004, de Oliver Stone).
Tal vez dentro de poco veamos un péplum con Hijos de Heracles, de Teo Palacios, en la gran pantalla, espero que él esté presente en los estudios en el momento de la filmación, no vaya a ser que transformen su espléndida novela en una telenovela.

B. Miosi

Fuente: Microsoft ® Encarta ® 2009. © 1993