miércoles, 18 de mayo de 2016

Algo de mí.

Hace unos 15 años en mi taller de costura
viendo muestras de tela.
Hablar de una misma es como demasiado pretencioso, ¿no creen? Pero hoy en día quien se dedica a algún oficio que tenga que ver con el público no hacerlo es perder la oportunidad que nos dan las redes sociales. Claro que una no va a hablar constantemente de quién es, qué hace los domingos o qué clase de comida le gusta, eso que lo deduzcan los demás. Pero siempre es bueno que las personas tengan una idea de cómo es el autor o la autora del libro que están leyendo.
Para empezar diré que soy una mujer a la que la vida le brindó la oportunidad de tener experiencias desde muy pequeña. Tal vez sea el motivo por el que ahora soy escritora; esas experiencias me permiten comprender mejor a los demás y por lo tanto caracterizar a los personajes de mis novelas. Me casé a los diecisiete años con un joven de diecinueve, ya se podrá imaginar que en lugar de novia parecía estar haciendo la primera comunión, y el cura de la iglesia no ordenó tocar la marcha nupcial porque llegué con un pequeño retraso: a mi padre político se le había olvidado la corbata de lazo en casa y tuvimos que regresar. Entonces no quise comulgar ese día. Cuando el cura me presentó la hostia le dije que no. Tal vez ahora no lo haría. Me la hubiera tragado como las cosas que trago cuando algunas personas me hacen pasar momentos desagradables, pero antes yo era una rebelde sin causa y para qué negarlo, con causa también.

Después de tres años me divorcié, ya tenía un niño de ocho meses. Aclaro que no me casé porque estaba embarazada. Lo hice para salir de casa, por eso antes de que me hicieran casar tuve que fugarme con un chico que le dejó una nota a su madre bajo la almohada, y fue el motivo por el que nos encontraron en Junín. Nuestros sueños de colonizar la selva nunca pudieron realizarse. Nos regresaron a Lima y un mes después estaba delante del altar negándome a recibir la hostia.
Cuando a los veintitrés años vivía sola con mi pequeño ya de tres años y medio y trabajaba para una compañía fabricante de línea blanca (la línea blanca que se ocupa de hacer neveras, cocinas, lavadoras y ese tipo de cosas, no la otra) conocí a Henry Waldemar, más conocido por su familia como Waldek. A partir de allí supe lo que era estar al lado de un hombre en quien podía confiar. Y créanme: no hay nada mejor para una mujer que un hombre que inspire seguridad, alguien a quién admirar y que sirva de ejemplo. A su lado olvidé la niñez insegura y temporaria que me tocó vivir, los años en los que tenía que acostumbrarme cada seis meses a una nueva casa y a una nueva escuela, por eso nunca tuve amistades duraderas y todo para mí era pasajero. No me encariñaba con nada ni con nadie. Y creo que en ese sentido no he cambiado mucho, hoy estoy aquí, mañana puedo vivir en cualquier otro lado y no extrañaré nada. Excepto a mi hijo, claro, porque con los hijos se tienen un nexo muy especial. Absolutamente diferente. Pero tampoco soy de las madres que no pueden vivir sin hablar con él. Me conformo con saber que está bien. Y sabe que siempre podrá contar conmigo. Sin embargo mi relación con Henry fue un caso muy aparte. Él significó en mi vida algo muy especial. Fue madre, padre, esposo, compañero, amigo, maestro… no sé si sea normal encontrar todo eso en un marido, pero tuve la suerte de tenerlo a mi lado durante treinta y ocho años. Jamás olvidaré su figura alta, varonil, su cuerpo macizo de vientre plano y su dulce mirada azul. Si la vida quiso darme un regalo lo hizo.
Hoy en día paso los días escribiendo, no me siento sola en absoluto, siempre fui abanderada de la independencia y aun estando con Henry me sentía libre y aprendí a valerme por mí misma. Me encanta la soledad, es la verdad. Y si no estoy con él prefiero estar sola. Hay quienes me dicen que todavía puedo encontrar el amor. Y yo me pregunto ¿Para qué? No sé por qué consideran indispensable vivir al lado de otra persona. «Te ves bastante joven, todavía tienes oportunidad», es lo que suelen decirme. Yo tengo la oportunidad ahora de vivir tranquila, libre, hacer lo que desee, es como si siguiera Henry con vida, casi nada ha cambiado, siempre hice lo que quise, no quiero perder todo eso para vivir al lado de alguien que estoy segura me coartará de alguna manera, cambiará mi método de vida y muy probablemente hará que viva en función de él. Como veo que ocurre a menudo.

Mientras, seguiré escribiendo, seguiré imaginando historias que quisiera haber vivido, disfrutaré con cada uno de mis personajes, en cada una de las páginas.

He dicho.