Están cayendo los mitos. Me refiero a los mitos de las
publicaciones editoriales, a los mitos de lo difícil que es encontrar quién
publique. Al mito de que en este planeta se lee poco y al principal mito de que
las editoriales son las que tienen la última palabra en cuanto a decidir si un
libro es bueno o es malo; criterio que deducen muchas veces por alguna opinión
de un lector editorial con sus propias buenas o malas circunstancias. De otra manera no se comprendería cómo
escritores rechazados tantas veces se hayan convertido después en baluartes de
la escritura.
Voy a hablar desde mi propia experiencia. Publiqué en dos oportunidades. Algunos de
ustedes lo saben. Una vez por Editorial Roca, a quien estaré eternamente
agradecida por darme el empujón inicial que hizo que empezara a creer que puedo
llegar a ser escritora y una segunda vez por Editorial Viceversa, que entonces
empezaba a formarse y tenía grandes aspiraciones que creo las están cumpliendo.
La primera publicación, «La búsqueda» tuvo
un éxito relativo. Fueron 2.000 ejemplares en su primera y única edición. Lo
extraño del caso es que a pesar de venderse bastante bien, nunca salió una segunda
edición. Supongo que la editorial tenía
demasiados títulos nuevos para dedicarse a un libro como el mío. Dos años después
les escribí para que me consiguieran al menos cincuenta ejemplares, cuya búsqueda
exhaustiva tardó cuatro meses y solo
pudieron venderme treinta. Fin de la
historia.
Luego llegó la publicación de «El legado». Una mejor distribución hizo que se conociera
en casi toda Sudamérica, Centroamérica y México. Y, por supuesto en España,
lugar de la edición. Cinco mil ejemplares cuyos remanentes deben estar todavía en
alguna que otra librería debajo de montañas de libros nuevos, mejores o peores
que el mío, pero eso sí: recién salidos del horno.
Tras un año sin publicar debido a una tragedia
familiar que me llevó muchos meses del 2010, entregué a mi agente un libro que
había escrito a principios de ese año. Ella
lo leyó y consideró que era lo suficientemente interesante como para publicarlo
con relativa facilidad y lo entregó a
Viceversa, pues dicen que la editorial que publica el último libro tiene
prioridad. Ellos decidieron que no era
el momento apropiado por la crisis, aunque me consta que muchos libros sí
tuvieron la suerte de salir por ese sello. Pero bueno, sus razones tendrán.
Escuché hablar de las versiones digitales a un amigo,
Daniel Franco, que acababa de publicar en Amazon.com su novela corta Alameda
Central, sin pagar un cobre y que estaba
expuesta a miles de lectores en prácticamente todo el mundo. Decidí entonces que publicaría mis novelas por
Amazon, pues los contratos que había firmado tanto con las editoriales como con
mi agente no tomaban para nada en cuenta las versiones digitales, y así, sin anestesia
me lancé al ruedo. Para entonces ya lo había hecho Armando Rodera, y FernandoTrujillo Sanz, este último desde el 2007, con un éxito rotundo.
Los escritores que acabo de mencionar tuvieron un
largo recorrido editorial, fueron leídos, releídos y puestos a esperar durante
meses para obtener una simple respuesta: “sí o no”. Algo que se puede decidir sin ocasionar tanta
angustia y sufrimiento de ver cómo el tiempo transcurre y nada sucede. Pero el
mundo editorial es así, lento, ambiguo, oscuro y en ocasiones (la mayoría)
insensible; aunque reconozco que ese no fue mi caso. Lo cierto es que mi novela “El manuscrito” ya
llevaba casi medio año de espera, con un rechazo encima y sin vistas de
publicación. La agregué entonces a mis
otras novelas y de golpe y porrazo publiqué cuatro novelas en Amazon.com: “La búsqueda”.
“El legado”, “Dimitri Galunov” y “El manuscrito”.
Lo bueno de tener varias novelas a la venta en Amazon
es que da más oportunidades de figurar y por ende, de vender, lo que equivale a
ser leído. Julio y agosto fueron meses
tranquilos, aunque para mi sorpresa, pues lo había hecho en calidad de
experimento, veía en los reportes que se habían vendido poco más de treinta
ejemplares. Poco a poco la cifra fue
incrementándose y para octubre era normal que los libros vendidos pasaran de
los diez diarios.
A partir de noviembre algo debió suceder en la
mentalidad de los lectores en libros digitales, pues empezó a repuntar «El manuscrito».
Llegué a vender 400 ese mes aparte de mis otras tres novelas que también se
vendían. Y en lo que va de diciembre 823
personas han leído esa novela. Si sumo
los otros títulos puedo decir que hasta hoy 29 de diciembre, 1.078 personas me
han leído o están leyendo alguno de mis libros, solo en diciembre. Si sumo
los meses anteriores podría llegar a unos 1.800 libros vendidos, porque empecé
a tomar nota diaria apenas en el mes de noviembre. Y todo esto en solo seis meses.
¿Cómo sucede este fenómeno
en el mundo virtual? Dudo mucho que las redes sociales como el Twitter o
Facebook tengan algo que ver. Muchos de
los que visitan mi muro solo se limitan a saludar o clicar «Me gusta», y a autopromocionarse, lo cual no critico,
pues me alegran las buenas noticias (aunque debo reconocer que hay quienes
entran en mi muro con la misma noticia tres y cuatro veces y la cosa se vuelve fastidiosa).
Los pocos que han comprado los puedo contar con los dedos de UNA mano. Es allá, en esa maraña virtual que no conozco,
en lugares que jamás imaginé que alguien se interesaría por una escritora
desconocida, donde la gente de carne y hueso busca, investiga, lee
recomendaciones, o tal vez escuche que alguien leyó tal o cual novela y la
recomienda.
Las cifras que indico son
ínfimas en comparación con los verdaderos superventas apoyados por campañas de
promoción editorial, y también porque son, hay que decirlo, excelentes
escritores. Pero al menos las ventas
digitales dan la oportunidad de llegar a cualquier parte del mundo, pues ahora
con un clic nos podemos trasladar y hacer compras en China, India, Rusia o
Bolivia. Una facilidad que cualquier
editorial no la da. Sé de muchos cuyos
libros publicados no han salido de España, o del país de origen.
Ahora viene lo bueno, lo
¿positivo? O la parte práctica de todo este asunto:
Los escritores ya no son
los que buscan a las editoriales. Ellas
lo único que tienen que hacer es fijarse en las listas de Amazon cuáles son los
más vendidos y se evitan el gasto adicional del lector editorial, cuyo
veredicto sin dudarlo digo que está sometido a sus propios gustos y aficiones. En empresas como Amazon o cualquier otra, es
la escogencia de los lectores la que marca la pauta, la tendencia, la simpatía,
el gusto o como quiera llamársele a ese contacto íntimo entre lector-autor, que
es lo que al fin y al cabo buscamos los escritores: Que nos lean, pues para eso
escribimos.
La parte negativa o
depurativa sería que si una novela (ya toqué el tema antes) no está escrita
correctamente, según los cánones establecidos por la literatura estándar y según
las reglas gramaticales e idiomáticas a las que los lectores están habituados,
simplemente se quedarán rezagadas. Aunque
también es probable que se deba a una portada poco atractiva, a un título poco
sugerente, a una descripción del contenido que no conlleve el interés por
leerla… Son muchos los factores que
juegan en la venta de una novela, entre ellos la suerte.
Hoy tengo al igual que
algunos escritores que están publicando por Amazon, una oferta editorial por mi novela «El Manuscrito». Y no es una editorial cualquiera, es una de
las más importantes. Pero ya no recibo la noticia con la avidez que hubiera tenido
de no estar publicando en Amazon, por la simple razón de que una editorial me
obliga a cumplir con muchas reglas que para mí hoy en día son inadmisibles:
ceder los derechos digitales de mis obras, la exclusividad de por lo menos
cinco años o más de mi novela, tiempo durante el cual no podré hacer
absolutamente nada con ella aunque no se venda ni un solo ejemplar, y lo peor
de todo: no saber en efecto cuántas novelas se están vendiendo y a cuánto
asciende mi ganancia real. Y no se trata
de hacerse millonario con esta profesión, pero al menos me satisface tener las
cuentas claras.
No sé aún cuáles serán las
condiciones que me propongan, esta vez yo no los busqué a ellos. Pero si no me
satisfacen, con seguridad seguiré mi rumbo y no perderé el sueño. O mejor dicho: seguiré mi sueño y no perderé
el rumbo.
¡Hasta la próxima, amigos!