Vicisitudes de una escritora

No soy de culpar a los demás por mis deficiencias, pero si de algo estoy segura, es de que a partir de la inoculación de mi primera y única dosis de la vacuna antiviral contra el coronavirus, la pandemia que invadió nuestras vidas en 2020, mi vida cambió. Empecé a sufrir de una serie de anomalías, entre ellas pericarditis, diabetes tipo 2 y una especie de desánimo que me impedía seguir escribiendo.

Antes de toda aquella desgracia tenía en mente un par de buenas ideas para desarrollarlas y convertirlas en novelas, sin embargo, sin explicación alguna de mi parte (me refiero a que no podía explicármelo), los deseos de escribir se alejaron de mí y no sentí ningún pesar por ello, cuando antes podría decir que eran la razón de mi existencia. A mi edad no tengo mayores metas que alcanzar, creo que ya he conseguido las que me propuse, y el único deseo que todavía permanecía latente en mí, era seguir escribiendo. Seguir publicando mis novelas me daba la satisfacción de ser leída por muchas, muchas personas, lectores desconocidos a los que llegaba a través de mis letras.

Así pasó el 2020, 2021, 2022. Me alejé de las redes sociales. Perdí mi cuenta de Instagram, no sé cómo, porque a pesar de que sigo registrada, no puedo ingresar de ninguna manera. Me alejé de Facebook, no porque no quisiera saber de los amigos que allí tengo, sino por la intensa apatía que me invadía. También me alejé de Twitter que cambió de nombre a X y me importó muy poco si mis otras novelas se vendían o no. También abandoné mi blog. Me deshice de mi página web y dejé de intentar comprender Threads.

Dejé de promocionar mis libros; me dediqué a leer, leer y leer. Novelas que ya había leído, novelas que tenía guardadas en mi Kindle y también terminé enganchada a las series de Netflix, como si fuese todo lo que tenía que hacer, aparte de mis caminatas y ejercicios recomendados por los médicos después de diagnosticarme con la bendita diabetes 2. 

Fue pasando el tiempo y un buen día me dispuse a continuar la novela que había empezado en 2020: otra aventura de uno de mis personajes favoritos: Kevin Stosskopf, El Rastreador. Corría el año 2022 y de manera desganada me obligué a verter en letras la novela que había tenido en mente, sin embargo, lo hacía esporádicamente, no de forma continuada como debe hacerse (y hablo por experiencia) porque la línea narrativa se confunde, pierde coherencia y los personajes no llegan a tomar forma ni la fuerza necesaria. Dejé la novela aparcada en ese mismo año en la página 134. No pude avanzar más. 

Este año 2024 en agosto, retomé la novela. Empecé creando la portada para darme ánimo y la puse como fondo de pantalla en mi PC. Así, cada vez que la veía, sabía que tenía una deuda con El Rastreador. A mediados de octubre empezó a invadirme el ya olvidado deseo de escribir, de crear, de poner a mi protagonista en un sin número de vicisitudes, como antes, cuando me metía en cada uno de los personajes y sentía, sufría y me alegraba como ellos, como cuando empecé a escribir en mis inicios. Desde agosto hasta el 31 de noviembre escribí poseída por ese espíritu ya olvidado y no solo la reescribí desde el comienzo; pude terminarla de la manera como la había planeado en mi mente hace casi tres años. ¿Cómo lo hice? Pegada de mi PC un promedio de seis horas diarias.

Bueno, amigos, el caso es que hace unos días subí la novela a Amazon y ya está a la venta la versión impresa. La versión digital todavía no, a pesar de que la publiqué un día antes y espero que no tenga problemas de alguna índole desconocida, como ocurre a veces con las plataformas digitales.

Hago esta entrada para justificar mi falta de presencia en las redes, y aunque todavía sigo con ese desánimo al respecto, al menos pude terminar un trabajo empezado. mi lema es nunca dejar las cosas a medias. 

¿De qué trata la novela? Si alguno de ustedes desearía leerla les dejo la sinopsis:

Kevin Stosskopf, un ex-agente de la CIA conocido como «El Rastreador», esta vez se ve involucrado de manera involuntaria en el rescate de una mujer secuestrada. Un traficante de armas y una mujer que El Rastreador creía muerta confabularán para que él se vea inmerso en una situación de la que le será difícil salir. Sin embargo, hará un descubrimiento que cambiará su modo de ver la vida y al mismo tiempo lo llevará a un lejano pasado, cuando apenas era un recién graduado por West Point.

Componendas políticas y económicas harán que Kevin Stosskopf haga uso de su inteligencia para salir indemne de las trampas que van poniendo en su camino las personas que desean su muerte o algo más que eso.

Unos desean desaparecerlo. Otros desean sumarlo a sus filas. 


En el momento en que escribo esta entrada está publicada solo en versión impresa. Actualizaré los datos cuando Amazon la publique en versión digital.

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