La casa del lago, por B. Miosi

Fue uno de los primeros cuentos que publiqué en este blog:

No creo en los fantasmas. Me resisto a creer en las ánimas en pena que los temerosos de Dios dicen que se arrastran buscando paz y perdón de sus pecados; algo incongruente, se supone que la religión de la Iglesia dice que fuimos redimidos. Entonces, ¿cómo dar fe a esas creencias rayanas en el fanatismo?
Siempre creí que todo tenía una explicación y una respuesta racional, por eso, cuando fui a vivir a la casa del lago no me preocupé por las habladurías del viejo del pueblo. Yo simplemente deseaba un lugar tranquilo donde pasar de vez en cuando unas vacaciones, pescando o navegando en un bote de remos que me llevara de un lado a otro en aquel bucólico lugar.
Me gustó la casa en cuanto la vi y no regateé el precio al comprarla. Parecía como si formara parte de una postal antigua, enclavada en el bosque y al mismo tiempo tan cerca y tan lejana al lago, un estrecho camino bordeado de piedrecillas que en un tiempo fueron blancas indicaba el camino al muelle de madera. Por dentro parecía ser más pequeña de lo que se apreciaba desde afuera, y su chimenea de piedra me acogía como si unos brazos invisibles me arrullasen resguardándome del frío gélido y del viento que ululaba entre las copas de los viejos pinos que la rodeaban.
Fue al tercer día de mi estancia en ella cuando empecé a escuchar unos ruidos que no supe bien a qué atribuir al principio, porque parecían salir de la garganta de un animal herido. Pensé que se trataba de algún lobo o tal vez algún gato salvaje que había sido blanco de un cazador furtivo, pero después de dar vueltas por los alrededores no pude encontrar nada que me indicara que mis sospechas fuesen ciertas. Aquella noche los gemidos lastimeros no me dejaron dormir, no porque temiese de algo tenebroso, era debido a mi preocupación de no poder ayudar a lo que sea que me estuviese necesitando. Decidí salir muy temprano y encontrar al animal, pero a la mañana siguiente tampoco pude hallarlo. El clima empezaba a cambiar, pronto empezaría la temporada invernal, y las primeras nieves empezarían a caer para transformar el paisaje, así que decidí aprovechar lo que quedaba del otoño y me embarqué en el bote con la intención de ir al sitio más lejano del lago. Quería conocerlo todo y aprovechar la tranquilidad de aquel paraje paradisiaco lejos del ruido infernal de la ciudad. Siempre me gustó el silencio, la soledad no era para mí un estado de abandono, sino por el contrario hacía que me sintiera libre, sin ataduras, y era así como me sentía esa mañana en mi bote, remando acompasadamente mientras de cuando en cuando echaba un vistazo a mi recién adquirida casa que se veía cada vez más lejana.
En uno de esos atisbos me di cuenta de que no se la veía. Hacía unos segundos estaba ahí, y de un momento a otro no estaba más. Creí que era producto de algún reflejo del lago o un truco de la luz matinal, pero cuando empecé a dar vuelta para regresar, con creciente desesperación supe con certeza de que en efecto, mi casa había desaparecido. Até las amarras en el muelle y corrí por el sendero de piedrecillas pensando que estaba perdiendo la razón. No lo podía creer, el lugar donde estuvo ni siquiera tenía huellas de ella. El conocido sonido lastimero empezó a escucharse y esta vez era un gemido gutural, que parecía querer decirme algo, me llamaba... decía: Ven conmigo, ven, entra, te espero... En un arrebato de locura hice el intento de dar el primer paso hacia donde había estado la puerta de la casa, donde se iniciaba el camino de piedras, pero haciendo acopio de un enorme esfuerzo me quedé con la rodilla levantada y luego la bajé lentamente situando mi pierna junto a la otra. ¿Fantasmas? Cavilé. Yo no creo en ellos. No creo en el diablo ni en el perdón de los pecados.
Me metí en el auto y tomé rumbo al pueblo. Por el espejo retrovisor vi la casa, tal como la había visto la primera vez, hermosa, etérea, como fuera de lugar. Vencí el impulso de regresar. Esta vez escucharía la historia completa de las habladurías que el viejo comenzó a contar y yo no le dejé terminar. Después, regresaré a la ciudad. Lo he pensado mejor y creo que prefiero la soledad del bullicio, que el bullicio de la soledad.
Después de conducir lo suficiente como para haber llegado, caí en cuenta que el pueblo tampoco estaba ahí, en su lugar vi un hermoso camposanto, bajé del auto presa de la curiosidad y salió a mi encuentro un hombre enclenque, de ojos arrugados, de aquellos que otean el horizonte. Era el guardián del cementerio, se acercó sonriendo y se paró frente a mí.
-¿Busca algo en particular? –preguntó.
-¿Qué sucedió con el pueblo? –Pregunté a mi vez.
-El pueblo. Humm... –El hombre pensativo, se agarró la barbilla-, ¿usted adquirió la casa del lago?
-Así es –respondí, impaciente.
-Permítame decirle que compró la casa equivocada. Muchos otros fueron timados, y nunca hubo forma de comprobar la estafa.
-No comprendo. Y no ha respondido a mi pregunta.
-El pueblo que usted visitó tampoco existe.
-Imposible. Estuve hablando con un anciano que me advirtió de sucesos extraños.
-Otra vez el anciano. –Murmuró el hombre para sí. ¿Recuerda su nombre?
-No me lo dijo. ¿Sabe usted quién era? -pregunté exasperado. Parecía que el hombrecillo no tenía por costumbre responder preguntas.
-Sólo puedo decirle que corrió usted con suerte, es el primero que escapó con vida. Si desea un consejo le sugiero que se aleje y no regrese.
-Quiero una respuesta. ¿Qué sucedió con el pueblo?
-El pueblo nunca existió. Lo que usted vio fue un pueblo fantasma, al igual que su casa.
-Yo no creo en fantasmas. –Afirmé.
-Es por eso que está vivo -contestó él mientras se alejaba perdiéndose entre las lápidas.

B. Miosi

Comentarios

  1. Blanca, me encantan los finales de tus cuentos; siempre sorprendentes e inesperados.

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  2. Vaya Blanca, que bueno. Un pueblo fantasma y la casa también. Eres genial escribiendo estos cuentos de miedo. Es uno de los géneros que más me gusta leer y ver en la gran pantalla.
    Un beso muy fuerte amiga.
    Es todo un placer leerte.

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  3. Mira que no soy nada de relatos de miedo...porque precisamente...me dan miedo. Pero me ha encantado Blanca...Si por algo eres una gran escritora!!! besos

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  4. Alucinante, Blanca, escalofriante. En principio cuando vi el titulo lo asocié con un capitulo de El legado. Pero... no tiene nada que ver.

    En cuanto a creer y no creer en ciertas "cosas" sobrenaturales que están por encima de nosotros, creo que la mente es muy poderosa y crea elementos donde no los hay y como en este tema- cuento en realidad afecta mas a la gente que cree acérrimamente en ellos: la brujería, los fantasmas, los demonios, los muertos, etc, etc. en conclusión Blanca, me gustó mucho tu cuento, oscuro como todos los que escribes con un lenguaje sencillo y una narración que agarra desde la primera letra, es decir me hechizaste también, ja,ja,ja,
    Un abrazo

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  5. Exquisito Thriller psicológico querida amiga. Los protagonistas—una casa y pueblo fantasma—, juegan con la mente y escepticismo del hombre.

    Por cierto, ¿cómo van las cosas en Venezuela? Me enteré que intervinieron el Banco Federal y quieren adueñarse de Globovisión.

    Un beso, cuídate y saludos a Henry,

    Daniel DC

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  6. Qué bueno, Blanca. Es un buen juego de ideas el que nos planteas, bien mezclado con una fantástica (o debería decir inquietante) ambientación. El final, en tu estilo: un toque inesperado y sutil.
    Un abrazo.

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  7. MJesus: Me alegra que te encanten los finales, ¿inesperados? ja, ja,

    Printova: Fíjate que tengo varios cuentos de este corte, pero nunca lo he intentado en el género novela.

    Winnie: ¡Gracias por lo de gran escritora! sé que lo dices porque me aprecias, espero algún día llegar a serlo.

    Vicsabelle: ¿El legado? bastante lejos de este pequeño pueblo con su casa junto al lago, embrujada, por supuesto, je, je, y te doy la razón cuando dices que las mente nos juega a veces malas pasadas. Todo está ahí arriba: la fe, el miedo, el terror, las creencias...

    Daniel:
    Las cosas en Venezuela no pueden estar peor, pero supongo que tú manejas mejor información que nosotros aquí, pues ya son muchos los que están impedidos de decir la verdad.

    Javi: sé que eres mi fan y por eso te gustan mis cuentos, ja, ja, éste lo escribi hace dos años, y me provocó volverlo a colgar.
    Un besote!


    !Gracias, Amig@s! Es un placer escribir para ustedes!

    Un fuerte abrazo,

    Blanca

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  8. Que maravilloso cuento Blanca. Me encanta leerte!

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  9. Hola, Blanca,
    A mí tampoco me gustan los fantasmas, y menos lo que puedo ver, je je.
    Muy bueno. Me gustó.

    Besos,
    Mián Ros

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  10. El final de cuento misterioso es el que da pie a que surja ante el lector la "segunda historia oculta". Un buen cuento, Blanca.

    Un abrazo

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  11. Hola Blanca:
    Me encantan tus relatos escalofriantes, siempre no dejan los finales inesperados con una buena dosis de inquietud.

    Besos.
    Tessa

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  12. Un cuento hermosísimo, Blanca, en tu estilo de suspense, donde siempre se hilvanan tramas relacionadas con el Más Allá,... muy bonito, de veras.
    Mis felicitaciones.

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  13. ¡Ostras!, ¡GENIAL Blanca!

    No creía en los fantasmas, pero lo mismo el guardián del camposanto lo era.

    Uff, me ha tenido encogido el corazón hasta el final, y el final me ha dejado totalmente pensativo.

    ¡Un beso!

    Miguel

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  14. Carla, me alegra tanto que visites mi rincón! gracias por leerme!

    Mián: Los fantasmas existen, mucho cuidado con eso...

    Blas: La segunda historia oculta es el cuento que sigue, ja, ja,

    Tessa: Cuando empiezo a escribir relatos siempre me salen así, creo que es mi alter ego escribiendo, je, je

    Sergio: Gracias por tan lindas palabras, así da gusto escribir!

    Miguel: ¿en serio piensas que el guardián del camposanto era un fantasma? ¡qué miedo!

    Besos a todos chic@s, me han alegrado el día con sus comentarios!

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  15. Saludos, Blanca. los cuentos y novelas de fantasmas son mis preferidos y apenas vi este, no despeguè el ojo, fantastico, bueno todo, pero màs el final. Felicidades. Ya me hice fans de tu blog y constantemente lo visito. ansape

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  16. ¡Gracias Ansape!

    Me da mucho gusto verte por aquí.

    Un abrazo,
    Blanca

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