Escritores independientes en el futuro

—¿Cómo fue que te convertiste en escritora, abuela?
—No fue que me “convertí” aunque sé de muchos que sí lo hicieron en esa época, querido Pepe. Allá por el 2011, a un gringo llamado Jeff Bezos se le ocurrió acordarse de que en el idioma español también había mucha gente que leía y abrió su portal Amazon para que los escritores que no podían publicar por editoriales lo hicieran a través de su plataforma llamada Kindle Direct Publishing en Español o KDP en español.
—¡Ah, creo que he oído hablar de eso!
—Claro que tienes que haber oído, fuimos los pioneros de lo que se llamó “la Generación Kindle”, no porque hubiéramos nacido todos en la misma fecha, sino porque viejos, jóvenes, maduros, escritores, poetas, abuelos, nietos y toda la gente que tenía algo que decir por escrito pudo publicar a través de un sistema sencillo, en el que nadie se fijaba si su manuscrito era bueno o malo, ¡fue una época sensacional!
—¿Es decir que todos se volvieron famosos?
—¡No, qué va, hijo! Algunos ya sabían escribir y fueron los que llegaron a hacerse conocidos. Otros también eran muy buenos, pero no encontraban público apropiado para sus libros, pero lo más importante era que estábamos unidos, nos ayudábamos unos a otros, nos aconsejábamos, y también, claro, empezaron los problemas porque algunos decían que no los tomaban en serio y que Amazon tenía sus preferidos.
—¿Y eso era cierto?
—Supongo que sí. Como empresa al fin, ellos se fijaban en los que más vendían o en los que se habían hecho más conocidos y probablemente debido a eso les daban cierto apoyo promocional con sus Kindle Flash, pero primero había que ganárselo.
—Oye abuela, y si todos se ayudaban quiere decir que todos era buenos escritores.
—Pues cuando ayudas a alguien no necesariamente debe hacerse porque sea una luminaria, sino porque lo necesite. Y si lo necesita es porque o no es muy bueno, o tal vez no sepa cómo hacer para que su libro se venda y se lea.
—¿Recuerdas a algunos, abuela?
—¡Claro! ¡Cómo no voy a recordarlos, pero fueron tantos, y todavía hay uno que otro que se ha convertido en un bestseller mundial; tuvimos al comienzo un semillero de talentos, los más persistentes lograron afianzarse, los que se dieron por vencidos o abrieron los ojos y se dieron cuenta que publicar los que les había sucedido en la vida no cuajaba, se retiraron.
—Supongo que tú tenías tu grupo, ¿no? Siempre ocurre.
—Claro, porque la buena vibra se atrae, hijo, no importa la diferencia de edades, recuerdo a uno que escribía como cuatro novelas al año, y si le encargaban escribir acerca del Papa seguro que lo hacía en menos que canta un gallo, el hombre era un fenómeno, era el más prolífico de Amazon.  También a otro, experto en marketing, que descubrió su veta de oro no por el marketing sino por un detective al que puso un apellido como el de la compañía alemana de partes y piezas para vehículos tan conocidas, bueno, y el personaje era del gusto de los lectores, a eso se le llama encontrar su nicho.
—Ay abue, ya empezamos a hablar de la muerte.
—No en esta ocasión, hijo mío, nicho es como decir: “lugar”. Cuando deseas escribir para un grupo determinado de gente escribes para un nicho.
—Bueno, la palabra es un poco terrorífica…
—También eran terroríficas las cosas que sucedían entre los autores de la Generación Kindle, nieto mío. Y no estoy hablando del tema de sus libros, sino de los serruchos con los que algunos de nosotros teníamos que lidiar. Unos cuantos se disfrazaban de lectores y escribían bajo seudónimo unos comentarios en Amazon que eran para desanimar a cualquiera a seguir escribiendo. Otros inflaban la cantidad de libros que vendían, algunos hablaban mal de sus compañeros, y no hablo solo de escritores, también los lectores empezaron a formar parte de esta Generación Kindle en la que ellos empezaron a tener voz y voto.
—¿Los lectores?
—¡Claro!, ¿cuándo antes se había visto semejante bochinche? Lectores, escritores, ensayistas, poetas, piratas, reseñadores, cantautores (y eso que no te hablo de Bob Dylan quien se ganó el Premio Nóbel, solo para que te des cuenta de la época en la que vivíamos), un desfase total, lectores que se convirtieron de noche a la mañana en críticos literarios, correctores y padrinos de la novia. Unos escritores que decían que estaban negados a la promoción y otros que se la pasaban todo el día Twiteando sus libros…
—¿Twiteando? ¿Qué es eso?
—Es difícil de explicar, pero hasta yo andaba metida en ese berenjenal: novela que me gustaba, novela que promocionaba en Twitter, una plataforma gratuita en la que podíamos hacer publicidad de todo cuanto fuera leíble y no leíble también. Y es que cuando le agarrabas gusto, ingresabas a una especie de Hermandad Twuitera.
—¿Y no usaban Facebook? He oído mucho de eso.
—Claro que sí, todo lo que sea gratis y estuviera disponible. En Facebook a veces se armaban unas discusiones descomunales en la que no faltaban los insultos, entonces automáticamente aparecían los bloqueos y las amistades dejaban de ser amigas, así no te enterabas de lo que hablaban a tus espaldas.
—¡Fue una época muy divertida, abuela!
—Claro que sí, al menos yo la veía así. Hasta tenía un programa de radio llamado “La Hora Amazónica” en la que entrevistaba a escritores, lectores, y mira que yo jamás había sido locutora, pero era una época en la que nos creíamos capaces de todo.
—¿Y qué pasó con Amazon?
—Compró un grupo de editoriales y empezó a seleccionar a los escritores cuyos libros más se vendían, lo cual fue transformando la empresa en una editorial en la que había que firmar un contrato si la novela había pasado por la criba editorial, es decir, igualita que las otras, con la diferencia de que esta tenía un programa de promoción de apoyo para sus autores en una plataforma con millones de afiliados. Y es que Bezos no daba una puntada sin hilo.
—Qué bien, abuela, ya sabes que soy tu fan número 1. ¿Hasta cuándo vas a escribir?
—Gracias, Pepe, escribiré hasta que muera. Todavía tengo mucho que contar, y sé que hay otros como yo que harán lo mismo, porque la escritura no es solo un pasatiempo. Es una carrera de fondo y no se termina porque no hayas vendido ni una hoja.  Se termina cuando sientes que ya no tienes de qué escribir; eso sí, tienes que divertirte cuando lo haces, de lo contrario sería una tarea tediosa, como algunos libros que todavía circulan por ahí.

Diciembre 15 de 2044.

Comentarios

  1. Excelente entrada. Para imprimir y guardar el papelito...¿Quién sabe dónde habrán quedado los blogs en 2044? Me encantó. A seguir escribiendo, porque siempre quedan historias para contar. Saludos!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchos escritores de esta generación no son conscientes de que estamos haciendo historia. Gracias por leer la entrada, Cecilia.

      Eliminar
  2. Me la he leído, detenidamente, dos veces. Excelente querida Blanca. Imagintiva, ingeniosa y certera. Abrazos. Pepa Fraile

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me divertí mucho escribiendo esta entrada, Pepa, no quise poner nombres porque siempre hay alguien que salta reclamando el suyo. ¡Gracias por leerla!

      Eliminar
  3. Ay, Blanca que entrada mas "chula" como diríamos por aquí. Me hiciste reír y también me pusiste a pensar. Hoy estamos aquí en este punto tan revolucionado de la publicación, mañana, no sabemos que giro tomará. Pero lo cierto es que este sistema ha abierto puertas, que de otro modo no sería igual. Excelente!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Así, es Ingrid, vivimos en un mundo cambiante, en donde todo dura tan poco... tal vez mañana seremos una historia que algunos recordarán. Muchas gracias por tu visita, amiga.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares